Fuego eterno

    La idea del fuego eterno, como castigo, remonta a la más alta Antigüedad y proviene de la creencia de los Antiguos que ubicaban a los Infiernos en las entrañas de la Tierra, cuyo fuego central les era revelado a través de los fenómenos geológicos. Cuando el hombre hubo adquirido nociones más elevadas de la naturaleza del alma comprendió que un ser inmaterial no podía sufrir los daños de un fuego material; pero no por eso el fuego dejó de seguir siendo el emblema del más cruel de los suplicios, y no se encontró imagen más enérgica para describir los sufrimientos morales del alma. Es en este sentido que lo entiende hoy la alta Teología, y es con este significado que se dice también: «arder de amor, ser consumido por los celos, por la ambición, etc.».

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