Recuerdos de la Mediumnidad por Yvonne A. Pereira

Recuerdos de la Mediumnidad es un libro que te engancha desde las primeras páginas. Trae una visión fresca e íntima de la mediumnidad, en este caso la de Yvonne do Amaral Pereira,  bajo la guía del Espíritu Bezerra de Menezes, que nos descubre recuerdos de su propia mediumnidad y sus experiencias dentro del trabajo mediúmnico. Muestra observaciones sobre diversos fenómenos que ha sentido o presenciado. En conjunto representa una guía práctica para aquellos que tengan facultades similares. Bezerra de Menezes compendia diferentes temas como recuerdos de vidas pasadas, sueños y premoniciones, las consecuencias del suicidio, muertes violentas, ángeles guardianes, obsesión, letargia, entre otros.

“Explicarás lo que te ocurrió, como médium desde tu nacimiento. No es necesario nada más. Serás asistida por los superiores del Más Allá en lo que expongas, tus recuerdos personales serán seleccionados por ellos y escribirás bajo el influjo de la inspiración”.

Por esta razón aquí está el libro Recuerdos de la Mediumnidad. Estas páginas no son más que un puñado de recuerdos de mi vida de médium y espírita y podría relatar mucho más de lo que aparece en él. Se podría decir que mi vida fue fértil en dolores, lágrimas y pruebas desde la cuna. Tal como me veo hoy, me considero un vivo testimonio del valor del Espiritismo en la recuperación de un alma para sí misma y para Dios, porque tengo la certeza que no habría vencido en absoluto en la lucha y testimonio que la vida exigía a mis fuerzas, si desde la cuna no hubiera tenido la protección vigorosa de la Revelación Celeste llamada Espiritismo.

Podría relatar también aquí los recuerdos de las lágrimas amargas que derramé en mis pruebas, las peripecias y humillaciones que me acompañaron en el transcurso de la presente existencia, y a las que la Doctrina Espírita remedió y consoló.

Pero para poder explicar eso sería necesario mencionar o criticar aquellos que fueron los instrumentos para el dolor de los rescates que debí realizar, sin que suponga acusaciones al prójimo como aprendí en los códigos espíritas que me enseñaron el amor, la fraternidad y el perdón.

Ocultando las personas que fueron parte de mi expiación y olvidando sus actos para solamente tratar la sublime parte espírita, aquí dejo el testimonio del perdón, el único que me faltaba por presentar y que mis mentores espirituales me exigen en el presente momento.

Las fuentes vitales que son vehículo de la mediumnidad, como el fluido vital, nervioso y magnético, ya se agotan en mi organización física. El mismo periespíritu se encuentra cansado, traumatizado, exhausto. Los dolores morales, renovados sin interrupción, sin jamás permitir un solo día de verdadera alegría y el prolongado ejercicio de una mediumnidad positiva que se desdobló en todas las áreas de la práctica espírita, agotaron aquellas fuerzas que tienden a disminuir y a extinguirse en todos los médiums después de un cierto tiempo de trabajo. Si así fuese, como me advirtieron mis mentores y yo misma puedo sentirlo, estaré tranquila y segura de que mi deber en el campo espírita fue cumplido entre espinos y luchas y, cerrando mi tarea mediúmnica literaria en la presente jornada, creo que podré orar al Creador diciendo:

“Gracias Dios mío por la bendición de la mediumnidad que me concediste para rehabilitar mi espíritu culpable. La llama inmaculada que me enviaste de lo Alto, con la revelación de los puntos de tu Doctrina, a mi confiados para desarrollarles y aplicarles, te lo devuelvo, al finalizar la tarea cumplida, pura e inmaculada como la recibí: la amé y la respeté siempre, no la adulteré con ideas personales, me renové con ella para servirla, no la ensucié haciéndola incentivo de mis propias pasiones, no fui negligente al cultivarla en beneficio del prójimo, porque utilicé para aplicarla todos mis recursos naturales. Perdona Señor, si no pude cumplir mejor el deber sagrado de servirla, transmitiendo a los hombres y a los espíritus menos esclarecidos que yo el Bien que ella misma me concedió”.

Así en el crepúsculo de mi penosa marcha por la Tierra, recuerdo y dejo a los lectores de buena voluntad parcelas de mí misma, en las confidencias que aquí aparecen, patrimonio sagrado de quien nada poseyó en este mundo, ni siquiera un hogar. Y a los amados guías espirituales que me amaron y apoyaron en la jornada espinosa que se acaba, les doy el testimonio de mi veneración.

Río de Janeiro, 29 de junio de 1966, Yvonne A. Pereira

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