El I Congreso Internacional Espiritista se celebró en España entre los días 8 y 13 de septiembre de 1888 en el Salón Eslava de Barcelona.

El I Congreso Internacional Espiritista, es el libro que contiene la reseña completa de este Congreso, la elaboración del libro fue encomendada por la Comisión permanente del Congreso a su presidente, el Vizconde Torres Solanot.

Imagen del libro del I Congreso Internacional Espiritista
Imagen del libro del I Congreso Internacional Espiritista

El Primer Congreso Internacional Espiritista, fue un esplendoroso acontecimiento, y que a decir del Vizconde Torres Solanot señaló el tercer gran paso en la historia del Espiritismo. Fue primero su divulgación en América, y representa el segundo la publicación de las obras de Allan Kardec

La prensa de la época se hizo eco del evento y una de las más extensas noticias sobre el congreso la publicaría La Vanguardia el 10 de septiembre de ese mismo año.

El Vizconde de Torres Solanot fue el presidente del Congreso, mientras que José María Fernández Colavida, fue el presidente honorario. Entre los vicepresidentes se encontraban Amalia Domingo Soler y Miguel Vives, y Manuel Sanz Benito actuaba como uno de los secretarios del evento.

El Salón Eslava

El estrado cubierto con tapices de terciopelo carmesí, ocupando el dosel el busto de Allan Kardec, rodeado de palmas y laureles; la mesa presidencial sobre alfombrada plataforma; las correspondientes mesas para los periodistas y los taquígrafos; banderas de los principales países del globo y gallardetes profusa y artísticamente distribuidos; flores y plantas aromatizando el ambiente y contribuyendo al bello aspecto del salón; guirnaldas de flores artificiales, y bonitos escudos rodeados de banderas y ostentando lemas espiritistas y máximas morales, completaban la ornamentación, realizada por el distinguido concurso en que estaban representadas todas las clases sociales, y que todas las noches llenaba por completo el salón, con una capacidad de más de dos mil personas: tal era el aspecto del local donde celebró sus sesiones públicas el Congreso.

El Primer Congreso Internacional Espiritista, designó para su sede la culta Barcelona, que lavó así de ese modo la mancha del auto de fe hecho con los libros de Allan Kardec y demás obras espiritistas quemadas por la mano del verdugo, en el mismo sitio donde se llevó a cabo, teniendo lugar también en la misma fecha y lugar del Congreso la Exposición Universal, haciendo de España y de Barcelona el espejo del mundo material y espiritual. El Arco de Triunfo inaugurado el mismo año y que abría paso a la ciudadela (lugar donde se quemaron los libros espiritistas), homenajeaba el triunfo espiritista que hacía solo 27 años atrás sufría a través del auto de fe la pena capital, culturalmente hablando. Era el triunfo de la verdad que resultaba finalmente victoriosa y este Congreso era la prueba patente.

Diría al respecto el Vizconde Torres Solanot: «¡Designios providenciales!»

He aquí un extracto de su extenso y excepcional Proemio del Congreso.

         No podemos apreciar hoy el acontecimiento en toda su importancia, pues se revelará con los resultados ulteriores dando óptimos frutos para la causa del progreso humano; pero se puede juzgar el alcance de esta bíblica y solemne manifestación del Espiritismo, con la lectura de la presente Reseña Completa del Congreso. Al acordar éste la publicación, coronó la obra realizada levantando un monumento imperecedero que, en forma de libro, conserve el recuerdo para transmitirlo a la posteridad.

         A pesar de todo cuanto se ha dicho y se diga contra el Espiritismo, sus partidarios forman la avanzada que rompe la marcha; la humanidad vendrá después.

         «Locura, desvarío, aberración del entendimiento», gritó la obcecada humanidad siempre que se mostró un descubrimiento nuevo; el desprecio, el ridículo, la persecución, sirvieron de armas en todo tiempo para combatir a las nuevas ideas; pero a pesar de cuantos obstáculos se han ofrecido, a pesar de los instintos perversos del vulgo no ilustrado y de la miopía o espíritu estacionario de las corporaciones científicas, las conquistas del entendimiento humano se abrieron paso, imponiéndose los descubrimientos y las ideas.

         Entre estos, ninguno tan importante y de tan trascendentales consecuencias como el Espiritismo, y por eso ninguno tan despreciado, tan calumniado, tan ridiculizado. Pero, ¿quién le desprecia? el que no lo conoce: ¿Quién le calumnia? el interesado en que no se emancipe el espíritu del yugo de la ignorancia: ¿Quién le ridiculiza? el que estima más cómodos los procedimientos de la pereza y de la indolencia que los del estudio y la razón; porque es más sencillo considerarse en el pináculo de la ciencia, que recomenzar por el camino de la investigación crítica, en cuyo término han de aparecer como errores muchas de las sustentadas como verdades. En suma; la ignorancia, la mala fe y la soberbia: he ahí los enemigos del Espiritismo. Y no pueden ser otros, representando, como representa realmente, la causa de la ciencia, del sentimiento recto o creencia racional, y de la fraternidad universal, esto es, la aspiración más elevada que hasta el presente se ha formulado.

         El Espiritismo es un hecho de todos los tiempos, no observado ni explicado racionalmente hasta hoy, y una ciencia que se está formando en la actualidad y cuyas aplicaciones encarnan directamente en la esfera de la filosofía, de la religión y de la sociología, e indirectamente en la esfera de las ciencias físico-naturales.

         Citamos el testimonio de uno de los más eminentes sabios de nuestro tiempo, y a quien más debe el Espiritismo en el terreno de la experimentación científica.

         Nos referimos a Sir Alfred Russell Wallace, el distinguido miembro de la Sociedad Real de Londres, y cuyo nombre ha quedado escrito con caracteres de oro en los anales de la ciencia; el que llegó al mismo tiempo que Darwin a conclusiones análogas respecto al origen de las especies, pero difiriendo en un punto importantísimo, porque Wallace, conforme con las ideas espiritistas, dice que «es necesario admitir una inteligencia superior para poder explicar la existencia del hombre.». Así es que su conocimiento de los fenómenos del Espiritismo, le ha dado sobre Darwin una gran ventaja en la amplitud y alcance de su antropología.

         El autor de la Teoría de la selección natural y de tantas notables obras, se expresa así en su Defensa del Espiritualismo moderno, que es cómo los ingleses y los anglo-americanos denominan al Espiritismo:

         «Sostengo, pues, que los fenómenos del Espiritualismo, en su totalidad, no requieren más confirmación. Están probados tan plenamente como cualquier hecho probado en otras ciencias; y no es la negación o la cavilosidad la que puede refutar ninguno de ellos, sino solamente nuevos hechos y deducciones exactas de éstos. Cuando los adversarios del Espiritualismo puedan presentar un cuadro de sus investigaciones, que en duración y plenitud se acerque siquiera al de sus defensores, y cuando puedan descubrir y mostrar en detalles el modo cómo son producidos los fenómenos, o cómo los muchos y sensatos hombres a quienes nos hemos referido han sido inducidos por alucinación a creer que han presenciado esos fenómenos; y cuando puedan además probar lo correcto de su teoría, produciendo una creencia semejante en una corporación de escépticos igualmente sensatos y hábiles, —entonces, y no antes, necesitarán los espiritualistas (espiritistas) producir una nueva confirmación de hechos que son y siempre han sido suficientemente reales e indisputables para satisfacer a cualquier investigador honrado y perseverante.»

         »Siendo este el estado del caso en cuanto a evidencia y pruebas, estamos plenamente justificados al tomar los hechos del Espiritualismo moderno como completamente establecidos, y con ellos la teoría espiritual, como la única sostenible.»

         »El Espiritismo no es una mera «curiosidad» fisiológica, ni una mera «ley natural» ignorada, sino una ciencia de vasta extensión, con las más amplias, importantes y prácticas soluciones, y que en tal carácter debe atraer las simpatías de moralistas, filósofos y políticos, y de cuantos se interesen de corazón por el mejoramiento de la sociedad y por la elevación permanente de la naturaleza humana.»

         Están de acuerdo con el eminente Wallace, el resumen de las Conclusiones del Primer Congreso Internacional Espiritista celebrado en Barcelona, y del cual formará exacto juicio el lector, examinando esta Reseña completa.

         Los varios y elocuentes discursos pronunciados y los trabajos leídos en las sesiones públicas, examinando el Espiritismo bajo sus diferentes aspectos, las representaciones que en el Congreso había, las adhesiones que antes y después de celebrado se han recibido, la expectación pública, el sorprendente efecto que ha producido en general en la opinión, maravillada de la potencia y vitalidad siempre creciente en el Espiritismo; y en suma, esta solemne y pública manifestación de la idea, y las bases de organización que se han sentado, y tan necesarias eran; mostraron de modo explícito y terminante, que el Espiritismo, reconocido ya en el orden de los conocimientos humanos y después de haber invadido los dominios de la ciencia, se impone hoy a la atención pública.

         Por eso nuestro Primer Congreso Internacional, será registrado como una gran etapa, no sólo en los anales del Espiritismo o Espiritualismo Moderno, sino en los fastos de la historia del desenvolvimiento humano, al cual contribuirá más que ninguna otra idea filosófica o religiosa, la que ostenta como lema fundamental:

Hacia Dios por El Amor y por La Ciencia

Barcelona, 12 de Octubre de 1888

El Vizconde de Torres-Solanot

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