¿Qué puedo hacer para ayudar a un ser querido que acaba de morir?
En primer lugar habría que decir que la pena de aquí suele ser mayor que la de allí, es decir que los familiares y seres queridos, en mayor o menor grado, aún ignorantes de la vida espiritual, sufren por la pérdida.
Y es común que los que se han marchado lamenten ese desconocimiento de sus familiares, y la pena de estos agríe su nuevo destino.
Por eso una de las mejores formas de ayudar al ser querido que se acaba de marchar, si es lo que pretendemos, es ahondar lo suficiente en el conocimiento espírita para entender que nuestro ser querido sigue viviendo. Lo que además de ayudarnos a nosotros, va a ser de gran satisfacción para el que ya se ha ido. Muchos al desencarnar tienen una sensación agridulce, por un lado descubren la realidad y maravillas de la nueva vida, dejando atrás las dificultades y tribulaciones de la materia, pero por contrapartida sufren al ver sufrir a sus familiares, no pudiendo hacer nada para aliviar sus dolores, que no sea inspirarles que siguen viviendo. Y frecuentemente son precisamente ellos quiénes nos llevan a buscar la verdad.
El estado del Espíritu que acaba de desencarnar es algo que difícilmente se puede presuponer con acierto, pero sabemos que aquellos que no han sido verdaderamente buenos y caritativos en su existencia van a pasar cierto estado de turbación hasta que despierten a la nueva realidad. Y si bien, en términos generales, la realidad del plano espiritual es mejor que la de aquí, puede haber ciertos espíritus para los que nuestra ayuda sincera pueda ser beneficiosa.
Hablamos concretamente de la oración. Las oraciones que parten de corazones sinceros, con las propias palabras y pensamientos, llenas de sentimiento, son de gran ayuda en esos momentos. Alivian y atenúan las dificultades del tránsito y ayudan al Espíritu en su adaptación a la nueva realidad.
Por eso Allan Kardec nos dice que las oraciones por los Espíritus que acaban de dejar la Tierra, no tienen solo por objeto darles un testimonio de simpatía, sino que tienen también el fin de ayudar a su desprendimiento, y por lo tanto, abreviar la turbación que sigue siempre a la separación y darles más calma al despertar. Pero también en ésta, como en cualquier otra circunstancia, la eficacia está en la sinceridad del pensamiento y no en la abundancia de palabras dichas con más o menos pompa y en las cuales muchas veces el corazón no toma ninguna parte.
Las oraciones que parten del corazón, resuenan alrededor del Espíritu, cuyas ideas están aún confusas, como las voces amigas que nos sacan del sueño.