¿Qué es la turbación espírita?

Cuando nos separamos del cuerpo tras la muerte o desencarnación, no recuperamos de inmediato la conciencia y estamos durante algún tiempo en un estado de turbación. Es una especie de adormilamiento, todo es confuso al inicio, estamos aturdidos, como cuando acabamos de salir de un profundo sueño y tratamos de percatarnos de la situación. A medida que se va borrando la influencia de la materia se va borrando esa especie de niebla que oscurece los pensamientos, y vamos recuperando la lucidez de las ideas y el recuerdo del pasado.

Esto puede durar desde algunas horas hasta muchos meses e incluso años. Es un estado menos prolongado entre quiénes se identificaron durante su encarnación con la vida futura y es calmado, con un despertar apacible, en aquellos que hicieron el bien.

Esa turbación tiene también que ver con el tipo de muerte. En los casos de muerte violenta, por suicidio, accidente, o cualquier otro tipo de muerte repentina, el Espíritu se encuentra sorprendido, y es común que no se crea haber muerto y hasta se obstine, a pesar de las señales, en la idea de que sigue vivo. Es una ilusión que mantiene hasta que su periespíritu no se desprende por completo.

La turbación no es penosa para el hombre de bien, que es serena y parecida a la de un apacible despertar. Para aquel cuya conciencia no es pura, la turbación está llena de ansiedad y angustia, y esto aumenta cuando se reconoce a sí mismo.

En las muertes naturales, cuando antecede una larga enfermedad, es frecuente que la turbación comience antes del momento de la muerte, y el Espíritu no sea realmente consciente del último suspiro, ni de las agonías y dolores que le puedan acompañar, a no ser que los tenga que padecer por expiación.

El conocimiento del Espiritismo influye también en el tiempo que pueda durar la turbación, porque ayuda a comprender por anticipado esa situación. Pero sin duda la mayor influencia la ejerce la práctica del bien.

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