Palingenesia es sinónimo de Reencarnación

En algunas religiones se dice no creer en la reencarnación o palingenesia porque no está en la Biblia. Muchos fieles encabritados mentalmente por sus líderes religiosos son así adoctrinados y repiten esto a los cuatro vientos. Lo aseguran efusivamente como si fuera una hipótesis incuestionable. Pero, independientemente de que la reencarnación esté o no en la Biblia, es hoy una evidencia desde varios frentes científicos.

En este artículo no hablaremos de Ciencia, nos detendremos solamente en si está o no en la Biblia y en sus aspectos históricos.

La palingenesia en la Biblia

El origen de la palabra bíblica griega palingenesia, que para la Lingüística (la disciplina científica que investiga el origen, la evolución y la estructura del lenguaje, a fin de deducir las leyes que rigen las lenguas, antiguas y modernas) es sinónimo de reencarnación. Proviene de dos vocablos griegos: «palin» (de nuevo) y «génesis» (generación), lo que quiere decir ‘regreso a la vida después de la muerte’, o sea, ‘nueva generación’. Es el espíritu «en nueva generación», es decir, la misma identidad espiritual en nueva reencarnación. Y palingenesia incluso pasó a otros idiomas como el castellano, con su misma forma original bíblica o con modificaciones menores, como en francés: «palingénésique».

Respetamos el dogma que proclamó que la resurrección es del espíritu con su carne. Veamos dos tipos de resurrecciones: Una es del espíritu en el mundo espiritual, cuando la persona muere:

«Padre, en tus manos entrego mi Espíritu» (Lucas 23: 46);

«Al morir el hombre, su cuerpo vuelve al polvo, y su espíritu vuelve a Dios.» (Eclesiastés 12: 7).

Y el mayor teólogo católico actual, André Torres Queiruga («Repensar la Resurrección»), defiende esa tesis. Y la otra resurrección, en el mundo físico, sucede cada vez que el espíritu reencarna. No es, pues, la resurrección de la carne, sino en la carne.

La palabra «palingenesia» aparece, dos veces, en los originales griegos bíblicos del Nuevo Testamento: «… cuando en la palingenesia (reencarnación) …» (San Mateo 19: 28); y la otra: «Cuando, sin embargo, se manifestó la misericordia de Dios …, él nos salvó mediante el baño, el lavado regenerador de la palingenesia (reencarnación) y o renovador de Espíritu Santo,» de un espíritu santo en el original griego. (Tito 3: 5). En algunas traducciones, el artículo definido ‘el’ viene entre paréntesis, exactamente porque él no existe en el texto bíblico en griego, lo que, entonces, exige el artículo indefinido ‘uno’ en las traducciones. El baño renovador o purificador es, pues, un ‘espíritu santo del individuo (y no el Espíritu Santo trinitario), baño que sucede exactamente durante el período de la palingenesia o de las reencarnaciones, las cuales son justamente para la purificación, perfección y evolución del espíritu.

Y la prueba de que ‘palingenesia’ significa reencarnación es que los traductores, en una de las mayores falsificaciones de la Biblia, alteraron su significación de ‘reencarnación’ o ‘renacimiento’ para la de ‘regeneración’. Habrá regeneración, sí, pero después de muchas reencarnaciones o generaciones del espíritu, para el debido perfeccionamiento o el baño renovador del espíritu durante el período de la palingenesia.

En muchos textos bíblicos, los traductores y teólogos hicieron adaptaciones para ocultar la idea de la reencarnación y la aprobación de nuevas doctrinas. Pero esta falsificación de palingenesia por regeneración para ocultar el significado de reencarnación de palingenesia es evidente.

 

Abolición Política de la Reencarnación

Dentro del Cristianismo este concepto ha sido muy mal interpretado en muchas ocasiones, llegando hasta el punto de haber sido declarado anatema (herejía) en cierto momento histórico por razones políticas cuando el Cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano. Esto ocurrió a pesar de que el concepto de la Reencarnación se encontraba claramente en La Biblia y era profesado por algunos padres de la Iglesia.

Afortunadamente, gracias a la investigación de muchos historiadores y al descubrimiento de varios documentos históricos que revelan nuevas perspectivas sobre los orígenes del Cristianismo, hoy sabemos cómo, cuándo y por qué ocurrió este aparente desacuerdo entre la Teología Cristiana oficial y la doctrina de la Reencarnación. Si la reencarnación era una idea en circulación entre los primeros Cristianos, ¿por qué ha desaparecido de la religión Cristiana tal y como la conocemos hoy?

Es difícil de creer pero quien proscribió el concepto de reencarnación del Cristianismo fue… ¡un emperador romano!

Y lo hizo por propósitos muy mundanos.

A principios del siglo cuarto, las más fuertes facciones Cristianas pugnaban unas con otras por influencia y poder, mientras que al mismo tiempo el Imperio Romano se desmoronaba. En el año 325 DC., bajo el pretexto de tratar de renovar la unidad del imperio, el dictador absoluto Emperador Constantino convocó a los líderes de las facciones Cristianas en pugna al Concilio de Nicea. El les ofreció lanzar todo su poder imperial a favor de los Cristianos si ellos resolvían sus diferencias y acordaban un credo único. Las decisiones que se hicieron en este concilio crearon la fundación de la Iglesia Católica Romana. (Al poco tiempo, los libros de la Biblia serian editados y ‘corregidos’ también). A favor de la unidad, todas las creencias que entraran en conflicto con el nuevo credo serian descartadas; en el proceso las facciones y los escritos que soportaban la reencarnación fueron desechados.

Aparentemente algunos Cristianos continuaron creyendo en la reencarnación aún después del Concilio de Nicea, porque en el año 553 DC. la Iglesia tuvo la necesidad de enfrentar de nuevo el concepto de la reencarnación y condenarlo explícitamente. En el Segundo Concilio de Constantinopla el concepto de la reencarnación, unido con otras ideas bajo el término «preexistencia del alma», fue decretado como un crimen merecedor de la excomunión y condenación (anatema).

En el año 543 de la era presente, el Emperador Justiniano (considerado por los historiadores como el último emperador romano), convocó un sínodo en Constantinopla, con el único propósito de condenar las enseñanzas de Orígenes sobre la doctrina de la reencarnación aunque el pretexto fue otro: Deliberar sobre los «Tres Capítulos» de las iglesias disidentes (consideradas por Justiniano como rebeldes y heréticas) que no se encontraban bajo el poder directo de Roma. Orígenes era en ese entonces, el más respetado y amado Padre de la Iglesia cristiana original.

 

El Mandato Imperial contra el Papa

El concilio, conocido también como el Segundo Concilio Ecuménico fue presidido por Eutiquio, aspirante al patriarcado de Constantinopla, obviamente sujeto a Justiniano, y contó con la presencia de 165 obispos.

Pero el Papa Virgilio, cuya presencia había sido requerida por el Emperador, se opuso fuertemente al concilio y se refugió en una iglesia en Constantinopla, temeroso de la ira vengativa del malvado Emperador. El Papa no estuvo presente en ninguna de las deliberaciones ni envió representante alguno y por lo tanto, jamás aceptó que la doctrina de la reencarnación fuera proscrita del credo cristiano.

El concilio, bajo el total control del Emperador y en la ausencia del Papa, elaboró una serie de anatemas; unos historiadores dicen que fueron 14 y otros que fueron 15, anatemas que fueron dirigidos intencionalmente en contra de las tres escuelas de pensamiento a las que calificaron como heréticas, cuyas creencias Justiniano veía como enemigas de sus intereses políticos y que tenían a Orígenes como su teólogo más respetado. Dichos documentos fueron conocidos, a partir de entonces como «Los Tres Capítulos». Dos de los anatemas elaborados por Justiniano, son los siguientes:

  1. Quien dijese o pensase que las almas humanas pre-existían como espíritus y poderes santos pero que llegaron a saciándose de la visión de Dios se tornaron malas y que debido a esto el amor divino dentro de ellas se extinguió y de este modo se convirtieron en almas condenadas a ser encarnadas en cuerpos como castigo, sea anatema.
  2. Quien dijese o pensase que el alma del Señor preexistía unida a Dios el Verbo antes de la Encarnación y su Concepción en la Virgen, sea anatema.

Muchos de los Padres de la Iglesia Cristiana aceptaban la enseñanza del llamado Cristianismo Esotérico que defendía la verdad sobre la Reencarnación.

«No puse por escrito todo lo que pienso pues hay un cristianismo
esotérico que no es para toda la gente.» San Clemente de Alejandría
(150-220).

«El Alma vive más de una vez en cuerpos humanos, pero no puede
recordar sus experiencias anteriores.» Diálogo con Trifo, Justino
Mártir (100-165).

Considerado el Padre de la Ciencia de la Iglesia, Orígenes (185-254) sostenía:

«La preexistencia del alma es inmaterial y por tanto sin principio ni fin de su existencia. Las predicciones de los evangelios no pueden haberse hecho con la intención de una interpretación literal. Hay un progreso constante hacia la perfección. Todos los espíritus fueron creados sin culpa y todos han de regresar, por fin, a su perfección original. La educación de las almas continúa en mundos sucesivos. El alma frecuentemente encarna y experimenta la muerte. Los cuerpos son
como vasos para el Alma, la cual gradualmente, vida tras vida debe ir llenándolos. Primero el vaso de barro, luego el de madera, después el de vidrio y por último los de plata y de oro.»

Es en este evento, presidido por un monarca y no por un religioso, que el cristianismo condena la idea de la reencarnación. Pero el poder de Justiniano fue más que suficiente para hacer que su decisión personal de proscribir la reencarnación del canon cristiano prevaleciera por encima de las creencias del mismo Papa. Los sucesores de Virgilio, incluyendo a Gregorio el Grande (590-604), aunque se ocuparon de diversos asuntos que surgieron a partir del Quinto Concilio, no mencionaban en lo absoluto nada acerca de los conceptos de Orígenes relativos a la doctrina de la reencarnación.

 

Las Trampas de Un Político Astuto

Lo que Justiniano hizo, fue forzar la aceptación de su decisión personal a lo que parece ser meramente una sesión de obispos que nunca fue realmente un concilio, ya que no contó ni con la presencia ni con la aprobación del Papa.

Después de todo, ¿qué obispo podría haberse opuesto a él y rehusarse a seguir sus órdenes?

Es a partir de entonces que la noción de la reencarnación desapareció del pensamiento cristiano en Europa y muchos creen, todavía hasta el día de hoy, que la no aceptación de la reencarnación es un verdadero dogma inspirado.

Todo por la decisión de… un emperador romano.

Es un hecho que algunas sectas Cristianas y escritores aceptaban la reencarnación como una extensión de las enseñanzas de Cristo. Orígenes de Alejandría, uno de los aclamados Padres de la Iglesia y descrito por San Gregorio como «el Príncipe de la enseñanza Cristiana en el tercer siglo», escribió:

«Cada alma viene a este mundo fortalecida por la victorias y debilitada por las derrotas de sus vidas anteriores».

¿Por qué la Iglesia se esfuerza tanto en desacreditar la reencarnación? El impacto psicológico de la reencarnación puede ser la mejor explicación. Una persona que cree en la reencarnación asume responsabilidad por su propia evolución espiritual a través del renacer. El o ella no necesitan sacerdotes, confesionarios o rituales para evitar la maldición (ideas estas que por cierto no son parte de las enseñanzas de Jesús). Esa persona necesita solamente ocuparse de sus propios actos hacia el mismo y hacia los demás. Creer en la reencarnación elimina el miedo al infierno eterno que la Iglesia usa para disciplinar a su rebaño. En otras palabras, la reencarnación directamente socava la autoridad y el poder de la dogmática Iglesia. No es de extrañar entonces que la reencarnación ponga a los Defensores de La Fe tan nerviosos. La Iglesia estaba defendiendo en ese acto extravagante la doctrina del cielo y del infierno y las penas eternas porque centraba más poder en sus manos. Y de esa forma la reencarnación fue proscrita en un de los más graves equívocos cometidos por el Cristianismo.

En La Biblia existen suficientes referencias al fenómeno de la reencarnación las cuales permiten argumentar que el antiguo pueblo de Israel conocía el concepto e inclusive para algunas de sus sectas la reencarnación era parte esencial de sus creencias, especialmente en sectas como los Esenios y otras que practicaban la Cábala (Kabbalah).

Para los cristianos en particular, las citas más importantes sobre la reencarnación pueden ser encontradas en las propias palabras de Jesús en los Evangelios.

Veamos algunos ejemplos a continuación.

Durante el pasaje de la transfiguración Jesús dice a sus discípulos:

Elías ya vino, y no lo reconocieron sino que hicieron con él todo lo que quisieron.
De la misma manera va a sufrir el Hijo del Hombre a manos de ellos.
Entonces entendieron los discípulos que les estaba hablando de Juan el Bautista.
Mateo 17:10-13, Marco 9:11-13, Lucas 9: 33
(Implicando que Juan el Bautista era la reencarnación del profeta Elías).

Jesús habla a sus discípulos sobre Juan el Bautista:

Y si quieren aceptar mi palabra, Juan es el Elías que había de venir.
El que tenga oídos, que oiga.
Mateo 11:14-15
(Explícitamente declarando que Juan el Bautista es la reencarnación del profeta Elías).

A su paso, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento.

Y sus discípulos le preguntaron: –Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?
Ni él pecó, ni sus padres –respondió Jesús–, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida
Juan 9:1-3
(Implicando que el hombre había vivido previamente antes de nacer ciego en la presente existencia).

La Iglesia ha preferido infundir en nosotros el temor al infierno y a la condena eterna, antes que concedernos el conocimiento, indispensable para poder elegir y ser independientes de la obediencia ciega, o de las promesas de entrar en el Paraíso.

«Muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que si se escribieran una por una, me parece que no cabrían en el mundo los libros que se habrían de escribir.»
Juan 21:25.

Se dice que la Biblia no enseña la Reencarnación porque en ella no está escrita esta enseñanza y por lo tanto no existe esa posibilidad. Jesucristo entregó su Enseñanza estratificada para el círculo interno y para el círculo externo, para lo público y para lo privado, como claramente lo destacan estos versículos bíblicos:

«No deis a los perros las cosas santas, ni echéis vuestras perlas a los cerdos.»
Mateo 7:6.

«Porque a vosotros se os ha dado conocer los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no se les ha dado…Por eso les hablo en parábolas, porque ellos viendo no miran y oyendo no escuchan, ni entienden.»
Mateo 13:11,13.

«Todas estas cosas las dijo Jesús en parábolas al pueblo y sin parábolas no les predicaba.»
Mateo 13:34,35.

«A vosotros se os ha concedido saber el misterio del reino de DIOS, pero a los que son extraños todo se les anuncia en parábolas.»
Marcos 4:11.

«Con muchas parábolas les predicaba la palabra, conforme a la capacidad de los oyentes y no les hablaba sin parábolas; bien es verdad que aparte se lo descifraba todo a sus discípulos.»
Marcos 4:33,34.

«A vosotros se os ha concedido entender el misterio del reino de DIOS, a los demás se les habla en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan.»
Lucas 8:10

A pesar del decreto del 553, la creencia en la reencarnación persistió entre los creyentes de fila. Hicieron falta otros mil años y mucho derramamiento de sangre para borrar completamente la idea. A principios del siglo trece, los Cátaros, una devota e iluminada secta de Cristianos que creían en la reencarnación, florecieron en Italia y en sur de Francia. El Papa lanzó una cruzada para detener semejante herejía, medio millón de personas fueron masacradas, villas completas de una sola vez, y los Cátaros o albigenses fueron totalmente barridos del mapa. Esta purga impuso el tono de la brutal Inquisición que comenzaría pronto. No solo la creencia en la reencarnación era causa de persecución, sino cualquier idea metafísica que cayera fuera del dogma de la Iglesia.

   Hoy debido a la natural evolución humana y al despertar mental que actualmente sucede, despertar que no es igual para todos dado que hay almas con más y con menos experiencias, la mayoría aceptaría la reencarnación y otras verdades por inspiración y no por dogma.

 

Palingenesia o Reencarnación en otras culturas

India

En la India se habla de la reencarnación con el término sánscrito samsara (‘vagabundeo’ del alma de un cuerpo a otro).

Grecia

Los griegos la simbolizaban con el ave fénix.

Estoicos

Esta doctrina puede rastrearse desde los estoicos, que usaban el término para referirse a la recreación del universo por el Demiurgo (dios creador), después de su absorción dentro de sí mismo.1

Neoplatónicos

Los neoplatónicos también admitían una palingenesia universal.

En Filosofía

En algunas teorías filosóficas, está relacionada con la ekpirosis, y comprende a la palingénesis como el renacimiento que sigue al fin de la existencia producido por una conflagración final.​ Así, Filón de Alejandría creía que Noé y sus hijos habían sido los impulsores de una renovación o renacimiento de la Tierra.​

Cicerón

Cicerón (106–43 a. C.) utilizaba esta palabra para explicar su propio retorno desde el exilio.1

Pitagóricos

En filosofía, la palingenesia denota en un sentido más amplio la teoría (por ejemplo, de los pitagóricos) de que el alma humana no muere con el cuerpo, sino que nace otra vez en nuevas encarnaciones. Sería, así, equivalente a la metempsicosis.

Plutarco

Plutarco (45–125 d. C.) hablaba de palingenesia con respecto a la transmigración de las almas (la reencarnación al estilo hindú), explorada ya en el Canto VI de La Eneida de Virgilio en el siglo I a.C.

Druidas

Los druidas (sacerdotes galos) creían a su vez que, después de un determinado número de revoluciones de siglos, el universo quedaría disuelto o destruido por el agua y el fuego y luego renacería de sus cenizas.[cita requerida]

Robert Burton

Robert Burton, en The Anatomy of Melancholy (La anatomía de la melancolía, 1628), escribió: «Los pitagóricos defendían la metempsicosis y la palingenesia, en que las almas van de un cuerpo a otro».

Giambattista Vico

El italiano Giambattista Vico (1668-1744) enseñó a su vez, en su teoría de los círculos, una doctrina análoga.

Allan Kardec y la doctrina espiritista

A mediados del siglo XIX, la reencarnación fue recogida por Allan Kardec, que la hizo formar parte de la doctrina espiritista.

Nirvana

La palingénesis podría considerarse una doctrina paralela a la reencarnación, aunque algunos creen que en la palingénesis el alma nunca alcanza el nirvana que la liberaría de la reencarnación.

 

Salvador Martín

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