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El Apóstol del Espiritismo
Léon Denis

Léon Denis / Biografía

Léon Denis

Léon Denis (1 de enero de 1846 – 12 de abril de 1927) fue un notable filósofo espiritista francés, ​ y junto a Gabriel Delanne y Camille Flammarion, uno de los principales exponentes del Espiritismo después de la muerte de Allan Kardec. Es conocido como el Apóstol del Espiritismo por su labor divulgativa y también como la Pluma de oro del Espiritismo por sus páginas de insuperable calidad literaria y filosófica, sus libros son considerados clásicos espíritas. Participó activamente del movimiento espírita francés e internacional y fue un brillante orador.

Nacimiento e infancia

El Apóstol del Espiritismo
Léon Denis a los 50 años de edad

Léon Denis nació el 1 de enero de 1846, en Foug, en la localidad de Toul, atravesada por el gran ferrocarril París-Estrasburgo.
Su nombre está incluido en el del gran iniciador Allan Kardec, que se llamaba, en realidad, Hippolyte-Léon-Denizard Rivail. Simple coincidencia, dirán unos; analogía por lo menos singular, pensarán otros.

Su padre, Joseph Denis, era oficial de pedrería, como su hermano Louis, seis años mayor; y como el abuelo François, nacido en 1776.
Artesano por el lado paterno, la familia de Léon Denis, por el lado materno, era de origen campesino.
Joseph Denis, de bella apariencia, ambicioso y seguro de sí, se enamoró de la hija menor de François, Anne-Lucie, y la pidió en matrimonio. Fue aceptado y el enlace se realizó en Foug, el 3 de abril de 1845.

Al año siguiente, un niño vino al mundo. El joven oficial de albañilería creó su familia en un período muy difícil.
La construcción no andaba bien; ya no se construía y la crisis debería prolongarse durante varios años.
Sin embargo, Joseph Denis no era hombre de desanimarse por tan poco: se hizo contratista, trató de extender su clientela más allá de Foug.
Suboficial de la Compañía de Bomberos de la comunidad, en varias ocasiones mostró pruebas de coraje, en situaciones peligrosas.
Fue con ese hombre, no destituido de cualidades, pero un poco incorrecto en los hábitos, que se unía a la tierna Anne-Lucie, de naturaleza delicada y carácter sensato y discreto.
Para el hijo, que le había venido tan pronto, se convirtió en la más tierna y más vigilante de las madres.

La familia  se trasladó a Estrasburgo y el padre entró como empleado en la Casa de la Moneda.
En Estrasburgo, en la escuela particular del Sr. Haas, el pequeño Léon inició sus primeros estudios. Su madre ya le había enseñado los rudimentos del alfabeto y también a contar.
Al abrirse una vacante en la Casa de la Moneda de Burdeos, su padre consiguió la transferencia a esa ciudad.
Nuevo cambio y nuevos gastos.
El salario del jefe de familia era insuficiente para mantener la casa. Léon tuvo que interrumpir sus estudios para acompañar a su padre y ayudarle en su trabajo de pulido de las monedas.
El pobrecito se esforzaba al máximo en ese ingrato trabajo: sus delicados dedos se teñían de sangre para despegar las láminas de cobre. Sin embargo, las pocas monedas que conseguía ayudaban a mejorar el salario paterno.

En marzo de 1857, la Casa de la Moneda terminó la refundición de las monedas de cobre y Joseph Denis se empleó en la Compañía de los Ferrocarriles del Sur. Después de una breve etapa como cartero de la estación de Burdeos, consiguió el empleo deseado: La estación de Morcenx, en Landes.
La familia iba a encontrar un refugio menos precario y el pequeño Léon podría recomenzar sus estudios interrumpidos. Esta era su gran preocupación.
El niño se entregó valerosamente al estudio, recibiendo las lecciones del profesor de la localidad.
Sus repetidos cambios retrasaron sus estudios, pero se recuperaba rápidamente.
Su inteligencia brotaba precozmente, revelando una extraordinaria vivacidad.
Los conocimientos que su nuevo profesor le transmitía le abrían inesperados horizontes.
El bosque de Landes, impresionando su naciente sensibilidad, complementaba las enseñanzas de los libros.
El profesor de Morcenx, discípulo de Jean-Jacques Rousseau, inaugurando un excelente método, llevaba a menudo a los alumnos a pasear.
Denis debería guardar durante toda su vida un recuerdo emocionante de esas lecciones, en plena naturaleza, de ese contacto con las cosas, de ese provechoso trabajo al lado de un profesor dedicado y seguro conocedor de su tarea.
Desgraciadamente, la fase de las peregrinaciones aún no había terminado para la familia Denis.

El jefe de la estación de Morcenx cambió temprano su puesto por el de la estación de Moux, en la carretera del sur.
Era un ascenso. ¿Cómo rechazarlo?
Moux es la estación antes de Lézignan, en dirección a Narbona.
Nueva adaptación al medio y nueva parada en los estudios.
A pesar de ser, en el fondo, una buena persona, el jefe de la estación de Moux no correspondía a las exigencias de su función, a la regularidad de un trabajo para el que no estaba preparado, no tenía la puntualidad o la vigilancia necesaria.
Su esposa apenas disimulaba su preocupación. Afortunadamente, el pequeño Léon suplía las fallas del padre. Dejando una vez más sus queridos libros, era él quien se ocupaba de los telegramas y de la contabilidad.

En Tours

Léon Denis
Retrato de Léon Denis

Esta vez, la familia de Denis se trasladó a Tours, definitivamente.

Léon Denis daba clases nocturnas

Un dibujo de la época, se encontró entre sus papeles – con una rara perfección, llevaba su firma, con una referencia; escuela de adultos del Sr. Grujon.

Trabajando al mismo tiempo, en trabajos de cartografía, que hace suponer que deseaba opositar para entrar en la administración del ferrocarril.

Era en este tiempo que nuestro alumno solitario alimentó un deseo que hace mucho tiempo estaba en su corazón: adquirir, con recursos propios, la Geografía Universal de MalteBrun, que fue publicado en fascículos, ilustrados por Gustave Doré.

Para hacerlo, sin contárselo a nadie, por qué podría ser censurado por soñar con el gasto de un libro – guardaba los bonos recibidos, de su pequeño salario, con el fin de obtener la necesaria suma para la compra.

Sus ahorros fueron creciendo lentamente, muy lentamente, hasta que un día su madre descubrió el escondite y, siempre con problemas, le dio un objetivo más inmediato.

La buena mujer nunca supo de la angustia y desilusión que aquella confiscación había causado a su pobre hijo.

En la Casa Pillet -una de las empresas de cuero más importantes de la región central- pronto observaron la viva inteligencia y los excepcionales méritos del joven empleado. Ahora se ocupaba de la correspondencia y la contabilidad. Hacía los registros en los libros con su impecable caligrafía. Se iniciaba en las cuestiones del comercio.
Desempeñando sus tareas de día, además de sus estudios, el adolescente abordaba la Geografía, la Historia y las Ciencias Naturales.
Se ocupaba también con otras áreas del pensamiento, interrogando a los filósofos y a sí mismo, con cierta inquietud. Desde entonces, el enigma de la vida se presentaba a su espíritu con una fuerza imperiosa y él no era hombre de inclinarse ante el dogma de lo que «no puede ser conocido».
No necesitamos ningún esfuerzo para comprender la razón de esas preocupaciones, tan excepcionales en un joven de esa edad. Léon Denis, por naturaleza y por necesidad, se preocupaba de problemas que, normalmente, el hombre sólo aborda mucho más tarde.

En los años más ingenuos, en los que los jóvenes, comúnmente, se quedan cerca de la mujer amada, del amor, o buscan los placeres fáciles, nuestro estudiante sólo tenía tiempo para la más austera de las amantes, la que se consigue bajo la luz de la lámpara, a través de las páginas de los libros: la sabiduría.
Sólo él sabía a costa de cuántos esfuerzos, de cuántas dificultades, de cuántas vacilaciones inevitables y, también, de cuántas duras contrariedades, conseguía construir, piedra por piedra, el edificio de su vasto y profundo saber.

Una de sus grandes alegrías juveniles, era contemplar en las vitrinas de las librerías las bellas encuadernaciones de los libros premiados y las imágenes de Épinal cuyas leyendas recorría de la primera a la última línea.
Conservó ese hábito y paraba más frecuentemente ante vitrinas llenas de libros que delante de las confiterías.
Un buen día – tenía entonces 18 años – el azar llamó su atención hacia un libro de título inusitado y perturbador. El libro de los Espíritus de Allan Kardec. Providencial encuentro.
«Adquirió enseguida el libro y se entusiasmó con su contenido:

“He encontrado en él una solución clara, completa, lógica del problema universal. Mi convicción se ha sellado. La teoría espírita disipó mi indiferencia y mis dudas”.

El instructor acababa de encontrar a su discípulo. Aquí hay un episodio gracioso que vale la pena informar, porque es revelador de la perfecta sintonía de pensamientos que había entre la Sra. Denis y su hijo. Le damos la palabra:

«Leí el libro con avidez, a escondidas de mi madre, que controlaba, desconfiada, mis lecturas. Pero ella había descubierto mi escondite y, a su vez, leía esa obra en mi ausencia».
Y añade:
«Ella se convenció, como yo, de la belleza y de la grandeza de esa revelación.
La moda, entonces, eran las mesas hablantes.
(…) el entusiasmo era general y, ninguna fiesta, ninguna reunión íntima terminaba sin algunas experiencias de ese género».

Emile de Girardin iniciaba, en Guernesey, a la familia de Victor Hugo; Vacquerie recogía las observaciones que debía publicar, en Les Miettes de l’Histoire; Eugène Nus, en su casa, en la calle de Beaune, recibía, en compañía de hombres de letras y de artistas célebres, a través de su famosa mesita (guéridón), comunicaciones de un significado filosófico profundo, la mayor parte publicada en Grandes Misterios y en Cosas del Otro Mundo; Victorien Sardou y Théophile Gautier escribían piezas y novelas espíritas.
Los médiums célebres eran invitados a dar sesiones en las Tuherías. En Tours, como en París, y en numerosas otras ciudades, se constituían círculos de estudio, abordando sin una preparación adecuada los fenómenos perturbadores del psiquismo.

La ciudad de Tours fue una de las primeras de Francia en conocer el Espiritismo. Desde 1862, había un grupo presidido por el Dr. Chauvet, autor de un libro titulado Esprit, Force, Matière, refutación cerrada contra Büchner. El joven empleado, a causa de su poca edad y falta de tiempo, no podía frecuentarlo. Esto no le impedía seguir, como los demás, esa corriente con apasionante curiosidad. Él mismo hizo experimentos, junto con algunos amigos interesados ​​en estas cuestiones.

Como tantos otros -contaba-, busqué pruebas, hechos precisos que confirmasen mi fe, pero esos hechos tardaron en venir.
Al principio, insignificantes, contradictorios, mezclados con embustes y mistificaciones, estuvieron lejos de satisfacerme y yo habría renunciado, de una vez por todas, a cualquier investigación, si no estuviera sustentado por una teoría sólida y unos principios elevados.

Y añade estas palabras, con las que muchos espíritas se identificarán:

«Parece, en efecto, que lo Invisible quiere probarnos, medir nuestro grado de perseverancia, exigir una cierta madurez de espíritu, antes de revelarnos sus secretos.»

Primer Encuentro con Allan Kardec

Léon Denis se encontraba en esa fase de sus trabajos e investigaciones, cuando un acontecimiento importante se produjo en su vida. Allan Kardec había venido a pasar unos días en casa de amigos y todos los espíritas de Touraine habían sido invitados a saludarlo.

Habíamos alquilado -contaba- para recibirlo y oírlo, una sala, en la calle Paul Louis Courrier y habíamos pedido al Ayuntamiento la autorización para la reunión, pues, en el Imperio, una ley severa prohibía cualquier concentración con más de 20 personas.
Sin embargo, en el momento de la asamblea, se comunicó una negativa formal.
Me fui a la puerta del lugar, para avisar a todos del cambio y que habrían de dirigirse a Spirito-Villa, en la casa del Sr. Rebondin, en la calle du Sentier, donde la reunión se haría en el jardín.
Éramos unos 300 oyentes, de pie y apretados unos contra otros, apiñados bajo los árboles, pisando los jardines de nuestro anfitrión.
Bajo la claridad de las estrellas, la voz suave y grave de Allan Kardec se elevaba, y su fisonomía meditativa, iluminada por una pequeña lámpara colocada sobre una mesa, en el centro del jardín, producía un aspecto fantástico.
Él nos hablaba de la obsesión, que era un tema en boga. Se le hicieron preguntas a las que respondía con fisonomía sonriente.
Los jardines del Sr. Rebondin quedaron bien pisoteados, pero cada uno llevó esa noche un inolvidable recuerdo.
Al día siguiente, regresé a Spirito-Villa para hacer una visita al maestro. Lo encontré sobre un pequeño banco, junto a un gran cerezo, recolectando frutos que entregaba a la Sra. Allan Kardec – escena bucólica que contrastaba aleatoriamente con esos graves acontecimientos.

En el año de 1867, volvería a ver a Kardec dos veces, en su casa, en la calle Sainte-Anne, en París, después en Bonneval.
Después del paso del maestro se fundó, en Tours, el grupo de la calle du Cygne, del que Denis se convirtió en secretario. El Dr. Aguzoly, los señores Rebondin y Page, y los hermanos Huault eran sus principales miembros.
Allí, los fenómenos todavía fueron bastante mediocres.
Los mensajes obtenidos por la escritura, las manifestaciones de orden físico parecían más animismo que intervención de los espíritus. Las personas, pertenecientes a otros grupos, sufrían obsesiones bastante graves.
«Comprendí allí -añade – como es peligroso entregarse a la experimentación espírita sin preparación, sin protección eficaz, y esos ejemplos me hicieron reservado en tales materias.

La Guerra

Fue entonces que la guerra de 1870 puso fin a esas preocupaciones. Léon Denis ya tenía 24 años.
A pesar de haberse librado del servicio militar, debido a su vista ya sacudida, pero estando la patria en peligro, se dispuso a atender al llamamiento de las armas.
Después de las desastrosas batallas del comienzo de la guerra, el gobierno recurrió al reclutamiento de soldados en los departamentos que aún no estaban amenazados por la invasión alemana.
Léon Denis se unió en La Rochelle a los jóvenes solteros del 26º Cuerpo del Ejército en formación.
En el primer Batallón de la 1ª Legión de la Guardia, movilizada en Indre y Loira, rápidamente le ascendieron, como si ya hubiera ejercido esa profesión.

En 15 días, aprendí el manejo de las armas y las instrucciones del pelotón, para servir de instructor en mi batallón. A los 6 meses era sargento, me convertí sucesivamente en suboficial, subteniente y hubiera seguido ascendiendo, de no haber llegado la paz.

Desempañaba con autoridad la absorbente función de mayor, como recuerdan sus viejos camaradas de armas. Con su chaqueta azul marino, cara casi imberbe, el teniente Denis nos aparece, en una foto de la época, tal como nos gusta recordar: barbilla altiva, aire grave y resuelto, hombre responsable, ante todo. Pero nada de dureza bajo esta austeridad.
Sabemos, por algunos testimonios, que su puntualidad en el servicio y el escrupuloso cuidado en ejecutar las órdenes no alteraban de ninguna manera la sencillez de sus maneras, su urbanidad sonriente, su humor inalterable, salpimentado con una punta de ironía gala de cuño muy personal .
A su vez, añadimos que, además de sus funciones activas, era responsable del registro de los gastos de la cantina de los oficiales de su batallón. Como furriel, ellos no podían haber hecho una mejor elección. No faltaba trabajo para el teniente Denis, en el campo de Dompierre.
Alojado en Chagnolet, después del término del servicio, podía buscar distracciones en La Rochelle, donde numerosos camaradas llevaban vida muy alegre. Sin embargo, tales diversiones no eran capaces de satisfacerlo. Para él el trabajo, para los demás el placer.
El azar quiso que, incluso en Chagnolet, la cuestión espírita fuera nuevamente objeto de sus preocupaciones inmediatas. Durante algunos días, estuvo alojado en una enorme y antigua casa, situada en las proximidades del campo militar. Esta casa estaba encantada, era imposible dormir en ella.

Un sargento de mi compañía era médium -escribe- lo llevamos a esa casa, una noche de invierno, y nos colocamos en torno a una mesa, buscando descubrir el secreto de esas manifestaciones. La mesa enseguida se agitó, y después se tumbó por una fuerza irresistible.
Se rompieron los lápices y se rasgó el papel. Los golpes repercutieron en las paredes, se oían ruidos sordos. De repente, la luz se apagó. Una sacudida más fuerte que las precedentes hizo temblar la casa, después se perdió a lo lejos, en el silencio de la noche. Antes de dejar esta casa embrujada, supimos que había sido escenario de sangrientos acontecimientos.

Denis buscó un lugar más tranquilo. Al encontrarlo, invitó al sargento-médium y algunos colegas y empezaron a hacer experimentos. Era febrero de 1871. Se preguntaba con ansiedad lo que iba a suceder, al final de la guerra, con el país dominado, a merced de los alemanes.
Después de los combates de Monnaie, el enemigo estaba a las puertas de Tours y los convocados de Indre-et-Loire habían pedido en vano al general comandante del campo de Compierre colaborar en la defensa de su ciudad. La partida, sin embargo, estaba perdida. La caída del imperio era inminente.
La libertad, la fraternidad, la vuelta a las tradiciones de los grandes principios revolucionarios iban, sin duda, a retornar a la concordia nacional y abrir a toda Europa una fecunda era de paz.
El día 24 el grupo recibió la siguiente comunicación:

Alemania y Francia aguardan con ansiedad la reanudación de las negociaciones. Esperan la hora de la tan deseada paz, cuando todas las familias sabrán cuáles son los que faltan al llamado del corazón de una madre o de un hermano, los cuales maldice en ambas naciones a los tiranos que les robaron sus únicas esperanzas .
Entonces necesitaréis aprovechar la ocasión para esclarecer a vuestros hermanos. Hacedlos ver la grandeza de Dios. Consolar el sufrimiento. En una palabra, hacer el bien.

El día 28 hubo un mensaje sobre los mundos celestes, terminando con la frase profética, que tardó medio siglo en concretarse:

Mis amigos, un acontecimiento solemne se realiza ahora, según el deseo de los hombres. Es la paz, que acaba de ser firmada, y dentro de pocos días vuestras familias os abrazarán. En algunos años Prusia, a su vez, será derrotada y humillada. Orad, orad.
Firmaba: Lamennais

 

El Grupo de la Calle du Cygne

Cuadro Léon Denis
Cuadro de Léon Denis

Léon Denis regresó a la Casa Pillet para reanudar sus funciones interrumpidas por la guerra. Su padre había dejado completamente de trabajar. Era el hijo quien debía ahora asumir la responsabilidad de sostener a sus viejos padres.
Sin embargo, Francia humillada, disminuida a los ojos del mundo, aunque salvaba el honor, atravesaba una crisis interna dolorosa.
Las ideas republicanas se esforzaban por abrirse camino. Hijo del pueblo, generoso por naturaleza y apasionado por la justicia, el exteniente resolvió contribuir con todos sus recursos.
Servido por un don natural de comunicación, se dedica a la oratoria. El orador aplaudido en la Logia Masónica de los Demófilos, asume un papel importante.
Muy responsable en sus trabajos materiales, teniendo la confianza de su patrón, que aprecia sus méritos y lo tiene en gran estima, se dedica al estudio con una energía redoblada.
El grupo de la calle du Cygne estaba reforzado con alguien notable: el capitán Harmant, antiguo comandante del sector de la Puerta de Saverne, en Estrasburgo, ahora archivista del 9º Cuerpo, y las sesiones se reanudan con el Dr. Aguzoly, que tenía una curiosa facultad de videncia.

Se sabe que todo médium posee dones especiales que no se asemejan exactamente a los de ningún otro. En el estado de trance, el Dr. Aguzoly revivió, con notable claridad, escenas del pasado y describía sus visiones con rasgos característicos, que les daban un extraordinario relieve.
Bajo su influencia, Léon Denis, que ya era médium escribiente, se vuelve también médium vidente. Reconstituye, en el estado de vigilia, escenas impresionantes de la historia medieval y de la historia antigua.
Algunos de estos cuadros son, según indicaciones de su guía, relativos a vidas anteriores.
Como jefe guerrero de una tribu franca, exhorta a sus guerreros a una matanza de galos. Después, revive episodios de sangrientos combates, como hijo de un célebre «vikingo».
Es muy curioso, él describe, con el Dr. Aguzoly, los mismos cuadros, las mismas escenas, y esas escenas y cuadros se suceden en el transcurso de una sola reunión, como una película cinematográfica.
Y esas narrativas de salvaje crueldad se alternan con comunicaciones de espíritus familiares, con mensajes de serena filosofía, con exhortaciones afectuosas de Sorella, Egía, la consejera del grupo.
Ella tranquiliza, reconforta a sus amigos inquietos, ansiosos por el rumbo que toman los acontecimientos de la posguerra y de la revuelta.
Después de dar a sus amigos juicios consejos a propósito de la conducta que debían mantener durante las revoluciones sociales que se anunciaban, Sorella los anima a la labor:

Después de la noche vendrá el amanecer. Entonces sonará para vosotros la hora solemne cuando debéis elevar vuestra voz inspirada y esparcir a vuestro alrededor las preciosas doctrinas que os han sido confiadas como un sagrado depósito.
Sabed conservar ese valioso depósito, hacedlo fructificar en vosotros, porque prestaréis de él cuenta rigurosa. Pero vosotros no perderéis el fruto de vuestros estudios y de vuestros trabajos y sabréis devolver a los demás lo que os ha sido prestado.
Ahora prepárate para las tempestades. Pasarán, porque nada harán contra vosotros.
Sólo la fuerza de tu alma te protegerá. Si sabéis conduciros en las tinieblas, no os faltará el apoyo de los espíritus para vencerlas completamente. Esperanza y coraje.

Sorella es el genio bueno, siempre dispuesto a asistirlos en sus estudios y sus investigaciones. Es una hermana y una directora de conciencia. Sus instrucciones y revelaciones, sin embargo, siempre tienen un fin útil.
Un día, los amigos invisibles les dieron una noticia. Durand, el espíritu guía, les advirtió de que una sorpresa les estaba reservada y que no debían asustarse, sino aguardar en silencio y estar atentos.
El doctor se durmió y la campana sonó violentamente. Las pancartas golpearon la pared.
Léon Denis y el capitán notan, claramente, una forma humana cuyos contornos podían observar, cuando pasaba delante de la ventana iluminada. La sombra se dirige lentamente hacia la puerta del salón, donde se detiene un momento, después desaparece por la pared.
En cuanto al hecho, Léon Denis añade:

Cosa singular. No había ninguna mediumnidad en juego; Si hubo influencia fluídica, no sentimos. Los espíritus guías nos dijeron a continuación que se sirvieron de un espíritu muy inferior, que ellos habían ayudado con todo su poder, extrayendo los elementos de materialización de los fluidos ambientales, a fin de fortalecer nuestra convicción en la realidad del Espiritismo.

 

Entrenamiento de un gran Orador

Desde el año 1869, Léon Denis había recibido la iniciación masónica en la Logia de los Demófilos, de Tours.

Tras la guerra se convirtió en el orador más aplaudido. Dotado del verdadero don de la palabra, se entregaba al arte oratorio, bajo la inspiración de sus guías, sus únicos maestros de la elocuencia.

«¡Trabajo, coraje, esperanza! – le repetía Sorella –que esa sea tu divisa».

Amigo, tienes que consagrar todos tus placeres al trabajo espírita, al estudio. Es necesario, sobre todo, que te acostumbres a defender y esclarecer nuestra doctrina. No quiere decir que debas hablar de estas cosas en todo momento a partir de ahora. No, pero si es necesario que seas valiente, que te prepares, en silencio, para que la hora solemne que no sorprenda, sino que te encuentre listo.

Además de Sorella, Durand también lo asiste, siempre puntual, siempre fiel.

Debes trabajar para convertirte en un orador y un escritor. Con ese objetivo, prepara los textos y corrígelos. Después somételos a la apreciación de tus amigos. Si te hacen observaciones, ya sean justas o infundadas, acéptalas siempre de buen grado, después juzga íntimamente qué hacer.

Es necesario estudiar previamente el estilo, el encadenamiento de las frases en los autores que te serán indicados, posteriormente.

Evita sobre todo la abundancia romántica. Un estilo suave y severo al mismo tiempo, simple en la expresión, despojado de adornos inútiles y siempre pulido.

El 19 de febrero de 1873 hizo sus primeros exámenes oratorios ante cinco maestros espirituales, traídos por Durand. Sorella lo asistía, pero se emocionó como un candidato ante una comisión examinadora. Tras leer su segundo discurso le dijeron:

Está bien, excepto en algunos detalles fáciles de retocar. Los progresos alcanzados son evidentes y justifican las esperanzas que hemos puesto en ti.

El 17 de marzo, hablaba sobre Materialismo, en sesión privada, en la Logia de los Demófilos. El discurso precedente, que había marcado su debut en el arte oratorio, trataba de Patriotismo. El tercero era una apología del Espiritismo.

Temas diversos, propicios a discusiones de ideas generales, susceptibles de abordar las cuestiones que él reservaba para profundizar más adelante.

El tema Materialismo ante la Ciencia y la Razón requería todos los esfuerzos del joven divulgador y le llevaba a tratar el mayor acontecimiento de la historia contemporánea.

«Casi todas las cuestiones que agitan nuestra época tienen su punto de partida en la Revolución de 1789. Ella levantó-afirmaba él- el problema político y el problema religioso: gobierno de los pueblos por la Democracia, religión de las almas por la Ciencia»

Es un tema que desarrollaría más tarde en sus obras, con mucha profundidad .

Todavía son sólo ejercicios de elocuencia. Se abordan otros asuntos, pero todos convergen a la idea principal: la predominancia del Espiritismo. Trata, sucesivamente, del Evolucionismo, de la Religión Natural, de la Familia, del Centenario de la Independencia Americana, de Dios, el Alma y la Vida. Son charlas particulares, discursos de recepción o de fiestas de la Orden, que le servían como entrenamientos, en los que se ejercitaba para el papel que se esperaba de él.

Su tarea ya aparecía singularmente complicada, si consideramos que tuvo que consagrarse a una triple actividad: el trabajo profesional, el estudio y el manejo de la palabra.

Sin embargo, sus actividades comerciales eran menos desagradables, menos monótonas, más de acuerdo con sus gustos. Viajaba por cuenta de la casa comercial.

Su radio de acción fue regional al principio, pero él deseaba ampliarlo. Inicialmente, visita el centro, después las provincias más lejanas: Lorraine, Normandie, Bretagne, Périgord, Auvergne y los países vecinos.

En 1872 hace un rápido paso por Londres. En los años siguientes recorre Francia, en todos los sentidos. Los negocios están en franco progreso.

Inauguró, por su espíritu de iniciativa, un nuevo método de trabajo, en la época en que los viajeros comerciales se contentaban con hacer pequeños viajes, en un área restringida, que atendía a sus limitadas ambiciones.

Léon Denis, obediente a su sentido comercial, supo convencer a su patrón de la necesidad de ampliar su campo de trabajo. Y así, realizó viajes cada vez más largos y, sin duda, cada vez más provechosos.

Se nota su secreto contentamiento, su alegría sin igual, cuando le fue trazado su primer itinerario. En esta ocasión visitaría la región de Vaud, Suiza, Córcega, Lombardía, luego Argelia, Túnez, con un regreso por Italia.

Admiremos aquí cómo el destino se complace en atender a nuestros más osados ​​deseos y de poner a nuestro alcance los más ambicionados sueños.

Así, de la manera más fácil, sus más queridos deseos están en vías de realización.

Denis va a partir para un hermoso viaje. Además de la expectativa, se siente contento, porque Juana de Arco, antes de su partida, quiso entregarle un testimonio tan inesperado como precioso de su ternura y de su fe.

 

El hermoso viaje

Léon Denis a la edad de 50 años
Otra imagen de Léon Denis a los 50 años

El 27 de septiembre de 1876 Léon Denis dejaba Tours.

Siguiendo el camino más largo, recorrió la Auvergne: Clermont-Ferrand, Thiers. Después, atravesó el Velay, fue a Lyon. Visitó Fourvière y asistió allí, en casa de unos amigos, a una interesante reunión espírita. El 3 de octubre estuvo en Ginebra. Esta ciudad le encantó. Lausanne y la ribera del Vaud acababan de conquistarlo.

El incomparable cuadro de los grandes Alpes, el enorme espejo líquido del Leman, la amplitud del horizonte lo conmociona hasta sus más íntimas fibras.

Le conquistó la seriedad, la amabilidad de las poblaciones ribereñas, tan cerca de nosotros por la identidad de origen, la lengua y la urbanidad de las costumbres.

Algunos días más tarde estuvo en pleno Valais.

Se encuentra en Sion, una localidad muy pintoresca, pero sucia. Llueve. Los carros, tirados por bueyes pelirrojos, van a trompicones por las pésimas carreteras de la montaña. Los habitantes de la región recogen los cestos de las vendimias, en sus aldeas escondidas.

Afortunadamente, al día siguiente, a su partida, un sol radiante disipa la bruma que envolvía las laderas. Las cimas aparecen, cubiertas por sus nieves resplandecientes.

En Brieg, el escenario es maravilloso. Había que parar. Era necesario cruzar Simplon en coche. Un ingeniero valdense se convierte en compañero de viaje de Léon Denis. Ambos almuerzan en un restaurante para turistas. ¡El viaje es encantador!

Detrás, los montes deslumbrantes de Tourtemagne y el valle de Zermatt. Los campanarios de las aldeas, de techo metálico, el torrente del Viège relucen con un fulgor especial, produciendo un curiosísimo efecto.

En Bérisal un joven inglés sustituye al ingeniero. Una inmensa perspectiva acaba de abrirse sobre el Valais. El río corre, a lo lejos, entre los montes, como una cinta plateada. El camino tiene sinuosas curvas. Los viajeros, a pie, suben a través de los pastizales y de los altos pinares.

En Cavalrienberg descubren el Finsteraahorn y el alto Oberland. Cuando llega la noche es necesario parar y pernoctar en la montaña, en una posada.

Al día siguiente, a las 7, prosiguen el camino. La vista es magnífica. Brieg aparece allí abajo a una profundidad espantosa. Nieve y glaciares brillantes por todas partes. No hay vegetación. Las altas cumbres se revisten de un aspecto grandioso, pero desolado, de una austera soledad.

El 12 de octubre, llega a Milán, la bella capital lombarda, toda ruidosa y animada por una vida intensa.

¡Venecia, sin embargo, lo llama! ¿No habría ya recorrido, en sueños, la ciudad de los dogos? ¿No la había visto, en un cuadro extrañamente sugestivo y fijado para siempre en su memoria, sus deslumbrantes espectáculos en el tiempo de su esplendor?

En una jornada de calor y polvo. Bérgamo y su viejo castillo. Brescia, Lonato, de donde se ve el lago de Garda. A lo lejos, Verona y luego Vicenze desfilan delante de sus ojos maravillados.

Sobreviva la noche, pero el viajero pronto ve brillar los fuegos de Venecia. Atraviesa el puente, la estación. Las góndolas están esperando. De repente, es la extraña impresión de soñar despierto, mientras la embarcación se desliza entre las tinieblas de las murallas, con el tintinear de la luz de la luna. Después de pasar el resto de la noche en su albergue, Denis se levanta muy temprano para admirar la curiosa ciudad en su gracia matinal. Fue a la Plaza San Marcos y luego a la Basílica. Subió al famoso campanario, de donde se descortina la ciudad toda rodeada por el mar luminoso. A continuación, está en el palacio Ducal, y observa las obras de Ticiano, Tintoreto y de Paolo Veronese. Quiere ver todo: los museos, las escaleras y las estatuas, las plazas y las iglesias, hasta el gueto sórdido y leproso.

Por la noche, después de un último paseo en la plaza, aún se entretiene, envuelto por los esplendores de esa ciudad sin igual y embriagado por su perfume violento, en la terraza del Café Floriani, para admirar visión nocturna del gran canal.

Antes de dejar estas maravillas, y para que sus padres sean informados de su alegría, él les escribe, envuelto por el entusiasmo de sus primeras impresiones:

Venecia, Hotel della Luna.

Queridos Padres,

Ver Venecia y luego morir, dicen los italianos. Entonces, puedo morir, he visto Venecia.

Pasé aquí todo el domingo. Mientras, en Francia, envueltos por la política, todos mis compatriotas corren a la votación, yo sueño de día, contemplo Venecia resplandeciente de gracia y de belleza, bajo un cielo azul y sin nubes.

Desciende del campanario de San Marcos una torre cuya terraza domina la plaza, a 100 metros de altura. Me quedé allí más de una hora, no pudiéndome desprender de ese maravilloso espectáculo de Venecia, en medio de un mar bañado de luz.

Las tres campanas del campanario sonaban a mi lado, lanzando en mis oídos un sonido ensordecedor. A su señal, todas las iglesias de Venecia – existen más de cien – empiezan a tocar sus campanas. El sonido se elevaba de todas partes y formaba un extraño concierto.

Sí, Venecia es hermosa. Es la más bizarra y la más cautivadora ciudad que he conocido. ¡Qué bueno es vivir aquí!

¡La naturaleza es tan suave, el sol tan acariciante y el mar tan azul! Sin embargo, ¿por qué la población es tan mala, tan vengativa y tan sórdida? ¡Dios mío! En todas partes, desgraciadamente, al lado de las maravillas creadas por el genio humano, aparecen llagas revueltas: pereza, mendicidad, pasiones furiosas…

¡Cómo describir esta ciudad! Es imposible encontrar términos que le hagan una fiel imagen. ¡Maravilla de las maravillas!

He escuchado misa en la Basílica de San Marcos, esta espléndida iglesia donde se acumulan todas las obras maestras del arte veneciano y oriental (mármoles, mosaicos, joyas preciosas y reliquias).

Los ojos quedan deslumbrados con todas esas preciosidades. ¡Y el Palacio Ducal y el de los Procuradores! Un mundo de admirables monumentos que se elevan alrededor de esta plaza San Marcos, célebre en todo el mundo.

Conviene ver, desde el muelle de las Esclaves, extenderse el mar sobre el cual el sol arroja sus rayos dorados. Y las góndolas se deslizan, rápidas, silenciosas, sobre el agua tranquila y transparente.

A lo lejos, las islas, el Lido, San-Pietro di Castello, La Giudecca, San-Giorgio Maggiore, etc. Venecia entera, sus innumerables bóvedas, sus calles estrechas, sus puentes, sus plazas animadas y ruidosas. Alrededor de ella, lagunas y el mar, por todas partes…

¡Nunca olvidaré Venecia! Soy como un estudiante haciendo novillos y nadie debe saber que he venido aquí. Pero, tan cerca de Venecia, ¿cómo podía resistir el deseo de verla?

Al día siguiente regresó a Milán, después estuvo en Turín. A continuación, sus negocios lo llevaron a Menton, desde donde siguió a Génova por la Riviera italiana y desde allí a Livorno, a fin de embarcar hacia Córcega.

Estamos a finales de octubre. Léon Denis peregrina por los magníficos bosques de Cervione. ¡Qué importa que los hostales sean mal olientes y la comida deje mucho que desear!

La isla de belleza, la magia le envolvió completamente. Era necesario parar en Piedirocco. Los animales estaban muy cansados ​​y el día siguiente era el día de Todos los Santos.

Denis consagra, por lo tanto, ese día para un paseo solitario, en la montaña, por los pedregosos caminos, bajo los grandes castaños. En el profundo silencio, sólo se oye el brote de los torrentes en el fondo de los valles y el grito estridente de los halcones en el cielo azul.

Al día siguiente, al mediodía, en un viejo carro tirado por un asno, Denis llega a la ciudad de Corte. Ante el panorama sublime del Monte d’Oro, le sirven un suculento almuerzo, en un albergue perdido.

Vuelve a Marsella. Después de un corto descanso, se embarca hacia Argelia, donde llega el 20 de diciembre, con un cielo cubierto. Al día siguiente, sin embargo, el cielo está sin nubes. Admira ese nuevo espectáculo para él, el ruido inusitado, las escenas indescriptibles de la vida árabe.

Tras visitar Argel y Casbah, la Blidah, la reina del Sahel, lo deja totalmente deslumbrado. Pero allí, nuestro viajero es visiblemente tentado por el deseo de penetrar más profundamente en la vida indígena, de dejar las rutas comerciales concurridas para adentrarse en la montaña, en el corazón del país. De las excursiones en tierra africana, el representante de la Casa Pillet, de Tours, debía guardar muchos recuerdos de contratiempos y de decepciones, pero que soportaba con buen humor.

Viajando desde Abkou a Philippeville, de allí a Guelma, después a Bône, sacudido en los trenes, en las diligencias o en el lomo de los burros, activo, curioso y encantado por todo, realizó una travesía muy difícil para llegar a Túnez. Sus molestias habían comenzado desde el embarque. Al llegar al muelle en el último momento, cuando ya suspendían la escalera, se vio obligado a agarrarse y a subir a bordo con la fuerza de sus manos.

Léon Denis quería ver Túnez antes de regresar por Italia. Deseaba visitar las ruinas de la antigua Cartago y navegar en el fabuloso mar que alimentó nuestra civilización.

Es en el corazón de la ciudad indígena que busca descubrir los aspectos más originales de la vida musulmana.

De esas floridas terrazas, quiere contemplar una vez más el espectáculo del sol poniente en tierras africanas. Aquí está el cuadro que él nos traza con su pena admirable:

La noche se acerca. El sol, ya por debajo del horizonte, arroja sus últimos rayos sobre Túnez, dorando las murallas y los edificios.

A lo lejos, las montañas se tiñen de colores variados, pasando, sucesivamente, del azul al rosa suave y al violeta. A medida que el disco solar se oculta, los colores se suavizan y se sumergen en el crepúsculo. Luego las más lejanas cumbres se iluminan y se dejan dorar por las luces del sol poniente.

Más tarde fue a Sicilia, visitó Catania, populosa y miserable; Taormina, que se encuentra en una roca calcinada; Messina, con sus venerables iglesias, siempre curioso por todo, recorriendo el muelle de esas ciudades, en medio de primitivos carros de bueyes, conducidos por carriles de semblantes salvajes.

Sin embargo, hay que caminar rápidamente, porque el tiempo pasa rápidamente.

El 15 de diciembre, Léon Denis se embarca en el «Marco Polo», con destino a Nápoles. Observa, en la popa del pequeño barco, los animados grupos de pasajeros del Estrecho de Messina. La proa vence los remolinos espumosos de Charybde. Después de una pésima noche, el «Marco Polo» entra en la bahía de Nápoles.

El corazón del viajero late de emoción ante el inolvidable espectáculo. Después de desembarcar y alimentarse debidamente, se dirige a Capo-di-Monte, de donde retorna decepcionado por no haber podido visitar el Palacio Real. Se dirige entonces a Chiagga, donde desfilan los suntuosos carruajes de la aristocracia napolitana. En Margellina, a pesar del viento frío, para contemplar la maravillosa puesta de sol sobre el mar.

Dos días después, habiendo hecho la obligada visita a las ruinas de Pompeya, parte para Roma.

De la ventana del tren en que viaja, ve desenrollar el conmovedor panorama de los lugares consagrados por la historia. Después de los Abruzos estériles, surgen luego cubiertas de nieve, las montañas del Lacio, la Sierra de los Volscos y, por el mar, el promontorio de Circe. Después, la región de los Sabinos, Albano, Frascati y, a continuación, los campos de Roma. A lo lejos aparece la ciudad Eterna, con sus cúpulas, sus campanarios brillantes bajo el cielo azul, todo destacándose en tonos gris sobre el fondo resplandeciente de los Apeninos.

A la izquierda la Vía Ápia y sus tumbas y por todas partes acueductos, arcos semidesmoronados, innumerables ruinas, todos los vestigios que hablan bien alto al alma de un hijo de la latinidad.

Su primera visita fue a la Basílica de San Pedro.

Los rayos del poniente, penetrando en los cristales, arrojan reflejos llameantes sobre las columnas de mármol precioso, sobre las tumbas de los papas, sobre el oro y los colores. El genio del Catolicismo allí está manifiesto, o mejor, el sentimiento religioso, sin nada más, de los hombres del Renacimiento.

Denis consagra el día siguiente a la Roma de los Césares. Sube el Capitolio, visita el Coliseo, las Termas de Caracala. Ante las formas puras de los pórticos, evoca los grandes días de la antigüedad.

Después de cenar, sale a gozar del espectáculo de las ruinas, iluminadas por la Luna. En compañía de un joven holandés, va al Coliseo. El edificio, de noche, presenta un aspecto extraño. De repente, le parece como la tumba de todo un pueblo.

Los visitantes son numerosos. Sus antorchas errantes producen reflejos fantásticos en las galerías profundas. El Foro, a los claros de la Luna, reviste un aspecto mágico. Sobre Roma dormida se extiende el cielo lleno de estrellas. El silencio nocturno, en medio de estos emocionantes fragmentos de la historia, llena al visitante de una impresión inolvidable. La visita al Museo del Vaticano, en el patio del Belvedere y en la Capilla Sixtina, la completará al día siguiente con la visita al Museo del Vaticano, frente a auténticas obras maestras del arte antiguo y del renacentista.

Es preciso, sin embargo, abandonar las meditaciones sublimes. Las exigencias de la actividad comercial no casan con esos bellos sueños.

¡Adiós, Reina de la Triple Corona! Quien te ha visto una vez, jamás podrá olvidarte. Aquel que ahora está volviendo, a través de la Toscana, a su jardín de Francia envuelto bajo un cielo de invierno, lleva para siempre, grabado en su recuerdo, entre tantas visiones varias, vuestra cara venerable, donde se imprimió, para los siglos, un momento de la belleza del mundo.

Otro viaje

Léon Denis quiere volver a Italia, visitar con calma, sus ciudades y sus museos. A menudo vuelve a Argelia, donde le llamaban las obligaciones de la casa en la que trabajaba y, más tarde, su tarea como promotor espiritualista.

Como un niño, inclinado sobre su Atlas, durante los años de estudio, el hijo del oficial de Foug Mason soñaba futuras aventuras, con largos recorridos por el mundo. Y he aquí, que estas quimeras se realizaron en parte.

En uno de esos viajes “hacia todas direcciones”, debía ir de Barcelona para La Haya, de Nantes a Milán. Pero él tenía su propio sistema de viajar. El turismo para él era recorrer todo un país con sus propios recursos, con la única ayuda de un mapa militar.

En 1871, en La Rochelle, se había formado en topografía. Con motivo de la guerra, se hizo de los mapas de inventario que había disponibles en las oficinas de la 26 División. Llenó de ellos sus bolsas. Nunca dejó de llevar los que podría utilizar en sus excursiones, experimentando a veces, gracias a este procedimiento, un placer malicioso en el esclarecimiento de los locales acerca de su propia región.

Por este medio, ni las ruinas históricas, ni el más mínimo detalle escapaban a sus investigaciones y mostraba por lo tanto un conocimiento perfecto del país visitado.

Era  un gran caminante. Lo que llamamos el confort no entraba en sus preocupaciones. Normalmente comía bajo un árbol, en el borde de una fuente o un río. Sacando de su bolsa de comida del supermercado, comía el almuerzo como un simple nómada. A veces iba a un pueblo cercano para disfrutar de su comida en un hostal con una simple tortilla o un trozo de tocino. En lugar de un buen hotel de alojamiento en la ciudad, prefería dormir en la sencillez de una casa de montaña. Las cumbres le atraen; le gustan los lugares altos. Aquí la comida es a menudo escasa, pero ¡que saludable es para el espíritu!

Un día en un bosque de Chinon, que conocía muy bien, ve un ciervo desesperado que huía. El hermoso animal estaba jadeante. Escuchando el ruido de los perros y los cazadores que se acercan cambia rápidamente de dirección, da un salto prodigioso y se adentra en el interior del bosque. Los perros olfatean en vano; el rastro se pierde. Los cazadores preguntan a Léon Denis, que les dice haber visto, hace algunos momentos, al animal cerca de él.

– ¿Y por qué no lo asustó para que se volviese? – dijo uno de ellos.

– Evité hacerlo – replicó imperturbable, riéndose por dentro por la decepción y el desaire de los cazadores.

De todos los espectáculos de la naturaleza, nada le encantaba tanto como la montaña. Su lema «¡Siempre más alto!» Aplicado tanto al mundo físico como al espiritual.

Cada una de las muchas cartas ilustradas que envió a su madre cuando viajaba, llevaba una cruz marcando el pico que había ascendido.

Andar dilata los pulmones y, al mismo tiempo, el alma.

No despreciar el esfuerzo, el placer de superar el obstáculo, subiendo los picos con el fin de contemplar panorámicas que escapan a vuestros ojos cuando utilizáis una máquina.

A menudo subía los Pirineos en Gavarnie, y el Pico de Gers, y cruzó los Alpes en Saint-Bernard y Simplon.

La naturaleza le reveló, uno por uno, los secretos que normalmente no estaban en los libros.

En este sentido, se puede anticipar que sus numerosos viajes contribuyeron en gran medida al pleno desarrollo de su personalidad.

 

El representante de la Liga de Educación

Carta de Léon Denis
Carta de Léon Denis del 18 de Junio de 1883. Tours. Con el membrete de la Liga Francesa de Educación

En 1872, siguiendo el impulso surgido en todo el país por la Sociedad de Educación, se organizó un círculo regional en Touraine.

Se sabe que el loable propósito de esta Liga: estimular la instrucción de la gente en lugares desprovistos de las escuelas; trabajar por la donación de libros, lograr subvenciones especiales para la creación de cursos para adultos y bibliotecas populares. Era, una gran federación intelectual sin ningún obstáculo burocrático, cuyo objetivo era que Francia adopt la educación obligatoria, gratuita y laica, y lograse una escuela independiente de la iglesia.

Comenzó a trabajar en Indre-et-Loire con la modesta fundación de una biblioteca de unos 600 volúmenes.

Carta de Léon Denis
Continuación carta de Léon Denis del 18 de Junio de 1883. Tours. Con el membrete de la Liga Francesa de Educación

El 16 de mayo, la Liga comenzó a ser combatida. En Tours, al Círculo se le había prohibido la distribución de ciertas obras de su catálogo y por lo tanto la disminución de su actividad. Pero el trabajo subsistía gracias al celo de sus fundadores.

El Dr. Belle, adjunto de Indre-et-Loire, que fue sinceramente imbuido de las ideas republicanas, se encargó de la dirección del círculo y le imprimió un fuerte impulso. Descubrió al joven viajante de la Casa Pillet, que destacaba por su inteligencia y su actividad y lo puso como secretario general del Círculo. No podría haber hecho elección más feliz. Hijo del pueblo, había vivido en primera persona la desigualdad educativa y Léon Denis se dio por entero a la tarea que le acababan de confiar.

El 15 de septiembre 1878, el Círculo Touraine fue inaugurado con una gran conferencia, bajo la dirección del Dr. Belle.

Léon Denis, no sin maestría desarrolló el tema de la educación popular. Fue la primera vez que se presentó públicamente y enseguida se descubrió que era un gran orador.

Encontramos esta declaración que apareció en un artículo al día siguiente en L’Union Liberale , periódico de Tours y el departamento de Indre-et-Loire.

«El Dr. Belle le dio la palabra al Sr. Denis, secretario de la Liga, que dio un notable discurso en el que mostró cualidades oratorias de primer orden, recibiendo un caluroso aplauso y un éxito total.

Es con gran placer que me uno a las ovaciones de los jóvenes al final de su discurso, a la de todos los miembros de la junta y a todo el auditorio».

Como hemos visto, la sencillez y la claridad son sus cualidades dominantes y una constante de su talento.

Las siguientes declaraciones caracterizan el arte del joven propagandista:

«El Sr. Denis tiene las cualidades que distinguen a un buen orador: conocimiento profundo, memoria prodigiosa, elegancia en la forma, armonía, gestos de sobriedad y, sobre todo  presencia que hace que su elocuencia, especialmente comunicativa, logre pronto la simpatía de la audiencia.«

Como secretario general del Círculo de la Liga de Educación en Tours, realizaría una serie de importantes conferencias en las ciudades del oeste: Tours, Le Mans, Angers, Nantes, Poitiers, etc.

En 1880, pronunció una de sus primeras conferencias importantes: «El Progreso». Posteriormente en cuatro ciudades diferentes: Tours, Bourgueil, Château-Renault y Orléans. Esta brillante conferencia, con alto contenido literario, se publicó en un folleto el mismo año, a petición de sus muchos oyentes.

«Lo que es notable en Léon Denis es que nunca se presenta para el exhibicionismo. Su palabra es siempre honesta y sensata; los temas tratados con siempre elevados. De corazón lleno de vida y un alma fuerte. (…)

Sólo tenemos una crítica para Léon Denis: es demasiado modesto«.

Jean Macé quería proponerle al Senado.

-Le aseguro que no soy el primero en pensar en su candidatura.

Leon no podía aceptar tal oferta, a pesar de que era el mayor de los elogios. Ciertamente, tenía las cualidades necesarias para una carrera parlamentaria. Podría manejar la palabra, excitar a una audiencia. Tenía la sencillez y la alegría que atraen, de convicciones sólidas y ardor combativo. Sin embargo, carecía de ambición política.

 

Su misión

El materialismo invade en fuertes oleadas una marea perjudicial. El positivismo domina en la Universidad.

El idealismo es despreciado, el Espiritismo objeto de burla. Los creyentes de todas las denominaciones junto a los ateos, ridiculizan y, tratan de aniquilar a la nueva doctrina. Sin embargo, Léon Denis, se enfrenta a esa tormenta. Los compañeros invisibles están a su lado para animarle en la lucha.

Le dijo Juana:

Valor, amigo siempre estaremos contigo, para sostenerte e inspirarte. Nunca estarás solo. Esto significa que se te dará el tiempo para cumplir con tu trabajo.

Quien, durante medio siglo, ha sido su guía, su mejor amigo, aún más, su padre espiritual, Jerónimo de Praga se comunica por primera vez en una sesión, en medio de un grupo de trabajadores en una barrio de Le Mans, el propio Léon Denis lo describe así:

Ciertamente ninguno de los trabajadores conocía la historia del apóstol Checo. Yo sabía que el discípulo de Jan Huss había sido quemado vivo como su maestro, en el siglo XV por orden del Concilio de Constanza. Era una reunión con 12 personas, alrededor de una mesa de cuatro patas. Sólo dos médiums mecánicos y una mujer apoyaron sus manos en la mesa. Esto es lo que la mesa dictó por medio de movimientos rítmicos y solemnes:

¡Dios es bueno! Su bendición se extienda sobre ti como el beneficioso rocío, ya que los consuelos celestiales se prodigan sólo a aquellos que buscan la justicia.

Luché en la arena de la tierra, pero la lucha era desigual. Tras mis cenizas surgieron valientes defensores, que siguieron mi ruta. Todos ellos son mis queridos hijos.

En marzo del año siguiente recibe la garantía formal de Jerónimo de que su asistencia no le faltará un solo día. Y como Léon Denis todavía se pregunta si su salud le permitirá estar a la altura, recibirá el siguiente mensaje:

Valor, la recompensa será hermosa.

Debes comenzar la lucha que tus guías te habían anunciado sus hacía 10 años.

Había llegado el momento.

Y se mantiene firme bajo su lema: «¡Siempre más alto!«

 

Sus primeras obras literarias

Léon Denis
Léon Denis

Sus primeras publicaciones datan de 1880. Se inician con un folleto de unas 50 páginas, titulado Túnez y la isla de Cerdeña. Eran recuerdos de un viaje a través de los países mediterráneos y de Berbería. Este pequeño libro está escrito en un estilo firme y colorido, enriquecido con hermosas descripciones y notas originales.

Para Léon Denis todo viaje contiene materiales para una evaluación exhaustiva de los países visitados. Es como un reportero.

Las mismas cualidades de estilo, la misma frescura en sus impresiones tienen otras dos novelas que escribió, probablemente por la misma época: El médico de Catania y Giovanna.

En Giovanna  Léon Denis pinta un esquema muy preciso de lo que podría llamarse novela de género espiritista.

La acción tiene lugar en Italia. Señalamos, de paso, la influencia ejercida sobre su viva sensibilidad la tierra clásica de las artes, cuya lengua hablaba y cuyos poetas solía citar.

Giovanna es una hermosa chica comprometida con la miseria de su alrededor; que aparece entre los hombres, para consolarles por su fealdad física y enfermedad moral y volver pronto a su verdadero hogar: el Cielo.

El folleto Progreso, publicado en 1880, bajo los auspicios de la Liga de Educación, contiene el texto de una de sus primeras conferencias, texto al que se añadió un complemento filosófico.

Hemos dicho anteriormente que Léon Denis no podía, en ese momento, desarrollar su pensamiento en sus discursos. Estaba atado a ciertas precauciones, ciertos prejuicios frente a un público que no estaba preparado para pensar libremente.

La tesis Progreso – ley de la solidaridad que une a todos los tiempos y todas las razas -. Con este argumento, desarrollado con los medios de expresión más simples y más sugerentes, al mismo tiempo, sale en 1885, el famoso folleto El por qué de la vida. En 70 páginas Léon Denis explica, sin ideas preconcebidas, el problema de la existencia.

Este folleto, al mínimo precio y de agradable lectura tuvo una enorme aceptación en Francia, Bélgica y otros países, el éxito perduró y tuvo sucesivas ediciones, en las que Léon Denis se limitaba a a actualizar el capítulo de las evidencias experimentales.

 

El Congreso Espiritista Internacional  de 1889

En el Congreso se habían reunido las principales escuelas espirituales: los Kardecistas, los seguidores de Swedenborg, los teósofos, los cabalistas y los Rosacruces.

La sesión inaugural fue presidida por Jules Lermina, asistido por el filósofo Charles Fauvety, la duquesa de Pomar y Marcus Veze y Eugène Nus.

Era un verdadero Areópago de celebridades. Uno de los ponentes era el Dr. Encausse (Papus), un ocultista que en ese momento dirigía la revista hermética Iniciación.

La primera Comisión se ocupa de Espiritismo en general; la segunda se hizo cargo de la filosofía y los problemas sociales; la tercera del Ocultismo; y en cuarto lugar, la divulgación. Esta última fue presidida por Léon Denis, que pronto atrajo la atención del Congreso y su primer discurso se entremezcla con aplausos.

Sin duda, había hombres de gran aprendizaje y alto mérito en el Congreso, pero ninguno de ellos hablaba un lenguaje tan ardiente, con tanta convicción. Léon Denis ya se mostraba como el magnífico conductor de almas que sería toda su vida.

Ese primer encuentro no estuvo exento de fuertes desacuerdos sobre ciertos puntos de la Doctrina Espírita.

Fue durante estas discusiones que el joven maestro apareció por primera vez, como el defensor más seguro de la tesis Kardecista. El distinguido Presidente del Congreso no aceptó esta tesis sin resistencia al final de su discurso del 11 de septiembre, con todas las secciones ensambladas, y el presidente emitió una idea panteísta de Dios:

«No habéis de creer en un Dios que no se puede aprehender»

Entonces, un malestar repentino impidió al orador continuar su discurso. Inmediatamente, Léon Denis tomó la palabra para presentar sus observaciones. Después de un breve preámbulo, fue derecho a la cuestión, en referencia a las pequeñas escuelas disidentes, que criticaban la obra de Allan Kardec:

«Ellos se han esforzado por dar a conocer, en Francia, un Espiritismo positivista, una doctrina seca y fría que no tiene nada en común con el Espiritismo.»

Entonces, tomando la defensa de Kardec habló con tacto y fuerza admirable.

En su informe en la revista L’Étoile , entonces dirigida por René Caillé, el secretario general de esa publicación, el cura Rocca, alma ardiente y sacerdote de fe cristiana, decía:

«Destaco las apasionadas improvisaciones del Sr. Denis de Tours, que habló durante más de 30 veces, siempre con la misma ilusión y el mismo éxito.»

 

Después de la Muerte

Libro Después de la Muerte Léon Denis
Imagen libro Después de la Muerte de Léon Denis

Es la primera gran obra de Léon Denis, apareció a finales de 1890 bajo el título Después de la Muerte, con el subtítulo: Filosofía de la Exposición de los espíritus, sus bases científicas y experimentales, sus consecuencias morales .

El Congreso Espiritista Internacional, había aprobado que se publicase un resumen de la filosofía espiritista en una edición popular.

El autor precisamente había informado previamente a sus colegas que estaba preparando una obra:

«Va a ser una obra de 300 páginas, realizada en un espíritu de eclecticismo y reconciliación de todas las escuelas, pero basado en las enseñanzas del fundador de la doctrina, con sus principios tan lógicos y tan sabios.»

A pesar de sus loables esfuerzos, no logró condensar el contenido en 300 páginas. El libro contenía 334, pero nadie se quejó.

La quinta parte de la obra logra el aplauso unánime de la crítica.

«La parte moral es una verdadera obra prima. – dijo Bosc – Nos gustaría verla en una reimpresión separada; ya que es, en sí misma, un pequeño tratado sobre la virtud que debe estar en manos de todas las personas. No se puede, después de leer El camino recto, no ser mejor que antes de la lectura de este bello trecho filosófico».

La misma nota de cortesía estaba en las agencias puramente literarias como la Revue des Temps Nouveaux , donde Gaston de Hailly escribió:

«No conozco ningún libro tan bien elaborado, escrito en un estilo más correcto y más elevado.»

«En este marco restringido, toda la doctrina se expone con una lucidez y un encanto que hacen agradable y el alcance de cualquier lectura inteligencia.

Antes de la publicación de la obra, El 29 de Octubre de 1890, Léon Denis leyó los capítulos finales, durante una sesión y su guía habitual, Edouard Périnne comentó:

«Vuestro razonamiento es muy seguro y no hay nada que añadir, nada que quitar. Toda la verdad prevalece, tal como debe ser y da en el blanco; todo está claro y es elegante en su estilo.

Para las masas que deben leer y que espero lean estas páginas puedes suavizar ciertos puntos amargos, despertando su imaginación. Me refiero al tiempo que normalmente transcurre entre las pruebas impuestas y la recompensa. Reafirmo todo el encanto de estas páginas, a pesar de la gravedad del asunto.»

No hay nada que añadir a esta apreciación del noble espíritu, que durante muchos años, fue instructor y asesor del autor de este notable libro.

Cuando el Léon Denis, unos años más tarde, hizo una nueva edición de su libro, revisada y considerablemente aumentada, las apreciaciones de la prensa fueron sustancialmente todavía más elogiosas. Alexandre Hepp, en Le Journal , escribió:

«Hay un hombre que escribió el más bello, el más noble y el más precioso libro que he leído nunca. Su nombre es Léon Denis y su libro Después de la muerte.

Léanlo, y una gran piedad, más liberadora y fecunda, vendrá súbitamente a acabar con  nuestras tristezas, con nuestro miedo a la muerte y con nuestro gran dolor por aquellos que creemos perdidos».

Le Temps , a su vez, presentó el trabajo en estos términos:

«Este libro es realmente notable. Tiene todas las cualidades que puede asegurar el éxito. Aunque eminentemente clásico, profundo y serio, de sus páginas irradia una luz brillante y están impregnadas de una apasionada elocuencia.

Como su título indica, se trata del formidable problema del destino humano y da una solución a este tema tan controvertido: el por qué de la vida. Problema difícil, de hecho, pero tratado con tal estilo y encanto, que ni una sola página de lectura es estresante o carente de interés».

Dijo Ducasse-Harispe en Analizar et Sunthèse :

«Todo el libro es bueno y nos impulsa a ser mejor. Leed este libro. Es una filosofía serena y profunda, en un lenguaje florido y brillante. Ciertas páginas son una magnífica elocuencia y todo él es  impecablemente correcto. Es un libro serio pero al mismo tiempo atractivo como una novela. Es un libro para guardar y volver a leer.

En la inundación de las producciones más bajas o groseras que invaden las librerías y bibliotecas, la labor del Sr. Denis es una flor desgarrada, que flota en un mar infecto.

Cuando hay hombres que escriben libros de esta naturaleza y otros hombres para disfrutar de ellos, se puede esperar que surjan en nuestro país días mejores, que no todo está perdido y que el saneamiento moral de nuestra amada Francia no es una quimera.»

Un ateo que acababa de perder a su esposa le escribió:

«Yo no ignoraba totalmente lo que era el Espiritismo, pero cuando uno se encuentra en buen estado de salud, aún lejos de la vejez, sigue esperando mucho tiempo de vida, ¿por qué molestarse con estas cuestiones del más allá?

Delante de la inmensidad de los mundos, a veces se tiene la intuición, hasta la certeza de una inteligencia creadora, pero esta impresión es pronto sustituida por preocupaciones menos abstractas.

Dios sólo nos interesa en apariciones fugaces. Se piensa, antes de nada en vivir y vivir bien. Pero de repente se abre ante nosotros el abismo de la muerte.

He leído desde entonces, los libros de Allan Kardec. Leí los vuestros y otros, que se ocupan de las cuestiones espiritistas. Leí Después de la muerte y lloré con las lágrimas más abundantes y más sinceras de toda mi vida.

Escritores, periodistas y pensadores han dicho que usted ha escrito un bello libro. No es sólo eso.

Me gustaría ser rico, muy rico, para editarlo por millones y verlo por todas partes, por toda la Tierra. Nunca nada ha sido, ni creo que será nunca escrito en  lenguaje alguno, que pueda haber sido tan grande y tan hermoso».

Cuando un libro recibe tal homenaje es porque tiene en sus páginas la chispa sagrada.

 

Conferencias en Palacio

En 1892, la duquesa de Pomar, le invitó insistentemente a hablar de Espiritismo en su palacio, una famosa reunión que congregó a las personas más notables y famosas de París.

Hasta ese momento, Léon Denis solamente había hablado con audiencias heterogéneas, donde dominaba el elemento popular. Ahora bien, esto era una audiencia formada por damas de la alta sociedad, de bellas damas movidas por la curiosidad, de hombres de la alta sociedad y eruditos, sabios, más o menos escépticos. ¿Qué respuesta debía dar?

«Las dificultades para convencer son más grandes – le respondieron sus asesores habituales – pero el éxito, cuando se logra, satisface más que en otros ambientes más sencillos.»

Léon Denis aceptó la invitación. El magnífico éxito de su trabajo le había atraído la atención del culto público. El autor de Después de la Muerte era ahora mucho más que un profesor de provincia, y ya era considerado un escritor de éxito. Los grandes periódicos, las revistas le habían hecho una propaganda inesperada; las sucesivas ediciones de sus libros se agotaron rápidamente.

Fue en el salón de baile de este palacio al que he hecho referencia, que Léon Denis pronunció el 7 y 14 de junio de 1893, dos conferencias sobre Espiritismo. El senador Dide, Petit, Joseph Fabre y Flammarion habían hablado previamente acerca de la Ciencia, la Historia y la Astronomía.

Nos apresuramos a decir que el representante de Tours fue escuchado religiosamente. Entre los asistentes estaban las personas más importantes de la capital, junto a duquesas, barones, marqueses, académicos, escritores y artistas.

Consagra el año 1895 a la exposición «El problema de la Vida y el Destino» y «La idea de Dios.»

El siguiente año es «El milagro de Jeanne d’Arc». En 1897 bate un record de 25 conferencias sobre temas previamente tratados.

Las listas están en todas partes: Bruselas, Amberes, Nancy, Blois, Lyon, Grenoble, Montpellier, Toulouse, etc. En 1898, con ocasión de la quincuagésimo aniversario del Espiritismo, se expande aún más su alcance; habla en La Haya, luego desciende a Marsella. En 1899 hace 14 conferencias sobre «El Espiritismo en el mundo y la idea de Dios.»

En ese momento Léon Denis desarrolla una gran actividad. A pesar de la ardua tarea que debe cumplir el valiente guerrero experimenta una gran alegría interior.

Ya se acerca el día – tiempo tan ansiado – en el que, después de haber ganado su independencia económica, puede dedicarse sin reservas a su misión.

Es la hora; su cuerpo cansado pide, imperiosamente, prudencia, precaución y un cuidado vigilante. Su debilidad en el pecho, una tos persistente con la inflamación de las vías respiratorias, lo obligan a hacer un tratamiento térmico.

«Querida madre, acabo de llegar a Allevard. Me alojé en el Hotel Louvre. Aquí está la foto cuando subí a la montaña el 13 de julio y desde donde se tiene una espléndida vista de los glaciares de Meige y Pelvoux. Te mando un beso «.

Como de costumbre, en la postal ilustrada que sirve para hacer coincidir una tinta de cruz hecha en el pico más alto-Tête de-Maye, que indica el punto alcanzado por el intrépido escalador.

Así que cada año, Léon Denis realizó estas excursiones constante y agotador, habló a un público mixto, a veces refractarios, que deben responder a las burlas, el sarcasmo de algunos adversarios leales.

Estaba cerca de los 60 años, su voz ya no tenía la misma potencia.

Sin embargo, en una reunión pública, el orador tiene que usar todos sus predicados físicos para mantener al público interesado y cumplir con los debates que pudieran ocurrir.

Hasta 1910, sin embargo, continuó su arduo esfuerzo, hablando de Espiritismo.

Cinco conferencias en 1905; seis, el siguiente año; ocho en 1907, siete de ellas en diciembre, lo que demostraba su gran actividad.

El año 1908 marca el final de esta fase de oratoria, con un saldo de al menos 300 conferencias.

 

El Grupo de la Rue du Rempart

Habían venido a residir en Tours dos hombres importantes, que ya habían ocupado altos cargos en el poder judicial y el ejército: los caballeros Perinne, presidente de la Cámara en la Corte de Apelación de Argel, y Lejeune, ex-intendente de la Guardia militar deMetz. Ambos eran espiritistas y conocían perfectamente la doctrina.

Fue con la ayuda de estos dos caballeros que Léon Denis formó el Grupo de la Rue du Rempart, que duró 15 años, con fructíferas reuniones muy frecuentes. Era el grupo que Alexandre Delanne quiso visitar para su propia edificación.

Había cinco médiums, siendo tres de incorporación; los demás eran también videntes, auditivos y psicógrafos. Léon Denis era el director del grupo, pero sólo de vez en cuando podía participar de los trabajos cuando sus largos viajes le daban oportunidad.

Los dos principales inspiradores del Grupo de la Rue du Rempart eran Jerónimo y el Espíritu Azul.

El primero de esos guías se reveló espontáneamente a Léon Denis, en 1883, en Le Mans, un grupo formado por trabajadores. Nunca dejó de asistir al maestro hasta el final de su vida.

Jerónimo de Praga, después de haber sido víctima de la intolerancia religiosa, fue en otra vida, un monje erudito. Su deseo, expresado a menudo, era ver una difusión del Espiritismo, no como el actual  catolicismo y sí como un cristianismo regenerado, libre de sus estrechos dogmas y sus prácticas superadas.

El Espíritu Azul (llamado así porque los médiums – todos los médiums – siempre lo veían rodeado de un velo azul) tenía una gran luminosidad.

El Espíritu Azul es una entidad femenina de un orden elevado. Cuando anima el cuerpo del médium, que es una persona tímida y de poca instrucción, cambia sus características faciales, tomando una expresión angelical, la voz se vuelve dulce, melodiosa y el lenguaje se reviste de una gran pureza.

El Espíritu dirige sucesivamente a cada uno de los presentes, recomendaciones y avisos relacionados con su vida privada, que dan fe, aunque a primera vista, un perfecto conocimiento del carácter y la vida interior de aquellos a quienes se dirige.

Los mensajes principales de estos grandes espíritus eran taquigrafiados y se almacenaron en registros bien organizados, por Denis.

Cuando Léon Denis tenía necesidad de confirmar un punto doctrinal, cuando quería asesoramiento sobre una acción a realizar, confiaba el tema a sus amigos invisibles y la respuesta siempre fue clara y satisfactoria.

Le dieron extractos de discursos, conferencias, artículos literarios, controversias de orden filosófico, respuestas sobre la Doctrina, todo a través de un médium con poca instrucción.

Léon Denis tenía por lo tanto, mil y una razones para creer en sus guías y la confianza en ellos nunca disminuyó, al contrario, se fortalecía con los años hasta que se hizo completa y absoluta.

 

Cristianismo y Espiritismo

Cristianismo y Espiritismo se publicó en agosto de 1898. Las circunstancias llevaron a Léon Denis a hacer frente a este importante problema. Allan Kardec en parte abrió el camino, pero el discípulo vislumbró en este campo nuevos aspectos.

Cristianismo y Espiritismo por Léon Denis

El trabajo consta de cuatro partes: «Los acontecimientos del Evangelio», «La doctrina secreta del Cristianismo», «Relaciones con los espíritus de los muertos» y «La Nueva Revelación.»

En Cristianismo y Espiritismo efectúa una revisión del cristianismo  primitivo, sus transformaciones posteriores, explica los Evangelios y los  dogmas impuestos por la Iglesia. Como otras plumas destacadas de los más diversos sectores e ideologías,  abordó la profundización del mensaje cristiano desde sus orígenes,  descubriendo su sentido oculto, pasando por todos los períodos en que el  mismo fue oscurecido y desvirtuado por los dogmas. Estudió la autenticidad de  los evangelios y las relaciones de los primitivos cristianos con los muertos, así  como la idea que en ellos predominaba sobre la reencarnación, propia ya del  pueblo judío. Concluye que el Espiritismo nos trae las pruebas naturales y  tangibles de la inmortalidad, y por este medio vuelve a conducirnos a las puras  doctrinas cristianas, al fondo mismo del Evangelio al que la obra del catolicismo  y la lenta edificación de los dogmas han cubierto de tan tos elementos  heterogéneos y extraños. Afirma que el Espiritismo, mostrando las realidades  objetivas del mundo de los espíritus desvanecerá todas las dudas, desterrará  las incertidumbres y abrirá todas las perspectivas infinitas del porvenir. En el  renacen todas las verdades olvidadas por espacio de siglos.

Su estudio sólo pretendía arrojar algo de luz sobre un tema de tanto interés.

Sin embargo, se produjeron ataques desde varios frentes a la vez. Los protestantes empuñaban la Biblia y los católicos apuntaban sus cañones.

La doctrina de Jesús, tal como se expresa en los Evangelios y las Epístolas, es una doctrina de libertad.

La iglesia pensó que era su deber seguir siendo intransigente contra el racionalismo moderno.

El derecho a pensar, dijo Léon Denis, es lo más noble en el hombre.

La Inquisición, a pesar de las más terribles torturas, no pudo contener las fuentes de las manifestaciones, y ahora las hay en todas partes. ¿De quién es la culpa?

 

El Congreso Espiritista Internacional de 1900

Cuando se organiza el Congreso Internacional de 1900 el 16 de septiembre en París, se recibió con un aplauso unánime, la propuesta de Laurent de Faget, para que Léon Denis fuese nombrado Presidente Efectivo.

El Dr. Encausse (Papus) había sido el Secretario General, puesto en el que había brillado sobre todo en 1889. Victorien Sardou, Russel Wallace y Aksakof habían participado de este segundo Congreso Espiritista, los tres fueron nombrados Presidentes Honorarios.

Papus, dando las gracias a la reunión, destacó el gran acierto en la elección del presidente, cuyas cualidades de escritura combinaban con su magnífico talento como orador.

De hecho, Léon Denis conduciría los debates del Congreso, a veces muy encendidos, con la misma seguridad y autoridad de que había dado prueba en otras ocasiones.

Léon Denis empleó durante el congreso los variados recursos de su elocuencia, sus amplios conocimientos y su gran experiencia en el campo del Espiritismo Experimental.

 

En Lo Invisible

En ese momento de intensa actividad, la tarea de conferenciante se desdoblaba en la de  escritor.

Nadie mejor que Léon Denis para un trabajo en el que era necesario no sólo argumentar sino persuadir; no sólo aclarar la razón sino sensibilizar el corazón y el alma del hombre.

En Lo Invisible constituye el resultado de sus extensas experiencias en  el estudio de la mediumnidad, mediante la investigación teórica y  práctica. A cuatro décadas de El Libro de los Espíritus de  Allan Kardec, publicó esta magistral obra que representa un completísimo estudio teórico – práctico  indispensable para una cabal comprensión de la fenomenología mediúmnica,  así como de los factores que favorecen el desarrollo de las facultades  espirituales.  Se trata de un texto extraordinario y accesible a todos, que invita al  conocimiento de las leyes que rigen el mundo invisible y que enseña a los  seres humanos a ver estos fenómenos, no un orden sobrenatural, sino un  dominio hasta ahora ignorado de la naturaleza y de la vida. Con este propósito,  el autor recorre con su prosa penetrante y fluida, los asuntos medulares del  intercambio mediúmnico y las piezas de su engranaje: los médiums y la  diversidad de sus facultades, los directores de reuniones y los requisitos que  deben reunir, los asistentes y las características de su participación, los  objetivos de cada sesión, el diálogo con las entidades espirituales, la  ambientación fluídica, los riesgos que devienen del uso indebido de la  mediumnidad, la obsesión y  la desobsesión, las condiciones para la  experimentación, colocando siempre en lugar destacado las cualidades  morales y espirituales indispensables para ponerse en contacto con esa  humanidad invisible y poder así, recibir sus mensajes cuyas orientaciones  constituyen una preparación para la vida en el espacio, con la posibilidad de  gozar por anticipado de sus profundas alegrías y sus armonías sublimes.

Le Mercure de France , tan pronto como apareció el libro, le concedió un artículo, que era como una consagración:

«En lo Invisible es un tratado del Espiritismo experimental, pero si este libro es instructivo como tratado, es especialmente atractivo como si de una novela se tratase. La novela más apasionante, de misteriosa angustia y de triunfante alegría, ¡es la historia del alma humana!

Sería traicionar el escritor, si apenas mencionásemos una fría enumeración de los materiales de su trabajo. No es la estructura de la obra que se debería mostrar sino la obra en sí, con su sustancia, su contextura, su esencia y también con sus cualidades de encanto vigoroso, delicado y colorido. Son los felices encuentros entre ideas y palabras; son las breves observaciones desarrolladas en fórmulas lapidarias”.

Todo el libro de Léon Denis es una conmovedora elevación del pensamiento rumbo hacia la esencia divina.

 

El Congreso de Lieja

Congreso Espírita de Lieja del año 1923, algunos años después, en el que Arthur Conan Doyle que se puede apreciar en la foto era el Presidente de Honor y que podemos ver en el centro de la imagen

En junio de 1905, los espiritistas belgas recibieron en Lieja, para participar de sus trabajos, con el título de Presidente Honorario, a quien ya denominaban «El Apóstol».

En el sustancial discurso Léon Denis puso de relieve la importancia de la celebración de los eventos mundiales con mayor frecuencia.

Según él, el objetivo esencial del Espiritismo debería ser inicialmente estimular, investigar, coordinar la evidencia experimental de la supervivencia, a través de un estricto control, basándose en los recursos del método y de la crítica, desconfiando de las afirmaciones prematuras. Y entretanto preparar, renovar la educación científica racional y moral del hombre en todos sus ambientes.

«Creo que puedo decir que el Espiritismo ha sido llamado a convertirse en el gran libertador del pensamiento, durante tantos siglos esclavizado.

La magnífica obra del Espiritismo será aproximar a los hombres, a las naciones, a las razas, formar corazones y desarrollar conciencias. Pero esto requiere trabajo, perseverancia, espíritu de devoción y sacrificio”.

Tranquilizó a aquellos seguidores decepcionados por la aparente lentitud en el progreso de la Doctrina:

«Estamos impacientes porque nuestra vida es corta. Sin embargo, ya podemos decir que el Espiritismo ha hecho más en 50 años que cualquier otro movimiento del pensamiento, no importa en qué momento de la historia».

 

El Problema del Ser y del Destino

Después de escribir su bello tratado sobre la mediumnidad En lo Invisible ahora analizaba el tremendo problema del destino humano.

Portada El Problema del Ser y del Destino por Léon Denis
Portada El Problema del Ser y del Destino por Léon Denis

El libro de Léon Denis aparecía en la misma fecha en la que Los enigmas del Universo, de Haeckel, penetraba en las universidades francesas. Léon Denis contra Haeckel, el duelo se reanudaba entre dos adversarios irreconciliables: el Espiritismo y el Materialismo.

En El Problema del Ser y del Destino analiza los fundamentos del  materialismo y del espiritualismo, y  la posibilidad de superación  espiritual. Puede figurar como su obra  prima, porque es la síntesis global de su  pensamiento. El maestro galo quiso ofrecer un libro que se destacase por la  simplicidad en la argumentación y a un mismo tiempo, hiciese calar  profundamente en el alma humana, un convincente mensaje de inmortalidad,  comunicabilidad espiritual y evolución reencarnatoria. En sus páginas  luminosas todo se conjuga para brindar la solución racional a los asuntos  cardinales que atañen a la existencia: qué somos, de dónde venimos, hacia  dónde vamos; lo que vale decir: nuestro origen, naturaleza y destino.

“No basta  creer ni saber. Es necesario vivir nuestra creencia, esto es, hacer penetrar en  la práctica cotidiana de la vida los principios superior es que adoptamos”.

En  esta breve y categórica sentencia moral, resume León Denis la propuesta ética,  de claro tenor laico y universalista, que el Espiritismo plantea para la  superación moral e intelectual de la humanidad. Sólo ella bastaría para lograrlo,  si fuese debidamente asimilada y practicada de todos. Tal es en definitiva, el  propósito central de este libro, ampliamente tenido y reconocido como un  clásico dentro de la rica y extensa bibliografía espírita que se ha generado  desde los tiempos de Allan  Kardec hasta nuestros días.

 

El caso Miller

Fue al año siguiente que empezó a crecer el malestar causado por el «caso Miller». Un gran escándalo acababa de estallar entre los espíritas parisinos, extendiendo la discordia y la división en sus filas.
Desde el año 1906, un médium llamado Miller, francés de origen, pero residente en San Francisco, California, donde se decía comerciante de antigüedades, venía anualmente a París, para sus negocios comerciales y realizaba sesiones de materialización.
En aquella época los medios espiritualistas se mostraban particularmente interesados ​​en este género de fenómenos.
Como la fama del americano era grande, se disputaba el privilegio de recibirlo.
Miller aceptaba invitaciones, unas tras otras, públicamente, y también realizaba sesiones lucrativas.
Su mediumnidad no presentaba duda para nadie y, a pesar de sus actitudes personales, su presencia se disputaba cada vez más.
Cosa extraña y que denota, en los medios espíritas de la época, una confianza y una ingenuidad desconcertantes: se dejaba a Miller hacer lo que quisiera y, como el control no le agradaba, sólo se ejercía ante él una fiscalización de forma tímida e insuficiente.
En el caso de hombres, como Léon Denis, Gabriel Delanne, Papus, César de Vesme, Camille Chaigneau, Paul Leymarie y muchos otros directores de grupos o de revistas espiritistas, ya que sólo participaban como invitados en estas famosas sesiones, no podían rodearse de precauciones, que indudablmente hubiesen tomado de haber sido los responsables de aquellas reuniones.
¿Qué pasaba exactamente en esas reuniones?
De la investigación, que resultó en un escándalo -porque hubo escándalo-, se puede concluir que Miller poseía un innegable don mediúmnico, susceptible de provocar a veces extraordinarios fenómenos. Además, tenía un gran talento como ilusionista, del que se aprovechaba en ciertas oportunidades.
Las personas acostumbradas a e este tipo de investigaciones no tardaban en descubrir el fraude, pero, por educación hacia sus anfitriones se callaban.
Incluso para las personas menos entendidas quedó patente que representaba ante ellos una farsa indigna y que eso debía terminar.
En todas partes el rumor se extendía, causando penosas discusiones y desarmonía entre los espíritas.
Había dos grupos: uno que apoyaba a Miller, el otro no escondía el repudio que le inspiraba una vergonzosa mistificación. Léon Denis, de buena fe y antes de conocer más de cerca el caso, hablaba en principio favorablemente de Miller, en el transcurso de sus conferencia. Al poco tiempo dejó de hacerlo, ¿qué partido tenía que tomar en la cuestión?
El autor de El Problema del Ser y del Destino había participado en una docena de sesiones realmente interesantes.
Lo mismo sucedía con Gabriel Delanne, Chevreuil y gran número de amigos, que pudieron, a su vez, observar los fenómenos a todas luces notables.

«En la mayoría de las sesiones a las que asistimos era evidente la sinceridad de los anfitriones, y la calidad de los visitantes era incuestionable. En ellas se podían encontrar: al Sr. Branly, del Instituto de Francia; al Barón de Shickler; al Sr. Maxwell, sustituto del Fiscal general del Sena; los generales Amade y Fix; los doctores Baraduc, Encausse, Péchin, Chazarain, y numerosos representantes de la prensa parisina, los abogados de la Corte de Apelación, etc.»

Sin duda alguna, había que actuar, pero con una gran cautela. ¡Si todavía se tratase de fenómenos dudosos! Pero las pruebas parecían abrumadoras. Era evidente que Miller se burlaba de los espíritas. No se trataba de trampas y de fraudes, en estado de trance, sino de verdaderas mistificaciones. ¿Cuál era el objetivo de ese médium?Era lo que necesitaba descubrir.
En su artículo de octubre de 1908, Léon Denis hacía la pregunta con una prudencia que no excluía su firmeza.
Miller, sin embargo, no le dio la menor importancia. El maestro tuvo el escrúpulo de advertirlo sobre lo que pretendía hacer, pidiéndole antes, que renunciase a sus detestables mistificaciones.
Miller respondió desde Nueva York, el 23 de diciembre, «negándolo todo y sin prometer nada».
Después de eso, Léon Denis ya no vaciló. En la Vie d’Outre Tombe, en Lieja, el 15 de enero, y en la Revue Spirite, el 1 de febrero, apareció su famoso artículo escrito en Marseille: «Últimas apreciaciones…»
Este artículo lo había escrito tanto para obedecer a las imposiciones de sus guías como bajo la presión de los acontecimientos.

«Que toda la verdad sea revelada, cualquiera que sea – decían, de París, los Espíritus Jerónimo y el Padre Henry. Los que se lanzaron tantas veces a la vanguardia para aclarar el camino y mostrar el objetivo a sus hermanos hoy deben llamar la atención sobre las trampas y los peligros que se encuentran en su camino.
«El silencio es una falta. – decían los guías del maestro. – Ninguna vacilación está permitida. Hay que publicar la verdad».

En Burdeos, en la casa de la Sra. Agullana; En Marsella, en la casa de la Sra. Thivollier; En París, en la casa del Sr. R., y en el Havre, en el Grupo Grellé, la respuesta obtenida fue la misma.
El artículo era firme y comedido. Todos los términos habían sido bien ponderados. Léon Denis presentaba sus pruebas y fundamentaba sus acusaciones de tal forma que no pudiesen dar lugar a ningún equívoco.
Las trampas de Miller estaban a la luz del día, sencillamente, sin ninguna violencia de lenguaje.
Denis concluía así:

«Si 40 años de trabajo, de devoción, de sacrificio por la causa del Espiritismo, dieron a mi palabra un poco de autoridad y  crédito ante a mis hermanos, les digo: ¡Tened cuidado! Hay un gran peligro para nuestra creencia y para todos nosotros.
En cuanto a mí, repudio en adelante cualquier solidaridad hacia ese hombre hábil, astuto, disimulado, que juega sin vergúenza alguna con los sentimientos más respetables y los intereses más sagrados».

El caso, sin embargo, no estaba cerrado.
Según informaciones sobre Miller, se supo entonces que él, desde su juventud, trabajaba como socio de un refinado impostor, no poseía ningún diploma y no gozaba de ningún prestigio en América.
En San Francisco era conocido como un inveterado mistificador y un hábil ilusionista, dotado de ventriloquia.
Desacreditado en su país, logró engañar a los parisinos. ¿Qué pretendía con su astucia?
Sin embargo, Léon Denis no dejó de ser criticado por la actitud valerosa que acababa de tomar junto a sus hermanos César de Vesme y Léopold Dauvil, también deseosos de servir a la verdad.
Aprobado por unos, fue criticado públicamente por otros. Posteriormente tuvo que defenderse de ciertas acusaciones injustas, volver al asunto que parecía ya cerrado, dando explicaciones complementarias en el artículo «Pros y contras de Miller». Escribió Denis:

«Advertido sobre los peligros que él nos hizo pasar, me siento feliz de haberme desenredado a tiempo y no me arrepiento de nada de lo que hice ni de lo que dije.
Sin embargo, es algo muy doloroso, en el momento en que me expongo y tomo actitudes personales para librarnos del mal donde muchos se extraviaron, ver volverse contra mí aquellos mismos que me deberían sostener.

¡Si fueran sólo los envidiosos, los adversarios habituales que todo hombre de valor encuentra! Sin embargo, había algunos compañeros de lucha, incluso algunos familiares que no le ocultan su desaprobación.Y por eso sufría en silencio, pero nada le hizo cambiar en su decisión. Prefería sacrificar todo a capitular sobre un punto que consideraba fundamental para el futuro de la causa.
«Durante más de treinta años algunos compañeros y yo consagramos nuestros esfuerzos, nuestro tiempo, nuestro sosiego, para divulgar y defender el Espiritismo. Para ello, comprometimos nuestras energías, nuestra salud y nuestra vida. ¿Y ahora iríamos a comprometer toda nuestra obra con imperdonables excusas?
¿Dejaríamos profanar, sin decir nada, lo que hay de más sagrado en este mundo: el respeto a los muertos y la fe en la inmortalidad?
Afortunadamente, las aprobaciones no le faltaron y provenían de las más eminentes y respetables personalidades: Claire Galichon, Paul Leymarie, C. de Watterville, C. de Amelungen, Pablo, Marie Noeggerath, que expusieron, públicamente, en la Revue Spirite, sus concordantes testimonios y sus felicitaciones.
Un redactor de un gran periódico parisino le escribió, afectivamente:

Comprendo cuánto le habría costado liquidar así a Miller, sin embargo, si esa liquidación penosa, pero leal, le atrae algunas enemistades, por otro lado ella le garantizará numerosas demostraciones de simpatía y de profunda amistad.

Le decía un general, amigo suyo:

«Su perfecta lealtad traerá un gran bien a nuestra causa y hará que se pongan en evidencia esos ingenuos que tanto mal le hacen.
Admiro su coraje, en el caso Miller, porque imagino cuánto debe haber sufrido al ser obligado a hablar. Ha actuado bien y ha demostrado, una vez más, ser un hombre honesto y sincero. Sé que ciertos grupos lo contrariaron, pero ha cumplido con su deber, echando a los mercaderes del Templo.
Lo que esparce la desconfianza en el movimiento, del que usted es uno de los más respetables jefes, es exactamente la ceguera de ciertos grupos que favorecen, por su indiferencia en cuanto a la sinceridad de los fenómenos, a los mistificadores y a los que se regocijan con esos fraudes».

Esa carta, que partía de un hombre de alto saber, ocupando uno de los más altos puestos del Estado, debe haber sido muy gratificante al que, continuamente, planteaba por encima de todas las preocupaciones el interés de la causa a la que se había consagrado de forma irreversible.

 

Juana de Arco, Médium

Juana de Arco, Médium por Léon Denis

Léon Denis, basándose en revelaciones de carácter personal que le habían esclarecido intensamente, no había dejado, desde su juventud, de meditar sobre el misterio de la vida y la muerte de la heroína nacional francesa.

En 1896, en Agen, y después en Havre, desarrolló su tesis sobre la misión de la doncella en tres grandes conferencias: «Juana de Arco, su vida, su proceso y su muerte», «Juana de Arco, sus voces» y «Juana de Arco y el Espiritismo».

Nuestros grandes historiadores habían entendido perfectamente que con Juana de Arco, se enfrentaban a un hecho excepcional, difícilmente explicable por los medios habituales. «Jamás la Historia estuvo tan cerca del milagro», dijo uno de ellos.

Historiadores, poetas y artistas han intentado en diversas ocasiones dibujar una imagen precisa de la doncella, tarea difícil, ya que no se tiene ningún diseño, ni pintura auténtica alguna.

Léon Denis fue capaz de introducir gradualmente una imagen creíble, muy viva de la heroína.

De todos los pintores y escultores que trataron de reconstruir su imagen, simplemente Barrias  y Antonin Mercié agradaron a Léon Denis.

Ingenio y sabiduría, humildad y altivez, ardor viril, pureza angelical, y, sobre todo, una bondad infinita. Poseía todas las virtudes.

Sin embargo, fue en la cárcel durante su juicio e incluso en la hoguera que estas virtudes brillaban con un resplandor sobrehumano.

Juana de Arco, Médium es el resultado del estudio histórico de la vida  de la heroína francesa y de sus manifestaciones mediúmnicas  posteriores a su muerte. Según la nota preliminar de Alberto Giordano en el libro, en 1.877  Denis  comenzó a tratar el tema en sus conferencias, y casi 20 años más tarde, en  1.896, en Agen y El Havre, dio a conocer también desde la tribuna su tesis  acerca de la misión de la doncella de Orleáns, en tres importantes  disertaciones: “Juana de Arco, su vida, proceso y muerte”, “Juana de Arco, sus  voces” y “Juana de Arco y el espiritualismo moderno”; a las cuales siguieron  “Juana de Arco en Turena” y “El papel de la mediumnidad en la historia”. Con  todos estos materiales construye este libro, cuya interpretación de  Juana difiere de la que han expuesto los autores católicos, que la juzgan santa  y visionaria, como de la emitida por los materialistas, que la conceptúan  meramente una histérica.

No ha de extrañar pues, que los escritores de  filiación religiosa desaprobaran el libro de León Denis, cuando se publicitó con su primitivo título: “La verdad sobre Juana de Arco”. Tuvo ya el  definitivo al reeditarse en 1.912, y fue el de “Juana de Arco, médium”.

Al concluir la primera gran guerra, León Denis recibió  una carta de Sir Arthur Conan Doyle en la que le pedía su autorización para  traducir el libro al inglés, ya que le había impresionado sobremanera.  Naturalmente, Denis accedió, de manera que el abril de 1.924 apareció la  versión “The Mystery of Joan of Arc”.   Al escribir este libro resplandeciente de fe espiritista, León Denis  sólo se propuso una finalidad, y era valerse del testimonio histórico para  reconstruir en su verdadera fisonomía la imagen sublime de la santa de nuestra  patria. Se revela experto y ameno biógrafo, al narrar con su hermoso estilo de  siempre, la vida extraordinaria de la doncella de Orleáns, apoyándose no sólo  en los más serios historiadores franceses, sino también en testimonios directos  de los dos procesos a que dio lugar la heroína: el de condena primero, que la  destinó  al suplicio; y el de rehabilitación, más tarde, mediante el cual intentaron  confundir a la posteridad y ocultarle los verdaderos culpables. A las dos  explicaciones conocidas del “caso Juana de Arco”, una que la juzga santa y  visionaria, y otra que la tiene por histérica y alucinada, opone Denis una tercera  según la cual fue médium en grado eminente, de modo que las voces que la  orientaron y sostuvieron en el desempeño de su misión no eran otras que las  de sus guías invisibles. Para probar esta tesis trajo a colación importantes  documentos, así como las manifestaciones personales de Juana, que más de  una vez se refirió a los “santos espíritus”.

 

El Congreso de Bruselas

En el Congreso Espiritista Mundial, celebrado en Bruselas del 14 al 18 mayo de 1910 Léon Denis estaba simplemente invitado como delegado de Francia. Sin embargo, el presidente, el señor Le Clément de Saint-Marc, se aseguró de recibirlo en la sesión de apertura, anunciando su presencia con emotivos elogios.

El 17 de mayo, en la sesión de la tarde, Léon Denis dio uno de sus discursos más notables: «La misión del siglo XX»

Los que tuvieron el privilegio de escuchar al prestigioso orador recordarán siempre aquella maravillosa celebración del alma, en la que el apóstol del Espiritismo, con un excelente lenguaje, guiado por las alas de su inspirada elocuencia, condujo a la audiencia a las cumbres más elevadas del pensamiento humano.

Durante una hora y media Léon Denis desarrolló este tema, y con este brillante éxito terminaba su carrera de orador. Léon Denis tenía entonces 64 años.

 

El Gran Enigma

Imagen el gran enigma
El Gran Enigma por Léon Denis

Después apareció su libro, El Gran Enigma. Dios y el Universo.

El propio autor explica al principio  la intención de este libro, en una carta al lector que firma en 1.910.  Lo pensó en una tarde de invierno, paseando por la azulada costa de Provenza del que estaba enamorado. Rodeado del gran silencio que lo rodeaba, envolviendo  todas las cosas, sintió la voz que lo inspiraba para que escribiera un libro que resumiera todo lo que el alma humana debe conocer para orientarse en la vida,  que demostrara que la vida no es una cosa vana que puede usarse con  ligereza, sino una lucha para la conquista del cielo, una obra elevada y grave  de edificación, de perfeccionamiento; una obra regida por leyes augustas y  equitativas, por encima de las cuales se cierne la eterna justicia templada por el  amor.

 

Los folletos de defensa

El notable éxito del primer folleto, El por qué de la vida, lo había animado a seguir con esta práctica propaganda poco costosa para el lector. El título despierta la curiosidad y el económico precio anima a comprarlo.

El Gran Enigma por lo tanto, fue seguido por un pequeño folleto con portada de color rosa y 30 páginas, “Respuesta de un viejo espírita a un Doctor en letras de Lyon». Y se pone en marcha una nueva ofensiva por parte del clero católico en contra de «la nueva herejía».

A través de sermones, conferencias, artículos en prensa, se intentaba acabar, por todos los medios, con la incómoda y odiada doctrina.

Un violento ataque acababa de ser publicado en Lyon contra el Espiritismo, y la respuesta fue inmediata.

El viejo espírita era Léon Denis.

 

El Más Allá y la Sobrevivencia del Ser

Al mismo tiempo, otro folleto se puso en circulación, no para la defensa, sino como un medio de instrucción El Más Allá y la Sobrevivencia del Ser.

Era una nueva aportación al Espiritismo experimental, un complemento de las dos voluminosas obras publicadas: En lo Invisible y El Problema del ser y del Destino .

Enriquecida con nuevos hechos, en su mayoría inéditos, el pequeño volumen de 64 páginas, escrito en un estilo claro, rápido y atractivo, presenta al lector una sugerente selección, una imagen precisa de la cuestión de la supervivencia.

 

El Congreso de Ginebra

La Sociedad de Estudios Psíquicos de Ginebra, se comprometió a organizar, en 1913, el segundo Congreso Espiritista Universal.

Se inauguró el 10 de mayo, presidido por Charles Piguet, que compartió la tarea con Léon Denis y Gabriel Delanne.

Charles Piguet presenta a Léon Denis, en estos términos:

«Hoy en la apertura de este Congreso, es una verdadera felicidad para mí dar la bienvenida al Sr. Léon Denis, como Presidente del Congreso para esta sesión. No tengo ninguna necesidad de alabar o decir nada al respecto. Sus libros, sus generosos pensamientos y toda su vida hablan por él».

 

Pruebas y decepciones

Hemos dicho anteriormente que el discurso del 19 de junio de 1910, en el siglo XX, en París, en la Sala de los agricultores, marcó el final de su carrera como conferenciante. No es del todo exacto, porque de Ginebra fue a Marsella, donde habló en una reunión privada, a una asistencia más o menos cosmopolita, a petición de algunos amigos espiritistas. Esta vez sería la retirada final o al menos eso es lo que él pensaba.

Las envidias más o menos disfrazadas, los rencores más o menos desenfrenados se hacían patentes por momentos, ante lo que Denis sufría en silencio.

El 28 de noviembre escribió a Gabriel Delanne:

«Las diferencias que surgieron entre nosotros, debido al caso Miller, y creí superadas, se despiertan con una nueva intensidad.

He sido objeto de violentos ataques por parte de varios miembros del Consejo de Administración de la Sociedad de Estudios franceses de Fenómenos Psíquicos, incluso insultos de espiritistas y periódicos antiespíritas.

Al no hacer ninguna refutación, se deduce que mi situación delante de la sociedad se vuelve imposible.

Les pido, por tanto, eliminar mi nombre como Presidente Honorario.

Esta resolución final e irrevocable debe llevarla al Consejo de Administración.

Es con profunda tristeza que me separo de hombres y hermanos con quienes he luchado durante mucho tiempo por una causa querida, pero mi dignidad y honor está en juego y, en estos asuntos, la menor vacilación sería una debilidad».

Después de la muerte de su madre, Denis contrató una asistenta para cuidar de su pequeña casa. Sólo exigió respeto absoluto hacia sus numerosas notas manuscritas que él mismo archivaba con su habitual prudencia meticulosa.

Debido a esta locura, que era en realidad una cualidad, la Duquesa de Orchard lo había llamado «el hombre de los papelitos”

 

El Mundo Invisible y la Guerra

Cuando, en julio de 1914, los rumores alarmantes llegaron a sacudir los corazones; cuando, el 3 de agosto, la orden de movilización se emitió, Léon Denis fue presa de una angustia punzante. Él había visto la guerra anterior y comprendía la causa del desastre de Francia, sabía que Alemania estaba preparada y de nuevo adivinaba los fracasos militares franceses, ¿cómo podría alimentar muchas ilusiones sobre el resultado de este terrible episodio? Sin embargo, estaba lejos de imaginar que la lucha sería tan larga y tan monstruosa.

Léon Denis había visto a la mayor parte de sus familiares partir para el frente battalla. Y les decía:

Valor, cumplir con vuestro deber. En cuanto a mí, me temo que es demasiado tarde para acompañaros.

Estamos pagando el terrible rescate de la imprevisión, ansia por el bienestar, de la indisciplina y del debilitamiento del sentimiento nacional.

Los oficiales de un regimiento al sur del país me daban quejas de la falta de patriotismo de sus soldados.

En vano evocaba ante ellos los hechos heroicos de la historia de Francia y los más nobles sentimientos, pero su única respuesta era la irónica indiferencia.

Pero de repente estalla la guerra y un cambio completo se lleva a cabo en las almas. La movilización se lleva a cabo con rapidez, fiabilidad y precisión. Con la decisión de ir al sacrificio, incluso a la muerte.

Francia se está recuperando. Creían que estaba en plena decadencia, pero era sólo en apariencia.

La señorita Claire Baumard reemplazó en sus funciones a su anterior secretaría que tuvo que salir de Tours. Claire Baumard cumpliría con sus deberes con puntualidad, fidelidad y una devoción ejemplar, hasta la muerte del maestro.

Claire Baumard secretaria de Léon Denis
Claire Baumard, la secretaria de Léon Denis, al lado de su hermana Gabrielle Baumard

Jerónimo trajo regularmente, sus mensajes al pequeño grupo, informaba a «su hijo» sobre los acontecimientos.

Juana de Domrémy estaba trabajando en el frente. Desde el seno de los espacios luminosos, la sublime guerrera conforta a los combatientes en sus sufrimientos y suaviza el dolor de sus familias.

«Ella hizo algo más: al frente de un ejército invisible, actuaba delante, insuflando a los soldados  la sagrada llama que arde, animándoles a luchar y ganar.»

Era como en las leyendas de los tiempos de Homero, cuando los dioses gobernaban batallas donde se enfrentaban a griegos y troyanos.

El viejo maestro está lleno de confianza, sabiendo que, en las tropas aliadas, se cierne el arcángel protector.

¿Estaba sola para cuidar a los combatientes?

Grandes espíritus se congregan en los campos de batalla; son todos ellos junto a Juana, «los héroes de las luchas del pasado», «los libertadores de la patria».

A pesar de que no estaba en el frente de batalla, como el ex combatiente de 1870, sabía alentar y animar a los soldados.

«Vigilar y luchar. Luchar por lo que es más sagrado en este mundo, el principio de la libertad que Dios ha puesto en el hombre y que él mismo se refiere a: la libertad de pensar y de actuar sin tener que dar cuentas al extranjero…

Espiritistas, Elevemos nuestras almas por encima de los males que amenazan a la patria y de la humanidad.

Es en tiempos de pruebas que se demuestran las nobles virtudes y el coraje viril…

Mantengámonos firmes y seguros de la victoria final. Oremos y aguardemos el tiempo de la justicia divina. La grandeza de la causa, nos ayudará a soportar todas las cosas.

Pronto, las naciones libres del yugo alemán, cantarán la canción de la libertad. «¡Sursum Corda!«

Jean Meyer intentó organizar la Unión Espírita Francesa, aún embrionaria e invitó a Léon Denis a ser su presidente, sin embargo, el viejo maestro no podía aceptar un puesto tan importante debido a su edad, sus enfermedades y estar distante de París. Si bien aceptó la Presidencia de Honor y se entregó a la nueva empresa con el apoyo de su larga experiencia y su gran autoridad.

De este modo, gracias al hombre de acción que apareció en el momento justo, la tarea delicada y difícil de organizar el Espiritismo francés finalmente se llevó a cabo, nadie lo  deseaba más ardientemente que el maestro.

La Revista Espirita encontró en él un colaborador de fidelidad ejemplar. Hasta el último momento dedicó a la Revista Espírita un amplio número de páginas clave, a pesar de su voluminosa correspondencia, la composición de sus obras y escribir sus artículos. Sus lectores habituales esperaban todos los meses aquella simplicidad tranquila y cautivadora, como un bálsamo benéfico.

El Mundo Invisible y la Guerra, publicado en 1919, era un conjunto de artículos publicados en el curso de la guerra. Es una exposición sobre el concepto de  patriotismo y la universalidad, en la que afirma la superación de los  pueblos como consecuencia de la elevación de los seres humanos.

En 1.972, Humberto Mariotti escribió el prólogo de una nueva edición  de esta  obra, con el título “León Denis, un gigante de la idea espírita” donde decía:

Dentro del nuevo espiritualismo son pocos los escritores que han alcanzado el  brillo y la profundidad de León Denis. Su pluma ha llegado a los espíritus  estudiosos, páginas de insuperable calidad literaria y filosófica, las cuales están  llamadas a ser por mucho tiempo antorchas orientadoras en la evolución social  y espiritual de los pueblos.

Puede decirse que Denis es un esteta de la Idea  Espírita, pues él entrevió que sólo por el Amor y la Belleza es como se realizará  la evolución del espíritu en sus variados aspectos existenciales. Su  comprensión filosófica del Espiritismo lo llevó a sostener que sólo los valores  subjetivos y profundos del ser, determinarán un auténtico cambio de rumbo de  la humanidad; por eso Denis no rehusó dentro de la concepción espírita de la  vida, el sentimiento idealista y religioso, puesto que llegó a comprender que  sólo lo auténticamente espiritual en el hombre podrá encauzarlo hacia una  vivencia integral de lo que significa la existencia. Pues mientras el hombre viva  una vida desvinculada de las reales esencias del universo, no logrará  comprender lo que es el fenómeno histórico y las finalidades superiores que  deberá cumplir durante su proceso evolutivo de encarnación y desencarnación.

Para León Denis, el hombre se afirma moral y espiritualmente sobre la base de  las realidades teológicas de la verdad. Su ideario filosófico está fundado en la  verdad misma que subyace en el fondo de la naturaleza, es decir, en la parte  profunda de las cosas visibles. Fue un poeta en prosa de la Idea Espírita.  Alcanzó a sentir que los valores espíritas se encuentran dentro del hombre  mismo y que se logran descubrir sólo cuando el ser se autoanaliza y se vive en  sí mismo en profundidad y extensión. De ahí que la ideología espírita no es una  creencia aceptada como un dogma, por el contrario, Denis demostró que la  búsqueda de la realidad existencial del ser desemboca en la misma  concepción. Por eso los grandes espíritus, sin conocerse entre sí, se reúnen en  una misma realidad espiritual, porque la esencia de la verdad es una y todos  los que apasionadamente la buscan, llegan, por uno u otro camino, a un mismo  nivel ideológico y existencial. Fue un auténtico pensador y no hizo política  intelectual, a fin de llamar la atención , para formarse un renombre como  escritor. Muchos literatos de su tiempo, que a su lado eran mediocres, lograron  honores y se le abrieron las puertas de muchas instituciones artísticas,  periodísticas y políticas.

Denis encontró resistencia por sus ideas espiritistas,  no obstante, el genio literario e idealista que poseía. Por haber amado la  verdad fue excluido de los movimientos culturales de su época. Amigo de la  justicia y la democracia, lo muestra en su libro “El Mundo Invisible y la Guerra”.  Se ha dicho que está impregnado de gran nacionalismo francés, pero esto no  es una apreciación verdadera, si se tiene en cuenta que fue Francia, quien  recibió los más duros golpes de quienes querían imponerle a la humanidad  intolerable dictadura. Como todo ciudadano de su tiempo y amigo de la libertad  y el progreso social, se opuso a tal propósito y se alió con los esfuerzos de los  ejércitos aliados, a fin de librar a Francia y a la humanidad de la derrota y de un  insoportable cesarismo moderno. No se olvide que Francia en sus más difíciles  situaciones nacionales, fue dirigida por el genio espiritual de Juana de Arco.  Este hecho es innegable en la historia de ese país, y Denis, en momento tan  grave, sintió la presencia inspiradora de la heroica joven lorenesa, razón por la  cual escribió estas páginas donde  se nos muestra como el mundo invisible  interviene en los grandes procesos políticos de las naciones. Cuando el  nacionalismo está de parte de la justicia, el orden y la libertad, se torna un  fenómeno universal, ya que el fenómeno humano, tanto político como social, es  similar en todas partes del mundo. La verdad no tiene latitudes, la verdad está  en todas partes de la tierra, afrontando las mismas luchas y los mismos  problemas.

La obra de Denis , al estar basada en la verdad, deja de ser  nacional para convertirse en universal. Le hace ver al hombre que los  nacionalismos exclusivistas y egolátricos resultan inadecuados para el bien y el  progreso del género humano. Así lo entendió Denis y hay que reconocerlo  como un pensador universal. Así como Francia luchó por la proclamación  universal de los Derechos del Hombre, el gran escritor y pensador hizo tanto  por los nuevos Derechos Espirituales del Hombre. La verdadera misión del  hombre en la tierra es luchar por la libertad, la justicia y la belleza.

Entre las críticas al libro se publicó esta declaración sencilla y verdadera:

«No es posible leer a Léon Denis, sin devorar sus obras y entonces se necesita releerlas para poder meditar y disfrutar de su belleza moral y filosófica y la grandeza de las ideas que expresa. Su último libro no es una excepción a esa regla».

 

La Religión del futuro

Escribió para la Revue Contemporaine , sus puntos de vista sobre el futuro de la religión.

«La religión – escribía Denis – para estar realmente viva, para ejercer el gran papel que le corresponde en el orden social: educador y moralizante, debe ser una clara síntesis de todo cuanto la humanidad puede adquirir de conocimiento sobre el Universo y la Vida, sobre el elevado objetivo de la existencia y los destinos del alma.

Este conocimiento se realiza de dos maneras: La Ciencia, que es toda observación y La Experiencia: que son obra del hombre. Después La Revelación: que es la obra del mundo invisible.

Es esencial que las dos corrientes de enseñanzas estén de acuerdo en las conclusiones y es en su adopción que la religión llega a ser verdaderamente eficaz y responda a las necesidades y aspiraciones de una época».

Publicó Espíritus y Médiums, un folleto divulgativo de 70 páginas, que como El Más Allá y la Sobrevivencia del Ser, era una contribución al Espiritismo Experimental, enriquecido con nuevas observaciones y consejos relacionados con la mediumnidad.

El año 1922 se dedicó al Espiritismo en el Arte, acompañado de mensajes de Esteta y Massenet, páginas repletas de un delicado encanto.

Publicó estudios dedicados a «Las Fuerzas Radiantes»

El año 1924 se dedicó por completo al estudio de la cuestión social y su relación con el Espiritismo, cuyos materiales deberían proporcionar los elementos para un nuevo trabajo.

Los artículos contienen singulares y agudas evaluaciones de un sistema económico y político que busca una organización racional de la democracia.

 

Léon Denis y Conan Doyle

Arthur Conan Doyle
Arthur Conan Doyle, el gran amigo inglés de Léon Denis

Fue en abril del mismo año que apareció The Mistery of Joan of Arc. Era la traducción de Juana de Arco, médium, por Sir Arthur Conan Doyle.

El célebre autor de Sherlock Holmes, un gran admirador de la obra de Léon Denis, le escribió poco después del final de la guerra, pidiéndole permiso para traducir su Juana de Arco, que aclamaba como un espléndido libro, una verdadera inspiración.

«Juana – escribió – está de moda aquí.» Y le habló del éxito en Inglaterra de la obra de Bernard Shaw: Saint Joan (Santa Juana).

Léon Denis pronto le respondió diciendo que tal petición no podía dejarle insensible.

Una correspondencia de lo más franca y cordial se estableció entre ambos.

El viejo maestro enviaba a su nuevo amigo calurosos mensajes a los cuales Sir Conan Doyle respondía en un francés un poco vacilante, con un humor del todo británico: «yo te saludo – escribió – como un viejo guerrero en la batalla… y también como un gran escritor francés». Le envía fotos y documentos metapsíquicos.

The Mistery of Joan of Arc es un magnífico libro, con muy buena presentación, siete ilustraciones, además de una bonita cubierta, que tuvo un gran éxito en Inglaterra y en los países de habla inglesa.

El propio Sir Conan Doyle presentó al público un prefacio laudatorio:

«Aprecio y admiro tanto su libro que he intentado ser todo lo fiel al texto que he podido. La presentación de su tema es tan completa que no me queda nada que decir, a no ser que estoy convencido de que Juana de Arco es, después de Cristo, el ser espiritual más elevado, sobre el que tengamos informaciones reales. Uno se siente inclinado a arrodillarse ante ella».

Sir Oliver Lodge no había sido menos elogioso.

 

El Congreso de 1925

Léon Denis en el Congreso de París
Léon Denis en el Congreso Espírita Internacional de París

La época en la que se debería realizar el 3er Congreso Internacional Espiritista se acercaba. Jean Meyer, que era su promotor y organizador, pidió a Léon Denis que aceptase su presidencia.

Todo favorecía la elección de Denis para ese puesto: Presidente Honorario de la Unión Espírita Francesa y de la Federación Espírita de Brasil; Miembro Honorario de las Federación Espiritista Internacional y de las Uniones Espiritistas de Cataluña; ex Presidente de Honor de la Sociedad Francesa de Estudios Psíquicos; Presidente Efectivo de los Congresos recientes; autor universalmente apreciado por tantas buenas obras; gran orador, escuchado por todas partes y con una reputación indiscutible, nadie podía negarle la autoridad necesaria para presidir este tipo de debates.

Pero su avanzada edad y sus achaques le causaban serias preocupaciones.

Cuando un amigo le animó a aceptar la invitación, Denis respondió con energía:

«¿Cree amigo mío, que voy a presidir congresos perpetuamente? Tengo ochenta años… Congresos ya presidí muchos. Para mí es una cuestión terminada y bien terminada».

Aunque sonriente lo decía con determinación, porque creía en lo que decía.

Sin embargo, había que tomar una decisión. Jerónimo insistió en que fuese a París. Dicha solicitud fue para él una orden. Allan Kardec también le aconsejó que aceptase.

A pesar de dudar durante mucho tiempo, finalmente acabó por ceder a las afectuosas insistencias de Jean Meyer.

Del 6 al 13 de septiembre, durante esta semana laboriosa, Léon Denis se hizo cargo de los deberes de su cargo, en excelentes condiciones.

Este Congreso, que reunió a representantes de 24 naciones, se revistió de una capital importancia. Aproximadamente 60 periódicos dieron cobertura a sus sesiones, casi de manera imparcial.

“Se vieron juntos, de un lado para otro, fraternalmente unidos, en perfecta comunión de ideas y de fe, al gran espiritista Kardecista, Léon Denis y al célebre escritor inglés, Sir Arthur Conan Doyle”.

Diría Léon Denis:

Fue un espectáculo emocionantever desfilar a hombres de todas las razas y colores. Afirmando todos, en varios idiomas, la misma fe en la supervivencia y la evolución del ser infinito, la existencia de una causa suprema, cuyo pensamiento anima el Universo. Hombres eminentes en las ciencias y las humanidades, como Sir Oliver Lodge, Sir Arthur Conan Doyle y el Fiscal Maxwell dieron su aprobación formal a los vibrantes discursos de los oradores.

Fue durante este Congreso que se reafirmó definitivamente la amistad entre Léon Denis y Sir Arthur Conan Doyle. Había surgido entre ellos una gran simpatía por la devoción de ambos a la misma causa.

El reconocido escritor británico, admiraba sin reservas el carácter y el talento del autor de Juana de Arco, Médium, el trabajo que quería traducir y presentar a sus compatriotas.

Y Léon Denis apreciaba al gran novelista inglés por su valor de revelar el mundo, a través de la pluma y la palabra la «Nueva Revelación».

Los dos hombres se abrazaron con la mayor consideración. El gigante inglés se inclinaba ante el anciano casi ciego, le llevaba, con una solicitud encantadora, por los recovecos de los pasillos y las habitaciones de la Sociedad de Sabios, y le ayudaba a sentarse a la mesa.

El buen maestro que estaba encantado preguntaba.

– ¿Cómo es Conan Doyle? Yo apenas si lo veo.

– Es demasiado grande – respondiamos – Tiene una hermosa cabeza redonda, ojos grises y bigotes de galo.

– No es anglosajón. Fijaros en su nombre: Conan, el jefe, es un nombre bretón.

Se mostró encantado por la cálida acogida y el éxito que Conan Doyle había obtenido en París.

En su discurso de clausura, en el que evoca el anterior Congreso de 1900, Léon Denis establece un paralelo sorprendente entre los dos eventos.

 

El Genio Céltico y el Mundo Invisible

Como no tuvo oportunidad durante el Congreso, Léon Denis comenzó inmediatamente su colaboración en la Revista Espírita, para dar a los experimentadores los más prudentes y juiciosos consejos en el campo de la mediumnidad.

Al mes siguiente, volvió a su mente, una idea muy querida para él, desde su inicio como divulgador espiritista. Sus artículos sobre el Celtismo en la Revista Espírita, ya que el propio codificador había escrito también sobre el tema.

Los lectores de la Revista Espírita se sorprendieron, sin duda, por no ver más en la cabecera de los siguientes números, el producto habitual del viejo maestro. Ya con 80 años cumplidos, Léon Denis empieza a escribir su último libro: El Genio Céltico y el Mundo Invisible .

Léon Denis, casi ciego, enfermo y sin poder disponer de su secretaria sino apenas unas pocas horas al día, le era completamente imposible llevar personalmente a cabo las investigaciones necesarias.

¡Qué importa! se le darían los medios adecuados. Le trajeron las obras que solicitaba. Se leían ante él mientras Denis tomaba notas, estudiaba y comparaba los textos. La señorita  Baumard hacía cuanto podía para ayudarle en su trabajo. A través de la mediumnidad, los mensajes que recibía regularmente, le allanaban el camino.

Poco a poco, los capítulos se dibujaban en su mente.

El maestro, con admirable facilidad, piedra por piedra construía la nueva obra.

Pasó el invierno con normalidad, a excepción de un ligero ataque de gripe, que lo mantuvo en cama unos días. Su obra no se interrumpió.

En marzo, se completó el manuscrito. Sólo faltaba llevar a la tipografía algunas hojas, terminadas con una prisa febril, como si Denis percibiese su próxima partida.

Fue en marzo de 1927 cuando apareció en la Revista Espírita, su último artículo titulado Renovación. En estas páginas de lucidez y de gran alcance, están admirablemente resumidas y aclaradas las ideas centrales de su libro, a saber, que Francia, llena de Celtismo es necesariamente cristiana, que debe continuar su papel de pionera, ya que sin su ayuda, nada será sólido y duradero.

Si Léon Denis, después de los 80 años, se había impuesto la tarea de escribir este libro es porque sentía que su Después de la Muerte necesitaba un complemento que determinase con fuerza y claridad, el propósito de su pensamiento.

Tal es este gran libro, en el que late la fe del apóstol, donde los admirables mensajes de Allan Kardec y Juana de Domrémy presentan un carácter de sinceridad singularmente emocionante.

 

Los últimos momentos

Imagen de Léon Denis a los 79 años
Léon Denis con 79 años, desencarnaría 2 años después

Había trabajado los últimos días con una prisa febril. ¿Tendría la sensación de su próxima partida? Sus amigos fueron los últimos en darse cuenta.

El martes 5 de abril por la tarde, la señorita Baumard, teniendo en cuenta su fiebre regresó a la mañana siguiente para ver qué tal estaba Denis.

– ¿Cómo se levantó esta mañana, Sr. Denis?

– Veremos eso más tarde. – respondió – Ya que estás aquí, por favor corrígeme estas pruebas para llevarlas hoy mismo por la tarde a la tipografía.

Mientras trabajaban, la secretaria y Georgette se dieron cuenta que se había dejado la mitad de su almuerzo.

Por la noche, le dijo Georgette:

– Creo que está resfriado. Sería bueno llamar al médico.

El maestro sacudió la cabeza; se dirigió a la ventana, la abrió, y aspiró el aire fresco que entraba abundantemente.

Pero pasó mala noche.

El jueves estuvo postrado en la cama y recibió la visita de un médico, que fue muy  pesimista, sin embargo, al día siguiente, Denis se levantó muy temprano.

A lo largo del día, se quedó en su silla. Parecía recuperado. Habló con el médico y causó una buena impresión a sus amigos.

El día 9, sin embargo, se confirmó que era neumonía. La enfermedad lo debilitó. Su respiración se hizo cada vez más asfixiante. Mantenía toda la lucidez, pero articulaba las palabras con dificultad.

Sus esfuerzos, interrumpidos por la falta de aire, sus largos silencios, sus trabajosos esfuerzos por comunicarse bien, provocaron una situación desgarradora, que constreñía el corazón de sus amigos, de los que no dejaban de brotar lágrimas.

Admiraban la fuerza de ese pensamiento, que no estaba de acuerdo en rendirse ante la ruptura inminente. Puso las palabras en su lugar, con admirable precisión, reanudaba su trabajo cuando pensaban que era imposible y completaba las frases, a pesar de la opresión, la terrible tos, con una lógica inflexible y la elegancia que caracterizaba tanto su conversación como sus discursos.

Incluso en los momentos de angustia suprema, cuando el corazón ya no podía alimentar suficientemente el cerebro ni calentar el pobre cuerpo enfermo, su psiquis permaneció en él como un último rayo que no estaba de acuerdo en extinguirse.

Esta extraordinaria lucidez, era, para los que lo velaban, motivo de asombro y admiración.

Su libro El Genio Céltico y el Mundo Invisible lo tuvo ocupado hasta el final. Y a pesar de que el trabajo estaba hecho y el buen trabajador merecía un descanso, quería añadir una reflexión final.

El martes 12 de abril, a las 13 horas, el gran anciano apenas si respiraba con dificultad.

La vida parecía abandonarlo, pero su pensamiento incansable se negaba a ceder ninguna prerrogativa a la muerte que lo apresaba. Articuló con una calma impresionante sus últimas palabras, dirigiéndose a su doncella Georgette, le dio algunos consejos y volvió al tema del libro:

– Es necesario para terminar, el resumen y la conclusión… (Hacía alusión al prefacio de la biografía).

– Mantenga la calma – respondió su fiel y devota secretaria – está todo bien.

Denis continuó:

– Envíe a Meyer… el día 15.

Fueron sus últimas palabras. Nada más podía decir o hacer sino apretar débilmente las manos de sus amigos.

Su vida no era más que un soplo y el soplo ya no era sino un estertor.

A veces se escapaban de sus labios palabras ininteligibles.

Sus ojos, constantemente abiertos, parecían estar fijos en el mismo punto del espacio. ¿Qué veía? ¿Qué oía? Su rostro reflejaba una perfecta serenidad.

A las nueve los estertores cesaron. La enfermera hizo una señal para que se acercasen los familiares. Ella tenía en sus manos la mano ya inerte del viejo maestro. Denis parecía en éxtasis.

Un hecho notable: la expresión de su mirada no había cambiado. Un silencio lleno del misterio del más allá impregnaba la habitación.

La misión terrenal de Léon Denis había terminado.

El funeral tuvo lugar el 16 de abril. Pidió un funeral modesto, no hubo servicio religioso de ninguna iglesia.

Coronas de siemprevivas amarillas cubrieron el coche fúnebre. No había ningún otro tipo de flores.

Se leía en las coronas:

«La Unión Francesa Espírita a su Presidente Honorario»

«A mi amigo, el distinguido colaborador, de la Revista Espírita, su director y sus lectores agradecidos»

«A Léon Denis, sus amigos personales, en recuerdo sincero y afectuoso»

Había una cuarta corona ofrecida por la ciudad de Tours.

La procesión mortuoria fue dirigida por Gaëtan Chauvigné y Gaston Luce, ambos amigos personales de Léon Denis. Jean Meyer, que por desgracia estaba en París con gripe, estuvo representado por su secretario privado, Hubert Forestier.

Al borde de la tumba, Wautier d’Aygalliers dio un último homenaje al venerado maestro. Recordó con emoción, la vida tan bella y tan noblemente vivida.

Alabó su trabajo, de una inspiración tan elevada y tan generosa, y a continuación, leyó algunos pasajes de Después de la Muerte, especialmente la oración de Jerónimo de Praga, recibida en mensaje mediúmnico.

El sol por fin atravesaba las nubes que hasta ese momento ocultaban su luz y envolvía ahora a los compañeros, alrededor de la tumba, con una serena luminosidad.

Después de los discursos, cada uno tiró sobre el ataúd un ramo de siemprevivas, retirándose con el sonido de las campanas de Pascua, que hablan de la resurrección.

 

El Hombre

Léon Denis era de mediana estatura y ancho de hombros. Caminaba balanceando los hombros, como un viejo lobo de mar. Todo en él daba impresión de fuerza y ​​solidez.

Cuando fue joven este hijo de artesanos, debió tener un gran vigor físico.

Su salud era delicada, pero eso no le impidió ser un intrépido caminante. En sus últimos años, todavía asombraba a sus amigos por la forma en como subía las escaleras.

Cualquier persona que se acercara a él sentía que la fuerza de voluntad lo dominaba. Un mentón prominente, gruesas cejas, voz pausada, clara, fácil, que mostraba su seguridad en sí mismo.

Su rostro que muestra el bigote típico galés, irradia inteligencia.

En su vejez, las mejillas y la barbilla estaban envueltos en una larga barba enmarañada.

La mirada había perdido su brillo, sin dejar de continuar clara a pesar de la ceguera casi total. Los ojos, de un color gris azulado, parecían ocultar la llama que se retiró a un segundo plano, lejana y distante.

Así solía recibir a los visitantes: con una mirada un poco monástica, envuelto en una túnica ceñida a la cintura, con la cabeza cubierta, todo un druida perdido en el frenético siglo XX.

Hemos dicho antes que León fue autodidacta y su cultura no fue sino a costa de un trabajo muy duro. El trabajo era su ley. No perdió ni un minuto de su tiempo en esas diversiones banales que la mayoría de los hombres utilizan para romper la monotonía de su lucha diaria.

Aunque Denis amaba la música. En sus viajes de trabajo en cuanto tenía oportunidad asistía a óperas y conciertos.

Su aptitud para el trabajo venía engalanada con una memoria incomparable, lo que le permitió retener indefinidamente cualquier dato útil.

Con la edad no había disminuido su memoria y era por este privilegio que pudo llevar a buen término su laboriosa tarea.

También tenía una memoria visual en alto grado, que era la admiración de sus interlocutores, cuando a propósito de un viaje, recibían del maestro pormenores que sólo los naturales de los lugares hubiesen podido conocer.

Su sobriedad fue ejemplar. Sin excesos en su dieta, casi exclusivamente vegetariana, ni fumaba ni bebía alcohol.

«Agua -solía repetir alegremente- es la bebida ideal.»

Léon Denis mantuvo una intensa correspondencia. Entre las numerosas cartas que recibía todos los días, había cosas admirables; cosas sublimes y estados del alma desesperados. También había relatos molestos y algunos de gran ingenuidad.

– ¿Y va a contestar? – le preguntamos, después de leer una de las cartas.

– ¿Por qué no? – dijo el maestro, con su gracia habitual – no se rechaza un pedazo de pan para el pobre que viene a llamar a la puerta. ¿Cómo no dar una palabra, que puede, de alguna manera, convertirse en benéfico, y que afecta a un alma golpeada por un verdadero dolor de cabeza? Sí, sin duda contesto. Siempre se debe responder.

 

Escritor y Orador

Toda la vida de Léon Denis se encuentra en sus escritos; él es uno con ellos; es imposible separarlos.

Si Léon Denis no podía ver bien a la audiencia, nada se le escapaba como las diferentes reacciones que causaba su palabra. Él las sentía.

El orador no desdeñaba, sin embargo, las sutilezas de la ironía o las pausas inesperadas, que son la astucia maliciosa de un buen discurso francés.

No prohibió los desacuerdos en los auditorios e incluso los fomentaba. La controversia animaba su ardor proselitista y agudizaba sus recursos habituales. Además tenía para todas las preguntas todo un arsenal de argumentos preparados, que utilizaba con una rapidez y una oportunidad impresionantes.

Sus respuestas, aunque fulminantes, eran siempre corteses, pues no perdía su compostura en ninguna situación.

En cierta ocasión, cuando trataba el problema de Dios, en un coloquio en una ciudad del sur, un católico lo interrumpió suponiendo ponerle en un aprieto.

– Usted ha dicho – dijo impertinente – que el infierno es sólo un producto de la imaginación. Yo fui a Nápoles y vi el Vesubio en erupción. Es una de las bocas del infierno, que es por lo tanto ¡una realidad!

– Entonces – replica Léon Denis – ¿cree que el infierno está en el centro de la Tierra? Pero la tierra fue durante mucho tiempo, una masa ígnea, un globo de fuego, antes de convertirse en sólida y ser habitada, antes de la creación del hombre. Por lo tanto, se podría comparar a Dios con un gran señor de la Edad Media que, deseando fundar una ciudad, empezase por ordenar la construcción en el centro, de la gehena, la casa de los suplicios, el lugar de la tortura, y que enseguida dijese «¡Venir, amigos míos, instalaros en este lugar preparado con tanto cariño!»

Léon Denis preparaba sus conferencias con especial cuidado, seleccionaba los pasajes, para una buena presentación literaria y el equilibrio de sus partes. Las escribía después de estudiarlas a fondo, a continuación las repetía, cuidando atentamente la dicción.

Una vez hecho esto, no dejando nada al azar, se abandonaba a la inspiración del momento y a los consejos de sus guías.

Es el brillo espontáneo de las ideas, la improvisación, lo que hace a los grandes oradores.

En la elocuencia – escribió – el movimiento del pensamiento es representado no sólo con la palabra sino también por gestos que acentúan el efecto.

En esto, más que con cualquier otro material, ha de haber una medida justa, porque tanto el exceso como la ausencia gestual deben ser evitados con cautela.

La mayoría de los grandes oradores sienten la influencia de lo invisible. La inspiración baja hasta ellos en oleadas sucesivas y hace surgir expresiones, formas e imágenes que provocan el entusiasmo de las multitudes.

En el curso de mi carrera propagandista del Espiritismo, he experimentado a menudo la sensación de una poderosa angustia oculta, cuya causa era familiar.

El Espíritu Jerónimo de Praga, mi protector y guía, siempre estuvo a mi lado, en mi tarea docente. A veces, al presentarse ante una gran audiencia, de indiferentes o incluso hostiles, y de hablar, me sentí invadido por un malestar o migraña violenta que paralizaba mi pensamiento y acción.

Aquí, entonces, dada la fuerte llamada y mi oración, mi espíritu protector intervenía.

Por una magnetización fuerte, restablecía mi equilibrio orgánico y me devolvía la cordura, mis medios para actuar.

En otras ocasiones, después de debates contradictorios que duraban varias horas, después de las luchas oratorias con amargos negadores, materialistas o religiosos, a pesar de mi cansancio, me siguen apareciendo modulaciones vibrantes y entonaciones que sorprendían y conmovían al auditorio.»

En Léon Denis, como se puede observar, se habían reunido todas las habilidades de un orador y estas habilidades las mantuvo hasta una edad muy avanzada, ya que, incluso en el Congreso de 1925 consiguió la admiración de todos los que lo escucharon, por su facilidad y la maestría en el manejo de la palabra captando la atención de sus oyentes.

Léon Denis era autodidacta. Algunos le reprochaban eso cuando en realidad debería ser motivo de felicitación. Sí, Léon Denis se formó solo, es otro motivo de admiración.

Si sus primeros libros presentan una forma de oratoria, es que en ese momento, Léon Denis era principalmente un conferenciante que tomó la tarea de difundir la Doctrina por la escritura.

Es por eso que tenía una natural elocuencia. Escribe como habla. El tono familiar común y corriente, está impregnado de un buen estado de ánimo, lleno de naturalidad.

Este estilo de una elasticidad admirable, se presta a resumir. Es preciso y rápido, como se requiere para un estudio o discusión de un punto doctrinal.

En sus últimos trabajos, sobre todo en El Genio Céltico y el Mundo Invisible, su lenguaje es puro, desprovisto de cualquier ornamentación y es la medida exacta de una poderosa forma de pensamiento que ha alcanzado la serenidad.

El don poético es de hecho marca indeleble de su talento, prosa poética, poesía prosaica, que no se aferra a las gestiones sutiles y exageradas del lenguaje artístico.

Denis aborrece lo convencional.

Ciertos artículos fueron entregados, sin ajustes, ya que fueron dictados. El Genio Céltico y el Mundo Invisible, por ejemplo, sólo tenían las revisiones tipográficas.

Para él, la escritura no era un juguete de esteta, una distracción sutil para uso de personas educadas, sino otra forma de acción, otra manera de difundir ideas.

El escritor puede equivocarse, pero tiene que ser sincero y sus lectores tienen derecho a ello. Léon Denis es el tipo perfecto del escritor sincero.

Su prosa, abundante, ya que era su palabra, sin traumas, gritos desesperados, no hay éxtasis desordenados, ni delirios románticos.

Todo esto demuestra una alta concepción de la función del escritor, que debe ser, ante todo, un educador.

 

Testamento moral de Léon Denis

[…]Inicialmente, con el objetivo de la propaganda doctrinal, dejo que el señor Jean Meyer, que vive en Villa Montmorency, Avenue des Tilleuls, 11, Paris, 16, la propiedad de mis obras.

También, al dicho Jean Meyer, todos los volúmenes y folletos depositados en la tipografía Arrault, en Tours, así como los clichés, impresiones y archivos adjuntos relacionados con estas obras.

Si, por el fallecimiento del Sr. Jean Meyer, el funcionamiento de la biblioteca, arriba mencionada, se encontrase comprometido, mis obras pasarán a dominio público y cualquier persona interesada podrá reproducirlas, con la condición de seguir escrupulosamente el texto de cada última edición bajo el control y la vigilancia de mis ejecutores.

Léon Denis

 

Los Libros. Cronología de sus publicaciones

  • 1880 : Túnez y la isla de Cerdeña. Tunis et l’Île de Sardaigne (folleto)
  • 1880 : El médico de Catania. Le Médecin de Catane (novela)
  • 1880 : Giovanna. Giovanna (novela)
  • 1885 : El Porqué de la vida. Le Pourquoi de la Vie
  • 1889 : Después de la Muerte. Après la Mort
  • 1898 : Cristianismo y Espiritismo. Christianisme et Spiritisme
  • 1901 : El Más Allá y la Sobrevivencia del Ser. L’Au-delà et la Survivance de l’Être
  • 1903 : En lo Invisible. Dans l’Invisible
  • 1905 : El Problema del Ser y del Destino. Le Problème de l’Être et de la Destinée
  • 1910 : Juana de Arco, Médium. Jeanne d’Arc Médium
  • 1911 : El Gran Enigma. La Grande Énigme
  • 1919 : El Mundo Invisible y la Guerra. Le Monde Invisible et la Guerre
  • 1921 : Espíritus y Médiums. Esprits et Médiums (opúsculo)
  • 1921 : Síntesis Doctrinal y Práctica del Espiritismo. Synthèse doctrinale et pratique du Spiritualisme (opúsculo)
  • 1921 : El Espiritismo y el Clero Católico. Le Spiritualisme et le Clergé Catholique (opúsculo)
  • 1924 : Socialismo y Espiritismo. Socialisme et Spiritisme
  • 1924 : Jaurès (Jean) Espiritista. Jaurès Spiritualiste (Opúsculo y Artículo Revue Spirite 1924)
  • 1924 : La cuestión Céltica y el Espiritsimo. La Question Celtique et le Spiritisme
  • 1927 : El Genio Céltico y el Mundo Invisible. Le Génie Celtique et le Monde Invisible
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