Excelsior

Portada Excelsior Cristianismo y Progreso
Portada Excelsior Cristianismo y Progreso

Excelsior: Cristianismo y Progreso

En esta obra no se presentan hipótesis, se presentan hechos, deduciendo de ellos efectos lógicos de causas evidentes.

Portada y Contraportada Excelsior
Portada y Contraportada de Excelsior

Felipe Senillosa, hombre polifacético y uno de los grandes pioneros espiritistas, a través de la historia, la ciencia y los hechos, aúna la filosofía consecuente de esa realidad con la investigación científica.

Una investigación científica que está cada vez más cerca del espiritualismo, y que nos conducirá finalmente a la moral.

Una moral que, según sus palabras, no puede ser otra que el cristianismo, siendo éste la más pura expresión de la democracia.

Veamos algunas de las palabras del propio Senillosa en la Introducción del libro:

Hemos llegado a un período del progreso en que la ciencia y la observación son la base exclusiva de las investigaciones de la verdad.

A medida que las nieblas van disipándose, la humanidad se siente impelida a mirar bien de frente ante sí, para reconocer lo que la luz consigue, poco a poco, poner de relieve.

En lo que se ve, se cree; y en lo que aún queda velado o confuso, no se cree todavía, pero se investiga para descubrir lo que es.

No es posible ciertamente determinar a priori, todo lo que aún queda por conocer y, por tanto, no debe el hombre admitir ya lo imaginario, lo metafísico, como verdad probada, lo cual está reservado a la ciencia.

¡Luz, más luz! Este es el supremo anhelo. Luz para descubrir lo que las tinieblas ocultan; luz que, proyectando sus rayos lo más lejos posible, ilumine desconocidos horizontes.

Pueden admitirse todas las hipótesis, pero el sabio considera deber suyo sujetarlas todas al análisis, para aceptar las realmente efectivas y desechar las erróneas o falsas. Es preferible no creer en nada que ciegamente creer. Ya no se funda la fe sobre lo absurdo «quia absurdum credo» sino que se basa sobre el hecho, real y constatado.

La sola razón no basta, porque la razón es limitada e individualmente desigual. El positivismo es la base de la verdad: cuando es insuficiente para dárnosla a conocer, nos salva de caer en el error.

Deduciendo la doctrina o la consecuencia lógica de los fenómenos revelados por la experiencia, no caeremos en el peligro de crear una filosofía que forme escuela tan solo para un limitado número de adeptos, sino que llegaremos, lenta pero seguramente, a la filosofía universal.

La historia y la ciencia constituyen los lazos que reúnen el pasado con el futuro; el presente es un efecto de anteriores causas a la par que causa efectos venideros.

No presentamos hipótesis, no proponemos problemas; relatamos simplemente hechos reales y sobre ellos fundamos nuestras observaciones: no pretendemos enseñar nada, absolutamente nada de nuevo, pero lo que expondremos será bien definido y llevará el sello de la verdad. Nuestro único móvil es contribuir al progreso disipando, en la medida de nuestras fuerzas, el error que lo obstaculiza.

La historia y la ciencia, he ahí nuestras guías. La realidad se evidencia por los hechos y no por fútiles disertaciones.

Presentamos escenas pasadas, analizamos hechos presentes, deducimos efectos lógicos de causas evidentes.

La verdad brilla más pura a medida que transcurren los siglos, porque en el tiempo está el progreso y el progreso es luz y la luz es verdad.

No pretendemos ser sabios, ni anhelamos renombre o gloria. No es nuestra mente tampoco hacer literatura; publicamos con sencillez y con sana intención, el resultado de nuestros estudios, llevados a un terreno en que necesariamente debe concentrarse la atención humana, para seguir su progresiva evolución.

No escribimos para simple diversión del lector, porque en el momento crítico que la humanidad cruza, es necesario hablarle claro, y lo haremos sin curarnos de los que puedan desconocer los móviles leales que guían nuestra pluma.

¡Adelante! Lejos, muy lejos está aún la meta, pero hacia ella nos dirigimos, y para marchar más ligero, tratemos de librarnos del inútil y perjudicial bagaje de absurdas supersticiones y de mal fundadas creencias.

Presentamos al lector los más culminantes acontecimientos del pasado, para deducir de la filosofía de la historia lo que en el futuro nos espera.

Estudiamos las religiones, las comparamos y encontramos que todas tienen un fondo de verdad, más o menos desfigurado, según el atraso relativo de los pueblos.

Demostramos que todo revela que el progreso no se detiene y se efectúa así en lo material como en lo intelectual y moral.

Demostramos que el concepto que entraña el vocablo «Incognoscible» no tiene razón de ser y que los fenómenos considerados como sobrenaturales, van sujetándose ya a la investigación científica.

Demostramos, por último, que la ciencia, hasta hace poco materialista, nos conducirá al espiritualismo, fundándose así la religión del porvenir, cuya moral no puede ser otra que el cristianismo.

Felipe Senillosa

Mayo de 1897

 

Artículo anteriorLa Fraternidad Universal
Artículo siguienteEsto no es Espiritismo