¿Fue natural la muerte de Allan Kardec?

Es necesario propagar la moral y la verdad.

Los incapaces de atacar un pensamiento atacan al pensador.

Paul Valery

Introducción

Estimado lector, que no te extrañe el título de este texto, pues algunos incluso «intentaron suicidar» a Allan Kardec. Los fundamentalistas, ante la falta de argumentos que puedan derribar las bases del Espiritismo, tratan de airear, a los cuatro vientos, que Kardec se habría suicidado. Recientemente recibimos un e-mail, que de tan gracioso no había forma de contenernos, y parar de reír, pues en él un evangélico, literalmente dice:

    «Se suicidó (A. Kardec) de tan obsesado que estaba por los llamados espíritus de luz, estos mismos espíritus que son la clave de la doctrina espírita…»

Ante el aprieto de nuestras preguntas, este pobre, tan mal informado, terminó confesando que:

    «En cuanto a si  Allan Kardec (se suicidó o no) no obtuve esta información a través de ninguna investigación, si no de mis propios familiares espíritas lo que me hizo quedar avergonzado en lo que le dije en el correo electrónico anterior. Confieso que creo en lo que usted me relató acerca de este asunto pues, considero y sé lo que digo. Usted no es sólo un estudioso si no un practicante».

Es loable esa actitud, pues terminó, honradamente, confesando que no había obtenido esa información de una fuente fiable, fruto de investigadores o biógrafos. Aunque nos quedamos pensando que «tipo» de Espiritismo frecuentan  sus familiares para transmitirle una información así. Hasta aquí esto no va más allá de ser una simple anécdota.

Pero aprovechando la oportunidad, para una aclaración sobre las circunstancias de la muerte de Kardec, vamos a transmitirte, querido lector, lo que encontramos al respecto. Y quien sabe si ese texto no caiga en manos de personas interesadas en la verdad de los hechos, dado que hay detractores, sin una base de investigación seria, que buscan denigrar a Allan Kardec, por absoluta incompetencia para refutarlo con argumentos lógicos y racionales.

Lo que relatan sus biógrafos e investigadores

Veamos algo de la biografía de Allan Kardec, por:

1) Henri Sausse
A la edad de 65 años, falleció en París, calle y passage Sant’Ana, 59, 2ª circunscripción y mayirie de la Banque, el 31 de marzo de 1869, a la edad de 65 años, debido a la ruptura de un aneurisma.

2) André Moreil
Y entonces, en la mañana del 31 de marzo de 1869, el corazón de Denizard Hippolyte Léon Rivail – Allan Kardec se detiene para siempre, como consecuencia de la rotura de un aneurisma. (Vida y Obra de Allan Kardec, página 85)

3) Revista Grandes Líderes de la Historia

Los problemas salud

    En su primera crisis cardíaca, Kardec recibió la ayuda de un médico muy especial. Su gran amigo Antoine Demeure, médico con el que se correspondía, pero con quien nunca se había encontrado, acababa de morir, el 25 de enero de 1865, a los 71 años. El doctor Demeure, espírita convencido, vivía la caridad predicada por el Espiritismo de una forma plena. Cinco días después de la quiebra de su cuerpo, su espíritu fue evocado en una sesión de la Sociedad Espírita de París, comunicación narrada en El Cielo y el Infierno. Dos días después de ese encuentro entre los dos amigos -uno vivo y otro muerto-, el bondadoso médico apareció para asistir a Allan Kardec con sus problemas cardiovasculares. Aunque era un alma creyente en las verdades espíritas, Demeure era también un científico positivista y dio un hermoso sermón a su amigo encarnado. Primero, dijo que la crisis no duraría mucho, si Kardec siguiera sus prescripciones. Pero al día siguiente, dio un cariñoso «tirón de orejas» al veterano profesor, diciéndole que debería cuidar mejor de su salud, pues aún tenía que terminar la codificación de la Doctrina. Si, por descuido y exceso de trabajo, desencarnara antes de terminar lo que había comenzado, Kardec sería juzgado por homicidio voluntario en los tribunales divinos.

Así, a partir de 1865, el Codificador comenzó a dividir sus trabajos, como era responder una gigantesca cantidad de correspondencia, con secretarios y auxiliares. Pero la verdad es que continuó abusando de su cada vez más debilitada salud y, cayó enfermo. Y las cosas siguieron así hasta el mes de marzo de 1869. Curiosamente, en abril, se editó la «Revista Espírita» -que llegó a los quioscos después de la muerte de Kardec-, con un mensaje del Codificador, informando que, el día 1 de abril de ese mes, la oficina para firmas y expedición del periódico sería transferida a la sede de la Librería Espírita, en la rue Lille 7. Kardec también advertía que él mismo estaba de mudanza a la Avenue et Villa Ségur 39, donde poseía una casa desde 1860. Mientras arreglaba las cosas en la casa de la rue Saint-Anne, recibió la visita de alguien de la  librería. Al atenderlo, Kardec cayó fulminado, víctima de la ruptura de un aneurisma. Las agujas del reloj estaban entre las once de la mañana y el mediodía. Su empleado intentó levantarlo, fue en vano. Su amigo Gabriel Delanne usó del magnetismo, pero también sería en vano. El cuerpo de Allan Kardec ya estaba muerto. Según E. Muller, amigo de la familia, «no hubo nada tétrico en el trance de su muerte; si no fuera por la parada respiratoria, se diría que él estaba durmiendo». (Revista Grandes Líderes de la Historia: Allan Kardec, pp. 31-32).

4) Jorge Damas Martins y Stenio Monteiro de Barros

Los autores del libro Allan Kardec – Análisis de Documentos Biográficos, proporcionan hasta una copia del certificado de defunción del codificador, cuya traducción del francés, contenida en el libro, transcribimos:

343 Rivail  de sesenta y cinco años de edad. Certificado de defunción:
El primero de abril de mil ochocientos sesenta y nueve, a las diez y media de la mañana. Certificamos la defunción de Léon Hippolyte Denisart Rivail, fallecido ayer a las dos de la tarde en su domicilio en París, calle Ste Anne nº 59, nacido en Lyon (Rhône), escritor, hijo de Rivail, y de Duhamel su esposa, fallecidos. Casado con Amélie Gabrielle Boudet, de setenta y tres años de edad, su esposa, sin profesión. El fallecimiento debidamente constatado por nosotros, François Ernest Labbé, adjunto del alcalde y oficial del estado civil en el Segundo Distrito de París; en el Boulelvard du Prince Eugène nº 110 y Alexandre Delanne, comerciante, de treinta y nueve años de edad, residente en el paso Choiseul nº 39 y 41, sin parentesco, testigos que firman junto a nosotros después de leer el certificado.

Continuando, un poco más adelante:

    2 – 31 de marzo de 1869
El registro de los testigos de la muerte, ocurrió «el primero de abril de 1869, a las diez y media de la mañana». Informaron que Rivail falleció «ayer … en su domicilio en París, en la calle Ste. Anne, nº 59».

    El certificado resalta lo que todos sabemos: Allan Kardec regresa al plano espiritual, un miércoles, 31 de marzo del año 1869, fulminado, como citan sus biógrafos, por la ruptura de un aneurisma.

Nota de la editorial: Difícilmente la causa de la desencarnación de Kardec habría sido el rompimiento de un aneurisma, como se ha dicho, llegando a especificar que habría sido de la aorta descendente. La constatación del óbito por aneurisma, en la época, se daría sólo a través de una necropsia, y no consta que los despojos de Allan Kardec hayan sido sometidos a ese examen. La descripción del Sr. Muller, dice: «se inclinó sobre sí mismo, sin pronunciar una sola palabra, estaba muerto», más la descripción de toda la escena, nos lleva a creer que se ha producido una parada cardíaca después de un infarto fulminante del miocardio. Además, queda manifiesto, en sus biografías, por las orientaciones médicas descritas, que Kardec padecía de problemas cardíacos. De los archivos de Canuto Abreu, publicados por Wantuil & Thiesen (pp. 112-113), una carta de Kardec al Sr. Judermühle dice lo siguiente: «Desde el 31 de enero (1865) […] fui acometido de un reumatismo interno que se extendió al corazón y a los pulmones» …Esta es la descripción de una insuficiencia cardíaca congestiva. L. Palhano Jr.

    Inmediatamente después del conocimiento del hecho, el Sr. E. Muller, un gran amigo de Kardec y su esposa, envió el siguiente telegrama a los espíritas lioneses:

«El señor Allan Kardec est mort, en l’enterrar vendredi», es decir: «Murió el Sr. Allan Kardec, será enterrado el viernes».

    El mismo día, Muller así se expresaba en carta al Sr. Finet, de Lyon:

    Él murió esta mañana, entre las once y las doce horas, súbitamente, al entregar el número de la «Revue» (32) a un cajero de la librería, se inclinó sobre sí mismo, sin pronunciar una sola palabra: ya había muerto.
Sólo en su casa (Calle Sant’Ana), Kardec ponía en orden libros y papeles para el cambio que se venía procesando y que debía terminar mañana. Su empleado, a los gritos de la criada y del cajero, acudió al lugar, lo levantó … nada, nada más. Delanne acudió con toda la rapidez, lo frotó, lo magnetizó, pero fue vano. Todo había terminado.

    Nota de la editorial: «Entregó el número de la Revue». Este hecho confirma que Kardec estuvo lúcido hasta sus últimos momentos en la Tierra, ya que en ese número de la revista sus pensamientos mantenían la coherencia y el sentido común de siempre. L. Palhano Jr.

     (MARTINS, J. D. y BARROS, S. M. Allan Kardec – Análisis de Documentos Biográficos, págs. 58-62).

 

En un texto del libro Obras Póstumas, hay pruebas de que Kardec fue alertado de su problema de salud, y aunque al principio se mostró receptivo, el tiempo mostró que esas advertencias no fueron del todo atendidas, ya que sucumbió de aneurisma. En el certificado de defunción no consta que se suicidió, es obvio, pero implícitamente el paciente no está libre de esta culpa. Y eso no dejaría de ser un suicidio, aunque indirecto. Además, la advertencia fue clara: «Si, por descuido y exceso de trabajo, desencadenara antes de terminar lo que había comenzado, Kardec sería juzgado por homicidio voluntario en los tribunales divinos».

Para evitar este tipo de argumento que pueda ser usado por alguien, vamos a transcribir toda la historia con el médico Demeure. Leemos lo que consta en la Revista Espírita:

    Las dos comunicaciones siguientes, dadas el 1 y 2 de febrero, se refieren a nuestra repentina enfermedad del 31 de enero. Aunque son personales, las reproducimos, porque ellas demuestran que el Sr. Demeure es tan bueno como Espíritu de lo que era como hombre, y ofrecen, además, una enseñanza. Es un testimonio de gratitud que debemos a la solicitud de que fuimos objeto de su parte, en esta circunstancia:

    Mi buen amigo, ten confianza en nosotros, y coraje; esta crisis, aunque fatigosa y dolorosa, no será larga, y, con los comedimientos prescritos, podéis, según vuestros deseos, completar la obra de la que vuestra existencia fue el objetivo principal. Por lo tanto, soy yo quien estoy siempre ahí, junto a vosotros, con el Espíritu de Verdad, que me permite tomar en su nombre la palabra, con el último de vuestros amigos entre los Espíritus. Ellos me hacen el honor de la bienvenida. Estimado maestro, soy feliz de haber muerto más temprano, habría podido quizá evitar esta crisis que yo no preveía; pero ahora os velaré, querido maestro, soy vuestro hermano y amigo que está feliz de ser Espíritu para estar junto a vosotros y daros los cuidados que necesitáis.
Hace mucho calor aquí; este carbón es agotador. Mientras estés enfermo, no lo quemes; él continúa aumentando su opresión; los gases que de él se desprenden son deletéreos.

Vuestro amigo, DEUMERE

    Soy yo, Demeure, el amigo del Sr. Kardec. Vengo a decirle que estaba junto a él cuando el accidente ocurrió, y que habría podido ser funesto sin una intervención eficaz para la que estaba feliz de concurrir. Según mis observaciones y las informaciones que he obtenido de  buena fuente, es evidente para mí que cuanto más pronto su desencarnación se opere, más pronto podrá darse la reencarnación por la que acabará su obra. Sin embargo, le es preciso dar, antes de partir, la última mano en las obras que deben completar la teoría doctrinal de la cual es el iniciador, y él sería culpable de homicidio voluntario contribuyendo, por exceso de trabajo, al defecto de su organismo que, la amenaza de una subida partida para nuestros mundos. No hay que temer de decirle toda la verdad, para que se mantenga en guardia y siga al pie de la letra nuestras prescripciones.

DEMEURE

 

(Revista Espírita marzo de 1865, págs. 83-84)

    Instrucciones para el Sr. Allan Kardec
(París, 23 de abril de 1865. – Médium, Sr. Desliens.)

    La salud del Sr. Allan Kardec se debilita día a día como consecuencia de los excesivos trabajos, me veo en la necesidad de repetirle de nuevo lo que ya le dije muchas veces: Tenéis necesidad de reposo; las fuerzas humanas tienen límites que vuestro deseo de ver progresar la enseñanza os lleva a menudo a infringir; estáis mal, porque, actuando así, no apresuraréis la marcha de la Doctrina, sino que arruináis vuestra salud y os colocáis en la imposibilidad material de acabar la tarea para la que habéis venido a este mundo. Vuestra enfermedad actual no es sino una dispensa incesante de fuerzas vitales que no tienen tiempo de restaurarse, y de un calentamiento de la sangre producido por la falta absoluta de reposo. Nosotros te sostenemos, sin duda, pero con la condición de no deshacer lo que hacemos. ¿De qué sirve correr? ¿No se os ha dicho muchas veces que cada cosa vendrá a su tiempo y que los Espíritus encargados del movimiento de las ideas sabrían hacer surgir circunstancias favorables cuando el momento de actuar haya llegado?

Cuando cada Espírita recoge sus fuerzas para la lucha, ¿pensáis que es vuestro deber agotar las vuestras? – No; en todo debéis dar el ejemplo y vuestro lugar será atacado vivamente en el momento del peligro. ¿Qué harías si vuestro cuerpo debilitado no permitiría más a vuestro Espíritu utilizar las armas que la experiencia y la revelación os pusieron en las manos? – Creedme, dejar para más tarde las grandes obras destinadas a completar la obra esbozada en vuestras primeras publicaciones; vuestros trabajos corrientes y algunos pequeños folletos urgentes tienen que absorber vuestro tiempo, y deben ser los únicos objetos de vuestras preocupaciones actuales.

No hablo solamente en mi propio nombre, aquí soy el delegado de todos esos Espíritus que contribuyeron tan poderosamente a la propagación de la enseñanza por sus sabias instrucciones.

Ellos me dicen, por mi intermedio, que ese retraso que pensáis nocivo al futuro de la Doctrina es una medida necesaria en más de un punto de vista, ya sea porque ciertas cuestiones no están todavía completamente dilucidadas, ya sea para preparar a los Espíritus para asimilarlas mejor. Es necesario que otros hayan desbravado el terreno, que ciertas teorías hayan probado su insuficiencia y hecho un mayor vacío. En una palabra, el momento no es oportuno; por tanto, ahorraos, porque cuando de ello sea tiempo, todo vuestro vigor de cuerpo y de Espíritu os será necesario. El Espiritismo no fue hasta aquí el objeto de muchas diatribas y salió bien de las tempestades. ¿Creéis que todo movimiento sea apaciguado, que todos los odios sean calmados y reducidos a la imposibilidad? El crisol depurador no ha rechazado aún todas las impurezas; el futuro os guarda otras pruebas y las últimas crisis no serán las menos penosas de soportar.

Sé que vuestra posición particular os suscita una multitud de trabajos secundarios que emplean la mejor parte de tu tiempo. Los pedidos de todas las especies os sobrecargan y os imponéis el deber satisfacerlos tanto como sea posible. Yo haré aquí lo que, sin duda, no osarías hacer tú mismo, y, dirigiéndome a la generalidad de los Espíritas, les pediré, en el propio interés del Espiritismo, ahorraros toda sobrecarga de trabajo de naturaleza a absorber los instantes que debéis consagrar, casi exclusivamente, al remate de la obra. Si tu correspondencia con esto sufre un poco, la enseñanza allí ganará. A veces es necesario sacrificar las satisfacciones particulares al interés general. Es una medida urgente que todos los adeptos sinceros sabrán comprender y aprobar.

La inmensa correspondencia que recibís es para vosotros una fuente preciosa de documentos e información; ella os aclara sobre la marcha verdadera y los progresos reales de la Doctrina; es un termómetro imparcial; además, en ella ha habido satisfacciones morales que, más de una vez, han sostenido vuestro coraje viendo la adhesión que vuestras ideas encuentran en todos los puntos del globo; bajo este aspecto, la sobreabundancia es un bien y no un inconveniente, pero con la condición de secundar vuestros trabajos y no de obstaculizarlos, creando un aumento de ocupaciones.

Dr. DEMEURE

 

    Buen señor Demeure, os doy las gracias por vuestros sabios consejos. Gracias a la resolución que he tomado haciendo sustituir, salvo los casos excepcionales, la correspondencia corriente sufre poco ahora, y no sufrirá más en el futuro; pero, ¿qué hacer de ese retraso de más de quinientas cartas que, a pesar de toda mi buena voluntad, no puedo llegar a poner al día?

R. Es necesario, como se dice en términos de comercio, pasarlas en bloque a la cuenta de ganancias y pérdidas. Anunciando esta medida en la Revista, sus correspondientes sabrán lo que pasa; comprenderán su necesidad, y la hallarán sobre todo justificada por los consejos que preceden. Yo lo repito, sería imposible que las cosas siguieran mucho tiempo como están; sufriría vuestra salud y la Doctrina. Es preciso saber hacer los sacrificios necesarios. Tranquilidad, en adelante, sobre este punto, y os podréis ocupar más libremente en vuestros trabajos obligatorios. He aquí lo que os aconseja el que será siempre vuestro amigo devoto.

    DEMEURE.

   Cediendo a este sabio consejo, pedimos a aquellos de nuestros corresponsales con los que desde hace mucho tiempo atrasamos aceptar nuestras escasas y nuestras lamentaciones por no haber podido responder con detalle, y como habríamos deseado, a sus benevolentes cartas. Conserven en recibir aquí, colectivamente, la expresión de nuestros sentimientos fraternos.

(Revista Espírita, mayo de 1866, págs. 153-155)

Como se puede ver, Kardec atendió a las recomendaciones dadas por el Dr. Demeure, y algo más extraño, él es un espíritu, para los detractores un demonio, que, en nombre de todos los demás Espíritus que participaban en esa revelación, dijo a Kardec que cuidara de su salud o moriría más temprano, demostrando poco interés en tenerlo inmediatamente en sus «garras en las profundidades del infierno».

Por otro lado, como se dijo por el evangélico, si Kardec estaba obsesado por los espíritus de luz, ¿cómo podrían esos demonios estar practicando una buena acción? ¿No querían exactamente ayudarle a llevar adelante su misión, por eso le hacían serias recomendaciones acerca de su salud? Extraño! Muy extraño, ya que, hasta donde sabemos, son los espíritus malos, los mal llamados demonios, que promueven las obsesiones, y cuyo interés está en perjudicar no en ayudar, que sería la actitud propia de los espíritus de luz.

Por lo que preguntamos: «¿Acaso la fuente puede hacer brotar de la misma mina agua dulce y agua salada?» (Tg 3,11). Y no vengan con aquella sorda frase de que «Satanás se transforma en ángel de luz» para justificar sus ideas, pues también está dicho que: «Quien practica el mal, tiene odio de la luz, y no se acerca a la luz, para que sus las acciones no se desenmascaran. Pero, quien actúa conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que sus acciones sean vistas, porque son hechas como Dios quiere». (Jn 3,20-21). Y, apoyándonos en Jesús, también diremos: «Un árbol bueno no puede dar frutos malos, y un árbol malo no puede dar buenos frutos» (Mt 7,18).

Las orientaciones fueron a principios de febrero y a mediados de abril de 1864, después de eso no hay otra comunicación de Demeure «tirando de la oreja» de Kardec sobre que esté trabajando demasiado en perjuicio de su salud, de lo que concluimos que sus prescripciones fueron seguidas y el codificador se recuperó, viviendo aún cuatro más años. Era del conocimiento de Kardec que no viviría  mucho más tiempo, como le habían dicho el 17.01.1857, cuando le anunciaron una nueva encarnación:

No verás en esta existencia, sino la aurora del éxito de tu obra; es necesario que vuelvas, reencarnado en otro cuerpo, para completar lo que has comenzado, y entonces tendrás la satisfacción de ver, en plena fructificación, la semilla que hayas difundido sobre la Tierra. (Obras Póstumas, págs. 281-282)

Refuerza esa hipótesis su trabajo posterior con la publicación de otros dos importantes libros básicos de la codificación realizados el 01.08.1865 y el 06.01.1868, El Cielo y el Infierno y La Génesis, respectivamente. No dejando, en ese periodo, de publicar la Revista Espírita hasta su muerte. Y se publicaron otras obras, tales como: Colección de Oraciones Espíritas (1865) y Estudio sobre la Poesía Mediúmnica (1867).

 

Kardec tenía el presentimiento de que su vida no sería larga. En cuanto a lo que consta de sus escritos sobre esto:

24 de enero de 1860.

(En casa de la Sra. Forbes, médium Sra. Forbes)

Duración de mis trabajos

Según mi apreciación, estimaba que necesitaría todavía alrededor de diez años para terminar mis trabajos, pero no había dado conocimiento de esa idea a nadie. Me quedé muy sorprendido al recibir, de mis corresponsales de Limoges, una comunicación obtenida espontáneamente, en la cual el Espíritu, hablando de mis trabajos, decía que necesitaría diez años más antes de terminarlo.

Preg. – (A la Verdad) – ¿Cómo es posible que un Espíritu, comunicándose en Limoges, donde nunca he estado, haya dicho precisamente lo que yo pensaba sobre la duración de mis trabajos?

Resp. – Sabemos lo que te queda por hacer y, consecuentemente, el tiempo aproximado que te es necesario para acabarlo. Es, pues, muy natural que los Espíritus hayan dicho en Limoges, y allá, para dar idea de la importancia del hecho por el trabajo que exige.

Sin embargo, el plazo de diez años no es absoluto; puede ser prolongado en algunos años por circunstancias imprevistas e independientes de tu voluntad.

Nota. (Escrita en diciembre de 1866). – Llevo publicados cuatro volúmenes de doctrina fundamental sin ocuparme ni poco ni mucho de las cosas secundarias. Los Espíritus me instigaron a publicar La Génesis en 1867, antes de inciarse las revueltas. Durante este período de perturbación, trabajé en los libros complementarios de la Doctrina, que no podieron aparecer sino después de la gran tormenta, y en los cuales invertí de tres a cuatro años. Esto nos lleva, como muy pronto a 1870, es decir, alrededor de diez años, después de obtenida la transcrita comunicación.

Obras Póstumas

Dos meses después de esa comunicación recibe una más hablando de su regreso, veamos:

10 de junio de 1860
(En mi casa. – Médium Mad. Schmidt)

Mi Regreso

Pregunta (a la Verdad). – Acabo de recibir una carta de Marsella, donde se me dice que en el seminario de aquella ciudad se ocupan seriamente del Espiritismo y de EI Libro el los Espíritus. ¿Qué presagiáis? ¿Creéis que el clero tomará la cosa con interés?

Respuesta. No puedes dudarlo; tomará las cosas muy en serio porque prevé las consecuencias y sus temores son muy grandes. El clero, sobre todo en las más altas jerarquías, estudia el Espiritismo mucho más de lo que te parece; pero no creas que sea por simpatía, no; es por el contrario, buscando medios con que combatirle, y te aseguro que le declarará formidable guerra.
No te inquietes por eso; continúa trabajando con prudencia y con circunspección; tienes quien te guarda de los lazos que te serán tendidos; evita cuidadosamente en tus palabras y en tus escritos todo aquello que pudiera trocarse en armas contra ti.
Persiste en tu camino sin pavor, que si está sembrado de espinas, te aseguro que gozarás de grandes satisfacciones antes de regresar un poco entre nosotros.

Pregunta. ¿Qué entendéis por las palabras un poco?

Respuesta. Tú no estarás mucho tiempo entre nosotros: debes volver a terminar tu misión, que no puede ser acabada en esta existencia. Si fuera posible, no desencarnarías; pero hay que someterse a la ley de la naturaleza. Estarás ausente durante algunos años, y cuando vuelvas, será en condiciones que te permitirán trabajar sin estorbos. Mientras, activa tus trabajos, porque es muy útil que los termines antes de partir; por esto nosotros te dejamos el tiempo necesario para ello.

Nota. – Calculando aproximadamente lo que puedo tardar en completar mis trabajos, y teniendo en cuenta el tiempo de mi ausencia, el de mi infancia y el de mi juventud hasta la edad en que un hombre puede desempeñar un papel en el mundo, nos remontaremos forzosamente a fines de este siglo o a principios del inmediato.

Observamos de esas comunicaciones que Kardec no tendría mucho más tiempo de vida, sería solo lo necesario para cumplir su misión. A principios de 1860 él estimó que debía tener otros 10 años de vida, hecho confirmado por los Espíritus, y eso nos remite al 1870. Pero como los propios Espíritus también le informaron que ese tiempo podría ser anticipado o dilatado, y como su muerte ocurrió a finales de marzo de 1869, por lo tanto, un poco menos que el tiempo previsto, se cumplió lo que había sido planeado para el cumplimiento de su misión. Hecho que se puede comprobar también en relación a los documentos encontrados después de su muerte, entre los cuales no se observó ninguno que pudiese indicar alguna obra inacabada.

Conclusión

Estos son los hechos para que todo el que esté interesado pueda saber lo que realmente ocurrió con la muerte de Allan Kardec. Por eso no hay necesidad de extender nuestra conclusión, ya que los aspectos importantes, están destacados a lo largo del texto.

  • KARDEC, A. Qué es el Espiritismo.
  • __________. Obras Póstumas.
  • __________. Revista Espírita 1865.
  • __________. Revista Espírita 1866.
  • MARTINS, J. D. y BARROS, S. M. Allan Kardec – Análise de Documentos Biográficos, Niterói-RJ: Lachâte, 1999.
  • MOREIL, A. Vida y Obra de Allan Kardec, São Paulo: Edicel, 1986.
  • Revista Grandes Líderes de la Historia: Allan Kardec.

Paulo da Silva Neto

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