Curso de Psicografía

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Curso de Psicografía

Muchas personas nos contactan pretendiendo desarrollar la capacidad de escribir mediúmnicamente, es decir, recibir comunicaciones de los espíritus a través de la escritura, y algunos otros porque ya les ha sucedido algún fenómeno de este tipo, y buscan alguna instrucción práctica.

Son frecuentes dudas y cuestiones que llegan a esta web, y aunque ciertos casos requieren una atención personalizada, la mayoría de los que nos contactan presentan dudas e inquietudes muy similares.

En este artículo pretendemos condensar algunas de esas preguntas de la forma más simple y sintética posible, en la intención de lograr un esclarecimiento tanto didáctico como práctico.

El título que damos a este post de Curso de Psicografía puede resultar atrevido para algunos, ambicioso para otros, e incluso habrá quien diga que es hasta peligroso. Si te encuentras entre los que así piensan, te comprendemos, nosotros mismos miraríamos con lupa algo así, aún viniendo de una fuente de confianza.

Por eso nos detendremos algunas líneas en responder cuestiones clave que pensamos lo van a justificar sobradamente.

¿Se puede hacer un Curso de Psicografía online?

Antes de la llegada del Espiritismo había médiums psicógrafos que aprendían a base de errores y a través de las informaciones de algún buen espíritu, en los mejores casos, otros que fruto de la ignorancia caían en mistificaciones de todo tipo.

Con la llegada de la revelación espírita, de El Libro de los Espíritus y particularmente de El Libro de los Médiums muchos médiums encontraron una línea segura sobre la que guiar sus pasos, y bebiendo de estas fuentes, leyendo y estudiando estas obras, en los primeros años de la aparición de la enseñanza espírita, surgieron muchos médiums psicógrafos, bien orientados gracias a estos dos libros. Fue precisamente gracias a muchos de esos médiums psicógrafos que Allan Kardec pudo completar los cinco libros fundamentales.

Hoy en día tenemos todos los libros, y su lectura y estudio es fundamental, y no lo es menos resolver ciertas dudas o desarrollar ciertos conocimientos que permitan al médium un correcto ejercicio de su facultad.

Al que hoy en día le surge este tipo de facultad espontáneamente, sin buscarlo, es precisamente en la red donde va a ir a buscar respuestas, (es muy frecuente y conocemos numerosos casos así). Y es normal que así suceda porque raro será el que tenga un centro espírita cerca, o que siquiera conozca la existencia de personas que de forma seria y bien fundamentada le podrían orientar a este respecto.

Y aún acudiendo a un centro espírita no siempre se encuentran las orientaciones más adecuadas porque no en todos los centros se tiene la formación necesaria o si se tiene no siempre se quiere o se sabe transmitir.

Entonces no solo se puede hacer un curso de ésta y otras muchas cuestiones espíritas en la red, sino que consideramos que es algo especialmente útil y práctico hoy en día, por supuesto llevado a cabo correctamente.

¿No sería preferible simplemente remitir a un centro espírita?

A partir de que la facultad se ha mostrado por sí misma, cuando los mensajes comienzan realmente a aparecer es fundamental un trabajo en equipo y que las comunicaciones sean valoradas por otras personas, no de forma individual, y que esas personas tengan cierto conocimiento espírita, lo que difícilmente se va a encontrar fuera de los centros espíritas.

Entonces si tras la experimentación efectivamente aparecen comunicaciones nuestra recomendación es que se interrumpa esa experimentación para evitarse mistificaciones y engaños de ciertos espíritus, y se empiece desde ese momento a intentar conocer más en profundidad la mediumnidad y el espiritismo, a través del estudio. Y aguardar el momento propicio de poder experimentar con mayor seguridad, lo que se puede lograr o bien encontrando un centro espírita que permita esto, o creando nosotros mismos un grupo de estudio espírita, que objetive el conocimiento espírita y que llegado el momento, seguramente tras no pocos meses de estudio, estar en las condiciones adecuadas de experimentar.

Es así de hecho que han empezado muchos centros espíritas, y que no por pequeños y familiares, es decir porque cuenten con pocas personas, tienen nada que envidiar en lo relativo a la experimentación a centros espíritas más grandes o con mayor trayectoria. Porque precisamente uno de los requisitos de la experimentación mediúmnica es que los grupos sean reducidos, y que las personas que los forman sean afines, lo que difícilmente se va a lograr en grupos más numerosos.

 

¿Es mejor leer toda la obra de Allan Kardec antes de experimentar nada?

Es algo que no admite discusión, sí, es mejor leer antes los libros fundamentales. El propio Allan Kardec rehusaba hacer un manual sucinto de experimentación por los peligros que conllevaba, y es por esto que publicó El Libro de los Médiums, ampliando el Manual Práctico original. Pero a pesar de esta recomendación queramos o no habrá muchas personas que van a experimentar sea por voluntad propia, o porque la facultad va a surgir por sí misma. El no taxativo, ya sea para el médium o el que no siéndolo quiera intentar experimentar, es como decirle a una presidiario que no mire nunca por la ventana de su celda porque es peligroso, tengamos claro que mirar va a mirar, tarde o temprano.

 

¿Por qué la Psicografía?

Para responder a esto daremos voz al codificador:

De todos los medios de comunicación, la escritura manual es el más simple, el más cómodo y, sobre todo, el más completo. Hacia él deben tender todos los esfuerzos, porque permite que se establezcan con los Espíritus relaciones tan continuadas y regulares como las que existen entre nosotros. Debemos dedicarnos a ese tipo de escritura tanto más cuanto que, por su intermedio, los Espíritus revelan mejor su naturaleza y el grado de perfección o de inferioridad que los caracteriza. Debido a la facilidad con que pueden expresarse, nos revelan sus más íntimos pensamientos y nos ponen así en condiciones de apreciarlos en su justo valor. Además, para el médium, la facultad de escribir es la más susceptible de ser desarrollada con el ejercicio.

Allan Kardec, Capítulo XV de El Libro de los Médiums

¿Se puede saber a priori si somos o no médiums?

No hay, al menos en apariencia, ninguna señal física, intelectual o moral que permita distinguir a un médium de quien no lo sea, y no hay tampoco ningún indicio que pueda permitir a otro médium el conocimiento de si tal o cual persona sea o no médium, más allá de las posibles informaciones de los espíritus, a las que no hay que darle más importancia que la que tienen, es decir, simples informaciones que pueden no ser ciertas y que habrá que comprobar con la experimentación.

Según Allan Kardec:

No hay ningún diagnóstico que pueda indicar, siquiera aproximadamente que se posea esta facultad. Solo hay un medio de acreditar la existencia, que es el ensayo.

Por tanto no se debe prestar atención a aquellos médiums y curanderos, que van diciendo a diestro y siniestro, a unos y a otros, que son médiums, casi siempre pretendiendo apelar al ego de las personas haciéndoles sentir especiales, y tras lo cual frecuentemente hay intereses pecuniarios. Un médium no puede ver en otra persona si sea o no médium, es pura falacia.

 

¿Cómo intentar desarrollar la Psicografía?

Decimos intentar porque sino se tiene la facultad por muchos intentos de desarrollo y buenos que éstos sean nunca se va a poder desarrollar lo que no se tiene.

La mayor parte de lo que sigue no es invención nuestra, está inspirado, y en muchos puntos tomado  literalmente del Capítulo XVII, Formación de los Médiums, Allan Kardec, El Libro de los Médiums.

 

Condiciones necesarias

¿Fe?

En los principiantes la fe no es una condición de rigor, no cabe duda de que secunda sus esfuerzos, pero no es indispensable. La pureza de intención, el deseo y la buena voluntad son suficientes. Hemos visto personas absolutamente incrédulas que quedaron sorprendidas porque escribían a pesar de sí mismas, mientras que creyentes sinceros no lo conseguían. Eso prueba que esta facultad depende de una predisposición orgánica.

¿Evocación?

Al comienzo conviene que el médium no se obstine en llamar a un Espíritu determinado, con exclusión de cualquier otro, pues muchas veces sucede que no es con ese con el cual las relaciones fluídicas se establecen más fácilmente, por mayor que sea la simpatía que le dedique. Por lo tanto, antes de pensar en obtener comunicaciones de tal o cual Espíritu, es necesario que el médium favorezca el desarrollo de su facultad, y para eso debe hacer un llamado general, y dirigirse sobre todo a su ángel de la guarda.

¿Cómo realizar la evocación?

No existe ninguna fórmula sacramental. Quien pretenda recomendar alguna, sin temor puede ser tildado de impostor, dado que para los Espíritus la forma no significa nada. No obstante, la evocación siempre debe hacerse en nombre de Dios. Se puede hacer en los términos siguientes o en otros equivalentes: Ruego a Dios todopoderoso que permita a un Espíritu bueno comunicarse conmigo y hacerme escribir. Ruego también a mi ángel de la guarda que me asista y aparte de mí a los Espíritus malos. Entonces se espera hasta que un Espíritu se manifieste y haga que el médium escriba algo. Es posible que se presente el Espíritu que el médium desee, como también que acuda uno que no conozca, o su ángel de la guarda. En cualquiera de los casos, el Espíritu generalmente se da a conocer escribiendo su nombre. Se puede profundizar más a respecto de  la  identidad en El Libro de los Médiums, y de momento solo diremos que es una de las cuestiones sobre la que más hay que desconfiar.

Si el médium desea llamar a determinados Espíritus, es esencial que comience por dirigirse solamente a los que sabe que son buenos y por los que siente simpatía, y que pueden tener un motivo para responder al llamado, tales como parientes o amigos. En ese caso, la evocación se puede formular del siguiente modo: En nombre de Dios todopoderoso, solicito que el Espíritu de tal persona se comunique conmigo. O bien: Pido a Dios todopoderoso que permita al Espíritu de tal persona comunicarse conmigo, o cualquier otra fórmula que corresponda al mismo pensamiento. No es menos necesario que las primeras preguntas sean elaboradas de tal manera que las respuestas puedan ser dadas simplemente con un o un no. Por ejemplo: ¿Estás ahí? ¿Quieres responderme? ¿Puedes hacerme escribir?, etc. Más tarde, esa precaución será innecesaria. Al principio sólo se trata de establecer una relación. Lo esencial es que la pregunta no sea fútil, que no trate sobre cuestiones de interés particular y, sobre todo, que sea la expresión de un sentimiento de benevolencia y simpatía por el Espíritu a quien se dirige. (Véase en El Libro de los Médiums el capítulo especial “Acerca de las evocaciones”.)

Calma y Recogimiento

Algo aún más importante que el modo en que se hace la evocación, es alcanzar la calma y el recogimiento, sumados al deseo ardiente y a la firme voluntad de obtener un buen resultado. Por voluntad no entendemos aquí una intención efímera, que obra con intermitencias y a la cual otras preocupaciones interrumpen a cada momento, sino una voluntad seria, perseverante, continua, sin impaciencia ni deseo febril. La soledad y el silencio, así como el aislamiento de todo lo que pueda ser causa de distracción, favorecen el recogimiento. Entonces, no queda por hacer otra cosa más que renovar todos los días el intento, durante diez minutos o un cuarto de hora como máximo cada vez, a lo largo de quince días, un mes, dos meses, o más si fuera preciso. Conocemos médiums que sólo se formaron después de seis meses de ejercitaciones, mientras que otros escriben de corrido a partir de la primera vez.

¿Cómo esperar la manifestación?

A nivel material basta un lugar recogido, un lápiz o bolígrafo y un papel.

Recomendamos que se evite interferir en el libre movimiento de la mano. Incluso es preferible que esta no descanse por completo sobre el papel. La punta del lápiz debe estar en contacto con la hoja lo suficiente para que escriba,  pero  no  a  tal  punto  que  ofrezca resistencia. Todas  estas precauciones se vuelven inútiles cuando se comienza a escribir correctamente, porque entonces ningún obstáculo detiene la mano. Solo son disposiciones preliminares para el aprendiz.

Los primeros intentos deben ir destinados a la manifestación mecánica, es decir esperar los movimientos mecánicos de la mano sin nuestra voluntad. Esta es la facultad que, con razón, todos los médiums  procuran  obtener, por las patentes pruebas de veracidad que puede ofrecer.  No  obstante,  la  mecanización  pura  es rarísima, pues con mucha frecuencia se une a ella, en mayor o menor grado, la intuición. Cuando tiene conciencia de lo que escribe, el médium se ve naturalmente inducido a dudar de su facultad. No sabe si el mensaje proviene de sí mismo o de otro Espíritu. No tiene que preocuparse por ello en absoluto, y debe continuar pese a todo. Si se observara a sí mismo con detenimiento, fácilmente descubriría en lo que escribe una infinidad de cosas que no estaban en su pensamiento, y que hasta son contrarias a sus propias ideas, lo cual es una prueba evidente de que tales cosas no provienen de él. Que continúe, pues, y la duda se disipará con la experiencia.

Cuando no ha sido dado al médium ser exclusivamente mecánico, todos los intentos para llegar a ese resultado serán infructíferos. Sin embargo, cometería un error si por esa causa se considerase desheredado. Si sólo está dotado de mediumnidad intuitiva, debe conformarse con la que tiene, pues ella no dejará de prestarle importantes servicios, en caso de que sepa aprovecharla y no la rechace.

Hemos dicho que hay casos en los que es indiferente saber si el pensamiento proviene del médium o de otro Espíritu. Eso sucede, sobre todo, cuando un médium exclusivamente intuitivo o inspirado realiza por sí mismo un trabajo de imaginación. Poco importa que él se atribuya un pensamiento que se le ha sugerido. Si se le ocurren buenas ideas, debe agradecerlas a su genio bueno, que no dejará de sugerirle otras. Esa es la inspiración de los poetas, de los filósofos y de los científicos.

¿En solitario o acompañado?

Las primeras tentativas pueden ser en solitario, y mientras no aparezcan mensajes se puede seguir intentándolo durante cierto tiempo sin necesidad de un trabajo en grupo.

No obstante si después de intentos improductivos, realizados en forma reiterada durante algún tiempo, no se produce ningún indicio de movimiento involuntario, o si esos movimientos son demasiado débiles para dar buenos resultados, el médium no debe vacilar en escribir el primer pensamiento que se le sugiera, sin preocuparse por saber si ese pensamiento procede de sí mismo o de una fuente extraña, pues la experiencia le enseñará a establecer la diferencia. Por otra parte, muy a menudo sucede que el movimiento mecánico se desarrolla más tarde.

Dependiendo del tipo de facultad se establecen tres categorías de mediumnidad de psicografía, la mecánica en la que el médium no es consciente de lo que escribe y la mano se mueve mecánicamente, la semimecánica, a través de la cual el médium puede, siendo diríamos mecánico, ser consciente de lo que escribe al mismo tiempo que aparecen los caracteres escritos, en la primera por tanto su mente, su conciencia, no interfiere ni juega ningún papel, mientras que en la semimecánica toma conciencia de lo que escribe al mismo tiempo de hacerlo. La tercera sería la intuitiva.

Esta última es la que más se presta a fenómenos anímicos, y a que se puedan llegar a recibir supuestos mensajes, que no sean sino el pensamiento del médium, recuerdos o fantasías, sin que en principio pueda diferenciar bien si es o no él mismo el origen de las comunicaciones.

En los casos de la mecánica y la semimecánica se pueden seguir llevando a cabo intentos hasta que aparezcan los primeros mensajes, a partir de lo cual se recomienda interrumpir el ejercicio en solitario y, habiéndo ya confirmado que es médium, aguardar el momento de un desarrollo en grupo, ya sea reuniendo un número de personas interesadas para estudiar en profundidad el fenómeno, o participando de un centro espírita, que le podrá indicar los pasos a seguir para, probablemente tras meses de estudio, formar parte de las reuniones prácticas de ese centro. La precipitación aboca a la mistificación y al engaño de los espíritus, mientras que la paciencia es una garantía de que las cosas sucederán en el momento adecuado.

Un Espíritu agrega lo siguiente:

“Hay médiums cuya facultad no puede ir más allá de las primeras señales. Si al cabo de varios meses sólo obtuvieron cosas insignificantes, tales como un o un no, o letras aisladas, es inútil continuar, pues no se hace más que desperdiciar papel. Son médiums, pero médiums improductivos. Por otra parte, las primeras comunicaciones obtenidas deben considerarse meros ejercicios, que se confían a Espíritus secundarios. Por esa razón, no se les debe dar demasiada importancia, ya que proceden de Espíritus que, por así decirlo, son empleados como maestros de escritura, a fin de entrenar al médium principiante. No vayáis a creer que los que se ocupan de que el médium haga esos ejercicios preparatorios sean Espíritus elevados. Sucede que, si el médium no tiene un objetivo serio, esos Espíritus secundarios se quedan y acaban por apegarse a él. Casi todos los médiums han pasado por esa prueba para desarrollarse. A ellos corresponde hacer lo necesario para conquistar la simpatía de los Espíritus en verdad superiores”.

¿Se puede comunicar el Espíritu que uno quiera?

El deseo natural de todo aspirante a médium es el de conversar con los Espíritus de las personas que le son queridas. No obstante, debe moderar su impaciencia, porque la comunicación con un Espíritu determinado suele presentar dificultades materiales que la tornan imposible para el principiante. Para que un Espíritu pueda comunicarse es preciso que entre él y el médium haya relaciones fluídicas que no siempre se establecen de inmediato. Sólo a medida que la facultad se desarrolla el médium adquiere, poco a poco, la aptitud necesaria para ponerse en comunicación con cualquier Espíritu que se presente. Así pues, es posible que aquel con quien el médium desee comunicarse no se encuentre en las condiciones propicias para hacerlo, aunque se encuentre presente, como también puede suceder que no tenga la posibilidad ni el permiso para atender el llamado que se le hace.

Algunas ventajas prácticas del trabajo en grupo

Un recurso que muy a menudo da buen resultado consiste en que se emplee, como auxiliar momentáneo, un buen médium escribiente, dúctil, ya formado. Si él pone su mano, o sus dedos, sobre la mano del que debe escribir, es raro que esta última no lo haga de inmediato. Es comprensible lo que ocurre en esta circunstancia: la mano que sostiene el lápiz se convierte, en cierto modo, en un apéndice de la mano del médium, como lo sería una cesta o una tablilla. Con todo, esto no impide que ese ejercicio resulte sumamente útil, cuando es posible emplearlo, dado que, repetido con frecuencia y regularidad, ayuda a superar el obstáculo material y provoca el desarrollo de la facultad. A veces, basta con que se magnetice, con esa intención, el brazo y la mano del que quiere escribir. A menudo, incluso, el magnetizador se limita a apoyar la mano en el hombro del principiante, y bajo esa influencia lo vemos escribir al instante. El mismo efecto se puede producir también sin ningún contacto, sólo por medio de la voluntad. Se comprende fácilmente que, para producir ese resultado, la confianza que el magnetizador tiene en su propio poder desempeña aquí un papel importante, y que un magnetizador incrédulo ejercerá una acción escasa o nula.

Además, la colaboración de un guía experimentado suele ser muy útil para indicar al principiante una serie de pequeñas precauciones que este descuida a menudo, lo que resulta en detrimento de la rapidez de sus progresos. Es útil, sobre todo, para ilustrarlo acerca de la naturaleza de las primeras preguntas y sobre la manera de plantearlas. Su rol es el de un profesor, del que se prescinde tan pronto como uno está debidamente preparado.

El trabajo en grupo para facilitar el desarrollo, reunido un cierto número de personas, animadas en su totalidad por el mismo deseo y las mismas intenciones ofrece otras ventajas. En absoluto silencio y con un recogimiento religioso, todas ellas, simultáneamente, deben intentar la escritura, apelando cada una a su ángel de la guarda o a un Espíritu con el que simpatice. Otra opción es que una de ellas haga, sin una designación especial y en nombre de todos los componentes de la reunión, un llamado general a los Espíritus buenos, para lo que puede decir, por ejemplo: En nombre de Dios todopoderoso, rogamos a los Espíritus buenos que se dignen comunicarse por intermedio de las personas aquí presentes. Es raro que entre estas no haya algunas que en breve den señales de mediumnidad, o que incluso, en poco tiempo, escriban sin detenerse. Fácilmente se comprende lo que sucede en esas circunstancias.

Las personas que se reúnen con la misma intención forman un todo colectivo, cuyo poder y sensibilidad se incrementan por una especie de influencia magnética, que contribuye al desarrollo de la facultad. Entre los Espíritus atraídos por esa conjunción de voluntades, habrá algunos que descubrirán entre los presentes el instrumento que les convenga. Si no es uno, será otro, y ellos lo aprovecharán.

Ese medio debe ser empleado sobre todo en los grupos espíritas que no cuentan con médiums, o que no los tienen en número suficiente.

Primeras señales de las manifestaciones

El primer indicio de una disposición para la escritura es una especie de estremecimiento en el brazo y en la mano. Poco a poco, la mano es arrastrada por un impulso que no es posible dominar. Al principio, la mayoría de las veces sólo es capaz de trazar rasgos desprovistos de significado. Posteriormente, los caracteres se vuelven cada vez más nítidos, y la escritura termina por adquirir la rapidez de la escritura normal. En todos los casos es preciso dejar que la mano se mueva de manera natural, sin ofrecer resistencia ni darle impulso.

Algunos médiums escriben todo seguido y con facilidad desde el principio, a veces incluso desde la primera sesión, aunque eso es bastante raro. Otros, en cambio, trazan líneas y realizan durante mucho tiempo verdaderos ejercicios caligráficos. Dicen los Espíritus que eso es para soltarles la mano. Si tales ejercicios se prolongan demasiado, o degeneran en signos ridículos, no quedará duda de que se trata de un Espíritu que se divierte, porque los Espíritus buenos nunca hacen nada que sea inútil. En ese caso, será necesario redoblar el fervor con que se pide la asistencia de los Espíritus buenos. Si a pesar de todo no se produce ninguna modificación, el médium deberá suspender la tentativa tan pronto como reconozca que no obtiene nada serio. Se pueden reanudar los ejercicios todos los días, pero conviene interrumpirlos ante las primeras señales equívocas, a fin de no dar lugar a los Espíritus burlones.

Escollos y peligros

La mayor parte de los peligros se evitan siguiendo las indicaciones anteriores, especialmente en el sentido de que una vez que se incian mensajes y hay una transmisión de información se interrumpan, esperando el amparo, protección y criterio de un grupo espírita, como ya se ha dicho objetivando la creación de uno a través de la reunión de un grupo de personas para un estudio previo, o incorporándose a un centro espírita.

A partir de ahí incluso en el trabajo en grupo el escollo a que se enfrenta la mayoría de los médiums principiantes consiste en relacionarse con Espíritus inferiores, y deben considerarse dichosos cuando solo se trata de Espíritus frívolos. Es preciso que toda su atención se concentre en impedir que esos Espíritus se arraiguen, pues en caso de que eso suceda no siempre les resultará fácil desembarazarse de ellos. Este punto es tan importante, sobre todo al comienzo, que si no se tomaran las precauciones necesarias podrían perderse los frutos de las más preciosas facultades.

El primer punto consiste en que el médium, animado de fe sincera, se coloque bajo la protección de Dios y solicite la asistencia de su ángel de la guarda, pues ese Espíritu siempre es bueno. En cambio, los Espíritus familiares, dado que simpatizan con las cualidades del médium, tanto si son buenas como si son malas, pueden ser frívolos o incluso malos.

El segundo punto es aplicarse con minucioso cuidado a reconocer, mediante todos los indicios que provee la experiencia, la naturaleza de los Espíritus que se comunican al principio, de los cuales siempre es prudente desconfiar. Si esos indicios son sospechosos, el médium debe dirigir un ferviente llamado a su ángel de la guarda, y rechazar al Espíritu malo con todas sus fuerzas, demostrándole que no conseguirá engañarlo, a fin de que se desanime. Por eso es indispensable el estudio previo de la teoría, en caso de que se quiera evitar los inconvenientes que son propios de la falta de experiencia. En relación con este asunto se encontrarán instrucciones perfectamente desarrolladas en los capítulos “Acerca de la obsesión” e “Identidad de los Espíritus” de El Libro de los Médiums. Aquí nos limitaremos a manifestar que, además del lenguaje, se pueden considerar pruebas infalibles de la inferioridad de los Espíritus: los signos, figuras o emblemas inútiles o pueriles; la escritura extravagante, irregular, intencionalmente deformada, de dimensiones exageradas, o que adopte formas ridículas e inusuales. La escritura puede ser muy mala, e incluso poco legible, sin que por eso tenga nada de extraño, pues depende más del médium que del Espíritu. Hemos visto médiums engañados de tal manera, que relacionaban la superioridad de los Espíritus con el tamaño de los caracteres, y que atribuían gran importancia a la letra de imprenta, como si fuera de molde, puerilidad que evidentemente es incompatible con una auténtica superioridad.

Así como es importante que el médium no caiga –sin proponérselo– bajo la dependencia de los Espíritus malos, más importante todavía es que no se someta a ellos voluntariamente. Un deseo incontrolable de escribir no debe hacerle creer que da lo mismo dirigirse al primer Espíritu que aparezca, en la suposición de que, si no le conviene, podrá desembarazarse de él más tarde. Sea cual fuere la razón, no se solicita impunemente la asistencia de un Espíritu malo, pues él puede exigir un pago muy alto por sus servicios.

Algunas personas, impacientes con el desarrollo de sus facultades mediúmnicas, que a su juicio era muy lento, tuvieron la idea de pedir la ayuda de un Espíritu cualquiera, aunque fuese malo, suponiendo que podrían despedirlo inmediatamente después. Muchos recibieron la asistencia que anhelaban, y escribieron enseguida. Pero el Espíritu evocado, sin preocuparse por el hecho de que lo hubieran convocado a falta de algo mejor, se mostró menos dócil a la hora de irse que a la de llegar. Conocemos algunas personas que, por la presunción de considerarse suficientemente fuertes para apartarlos a voluntad, fueron castigadas con años de obsesiones de todo tipo, con las más ridículas mistificaciones, con una fascinación persistente, y hasta con desgracias materiales y las más crueles decepciones. El Espíritu, al principio, se mostró abiertamente malo, y después actuó con hipocresía, a fin de que se creyera en su conversión, o en el pretendido poder de su subyugado para expulsarlo cuando quisiera.

¿Y si el médium ya está desarrollado?

Supongamos ahora que la facultad mediúmnica esté completamente desarrollada, y que el médium escriba fluidamente; que sea, en suma, lo que se denomina un médium formado. Sería un grave error de su parte creer que puede prescindir de nuevas instrucciones, pues apenas habrá vencido una resistencia material. En ese momento comienzan para él las verdaderas dificultades, y va a precisar más que nunca los consejos de la prudencia y de la experiencia, si no quiere caer en las mil celadas que se le tenderán. Si pretende volar demasiado pronto con sus propias alas, no tardará en ser víctima de Espíritus embusteros, que tratarán de explotar su presunción.

Desgraciadamente esto es muy frecuente y muchos médiums por trabajar en solitario caen en esas celadas de espíritus inferiores que apelan a su orgullo y a su ego, haciéndoles creer poseedores de grandes tareas o misiones, y tratando de alejarles de otras personas, o de centros que les podrían prevenir, o analizar esos mensajes, frecuentemente apócrifos. De ahí el peligro y el gran inconveniente de trabajar en solitario se esté o no desarrollado.

Otra cuestión importante es trabajar de forma ordenada, convenida y organizada. Una vez que se ha desarrollado la facultad, es esencial que el médium no abuse de ella. La satisfacción que la mediumnidad proporciona a algunos principiantes provoca en ellos un entusiasmo que necesita ser moderado. Deben tener presente que esa facultad se les ha dado para el bien, y no para satisfacer una vana curiosidad. Por eso es conveniente que la empleen tan sólo en las ocasiones oportunas, y no a cada momento. Dado que los Espíritus no se encuentran constantemente a sus órdenes, los médiums corren el riesgo de ser embaucados por mistificadores. Para evitar ese inconveniente, es bueno que trabajen en días y horas determinados, porque de ese modo lo harán en condiciones de mayor recogimiento. Además, los Espíritus que deseen asistirlos estarán prevenidos al respecto, y se dispondrán a obrar en consecuencia.

Resumiendo

Se puede tratar de experimentar si se tiene o no la capacidad de psicografía sin un gran conocimiento previo pero siempre es más recomendable haber leído previamente los libros básicos de Allan Kardec.

Extrictamente basta buena voluntad, evocación a Dios y a los buenos espíritus, una hora convenida, un ambiente de recogimiento, lápiz y papel.

En cualquier caso cuando se ha comprobado que efectivamente se tiene la facultad es recomendable interrumpir cualquier ejercicio para trabajar con el soporte de un centro espírita. Especialmente en lo tocante al análisis de los mensajes, para evitar caer en mistificaciones, en las que el médium, por ser quien las recibe, es el menos indicado para analizarlas, y el criterio de un grupo, especialmente si está formado en el conocimiento espirita, siempre será más seguro que el de una persona individual.

¿Puedo solicitar atención personalizada para que me orienten en este desarrollo?

No solamente puede sino que se lo recomendamos, y desde la web Curso Espírita estamos abiertos a resolver cualquier duda o dar el soporte necesario en este trabajo sin otro interés que el de servir de ayuda. Y en general es de vital importancia recurrir a personas experimentadas y con conocimiento espírita ante las primeras manifestaciones. Puede contactarnos por el chat online (abajo a la izquierda), por mail o el formulario de contacto.

¿Y si a pesar de todo no soy médium?

Si a pesar de todas las tentativas la mediumnidad no se revela de ninguna manera, será preciso renunciar a ella, así como se renuncia al canto cuando no se poseen aptitudes vocales. Del mismo modo que se recurre a un traductor cuando no se conoce un idioma, en este caso se debe hacer lo mismo, es decir, servirse de otro médium. Con todo, si no se puede recurrir a ningún médium, no por eso deberemos considerarnos privados de la asistencia de los Espíritus. La mediumnidad es para ellos un medio de expresión, pero no la única forma de atraerlos. Los Espíritus que nos guardan afecto se encuentran junto a nosotros, seamos o no médiums. Un padre no abandona a su hijo por el hecho de que este sea sordo y ciego, y no pueda oírlo ni verlo. Por el contrario, lo colma de atenciones, como hacen con nosotros los Espíritus buenos. Si no pueden transmitirnos materialmente su pensamiento, nos ayudan por medio de la inspiración.

Finalmente nos quedamos con esta frase de Allan Kardec:

Si muchos experimentaran, habría más médiums de lo que en general se piensa.

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