El Holocausto de los espíritas españoles
El holocausto judío se puede considerar el peor episodio de la historia del ser humano, mientras que la guerra civil española y lo que vino después como uno de los peores capítulos de la historia de España, porque aquí también hubo un holocausto. Fue el holocausto de los espíritas, el de los republicanos, el de la masonería, el del comunismo, y el peor holocausto de todos, el que mata la libertad.
El Holocausto de los espíritas españoles es un artículo que trata de mostrar con el debido comedimiento algunas de las injusticias que se vivieron en esta época fatídica, mesura que no podríamos lograr sin dejarnos mucho en el tintero, seleccionando pasajes menos cruentos y si cabe constructivos, dentro de la filosofía del progreso. Pero es un recuerdo necesario y merecido de algunos de aquellos que sufrieron injusticia por aquello de…el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla. Y porque buena parte de lo que vamos a leer en referencia al Espiritismo difícilmente vamos a encontrar en libro de historia alguno. No es que este pueblo haya olvidado esta parte de la historia, es que se le prohibió recordar durante muchos años.
Decía el conocido escritor Francisco Umbral que los masones fueron los «judíos» de Franco pero la realidad es que las acciones y leyes del franquismo bajo el epígrafe de Masonería y Comunismo incluyeron siempre entre líneas muy especialmente al Espiritismo.
Ni la Masonería, ni el Comunismo contaban en España con tantas publicaciones como tenía el Espiritismo. En las elecciones del 16 de febrero de 1936 el Comunismo consiguió 17 diputados en un Congreso de 473 escaños. En el resto de escaños de la izquierda vencedora de esas elecciones había muchos políticos que eran también espiritistas y masones. Como numerosos fueron los espiritistas en la política de la I República Española, como lo fue el mismísimo presidente de la República Emilio Castelar. República en la que algunos diputados protagonizaron el gran hito histórico del Proyecto de ley del Espiritismo en la 2ª Enseñanza y en las facultades de Filosofía y Letras.
A pesar de la minoría comunista varios obispos alertaban de una conjura comunista para sovietizar a España.
¿Era ese realmente su temor?
En cualquier caso tanto la masonería como el comunismo y el espiritismo pagaron su fatídico tributo, por supuesto junto a todas las agrupaciones políticas liberales, a este «paso alegre» de los que venían a salvar a la patria en nombre de Cristo y con el mismo criterio de aquellos que encendieron las hogueras inquisitoriales en el siglo XV. Las hogueras de los forajidos fanáticos del siglo XX, se trocaron en «paseos»1
Ni los protestantes, ni otras congregaciones religiosas, ni siquiera los musulmanes, protegidos especialmente por Franco (seguramente por alguna razón política), padecieron el grado de caza de brujas que sufrieron los espiritistas, los masones y los comunistas.
Desde antes incluso del Auto de Fe de Barcelona, la verdadera alternativa preocupante para el Catolicismo era el Espiritismo. Tanto la intelectualidad de la época como el ciudadano de a pie podía hacer algo no permitido hasta entonces por la religión católica, debatir, razonar, pensar.
La Carta Encíclica del Santo Oficio del 1856 alerta contra la evocación de las almas de los difuntos, así el 4 de agosto de 1856, vista la difusión del fenómeno del Espiritismo, el Santo Oficio declaró «ilícita, herética y escandalosa, la práctica de evocar las almas de los muertos, recibir sus respuestas, etc.».
El 1 de febrero de 1882, la Sacra Penitenciaría declaró ilícito incluso tan sólo asistir a las sesiones y a los juegos espiritistas.
En 1886 el Concilio de Baltimore afirmó la posibilidad de que el espiritismo estuviese ligado a las acciones diabólicas.
El Catecismo de S. Pío X de 1905, explica: «Todas las prácticas del espiritismo son ilícitas porque son supersticiosas y no están inmunes de la intervención diabólica, y por eso fueron justamente prohibidas por la Iglesia».
El 24 de abril de 1917 el Papa Benedicto XV, respondiendo a otra cuestión sobre la posibilidad de asistir únicamente en forma pasiva a las prácticas espiritistas, enfatizó que «no es lícito en ningún caso» participar en dichas manifestaciones, incluso si se presentan como caracterizadas de un clima de piedad y manifiesta una explícita voluntad de no tener que verse con los espíritus malignos.
El Responso del Santo Oficio (1917) prohíbe asistir a las sesiones espiritistas.
Pero en España desde el año 1854 la Iglesia Católica ya empezaba a verle las orejas al lobo espiritista, y advertía en una pastoral impresa en Madrid del peligro que conllevaba acercarse a esas prácticas que no podían más que ofender a Dios.
Numerosos sacerdotes y obispos no solo arengaban desde los púlpitos en contra del Espiritismo, también publicaban numerosas obras expresamente dedicadas a los “peligros” del Espiritismo, cualquiera de ellas es un insulto, no al Espiritismo cual era la pretensión, si no a la inteligencia de los lectores a los que iban dirigidas, por sus falsos argumentos fácilmente rebatibles y sus asustadizas figuras que rayaban lo infantil.
Los fenómenos empezaron muy pronto en España, antes incluso de que se publicase El Libro de los Espíritus, y con ello apareciesen los términos espiritista y Espiritismo.
En 1854, una sociedad en San Fernando (Cádiz) llevaba a cabo reuniones mediúmnicas y editó el libro “Las mesas danzantes y modo de usarlas”.
En 1857 se funda otra y se publica el libro “Luz y verdad del Espiritualismo”. Esta segunda sociedad tuvo gran impacto y llamó la atención sobre los fenómenos espíritas, generando muchos interesados en los mismos.
El libro no dejó indiferente a nadie y en Cádiz llegó a manos del obispo Arbolí el cual se indignó y lo hizo saber al Gobernador Civil quién mandó retirar la edición completa, pero –curiosamente- pasó de Gibraltar a Cádiz y nuevamente el obispo montó en cólera organizando un Auto de Fe en Cádiz en 1857 donde se quemaron los libros públicamente.
Hubo otros Autos de Fe en contra del Espiritismo, siendo el más conocido el Auto de Fe de Barcelona.
También muchas réplicas y contra réplicas entre espiritistas y católicos.
Por ejemplo el folleto Exposición y defensa de las verdades fundamentales del Espiritismo escrito en 1872 por el médico Anastasio García López, habitual colaborador en la Revista Espiritista La Revelación.
En el frente católico destaca el eclesiástico Vicente Manterola, que en 1879 publicó El Satanismo o sea la Cátedra de Satanás combatida desde la Cátedra del Espíritu Santo (Refutación de los errores de la escuela espiritista).
El diario El Municipio refiere que el obispo de Osma, Pedro María Lagüera y Menezo, “mientras se celebraban las misas mayores en todas las parroquias de Soria” excomulgó a “todos los que lean, oigan leer o propaguen el folleto” de Anastasio García López. El periódico califica esta medida como contraproducente para la propia Iglesia: “el resultado fue que se vendieron un gran número de ejemplares del folleto, habiendo quedado enseguida agotada la segunda edición”. A su juicio habría sido más acertado “escribir y publicar folleto contra folleto y hacer propaganda contra propaganda”. Concluye el autor de la crónica calificando al “tal obispo” de “majadero”. El propio Anastasio García escribió su opúsculo para rebatir un folletín aparecido en el periódico carlista ¡España con honra!, en el que su autor equipara el hogar del médico con “las casas de prostitución, dando a estas la preferencia y asegurando que es mejor ir a ellas que a las reuniones espiritistas”.
En general, pese a las reiteradas intenciones de rebatir ideas, conservando en todo momento el respeto hacia el adversario, apenas se mantuvieron las formas por parte del clero más reaccionario.
Ese es por ejemplo el caso de Vicente Manterola. En las primeras páginas de su obra expresa su intención de no “perder de vista aquella gran sentencia del maestro de los oradores sagrados, San Agustín: yo vengo a matar el error, pero amando sinceramente al que yerra2 sin embargo, parece que sus buenas intenciones se esfuman a medida que aumentan sus páginas. En tono apocalíptico insta a que se contemple “con horror la descarnada figura del monstruo que pretende acariciarnos con simulada sonrisa para luego estrangularnos entre sus manos de hierro: el monstruo se llama espiritismo, inspiración nefanda de Satanás, que es el padre de la materia«. Y añade que «combatir esta secta sacrílega es combatir la gran mentira de Satanás». «¿Quién puede dudarlo? La escuela espiritista es la cátedra de Satanás. Más claro: El espiritismo es el satanismo”.
Así pues el espiritismo pasa a engrosar la fila de herejías que siempre han acechado a la Iglesia, entre las cuales sobresale el protestantismo.
En este sentido Manterola alude precisamente a una alianza entre espiritismo y protestantismo, favoreciendo el primero los intereses del segundo al recurrir igualmente al “libre examen”. Una alianza que indefectiblemente lleva al “escepticismo”.
Entretanto España avanzaba tratando de alejarse del secular dominio católico.
La Constitución de 1931, en su artículo 27 protegía la libertad de conciencia y el derecho a practicar libremente cualquier religión al tiempo que reconocía a todas las confesiones el derecho ejercer sus actividades privadamente y, previa autorización gubernamental, también permitía las manifestaciones públicas
La Carta Magna republicana consagraba por primera vez en la historia de España la separación entre Iglesia y Estado. En su artículo 3 establecía que no había ninguna religión oficial y no se hacía ninguna alusión a la Iglesia Católica lo cual sí ocurre en la Constitución de 1978 que se refiere a ella en el artículo 16.3.3
El Decreto del 14 de abril de 1931 por el que se aprueba el Estatuto del Gobierno Provisional estipulaba en su párrafo tercero:
El Gobierno Provisional hace pública su decisión de respetar de manera plena la conciencia individual mediante la libertad de creencias y cultos, sin que el Estado en momento alguno pueda pedir al ciudadano revelación de sus convicciones religiosas.
Esta libertad fue, posteriormente, regulada en el Decreto de 22 de mayo del mismo año en cuyo artículo 3 se disponía:
Todas las confesiones están autorizadas para el ejercicio así privado como público, de sus cultos, sin otras limitaciones que las impuestas por los reglamentos y Ley de Orden Público.
Pero estos grandes logros se esfumarían en pocos años, y ni siquiera hoy hemos alcanzado plenamente ese estatus de libertad, sin la primacía de una religión sobre el resto de creencias, filosofías o religiones.
El 21 de septiembre de 1936 se dictó una Orden por la que se dispuso que las enseñanzas de la Religión e Historia Sagrada fueran obligatorias en las escuelas nacionales. En estas se impuso, asimismo, por Orden Circular del 9 de abril de 1937 la devoción a la Virgen María mediante la colocación de su imagen, preferiblemente en la advocación de la Inmaculada Concepción y se establecieron las formas en las que el maestro debía instruir a los niños en esa devoción.4
A medida que iba avanzando la guerra, más evidente se hacía que la Iglesia Católica no tan solo recuperaría los privilegios de que disfrutó hasta 1931 sino que, en perfecta simbiosis con los sublevados (con notables pero escasas excepciones, como la del obispo de Vitoria Mateo Múgica), gozaría de un poder nunca alcanzado hasta entonces. El proceso de desmantelamiento del estado laico avanzaba a toda máquina. Por Decreto de 2 de marzo de 1938 se suspendieron los pleitos de separación y de divorcio. La Ley de 12 de marzo de 1938 derogó la Ley de 28 de junio de 1932 sobre el matrimonio civil.
Entre los documentos más evidentes de la sanción por parte de la Iglesia de la expurga que llevó a cabo el régimen fue la Carta Colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo entero. Se trataba de un documento de los obispos españoles, cuyo objetivo era informar a los católicos de fuera de España de la postura que había tomado la Iglesia Católica en España en la Guerra Civil Española. Llevaba fecha de 1 de julio de 1937, cuando se cumplía casi un año del inicio de la guerra.
En ella argumentaban la sublevación de aquellos que «se alzaron en armas para salvar los principios de la religión y justicia cristiana».
Para los obispos españoles firmantes de este texto, solo había una salida a la situación de España: «o sucumbir o intentar librarse del terrible enemigo».
Según la Carta Colectiva, fueron los políticos de la República «con sus prácticas de gobierno, los que se empeñaron en torcer bruscamente la ruta de nuestra historia en un sentido totalmente contrario a la naturaleza y exigencias del espíritu nacional, y especialmente opuesto al sentido religioso predominante en el país». Para los obispos, el gobierno republicano actuó «anulando los derechos de Dios y vejada la Iglesia» y por eso el episcopado defendía «el derecho a la resistencia defensiva por la fuerza».
La Carta Colectiva significó la rúbrica de la gran unión de la Iglesia con el Régimen franquista y el nacimiento del nacional-catolicismo, imperante en España hasta la Transición.
La Ley de 2 de febrero de 1939 deroga la de Confesiones y Congregaciones Religiosas de la República. Se trata de una norma cuyo preámbulo es una completa síntesis de la ideología nacional católica propugnada e implantada por los sublevados:
Finalmente se abolió el divorcio con la Ley de 23 de septiembre de 1939 y se restableció el presupuesto del clero con la Ley de 9 de noviembre del mismo año, que derogaba la republicana del 6 de abril de 1934. En el preámbulo se justifica el sueldo a los clérigos con estas palabras:
El Estado español, consciente de que su unidad y grandeza se asientan en los sillares de la Fe Católica, inspiradora suprema de sus imperiales empresas y deseoso de mostrar una vez más y de una manera práctica su filial adhesión a la Iglesia (decide restablecer dicho Presupuesto) al abnegado clero español, cooperador eficacísimo de nuestra victoriosa Cruzada
El 7 de junio de 1941, el Gobierno de Franco y la Santa Sede celebran un convenio sobre el ejercicio del privilegio de presentación para el nombramiento de obispos, acordándose la vigencia del Concordato de 1851 que en su artículo 1 decía lo siguiente: “La Religión Católica, Apostólica, Romana, que con exclusión de cualquiera otro culto continúa siendo la única de la Nación Española, se conservará siempre en los dominios…”
El historiador de la Universidad de Rennes, Jacques Georgel, resumió en una palabra la situación:
“Creemos que jamás hasta entonces y jamás desde entonces, se ha visto reconocido en un Estado tal estatuto a una Iglesia”
La inclusión de la religión católica en los programas educativos como materia obligatoria dio a la Iglesia un papel que jamás había tenido en los tiempos modernos, puesto que incluso en tiempos de la monarquía era posible para los padres que sus hijos recibieran enseñanza religiosa no católica y, en la práctica, a pesar del Concordato de 1851, en España existían aulas laicas.
Otro de los “grandes enemigos” y perseguidos fue el libro espírita, se usurpaba la maquinaria editorial, como por ejemplo la firma editorial Bartolomé Bauza, por publicar obras de Espiritismo entre otras materias contrarias al régimen. Y por supuesto se usurparon los libros como en la Librería de Francisco Sintes que se retiraron 1.997 ejemplares de Colección de Oraciones Espíritas de Allan Kardec entre otros.
Desde el golpe de julio de 1936 hasta el final de la guerra, numerosas piras se encendieron en las ciudades y pueblos de la España nacional en las que ardieron gran número de publicaciones tildadas de “antiespañolas” y “envenenadoras del alma popular”.
La censura de libros quedó bajo control militar en las primeras semanas de la guerra. De hecho muchos títulos incautados, que no fueron quemados, también fueron custodiados por las autoridades militares. El bando del 28 de julio de 1936, que declaraba el estado de guerra, imponía la censura previa de todo impreso o documento destinado a la publicidad o difusión. Posteriormente, la censura se estableció por orden del 29 de mayo de 1937 aunque se tendría que esperar hasta el 23 de abril de 1938 para su regulación con la Ley de Prensa, impulsada por Ramón Serrano Suñer y que tenía como objetivo que los españoles leyesen “noticias basadas exclusivamente en la verdad y en la responsabilidad”. Esta era la “noble idea” de la que debía impregnarse toda la prensa.
Carmen de Burgos fue la primera periodista española que trabajó en una redacción y la primera corresponsal de guerra de este país. Escribió más de cien relatos cortos y novelas largas, redactó miles de artículos, dio conferencias por varios países y dejó su último aliento en convertir España en una república democrática, progresista y afanada en educar a sus habitantes.
Colombine, como también la llamaban, fue una de las escritoras y defensoras de los derechos de la mujer más reconocidas y admiradas en las primeras décadas del siglo XX. España quedó pequeña a su fama y en su madurez fue aclamada en Europa y América Latina. Era una de las pocas mujeres de referencia de principios del siglo XX. Pero ¿qué ocurrió para que su nombre fuera borrado de la historia con esa precisión quirúrgica?
La Iglesia y los sectores más reaccionarios («la gazmoñería, la mojigatería y la beatería ambiente», como ella los describió en una entrevista con el Caballero Audaz) intentaron desacreditar a la escritora con insultos y calumnias.
El periódico carlista y ultraconservador El Siglo Futuro se cebó con ella.
«Se metió conmigo en forma muy desabrida», relató Colombine al periodista de La Esfera E. González Fiol en 1922.
«No pude soportarlo y me presenté en la redacción de El Siglo. Pregunté por el director. Salió el redactor jefe, y como se negó a darme explicaciones y a rectificar, le di de bofetadas. Dimos el mitin, como se dice ahora. Suárez de Figueroa se quedó de una pieza al saberlo. Pero yo no me conformé con dar las bofetadas y le escribí a D. Cándido Nocedal, que dirigía El Siglo Futuro, diciéndoles que si no rectificaba, le iba a esperar a la puerta de la redacción con una zapatilla e iba a correrlo a zapatillazos por la calle. No sé si fue temor a que llevase a cabo la amenaza o galantería. Ello es que El Siglo Futuro rectificó en un suelto bastante largo y expresivo para mí».
Pero los guardianes de la tradición decimonónica siguieron con la espada en alto. La bautizaron como ‘la divorciadora’.
La idea de reunirse para hablar de cultura le fascinó y, al volver a Madrid, montó su salón literario. Todos los miércoles, a las cinco en punto, comenzaba en su casa ‘La tertulia modernista’. Colombine servía té, como hacían en aquellos países. Imitaba sus modales exquisitos y establecieron que, de puertas adentro, la libertad de pensamiento sólo tendría como límite el infinito.
Escribió una novela de Espiritismo, El Retorno, novela espiritista y colaboró durante tres años en La Luz del Porvenir, revista semanal dirigida por Amalia Domingo Soler, revista en la que también participaron, entre 1879 y 1898, librepensadoras de diversas tendencias ideológicas.
Todas las colaboraciones en La Luz del Porvenir, excepto quizá las tres últimas, que no tienen indicación ninguna al respecto, las envía desde Andújar, lugar al que debió de trasladarse tras su matrimonio con Arturo Álvarez, que posiblemente tuvo lugar en algún momento entre 1883 y 1890.5
A la luz de la infelicidad que emana de sus colaboraciones en La Luz del Porvenir, no es difícil intuir que la autora ya estaba casada —o mejor aún, mal casada— cuando residió en Andújar. Respecto a sus contactos con el Espiritismo, observamos que
en La Luz del Porvenir se anuncia el Centro Espírita «La Esperanza» de Andújar y también que Carmen de Burgos no es la única colaboradora de la revista que escribe desde esta población, así que es más que posible que al trasladarse al municipio jienense, entablara relación con algún grupo de librepensadoras espiritistas que le abrió las puertas a esta publicación donde hizo sus primeros pinitos literarios, poco conocidos por cierto. Carmen de Burgos dio a luz a su primer hijo en abril de 18906, y su última colaboración en La Luz del Porvenir es del 14 de noviembre de 1889, es decir, más o menos en las fechas en que debió de tener constancia de su estado de gestación. Es más que probable, ya que sabemos que su hijo nació en Almería, que el matrimonio abandonase Andújar y volviese a su ciudad a finales de 1889 o principios de 1890, quizá para el alumbramiento, y que ésta sea la causa de la interrupción pública de la afición espiritista de la autora y de sus relaciones con el librepensamiento femenino, aunque no podemos descartar que ambas continuaran en el ámbito privado.
En el número de 31 de mayo de 1888 de La Luz del Porvenir, por ejemplo, dedicado a la memoria del principal sistematizador del Espiritismo, Allan Kardec, Carmen reconocía abiertamente su adhesión a esta filosofía («nuestra consoladora doctrina», decía) y defendía con ahínco «la hermosa luz de la razón y la ciencia», así como la existencia de «un Dios justo y bueno sobre todas las cosas» («A la memoria de Allan Kardec», La Luz del Porvenir, año x, 2, 31 / v / 1888, pág. 12). En el número 52 de ese mismo mes («A la mujer», La Luz del Porvenir, año IX, 52, 17 / v / 1888, página 416), la autora se empeñaba en una exaltación de la mujer y de la madre, guía de la humanidad hacia su perfección, encarnación en la tierra de la caridad, el consuelo y el respeto a las leyes.
El general Franco incluyó su nombre en la lista de autores prohibidos junto a Zola, Voltaire o Rousseau. Sus libros desaparecieron de las bibliotecas y las librerías, igual que todos los libros espiritistas.
Los pocos libros espiritistas que sobrevivieron se encontraban muy bien escondidos como los del Centro Espírita Amor y Progreso de Montilla, según palabras de uno de sus miembros más contemporáneos ya fallecido, los enterraron en el campo y no se atrevieron a desenterrarlos hasta la muerte de Franco.
De este centro espiritista fueron fusilados en 19367:
Francisco Flores Lucena (vocal de la junta directiva de la sociedad espiritista Amor y Progreso en 1932), 39 años, agricultor, fusilado el 1 de agosto, en Puente Genil.
Rafael Panadero Rodríguez (vicesecretario de la sociedad espiritista Amor y Progreso en 1932 y presidente de la Sociedad de Barberos Nuevo Alboreal en 1933), 33 años, barbero, fusilado el 25 de agosto, en Castro del Río.
Pedro Armenta Vargas (tesorero y bibliotecario de la sociedad espiritista Amor y Progreso en 1933, en el año 1934 participó del V Congreso Internacional Espiritista en Barcelona, junto a otros dos montillanos. 41 años, sastre, fusilado el 8 de septiembre.
Las condenas a los espiritistas fueron frecuentes unas veces eran multas dinerarias, otras fusilamientos y otras cárcel, 20 o 30 años, según la peligrosidad del espiritista en cuestión.
El general Franco en su bando de guerra del 18 de julio exigía “inexcusablemente que los castigos sean ejemplares” y que se impusieran “sin titubeos ni vacilaciones”. Diez días más tarde, en una entrevista periodística respondió que estaba dispuesto a conseguir sus objetivos “al precio que sea”, aunque tuviera que fusilar a media España. Mientras, en el sur, el general Queipo de Llano, en su alocución radiada del 26 de agosto, proclamó que quedarían borradas las palabras “perdón” y “amnistía”.
La suerte de los masones y de los espiritistas fue muchas veces de la mano, porque en realidad muchos espiritistas antes de espiritistas habían sido masones y también en gran número republicanos, algunos de ellos activos políticamente, y todos en mayor o menor medida comprometidos con la justicia, la libertad y los principios sociales que trataban de hacer del mundo un lugar mejor.
Hoy en día la idea más generalizada al escuchar los términos masonería o espiritismo es la de relacionarlos con aspectos negativos, pero ambos movimientos en realidad implicaban honradez, bondad y gran compromiso social. En el Espiritismo en particular los principios morales constituyen la base fundamental a la que aspira todo buen espírita. La contaminación cultural de que hoy somos víctimas es algo forjado por el franquismo y la Iglesia durante décadas, unas décadas, las del franquismo en el que las víctimas no pudieron replicar, por miedo o simplemente porque ya habían sido paseados o fusilados. Se llamaba «paseados» a los que habían sido matados sin formación de causa, sacándolos de su domicilio para asesinarlos, y se llamaba fusilados, a los asesinados igualmente por sentencia de tribunal.
Algunos colaboradores de Franco, entre ellos el nuncio Monseñor Cicognani, y algún que otro clérigo contrario a la Masonería y al Espiritismo, pudieron evitar que Franco dictase una ley contra la Masonería y el Espiritismo en la que se consideraba abiertamente la pena de muerte. Finalmente, el 1º de marzo de 1940, al año escaso de terminada la guerra civil, apareció la “Ley sobre la Represión de la Masonería y el Comunismo”, que en realidad iba dirigida casi totalmente contra la Masonería y el Espiritismo, pues el Comunismo harto combatido estaba ya por la “Ley de Responsabilidades Políticas” de un año antes. El Comunismo en este caso era solo una coartada, y la Masonería, lo era a su vez del Espiritismo.
Desde el mismo artículo 1 de la Ley sobre la Represión de la Masonería y el Comunismo, vemos que quedaba claramente abierta la extensión a otras organizaciones, como efectivamente hizo el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. 8
Constituye figura de delito, castigado conforme a las disposiciones de la presente Ley, el pertenecer a la masonería, al comunismo y a las demás asociaciones clandestinas a que se refieren los artículos siguientes. El Gobierno podrá añadir a dichas organizaciones las ramas o núcleos auxiliares que juzgue necesarios y aplicarles entonces las mismas disposiciones de esta Ley, debidamente aceptadas.
Esta nueva ley no consideraba públicamente la pena de muerte, pero si hasta treinta años de cárcel, destierro, inhabilitación perpetua y absoluta para cargos de dirección de empresas y organismo públicos y privados.
Refiere Alfonso Eduardo médico naturista y masón, (en su libro La Masonería Española en Presidio) que en los primeros momentos fueron detenidos todos los masones que eran conocidos políticamente, y en los primeros días de agosto, detuvieron a casi todos los demás, tanto activos como durmientes. Hasta los renegados terminaron por ir a la cárcel y todos ellos fueron como poco multados.
Hasta abril de 1.937, todo el que comparecía ante consejo de guerra, era condenado a muerte y fusilado sin excepción. De este modo se fusiló el 60 por 100.
Desde las primeras actuaciones del tribunal (alrededor de septiembre de 1.941) muchos masones y espiritistas pasaron por las prisiones de Torrijos, Porlier, Puerto y Burgos, habiendo estado muchos de ellos previamente en el calabozo de la comisaría distrito del Congreso cercana a donde actuaba el tribunal de la represión masónica, comunista y espiritista.
En esas prisiones había noches a las que al frio, al insomnio, al hambre había que sumar la tragedia de escuchar los continuos alaridos de los condenados a muerte que en celdas próximas desesperaban sus últimas horas de vida.
Pero la mayoría a pesar de esas horas interminables de prisión tomaba su situación con calma y buen humor, y, sobre todo, procuraban elevar el espíritu sobre las miserias del momento presente.
Relata Alfonso Eduardo en su libro:
Todas las noches, ya acostados, antes del sueño, me obligaban mis camaradas a desarrollar una pequeña charla, sobre cualquier tema de historia o de arte. Después dormíamos larga y profundamente sobre la segura almohada nuestra conciencia tranquila.
No era raro entre nosotros, donde había personas de todas las edades y disciplinas, que hubiera algunos hermanos que, por su raleza o por su vida dedicada a las cosas del espíritu, fuesen sensibles a los enigmas de la psiquis y al idioma de lo desconocido. Un Daniel o un Don Bosco nunca faltan en una colectividad donde se exige cierta disciplina espiritual. La piedra a fuerza de pulimentarse acaba por reflejar los rayos del Sol.
Fue el caso que, una noche, en determinadas circunstancias, uno de nuestros compañeros percibió, por visión interna, el siguiente triple acontecimiento: Que a los pocos días había de morir su madre; que los masones empezarían a salir en libertad entre el 10 y el 20 de febrero del año próximo (1943); que la guerra habría de terminar cuando madurasen los higos chumbos. Todo cumplióse según la profecía: La madre murió poco después; la primera tanda de masones que salió en libertad lo hizo el 14 de febrero de 1943; y la guerra terminó en agosto de 1944. Esto no tiene nada de particular sino que sabíamos más que el gobierno.
Al final de uno de los pasillos del piso alto, había un pequeño desván que conocíamos con el pintoresco nombre de «la zorrera». En este sitio oscuro y miserable, entre los otros cuatro compañeros, hacia su vida carcelaria el más atildado caballero de todos los hermanos masones. Por esto mereció de otro de nuestros hermanos, la siguiente semblanza:
«¿Quién viste con tanto empaque que aún no se ha puesto de «fraque» por si alguien se lo echa en cara?
¡Asmara!»
Se trataba del profesor Asmara, el cargo más importante espiritista del momento a nivel mundial, presidente de la Federación Espiritista Española y presidente nada menos que de la Federación Espiritista Internacional que en 1934 organizó el 5º Congreso Espiritista Internacional. Fue nombrado como tal en la Asamblea llevada a cabo por la F.E.I. en ese mismo Congreso, votándole casi unánimemente todos los países presentes, a excepción de Holanda e Inglaterra. Y posteriormente se le votó también como presidente de aquel Congreso.
Antes de seguir con las referencias al profesor Asmara en prisión nos detendremos un poco más en su figura.
Profesor Asmara era en realidad un pseudónimo de Eduardo Anaya Mena. El uso de pseudónimos era una práctica habitual. Algunos ejemplos de espiritistas conocidos que los utilizaban: Quintín López Gómez (Quilogo), José Cembrano (Nikto), o el propio Hyppolite Léon Denizard Rivail, (Allan Kardec).
El 25 de enero de 1923 el profesor Asmara, siendo presidente de la Federación Espiritista Española, fundó en Barcelona el Instituto de Metapsiquismo, el cual se instaló en la Institución Ballbé (Nuestra Señora del Coll, 21), un ateneo espiritista y sanatorio médico propiedad de la Federación Espiritista Española. Dariel, pseudónimo de otro espiritista y Salvador Vendrell, presidente del Centro Espiritista La Buena Nueva, formaban parte del comité.
Asmara como presidente de la Federación Espiritista Española solía realizar frecuentes conferencias en distintos centros espíritas nacionales y acudir, en calidad de representante español, a los congresos espiritistas internacionales. Desde 1931 fue uno de los tres consejeros de la Federación Espiritista Internacional, de la cual pasó a ser presidente en 1934, como se ha referido anteriormente.
Las relaciones entre metapsíquica y espiritismo fueron muy estrechas.
Tanto el profesor Asmara como Dariel consideraban la metapsíquica como una «aliada científica» del espiritismo. Según Dariel: «todo espiritista de concepción amplia ha de ver con satisfacción los progresos del metapsiquismo como ciencia que estudia a fondo nuestros fenómenos y que ha de ser un elemento auxiliar para la evolución de nuestra doctrina». En la misma línea, para el profesor Asmara los fenómenos metapsíquicos representaban la base de los genuinamente espiritistas. La metapsíquica representaba una «ciencia auxiliar al espiritismo», un primer paso para la legitimación científica de la doctrina espírita.
El Instituto de Metapsiquismo se instaló en una sala anexa del local de la Federación Espiritista Española. Lo que mostraba que además de una dependencia material respecto al Espiritismo, era auxiliar de éste. La actividad del Instituto fue auxiliar a la de la Federación. Básicamente se dedicó a la organización de conferencias, entre 1923 y 1925, que se tenga constancia. La pista de la actividad del Instituto de Metapsiquismo se pierde alrededor de 1926. En un artículo de 1928, Palmés duda de que siga en marcha, pues hace tiempo que no oye hablar de él. La Federación Espiritista Española, en cambio, continuó con sus actividades de difusión, caridad y propaganda en la Institución Ballbé, con el profesor Asmara como presidente.
Nada más fundarse el Instituto, en enero de 1923, se programaron varias conferencias impartidas por Torres y Melcior. Las charlas tuvieron lugar en el Ateneu Barcelonès y fueron anunciadas en periódicos como La Vanguardia. Las de Torres versaron sobre los fenómenos de materialización. La de Melcior se tituló «Metapsiquismo, biología y dinámica viva».9
Pero además de las conferencias se dedicaron a la investigación de los fenómenos mediúmnicos. He aquí un ejemplo:
En agosto de 1923, la célebre médium Marcelle Morel conocida como Mme. Morel, recibió al médico, político republicano, metapsiquista y espiritista Humbert Torres i Barberà (1879-1955) en su domicilio de París. Venía de parte de Eugène Osty, futuro director del Institut Métapsychique International. Junto a él acudió Antonio Senespleda, coronel y presidente del Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos, que se hallaba en la ciudad por un viaje de propaganda espiritista. Antes de partir hacia París, Eduardo Anaya Mena (el profesor Asmara) había entregado a Torres un pequeño paquete envuelto y lacrado cuyo contenido no reveló. Una de las especialidades de Mme. Morel era la psicometría, es decir, la capacidad de conocer, a través del contacto con un objeto, las características del propietario y su estado vital pasado, presente o futuro. En el domicilio de la médium, Torres le entregó el paquete y le pidió que procediera con la lectura psicométrica. Tras unos minutos de tenerlo entre sus manos, Mme. Morel empezó a describir a un hombre enfermo de una lesión medular, la cual los médicos no habían sabido curar, pero cuya evolución era propicia. Senespleda taquigrafió su mensaje y a su vuelta a Barcelona se lo entregó al profesor Asmara, quien confirmó la exactitud de lo comunicado por la médium. El interior del paquete entregado a Mme. Morel contenía un rizo de cabello de un amigo de Anaya, aquejado de una herida en la médula.
Como veremos, en opinión de Torres la experiencia confirmaba la hipótesis del metapsiquista italiano Ernesto Bozzano, en referencia a la psicometría, según la cual el objeto hacía de intermediario entre la facultad del médium y el subconsciente de su propietario.
Volviendo al Asmara en la cárcel…
«¿Quién viste con tanto empaque que aún no se ha puesto de «fraque» por si alguien se lo echa en cara?
¡Asmara!»
Paseaba, en efecto, por entre la inmundicia del presidio con el traje impecable, cuello almidonado, botines grises sobre zapatos irreprochablemente brillantes y oliendo a «Varón Dandy». A caballero de modales distinguidos, correctísimo en su conversación siempre con un elegante dominio de sí mismo, ejercía además una caridad silenciosa con los compañeros pobres y, a decir de muchos “hablaba con los espíritus”.
Al principio creímos hallarnos ante una especie de Conde Germain que podría desaparecer, sin ser visto, en cualquier momento. Pero no era así. El excelente compañero que compartía con nosotros las tribulaciones del presidio, era gerente de un sociedad mercantil madrileña10 y había sido el número uno de la metapsíquica europea y esperaba la libertad, como cualquier «chorizo», de la magnanimidad del Caudillo.
Y no solamente esto, sino que estaba sentenciado a veinte años y un día de prisión por ser «hombre libre y honrado» con la agravante de «¡espiritista!».
El caballero E.A.M. (por otro nombre el hermano Asmara seudónimo con que firmaba sus escritos por haber estado en su juventud en Asmara, capital de Etiopía11), era en el fondo un místico con ribetes de pragmático. Un día nos llamó a la «zorrera» y en aquellas paredes mugrientas, sentados sobre los humildes petates bajo la luz tamizada por la hojarasca que entraba por la alta ventana del desván, sacó ceremoniosamente del bolsillo unos papeles y nos dijo: «Quiero que oigan ustedes este comentario al Padre Nuestro que he escrito». Y leyó:
Padre Nuestro
Tú que estás sobre todas y en todas las cosas,
Antes que sus causas y tras sus efectos,
¡En un Infinito que lo abarca todo!
Lo uno y lo diverso.
Padre Nuestro que estás inmanente en el Todo:
Arriba y abajo; muy alto en el cenit,
Muy bajo en la hondura, bajo nuestro suelo,
Aunque el hombre te adore en la altura,
cuando ignora que en ella navega «su mundo»;
que estamos flotando en el cielo.
Cada cual santifica Tu Nombre
Según su potencia de conocimiento:
Según lo que alcanza
Con la inteligencia o con el sentimiento,
¡Poderes benditos que nos van acercando al Misterio
tras el cual te escondes mientras progresamos
en la ruta infinita del tiempo!
Sea venido a nosotros Tu Reino:
Por estar en él «somos»; en él «existimos»,
bajo todas las formas de vida que tú has deparado,
en cadena sin fin de experiencias,
anhelos, herencias y cambios de estado;
Juez omnipotente
de causas primeras y causas finales,
¡contingencias de libre albedrio
en circuitos de leyes fatales!
Fluir aparente de luces y sombras,
de bienes y males,
siempre relativos
y convencionales,
¡pero que nos ligan a lo trascendente!
Así yo concibo Tu Reino
con mil horizontes, moradas y planos;
reinando por todo tus leyes,
creándolo todo Tus manos;
siendo Tú el venero
de lo Bueno, lo Bello y lo Justo,
que es lo Verdadero.
Y así se encadena,
tomando sentido moral y fecundo,
la vida terrena:
«Estar en el mundo
de tres dimensiones»
donde nos acucian oscuros problemas,
y grandes miserias y bajas pasiones,
para «ser» más allá de ese mundo;
en el otro reino que viene o que espera,
en el cual la vida sigue mansamente
su eterna carrera.
Hecha está Tu Voluntad,
así en la Tierra como en el Cielo:
Por doquier asoma,
por doquier la vemos,
cuando alumbran buscando el arcano
las luces inquietas del entendimiento.
El pan nuestro nos distes por siempre,
Providente y Bueno,
antes que naciera en el «homo sapiens»
y en la bestia humilde
el imperativo de hacer que comerlo.
Mas, aunque lo diste con pródiga mano,
has determinado, para que fuera «nuestro»,
que cada uno gane, con trabajo propio,
pan para su alma y pan que nutra el cuerpo.
Yo sé que a tus ojos
están perdonadas mis deudas;
que todas mis culpas
no son más que formas de yerro:
ignorancias que iré cancelando
amando y sufriendo,
mientras subo la escalera gloriosa
del «Semper ascendens«;
la ruta bendita de luz y progreso
donde sacrificas a todos los seres
que pueblan los mundos
que van por los cielos.
Y en ese camino,
donde se proyecta todo mi futuro,
y está mi pasado y vive lo eterno,
cuanto más alcanzo,
más te entiendo,
tanto más perdono las ajenas deudas,
tanto más disculpo el error ajeno.
Déjame caer en tentación de pecados,
que pueda medirlos mi discernimiento;
que al librarse de ellos,
por mi propio motivo y esfuerzo,
podré demostrar ante mi y ante todo otro ser,
que, al orar,
he sabido sentir, meditar y querer;
que dentro de mí
hay un ente que «sabe creer».
Haz que mis hermanos mayores
me libren del mal
cuando yo no pueda valerme y vencerme.
Seres de otro plano, entes de otro cielo,
que, obrando en Tu nombre,
puedan influir en las cosas del suelo.
¡Señor! que me ayuden.
Yo a mi vez prometo
en plan solidario,
auxiliar a aquellos que lo necesiten,
mientras pueda prestarles
mi brazo o mi mente, ayuda o consejo.
¡Sea así! Que se cumpla Tu ley,
Sempiterno instrumento del bien;
la que da a cada
uno lo suyo,
conforme a sus obras y según su grado,
por siglos de siglos,
¡Amén!
Qué escena más sublime.
El espíritu, que todo lo purifica, había hecho de aquella «zorrera templo. Estábamos transfigurados y no sabíamos si aquél seguía siendo un presidio. Los petates se nos antojaban cómodos butacones; la luz verde y tristona que entraba por el ventanuco se nos figuraba tamizada por ricas y polícromas vidrieras de Hans Holbein; hasta el ambiente preñado antes de carátulas sombrías y visiones astrales, se había tomado diáfano y luminoso conjuro de aquellas líneas bellas o inspiradas.
¡Nos habíamos escapado unos minutos del presidio, por la puerta invisible y segura por donde van las almas!
Alguno de la reunión exclamó: »¡Hay que repetir estos momentos!» Me invitaron a hablar de Pitágoras. Asmara tuvo la gentileza de hacer un prólogo de té con pastas. Volvimos a gustar de aquella magia soberana que abría los cerrojos y rompía las cadenas. »¿Quién dijo que se podía aprisionar a las almas?», comentó el hermano Belarm.
Alternáronse los temas y los oradores. Aquello era un verdadero Ateneo.
Llegó el momento inevitable en que aquel recinto resultó tan pequeño y hubo que pensar en trasladarse al huerto y hablar al aire libre. Pero, ¿nos lo permitirían? Hasta entonces no habíamos contado con los oficiales.
Los oficiales toleraron aquellos actos culturales y hubo alguno que se acercó a escuchar en alguna ocasión.
¿Por qué no hablar de psicología carcelaria? Era el punto candente para todas aquellas almas torturadas, separadas sin compasión de sus familias por el delito de pensar, sometidas a humillación por un Estado que, como Saturno, devoraba a sus mejores hijos.
Ser optimista o pesimista en aquella encrucijada de la vida equivalía a ser feliz o desdichado. Había no solamente que enseñar a los que no sabían, sino levantar el corazón de los abatidos. ¡Sursun corda! Era preciso salvar a los náufragos que se debatían en el abismo de su propia psiquis. Aquellas conferencias no debían limitarse al placer intelectual que hace olvidar unos minutos las angustias del momento. Debían tener también la misión de llevar a puerto seguro las naves del pensamiento que estaban en peligro de zozobrar.
«Nos falta la libertad que es el bien mayor». Como dijo Don Quijote: «La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros».
Y en fin, como dijo Cristo: »Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos». ¿No estamos viviendo la Verdad de esta sublime promesa? ¡Felices aquellos de nosotros que hayamos aprendido la gran lección de la cárcel! Seguramente que no lamentaremos el tiempo aquí pasado.
Anímense pues los amigos pesimistas. Sigan si quieren siendo cautos y tamizando las noticias por el cañamazo tupido de su analítica y de su psiquis sombría. Nosotros les brindaremos, como en copa de oro, el soma dulcísimo de nuestra fe, o quién sabe si el licor del Leteo que hace olvidar los males de la vida porque embriaga con zumos de espíritu.
El hermano «Asmara» puso más tarde a estas ideas el siguiente colofón: «Bendito sea este optimismo que regala al hombre sano tantas cosas que, como el reloj de sol, sólo marca nuestras horas luminosas».
Estaba muy lejos Anaya de los preconceptos culturales y judeo-católicos de la época.
Eduardo Anaya Mena12, me contó que en Etiopía se acepta como un hecho natural que una mujer soltera tenga un hijo y cuando ha demostrado su capacidad de ser madre, se casa «de verdad» y ¡pobre de ella si después comete adulterio! Es más, cuando un extranjero se hospeda en una casa particular, el anfitrión le ofrece a su hija para que se acueste con ella y se considera un desaire rechazar tan delicada y dulce oferta, aunque la interfecta sea fea. Esto le ocurrió a Anaya en Asmara (capital de Etiopía por entonces) con cuyo nombre geográfico firmaba sus escritos.
Cuando Jesucristo vio que un grupo de personas trataban (según la ley mosaica) de lapidar a la mujer adúltera, les dijo enérgicamente:
«El que esté limpio de pecado que le tire la primera piedra» (San Juan Cap. 8, Vers. 5 al 11) y todos se retiraron avergonzados.
Y Jesús la dijo: «Ni yo te condeno; vete y no peques más»
Y cuando Jesús se encontró con la Magdalena, que era una «pecadora de la ciudad», la dijo: «Tus muchos pecados te son perdonados, por haber amado mucho» (Lucas, Cap. 7, Vers. 47).
¿Qué tendríamos que hacer nosotros los hombres, ínfimos «topos sublunares», que diría Roso de Luna, que no somos capaces de perdonar los pecados de erotismo y sensualidad que sí supo perdonar el Divino Maestro?
San Agustín, el obispo de Hipona, no dejó de tener un alma santa porque engendrase a su hijo Adeodato con una amante (cuyo nombre oculta, sin duda, por respeto a ella), según nos relata en sus «Confesiones».
Nos trasladaron a Burgos…
La entrada en el penal de Burgos constituyó el episodio más hiriente de nuestro cautiverio. La concepción del infierno dantesco no tuvo, indudablemente, mejores raíces en la experiencia. Hambre, frío, sueño, incomodidad cuando no dolor, desprecio, agresividad, injurias morales… Todo se conjuró para hacernos ingrato e insoportable aquel momento de nuestra vida.
En cada celda (hecha para un solo recluso) se nos metió a ocho o nueve individuos, con la refinada crueldad del tenernos sin colchón (petate) las dos primeras noches, durmiendo (o haciendo que dormíamos) sobre el suelo de cemento. La sopa caliente del desayuno (trozos de pan nadando en una especie de agua de fregar) fue la única nota agradable de aquellos días.
En el transcurso de aquel tristísimo y doloroso invierno, se nos tenía encerrados veinte horas diariamente, y se nos obligaba a pasear en el patio las cuatro horas restantes.
Llegó la Navidad con sus días y sus noches añorantes del calor del hogar, de caricias y de cánticos, de promesas de fraternidad y de amor; pero que entonces para nosotros fueron días de pasión y de odios; de frío en el cuerpo y en el alma.
Encerrados en las celdas como vulgares delincuentes, aquel día de Nochebuena, solamente se nos abrió la puerta a las 8 de la noche para entrarnos un poco de agua caliente «por si queríamos hacer café». Tras lo cual, el golpe odioso de la puerta chapada, nos volvió al silencio y a la tristeza, mientras nuestros verdugos libaban dorados licores para olvidar las palabras de aquel cuyo nacimiento festejaban: «Amaos los unos a los otros». No pensaban que en aquellos antros, donde yacíamos cientos de hombres con la conciencia tranquila, se oía entonces una música de ángeles que entonaba el «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad»; ya que como el mismo Cristo dijera, éramos «Bienaventurados, porque sufríamos persecución por la justicia». ¡¿Qué digo?! por la propia «injusticia» con todos sus agravantes.
Aquella noche brotó de la pluma selecta del hermano Asmara el siguiente poema navideño, que supo interpretar el sentir de todos, y leyóse una tarde en el teatro del penal:
Navidad
¡Navidad de antaño! La familia unida
comparte la cena
del solsticio augusto de la Nochebuena.
El abuelo sirve la sopa de almendra,
la madre el besugo, el pavo, el capón,
y el padre reparte los clásicos postres
de mazapán, dulces, guirlache y turrón.
Los niños tañendo, con algarabía,
tambores, zambombas, rabeles,
cantan villancicos ante el nacimiento,
festejan contentos, modosos y alegres
el misterio augusto de la Navidad.
Navidad de hogaño. ¡Triste Navidad!
¡Cuánto se ha perdido con la libertad!
Aprovecharon bien un saloncillo de ensayos que les habían dejado.
Allí hablamos D. Eduardo Anaya Mena (Asmara) sobre Metapsiquismo y ferrocarriles, D. Mariano Blasco sobre «Economía política», los hermanos Garrigós y Sánchez Balástegui sobre «Economía General», el hermano Eloy Alba, sobre «La pesca de la ballena» (había sido tripulante de un buque ballenero), el hermano Vidal, sobre «Pedagogía», D. Agustín Candell, sobre «Astronomía y Geografía», y yo, aparte de las mencionadas, di otras sobre «Higiene», «Historia Comparada de las Religiones» y «Comentarios a los dramas líricos de Wagner», que ilustré con un «armonio destemplado» (como decía el hermano Anaya) que allí había.
Aquel «Cenáculo» era un vivero de intelectualidad, un auténtico ateneo, y, por supuesto, la única cátedra libre que había en la España de Franco. Allí se habló de todo lo que se quiso hablar y cómo se quiso decir. Se llegaron a impugnar las conferencias dadas por los Padres Jesuitas con motivo de los «ejercicios espirituales» la prisión. …en el fondo hubo miedo al pensamiento libre por parte de los curas del penal.
La gran masa de los masones fue condenada a doce años y un día de prisión mayor. En septiembre de 1.944 llevaba el Tribunal tramitados 12.000 sumarios.
Si en alguna ocasión quiero comunicarme con mis queridos supervivientes, lo haré con apagones y encendidos de su instalación eléctrica. ¡Y no se asusten, que seré yo!
Así lo hizo D. Eduardo Anaya Mena, delante de nosotros, cuando un alma desencarnada mostró deseos de comunicarse con los vivos, mediante apagones y encendidos de la luz de la instalación eléctrica de su familia.
Eduardo Anaya Mena, el profesor Asmara, desencarnó el 5 de febrero de 1.971.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos13.
Salvador Martín para © Curso Espírita
Notas
- Los paseos era como se conocía popularmente el secuestro y asesinato en descampado de una persona. Este procedimiento fue practicado en los primeros meses tras el golpe.
- Manterola, V.: El Satanismo o sea la Cátedra de Satanás combatida desde la Cátedra del Espíritu Santo (Refutación de los errores de la escuela espiritista), Tipografía de Espasa Hermanos y Salvat, Barcelona, 1879, pág. 8
- Constitución de la República Española. En: Constituciones españolas 1812-1978 (en línea) Disponible en:
http://www.congreso.es/portal/page/portal/Congreso/Congreso/Hist_Normas/ConstEsp1812_1978/Const1931.
- Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España, nº 27, 24 de septiembre de 1936.
- C. Núñez Rey, Carmen de Burgos Colombine en la Edad de Plata de la literatura española, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2005, pág. 71
- C. Núñez Rey, loc. cit., pág. 71
- Fuente: Arcángel Bedmar González, licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada, ha publicado libros, de los que se han agotado varias ediciones, sobre la guerra civil y la represión en las localidades cordobesas de Lucena, Montilla, Fernán Núñez, Rute y Baena, y ha realizado investigaciones sobre estas temáticas en los pueblos de Montemayor, Nueva Carteya e Iznájar. Es colaborador del proyecto Todos los Nombres (base de datos de represaliados por el franquismo para su consulta por Internet) y miembro del Comité Asesor de la Cátedra de Memoria Histórica del Siglo XX de la Universidad Complutense de Madrid.
- Entre 1941 y 1953, se incoaron 27.085 expedientes y el Tribunal condenó a 8.918 personas en 940 sesiones secretas. El tribunal estuvo en funcionamiento hasta que fue suprimido por la ley 154/1963 de 2 de diciembre, aunque la Comisión Liquidadora que se encargó de rematar jurídicamente sus tareas se mantuvo en funcionamiento hasta 1971.
- Publicada por Manuel Aguilar en la Biblioteca de Ciencias Psíquicas.
- Era gerente de La Sociedad Anónima Cros, fundada en 1817, fue una empresa química catalana, una de las principales de España a lo largo de los siglos XIX y XX hasta la década de 1980. Se fusionó con la Unión de Explosivos de Rio Tinto en 1989, dando lugar a Ercros. La Cros fue una sociedad puntera en la bolsa.
- Asmara es actualmente capital de Eritrea.
- Del libro de Alfonso Eduardo Mis Recuerdos.
- Mateo, cap. V. Reina Valera 1960.