¿Tienen Alma los animales?

Tienen Alma los animales es el título de uno de los libros de Ernesto Bozzano, con 130 casos que lo demuestran.

Dijo León Denis:

«El alma duerme en el mineral, sueña en el vegetal, se mueve en el animal y despierta en el hombre»

El principio inteligente, principio del Espíritu, comienza su contacto con la materia en el mineral. Así, en el reino mineral, el principio inteligente reflejaría su presencia en las manifestaciones de las fuerzas de atracción y cohesión con que las moléculas se agrupan. En el reino vegetal, mostraría mayores adquisiciones por el fenómeno de sensibilidad celular. En el reino animal, el principio inteligente sumaría nuevas adquisiciones reflejadas en los instintos. En el reino hominal, todo ese caudal de experiencias estaría ensanchado por los nuevos lastres de la concienciación, que traen consigo el razonamiento, la afectividad, la responsabilidad y otras tantas condiciones que caracterizan esta fase. El principio inteligente pasa así por los diferentes reinos, en el mineral (atracción), en el vegetal (sensación) y en el animal (instinto) hasta llegar a ser Espíritu en el reino hominal (razón).

¿Espíritus de animales? ¿Los animales tienen espíritu?

LE 597:«Puesto que, los animales poseen una inteligencia que les confiere cierta libertad de acción, ¿Existe en ellos un principio independiente de la materia?»

Respuesta: «Sí, y que sobrevive al cuerpo».

Un principio independiente de la materia y que sobrevive al cuerpo.

LE 606, nos presenta la indagación crucial: «¿La inteligencia humana y la de los animales emanan de un principio único?

Respuesta: «Sin lugar a dudas pero, en el hombre, ha recibido una elaboración que la eleva por encima de la del animal».

Materia y espíritu constituyen los dos elementos generales del universo, estando arriba Dios, el Creador. Esas tres cosas constituyen el principio de cuanto existe, la Trinidad Universal (LE 1-27).  En la Creación todo proviene del principio material: la materia, los fluidos, etc., y del principio espiritual: los espíritus y los principios inteligentes que le anteceden. En varias oportunidades, Kardec cuestiona a los espíritus, con respecto a eso. Así, les pregunta (LE 1-64) si el principio vital formaría un tercer elemento, además del espíritu y de la materia, al que los espíritus responden negativamente, informando que ese principio tiene su fuente en las modificaciones de la materia universal. También es de Kardec (LE 1-79) la indagación:

«Puesto que dos elementos generales hay en Universo: el elemento inteligente y el material, ¿Se podría afirmar que los Espíritus están formados del elemento inteligente, así como los cuerpos inertes se hallan integrados por el elemento material?»

Y la respuesta es afirmativa.

Al principio de los años 80, los científicos Jon Ahlquist y Charles Siby descubrieron que el código genético de los seres humanos y de los chimpancés tiene el 98,4% de identidad. En otras palabras, diferimos genéticamente de los chimpancés en tan sólo el 1,6% de nuestras características.

LE 607A: «Parece, entonces, que ¿el alma habría sido el principio inteligente de los seres inferiores de la creación?»

Respuesta: «¿No hemos dicho ya que en la Naturaleza todo se encadena y tiende a la unidad? Es en esos seres, a los que estáis lejos de conocer en su totalidad, donde el principio inteligente se elabora, individualizándose poco a poco, y se ensaya para la vida, conforme hemos afirmado antes… Se trata en cierto modo de una tarea preparatoria, como la de la germinación, a consecuencia de la cual el principio inteligente experimenta una transformación y se convierte en Espíritu. Entonces comienza para él el periodo de humanidad (…)»

Esa respuesta no puede ser más concluyente.

LE 609: «El Espíritu, una vez que ha entrado en el período de humanidad, ¿conserva el Espíritu de lo que antes era? Vale decir, vestigios del estado en que se encontraba durante el período que pudiéramos denominar prehumano?».

Respuesta: «Eso depende de la distancia que separa los dos períodos y del progreso realizado. Durante algunas generaciones él puede tener un reflejo más o menos pronunciado de su estado primitivo, porque nada en la Naturaleza se hace por transición brusca (…)»

Encontramos casos interesantes a este respecto, por ejemplo, el de Raymond Moody, el famoso autor de Vida después de la Vida, que durante años no aceptó la reencarnación, ni creía en eso de las regresiones hasta que rindiéndose a la insistencia de una psiquiatra amiga suya aceptó ser sometido a una regresión. Y finalmente no fue una, sino muchas sesiones, en las que llegó a verse en varias encarnaciones anteriores, resultando que en la más lejana de esas regresiones se veía subido a un árbol, se veía a sí mismo como un simio. Todas estas regresiones darían lugar después a un libro de su autoría, relatando todo con detalle.

En el cerebro no existe órgano que sea privativo del hombre. Las diferencias del antropoide y del hombre son, en el substrato morfológico, sólo de naturaleza cuantitativa y no cualitativa. El Homo sapiens sapiens es solamente una especie animal única. Nada hay en ella singular -como afirma la Antropología- que no pueda ser analizada biológicamente como otra especie cualquiera. Al contrario de una especie singular y superior, el hombre es en realidad sólo una especie más. Es decir, Charles Darwin sigue imbatible.

«El principio espiritual se acogió en el seno templado de las aguas, a través de los organismos celulares. Durante miles de años, hizo largo viaje en la esponja, pasando a dominar células autónomas, imponiéndoles el espíritu de obediencia y de colectividad, en la organización primordial de los músculos. Experimentó largo tiempo, antes de ensayar los cimientos del aparato nervioso, en la medusa, en el gusano, en el batracio, arrastrándose para emerger del fondo oscuro y fangoso de las aguas, e iniciar sus primeras experiencias ante el sol meridiano».

Opinión de André Luiz que como tantas otras vertidas hace más de 50 años van encontrando respaldo en la Ciencia.

No se habla, en el medio científico, de principio espiritual, pero se habla de vida. Y la idea en efecto es esa, que las primeras manifestaciones de vida en el planeta surgieron en los «mares templados», expresándose en el protoplasma, un gel formado de materia orgánica. «De esa pasta cósmica, vierte el principio inteligente, en sus primeras manifestaciones», refiere André Luiz, en Evolución en Dos Mundos.

Periespíritu

En el periespíritu poseemos todo el arsenal de recursos automáticos que gobiernan a los billones de entidades microscópicas, recursos adquiridos muy lentamente por el ser a través de milenios y milenios de esfuerzo y recapitulación en los múltiples campos de la evolución anímica. En esta operación lenta surgen las algas acuáticas dando cobijo al principio inteligente. Son formas monocelulares, casi invisibles, que hasta hoy persisten en la Tierra como filtros de evolución primaria, pasando en este orden a las algas verdes pluricelulares. De los organismos monocelulares a los organismos complejos comandando células. Entretanto desarrolla los sentidos:

  • El tacto con el paso del principio inteligente por las células nucleares con sus impulsos amebianos.
  • La vista en la sensibilidad del plasma en los flagelos monocelulares expuestos a la claridad solar
  • El olfato en los animales acuáticos más simples en los cambios de ambiente en que se mueven.
  • El gusto en las plantas provistas de pelos viscosos destilando jugos.
  • Y el sexo en las algas que no sólo poseían células masculinas y femeninas atraídas unas a otras sino también un esbozo de epidermis sensible.

¿Cómo ha sido hasta ahora la historia de la aparición de esas diferentes formas de vida en nuestro planeta?

Existe una interesante estrategia comparativa que ayuda a entenderlo mejor: es compactar los 15 mil millones de años de existencia del universo, dentro del período de tan sólo un año. ¿Cómo sería reducida a un año la historia de la aparición de esas diferentes formas de vida en nuestro planeta?

1 de enero – formación del universo, a partir de la «gran explosión».

A principios de mayo – formación de nuestra galaxia, la Vía Láctea.

10 de septiembre – surgen el sistema solar y la Tierra.

A finales de septiembre – surge la vida en la Tierra.

Primero de octubre – surgen bacterias y algas unicelulares.

19 de octubre – bacterias inician el proceso de fotosíntesis.

24 de noviembre – surgen los primeros seres vivos unicelulares

poseedores de núcleo celular (eucariontes).

A finales de noviembre – surgen los procesos sexuales en seres unicelulares.

1 de diciembre – hace 1.700 millones de años.

12 de diciembre – surgen las primeras plantas y animales pluricelulares.

16 de diciembre – seres pluricelulares se expanden rápidamente en la Tierra.

17 de diciembre – surgen los primeros seres animales invertebrados portadores de caparazón.

20 de diciembre – surgen los primeros animales con columna vertebral.

21 de diciembre – surgen las primeras plantas terrestres; los pequeños anfibios abandonan los mares.

23 de diciembre – surgen las selvas de carbón mineral y surgen los primeros reptiles.

25 de diciembre – surgen los predecesores de los dinosaurios.

27 de diciembre – se desarrollan los primeros mamíferos, a partir de los reptiles.

28 de diciembre – surgen las primeras aves.

29 de diciembre – apogeo de los dinosaurios.

30 de diciembre – extinción de los saurios; inicio de la ascensión de los mamíferos; surgen los primeros primates.

31 de diciembre – surgen los simios y antropoides; aparición de los primeros hombres.

21:40 – surge en África el Australopitecus, el precursor del hombre, hace 3,5 millones de años.

22:50 – uso de las primeras herramientas (por el Homo habilis, la primera especie del género humano, que vivió hace 2 millones de años.

22:57 – surge el Homo erectus – hace 1,8 millones de años.

23:56 – surge el hombre de Neandertal (de la especie Homo sapiens).

23:58:40 – surge el hombre, el Homo sapiens sapiens.

Faltan 4 segundos – nace Jesús.

24:00 – ahora

Pero entretanto hay una evolución guiada física y moral, unos eslabones perdidos que no hemos encontrado, pues no es una evolución que se reduzca a este planeta. El principio inteligente para llegar a ser espíritu pasará por otras especies, por otras formas y vidas que aún estamos lejos de conocer, pero aun así, de lo que conocemos, contemplamos no sólo la evolución de las especies, que con Darwin y el espírita Rusell Wallace fue contemporánea a la publicación de El libro de los Espíritus. Vemos que tras todo ese proceso hay un fin y un destino, un por qué y un para qué, un principio inteligente detrás, evolucionando, creciendo, repitiendo, aprendiendo y, escala a escala, poco a poco, milenio a milenio, es merecedor y conquistador de sus logros. Son ya 15 mil millones de años que el hombre pretende mirar pero aún no ve, pretende explicar pero aún no comprende, pero que representan la huella indeleble de Dios, de la Evolución, del fin contundente de marchar hacia la inteligencia, hacia el mundo moral.

En cuanto a la reencarnación de los animales se ha preguntado al espíritu Álvaro si los animales establecen lazos duraderos entre sí. «Sí, dijo él, existe una atracción entre los animales, tanto en aquellos que forman grupos, como en aquellos que se reencarnan ya domesticados. Procuramos colocar juntos espíritus que ya convivieron, lo que facilita la aparición y la elaboración de sentimientos.»

Los animales crean lazos afectivos no sólo entre sí, sino también con los seres humanos, de eso tenemos pruebas todos los días. Chico Xavier poseía un perro de nombre Don Pedrito, al que quería mucho. Don Pedrito fue atropellado y murió, para desconsuelo de Chico. Un tiempo después, Chico andaba por la calle cuando se dio cuenta que le perseguía un perrito. Se le aparece entonces Emmanuel, el mentor del médium, que le dice: «Chico, espera y fíjate en este perrito. ¡Es Don Pedrito que vuelve a ti!» Chico recogió afectuosamente al perrito y le dio el nombre de Brinquinho. Los miércoles, conforme cuenta Chico, mientras él iba a recibir mensajes, Brinquinho aparecía por allí. Golpeaba la puerta, esperaba a que Chico la abriera y se tumbaba quietecito, mientras el trabajo de psicografía se desarrollaba. Cuando todo finalizaba, Brinquinho se levantaba y aguardaba a que Chico abriera la puerta.

¿Por qué existen los animales?

La materia comparte con el Principio Inteligente, su evolución. La verdad es inexorable: ¡somos nosotros que ya existimos en ellos!      No hay animales por un lado y nosotros, seres humanos, por otro. Somos todos espíritus en la vivencia de los infinitos escalones del proceso evolutivo, del cual los seres humanos de este ínfimo planeta, por mucho que su pretensión así lo desee, no representan el punto final.

En el libro Memorias del Padre Germán, de Amalia Domingo Soler, se halla registrada la lealtad de otro perro, Sultán, que durante años acompañó al padre Germán en todas las actividades. Es admirable el modo como el padre Germán se refiere al perro:

Terranova era la raza del perro del Padre Germán

«‒¡Ah Sultán, Sultán! ¡qué hermosa inteligencia poseías! ¡Cuánta dedicación te merecía mi persona! ¡Te perdí, y perdí en ti mi mejor amigo! Otrora, cuando me recogía en mi choza; cuando, prosternado ante el oratorio, rezaba con lágrimas; cuando lamentaba las persecuciones que sufría, era él quien me escuchaba estático, sin nunca aburrirse con mi compañía. Su mirada buscaba siempre la mía y, cuando en las puertas de la muerte, lo vi reclinar la cabeza en mis rodillas, buscar el calor de mi cuerpo, fue cuando en su mirada se extinguió la llama misteriosa que arde en todos los seres de la Creación.»

Pero esa llama misteriosa que arde en todos los seres de la Creación no se extingue, sólo se traslada, sobrevive a la muerte, se ensaya en la vida y adquiere en el hombre el principio de la vida moral. Esa marcha continua, sometida a las leyes del progreso, le conducirá a la sabiduría, al Amor, al Espíritu Puro.

El alma, dijimos, viene de Dios. Es, en nosotros, el principio de la inteligencia y de la vida. Esencia misteriosa, escapa al análisis, como todo cuanto dimana del Absoluto. Creada por amor, creada para amar, tan insignificante que puede ser encerrada en una forma cobarde y frágil, tan grande que, con un impulso de su pensamiento, abarca el Infinito, el alma es una partícula de la esencia divina proyectada al mundo material. Desde la hora en que cayó en la materia, hemos contemplado el camino que siguió para remontar hasta el punto actual de su carrera. Precisó pasar por vías oscuras, revestir formas, animar organismos que dejaba al salir de cada existencia, como se hace con un vestuario inútil. Todos estos cuerpos de carne perecieron, el soplo de los destinos les dispersó las cenizas. Mas el alma persiste y permanece en su perpetuidad, prosigue su marcha ascendente, recorre las innumerables estaciones de su viaje y se dirige hacia un fin grande y apetecible, un fin que es la perfección. El alma contiene en estado virtual, todos los gérmenes de su desarrollo futuro. Está destinada a conocer, adquirir y poseer todo. Para realizar sus fines, tiene que recorrer, en el tiempo y el espacio, un campo sin límites.

El objetivo de la evolución, la razón de ser de la vida no es la felicidad terrestre, como muchos erróneamente creen, y sí el  perfeccionamiento de cada uno de nosotros. Y ese perfeccionamiento debemos realizarlo por medio del trabajo, del esfuerzo, de todas las alternativas de la alegría y del dolor, hasta que nos hayamos desarrollado completamente y elevado al estado celeste. El dolor, físico y moral, forma nuestra experiencia. La sabiduría es el premio. Poco a poco el alma se eleva y, conforme va subiendo, en ella se va acumulando una suma siempre creciente de saber y virtud; se siente más estrechamente unida a sus semejantes;  se comunica más íntimamente con su medio social y planetario. Elevándose cada vez más, no tarda en unirse por lazos pujantes a las sociedades del Espacio y después al Ser Universal.

Así, la vida del ser consciente es una vida de solidaridad y libertad. Libre dentro de los límites que le señalan las leyes eternas, se constituye en arquitecto de su destino. Su  adelantamiento es obra suya. Ninguna fatalidad lo oprime, salvo la de sus propios actos, cuyas consecuencias recaen en él; mas, no puede desarrollarse y medrar sino en la vida colectiva con el recurso de cada uno y en provecho de todos. Cuanto más sube, tanto más se siente vivir y sufrir en todos y por todos. En la necesidad de elevarse a sí mismo, atrae a sí, para hacerlos llegar al estado espiritual, a todos los seres humanos que pueblan los mundos donde viviera. Quiere hacer por ellos lo que por él hicieran sus hermanos más viejos, los grandes Espíritus que lo guiarán en su marcha.

La materia es el obstáculo útil; provoca el esfuerzo y desarrolla la voluntad; contribuye para la ascensión de los seres, imponiéndoles necesidades que los obligan a trabajar. ¿Cómo, sin el dolor, habríamos de conocer la alegría; sin la sombra, apreciar la luz; sin la privación, saborear el bien adquirido, la satisfacción alcanzada? Aquí está la razón del por qué encontramos dificultades de toda suerte en nosotros y a nuestro alrededor.

Es la ley del esfuerzo, ley suprema, por la cual el ser se afirma, triunfa y se desarrolla; es la magnífica epopeya de la Historia, la lucha exterior que llena el mundo. La lucha inferior no es menos conmovedora. Cada vez que renace, tendrá el Espíritu que acomodar, adecuar el nuevo envoltorio material que le va a servir de morada y hacer de él un instrumento capaz de traducir, de expresar las concepciones de su genio. A pesar de las decepciones, de las derrotas, a través de las existencias renovadas, el alma consigue desarrollar sus elevadas facultades.

Hay en nosotros una sorda aspiración, una íntima energía misteriosa que nos encamina hacia las alturas, que nos hace tender hacia destinos cada vez más elevados, que nos impele hacia lo Bello y hacia el Bien. Es la ley del progreso, la evolución eterna, que guía a la Humanidad a través de las edades y aguijonea a cada uno de nosotros, porque en la Humanidad son las mismas almas, que, de siglo en siglo, vuelven para proseguir, con la ayuda de nuevos cuerpos, preparándose para mundos mejores, en su obra de perfeccionamiento.

La ley del progreso no se aplica solamente al hombre; es universal. Hay en todos los reinos de la Naturaleza, una evolución que fue reconocida por los pensadores de todos los tiempos. Desde la célula verde, desde el embrión errante, boyando a flor de las aguas, la cadena de las especies se ha desarrollado a través de series variadas, hasta nosotros.

Cada eslabón de esa cadena representa una forma de la existencia que conduce a una forma superior, a un organismo más rico, más bien adaptado a las necesidades, a las manifestaciones crecientes de la vida. Mas, en la escala de la evolución, el pensamiento, la conciencia y la libertad sólo aparecen pasados muchos grados. En la planta, la inteligencia dormita; en el animal, sueña; sólo en el hombre despierta, se conoce, se posee y se vuelve consciente; a partir de ahí, el progreso, de alguna suerte fatal en las formas inferiores de la Naturaleza, sólo se puede realizar por el acuerdo de la voluntad humana con las leyes Eternas.

La teoría de la evolución debe ser completada por la de la Percusión, o sea, por la acción de las potencias invisibles, que activa y dirige esta lenta y prodigiosa marcha ascensional de la Vida del Globo. El hombre, nos demuestra la embriogenia, es la síntesis de todas las formas vivas que lo precedieran, el último eslabón de la larga cadena de vidas inferiores que se extiende a través de los tiempos. Más, eso es apenas el aspecto exterior del problema del origen, mientras que amplio e imponente es el aspecto interior. Así como cada nacimiento se explica por la bajada a la carne de un alma que viene del Espacio, así también la primera aparición del hombre en el Planeta debe ser atribuida a una intervención de las Potencias invisibles que generan la vida.

La evolución de los mundos y de las almas es regida por la Voluntad Divina, que penetra y dirige toda la Naturaleza. Mas la evolución física es una simple preparación para la evolución psíquica y la ascensión de las almas prosigue mucho más allá de la cadena de los mundos materiales. Nuestro Globo es como una arena donde se traban batallas incesantes. En su prodigiosa fecundidad, genera nuevos seres; mas luego la muerte siega en sus filas cerradas. Esa lucha, horrenda a primera vista, es necesaria para el desarrollo del principio de vida, dura hasta el día en que un rayo de inteligencia viene a iluminar las conciencias adormecidas. Es en la lucha que la voluntad se perfecciona y afirma; es del dolor que nace la sensibilidad.

Emerger grado a grado del abismo de la vida para tornarse Espíritu, genio superior, y esto por sus propios méritos y esfuerzos, conquistar el futuro hora a hora, ir liberándose día a día un poco más de la ganga de las pasiones, liberarse de las sugestiones del egoísmo, de la pereza, del desánimo, rescatarse poco a poco de sus flaquezas, de su ignorancia, ayudando a sus semejantes a rescatarse a su vez, arrastrando  todo  el  medio  humano  hacia  un  estado superior, tal es el papel distribuido a cada alma.

El canto de gloria, el himno de la vida infinita llena los espacios, sube desde el fondo del alma, de las ruinas y de las tumbas. Sobre los destrozos de las civilizaciones extintas brotan flores nuevas. Se efectúa la unión entre las dos humanidades, visible e invisible, entre aquellos que pueblan la Tierra y los que recorren el Espacio. Sus voces llaman, se responden unas a otras, y esos rumores, esos murmullos, vagos y confusos todavía para muchos, se vuelven para nosotros el mensaje, la palabra vibrante que afirma la comunión de amor universal.

Tal es el carácter complejo del ser humano: espíritu, fuerza y materia, en quien se resumen todos los elementos constitutivos, todas las potencias del Universo. Todo lo que está en nosotros está en el Universo y todo lo que está en el Universo se encuentra en nosotros. Por el cuerpo fluídico y por el cuerpo material, el hombre está unido a la inmensa estructura de la vida universal; por el alma, a todos los mundos invisibles y divinos. Tenemos en nosotros el instinto de la animalidad más o menos comprimido por el largo trabajo, por las pruebas de las existencias pasadas, y tenemos también la crisálida del ángel, del ser radiante y puro, que podemos venir a ser por la impulsión moral, por las aspiraciones del corazón y por el sacrificio constante del «yo». Tocamos con los pies las profundidades sombrías del abismo y con la frente las alturas fulgurantes del cielo, el imperio glorioso de los Espíritus. Y así hasta el infinito.

Salvador Martín

Bibliografía

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MOODY, R. Coming back. New York: Bantam Books, 1991.

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