La Luz del Futuro es el sexto libro de una serie que editó y distribuyó gratuitamente en todos los países de habla hispana José Aniorte Alcaraz y los miembros del Centro Espírita la Luz del Camino de Orihuela, Alicante, con extractos de la Revista La Luz del Porvenir.

Así presentaba La Luz del Futuro y esta serie de 6 libros el propio José Aniorte Alcaraz.

Vista de la serie con La Luz del Futuro al frente
Vista de la serie con La Luz del Futuro al frente

Estos seis ejemplares contienen lo mejor de los escritos de Dª Amalia Domingo Soler, la gran señora del Espiritismo; un alma grande y generosa, llena de inmensa lucidez, a pesar de tener sus ojos materiales casi apagados. Luchadora incansable y vencedora de mil batallas, siempre en defensa de un sublime ideal ¡El Espiritismo!, Amalia es el símbolo del Ser predestinado y valiente, que viene con plena seguridad, a luchar con las pruebas de la vida para rescatar las deudas del pasado y conseguir su redención espiritual.

Esta ligera imagen de Amalia, nos debe servir como ejemplo para vencer nuestras pruebas ¡Querer es poder! Nos dice ella, y yo estoy convencido de que, hace más el que quiere que el que puede; y aunque es innegable que estamos asistidos por los buenos espíritus, éstos sólo nos impulsan al trabajo y nos alientan con la recompensa. También es cierto, que no nos quitan ni un mínimo de la carga que nos pertenece y que tenemos que llevar sobre nuestros hombros, dejando que cada uno camine por su propio esfuerzo. El Espíritu viene a este mundo a trabajar, a luchar, a cumplir su misión o a sufrir las penalidades de una expiación horrible, porque las leyes de Dios son inmutables.

A mayor fortaleza para vencernos, más grandeza moral obtendremos y menos vulnerables nos encontrará el enemigo, que se alejará al fin de nosotros, ante la resistencia que le oponemos; pero como hay espíritus cuya persistencia en el mal es terrible, guardan un resentimiento odioso hacia aquellos que no se han dejado vencer por ellos, saben esperar con astucia y paciencia todo el tiempo que sea necesario, esperando que nuestro orgullo y nuestra vanidad nos traicione, para atacarnos nuevamente con más fuerza y más odio; pero cuando el hombre sabe elevarse a través de la renuncia y el sacrificio en favor de los demás, cuando sabe ser más severo consigo mismo y soportar sus infortunios porque ve en ellos el remedio saludable para su salvación, no importándole el desierto de la vida, la soledad que siente cuando sus seres queridos por circunstancias diversas se alejan de él, y a pesar de todo sigue luchando y trabajando para que ese ideal que tantas fuerzas le da a él sea conocido por todos aquellos hermanos, necesitados de una luz para seguir caminando. Es en este preciso momento que este hombre comprende que está consiguiendo su redención espiritual y es cuando verdaderamente siente la necesidad de dar gracias a Dios, por todos los sufrimientos pasados, por todas las privaciones, por todas las enfermedades, y por todos los días de soledad. Es entonces cuando se siente el hombre más feliz de este triste planeta.

El Espiritismo es una ciencia que ilumina nuestro camino, y el progreso nos ha operado las cataratas de la ignorancia, porque son muchos los ciegos de entendimiento que hoy tienen vista. Yo no digo que todos los que conocen el Espiritismo sean espíritas; del mismo modo que, todos los que han adorado a Jesús no le han seguido ni le han imitado. Jesús y sus apóstoles vivieron en la Tierra, en la más completa pobreza, renunciando a todos los bienes materiales, mientras tanto los mal llamados representantes de Él aquí en la Tierra, viven en la opulencia y la riqueza; por esto no responde el Espiritismo de lo que puedan hacer los falsos espiritistas, así como no se ha oscurecido la doctrina de Jesús con el humo de las hogueras de la Santa Inquisición que tantas y tantas víctimas ha sacrificado en nombre de Él. Mas la voz de aquellos mártires no se extinguió al esparcir al viento, las cenizas de sus cuerpos calcinados, la onda sonora guarda sus vibraciones y la repite de siglo en siglo y hoy, aquellos muertos reencarnados, son los verdaderos espíritas de hoy.

No recuerdo quien dijo: “Para abrazar muchas religiones, es preciso cerrar los ojos y cruzar los brazos; para abrazar el Espiritismo, es preciso extender los brazos y abrir los ojos”.

Los espíritus se comunican con nosotros para ayudarnos, ellos son nuestros más fieles amigos y nos dicen que no edifiquemos la casa de nuestra dicha sobre el dolor ajeno, no tratemos de aparentar lo que no somos, porque los engañados seremos nosotros. La vida es eterna y todos nuestros hechos componen nuestro patrimonio; no hay redentores porque cada hombre tiene que ser el redentor de sí mismo; no hay hechos casuales ni providenciales, no hay fatalismo, no hay más que el trabajo individual de cada espíritu que a su placer siembra su viña y su huerto y le cultiva con esmero, o deja que las malezas le invadan y se pierda todo el cultivo.

Esta profunda verdad es necesaria que sea conocida de todos, para que a la vuelta de algunos siglos, no tengan los terrenales que pagar con muertes violentas, las terribles deudas de su ayer. El estudio del Espiritismo y la comunicación de los espíritus, sirve para convencernos de la necesidad, de la utilidad y de la obligación que tenemos de divulgar los conocimientos adquiridos, para ensanchar los estrechos horizontes de la Tierra, no para aumentar sofismas, hipocresías, milagros y mentiras. Dejemos que los espíritus cuiden de los espíritus y nosotros trabajemos para que este conocimiento esté al alcance de todos los que quieran salir de la oscuridad. El día que los hombres se liberen del fanatismo y de la ignorancia, dejarán de existir espíritus sufridores.

No pasemos los espiritistas de un fanatismo a otro fanatismo, pasemos sí de la inercia a la actividad, de la sombra a la luz.

Para acabar, solo quiero decir, que todos aquellos que estén preparados para divulgar esta maravillosa doctrina, se dirijan a este “Centro” y recibirán gratuitamente los libros de Amalia Domingo Soler, que nosotros hemos editado.

Que Dios ilumine nuestro camino y nos dé mucha paz.

José Aniorte Alcararaz

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