Los Exiliados de Capella por Edgard Armond

Los Exiliados de Capella es un libro de 1949,  de Edgard Armond, que fue militar, profesor, escritor, y espírita.

La obra forma parte de una trilogía que pretende describir la «Historia Espiritual de la Humanidad».

En los Los Exiliados de Capella el autor presupone la existencia de una civilización muy desarrollada, moral e intelectualmente, que habita el cuarto planeta en órbita de Capella, estrella de la constelación de Cochero.

Un grupo de capelinos no habría correspondido a la evolución moral de esa civilización y este grupo de 25 mil millones de espíritus habrían sido proscritos en el Planeta Tierra hace unos 65.000 años atrás, donde fundaron en el Continente Atlántico, la ciudad de Atlántida, que un día se hundió y habría dado inicio a la jornada civilizacional organizada humana, por medio de las sucesivas encarnaciones de estos Espíritus, en cuerpos humanos, principalmente, a partir de unos 12.000 años atrás.

Debido al alto grado de conocimientos que poseían, se destacaron en matemáticas, astronomía, arquitectura, agricultura y navegación, dejando obras como las pirámides de Egipto, los jardines suspendidos de Babilonia y las edificaciones mayas y aztecas, entre otras.

El Espiritismo a través de la obra La Génesis de Allan Kardec, sin confirmar o desmentir todos los detalles de Los Exiliados de Capella, menos aún por la cuestión de que el libro de Armond sea muy posterior, si contempla la posibilidad y realidad de este tipo de emigraciones e inmigraciones de Espíritus

Los mundos progresan físicamente por la elaboración de la materia y moralmente por la depuración de los espíritus que en ellos viven. La felicidad está en relación directa con el predominio del bien sobre el mal, y a su vez, el predominio del bien es producto del adelanto moral de los espíritus. El progreso intelectual no basta, ya que con la inteligencia pueden hacer el mal.

Cuando un mundo llega a uno de esos períodos de transformación que lo hará ascender de jerarquía, se operan mutaciones en su población encarnada y desencarnada; es entonces cuando ocurren las grandes emigraciones e inmigraciones. Quienes, a pesar de su inteligencia y su saber, perseveran en el mal, en su rebeldía contra Dios y sus leyes, son una traba para el progreso moral ulterior, una causa permanente de inquietud para el reposo y la felicidad de los buenos; razón por la que son excluidos y enviados a mundos adelantados, donde aplicarán su inteligencia y la intuición de los conocimientos adquiridos para ayudar a progresar a quienes los rodean, al mismo tiempo que expiarán, a través de una serie de penosas existencias, caracterizadas por el trabajo duro, sus faltas pasadas y su endurecimiento voluntario.

¿Qué papel desempeñarán ellos en medio de esos pueblos aún en la infancia de la barbarie, si no es el de ángeles o espíritus caídos enviados en misión expiatoria? ¿Acaso no será para ellos un paraíso perdido el mundo del cual fueron expulsados? Y tal morada, ¿no sería para ellos un lugar de delicias, en comparación con el medio ingratos en el cual se encontrarán relegados durante miles de siglos, hasta que hayan merecido su liberación? El vago recuerdo intuitivo que conserven será para ellos como un espejismo lejano que les recordará lo que han perdido por su falta.

La Génesis, Allan Kardec, Cap. XI

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