¿Quién fue Allan Kardec?

Allan Kardec es el pseudónimo de Hippolyte León Denizard Rivail, pedagogo francés, discípulo y colaborador del famoso pedagogo suizo Johann Heinrich Pestalozzi, creador del método intuitivo racionalista. Autor de numerosos libros educativos adoptados por las instituciones educativas francesas, incluidas las universidades. Fue miembro de varias sociedades científicas e intelectuales, siendo un miembro honorario en muchas de ellas. Recibió el prestigioso premio de la Real Academia de Arras.

Allan Kardec estudió el fenómeno mediúmnico y sus leyes. Aplicó a la nueva ciencia el método experimental. Nunca formuló teorías preconcebidas y usó el mismo criterio positivista que aplicaba en otras ciencias. Observaba, comparaba, deducía las consecuencias y buscaba siempre la razón y la lógica de los hechos. Finalmente se encargaría de coordinar y compilar las comunicaciones obtenidas en diversos lugares del mundo. De la concordancia de las respuestas de los espíritus, y del estudio de los hechos espíritas, surgió el Espiritismo, gracias a su intermedio. Allan Kardec es pues el fundador de la doctrina espírita o Espiritismo y sus obras que enumeraremos en el próximo video son la base fundamental de esta ciencia y filosofía de consecuencias morales.

Una tarde de 1857 Denizard Rivail recibió la comunicación de un espíritu enteramente personal: dijo haberle conocido en una existencia precedente, cuando en el tiempo de los druidas vivían ambos en las Galias. Su nombre era el de Allan Kardec, fue a partir de ese momento que adoptó ese pseudónimo.

Ana Blackwell, traductora inglesa de las obras de Allan Kardec, le describía de mediana estatura, robusto, de rostro firme, con facciones muy marcadas y ojos grises claros; más que francés parecía alemán. Enérgico y tenaz, pero de temperamento tranquilo, precavido, realista hasta la frialdad, incrédulo por  naturaleza y por educación, razonador lógico y preciso, y eminentemente práctico en ideas y acciones, estando igualmente distanciado del misticismo como del entusiasmo. Grave, remiso en el hablar, sin amaneramientos, pero con cierta tranquila dignidad resultado de la serenidad y su independencia de criterio, que eran los rasgos distintivos de su carácter; sin buscar ni evitar las discusiones, recibía afablemente a los innumerables visitantes que acudían de todas  las partes del mundo a hablar con él acerca de las ideas de las cuales era el exponente más autorizado, contestando a consultas y objeciones, resolviendo dificultades, y dando informes a todos los investigadores serios con quienes hablaba libre y animadamente, mostraba en ocasiones un rostro radiante, placentero y genial, si bien a causa de la sobriedad natural en sus maneras, era difícil verlo reír.

Entre los miles de personas que le visitaban, las había de alto rango en el mundo social, literario, artístico y científico. El emperador Napoleón tercero, cuyo interés por los fenómenos espiritistas no es ningún misterio, le mandó llamar varias veces, sosteniendo con él largas conversaciones en las Tullerías acerca de las doctrinas que expuso en El libro de los Espíritus.

El famoso astrónomo Camille Flammarión lo definió como el sentido común encarnado.

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