La Luz de la Verdad por Amalia Domingo Soler
Se trata de la tercera recopilación de escritos de Amalia Domingo Soler llevada a cabo por los miembros del Centro Espírita La Luz del Camino, tomados de la Revista La Luz del Porvenir, que da lugar al tercer tomo de esta serie bajo el título La Luz de la Verdad.
Presentación
El día que se aprende algo, es un día de sol en la noche de la ignorancia. Por eso los hombres más grandes y los sabios más profundos, al llegar al desarrollo religioso, todos caen en el fondo de la sima; no hay ninguno que se salve de la caída del ridículo.
Por esto las escuelas científicas se han engrandecido y Darwin, con su evolución eterna, tiene tantos adeptos. Yo soy darwinista a mi modo, acepto el progreso de mi Espíritu desde el fondo del átomo, pasando por todas las transformaciones hasta adquirir lo que hoy poseo; memoria, entendimiento y voluntad.
Dice la ciencia, y yo lo creo, que hay una distancia inconmensurable, distancia que aún no puede medir el ser humano, desde el animal hasta el hombre. Yo por supuesto, no puedo medirla; mi inteligencia no puede penetrar en la noche de los siglos que habrá necesitado el Espíritu para adquirir su individualidad, para sentir, para querer, para soñar y para subir a la altura en que hoy se encuentra.
Yo creo en Dios, pero no en los paraísos ganados con dinero, ni en los infiernos con sus penas eternas; no en la primera pareja humana, sino en la evolución incesante de algo que no tiene nombre apropiado en nuestro lenguaje; durante su trabajo de transformación hasta llegar a construirse un aparato que se llama cuerpo humano en este mundo, con el cual el Espíritu realiza trabajos asombrosos, haciéndose dueño paulatinamente de su patrimonio, que es inmenso, porque tiene el infinito para progresar.
Los espiritistas verdaderos, los que creemos en el progreso del Espíritu, en la pluralidad de mundos, y en la pluralidad de existencias del alma, estamos completamente convencidos de que el hombre aún es un ser primitivo en el Universo, porque si así no fuese, si nuestro Espíritu tuviese más lucidez, tendríamos más ternura en nuestro corazón, y no estaríamos obligados a vivir en un mundo, donde aún se paga a un hombre para que a sangre fría mate a sus semejantes.
Nos creemos muy pequeños cuando aún somos obligados a vivir en un planeta tan inferior. No nos creemos sabios los espiritistas, pero estamos muy agradecidos a la Providencia Divina porque hemos visto un rayo de luz, porque sabemos y estamos convencidos que Dios da a cada uno según sus obras.
El Espiritismo no ha venido a pronunciar la última palabra ni en ciencia ni en religión. Resistirá siempre a sus opositores, y las humanidades verán que es religioso y racionalista. Seguirá encontrando dificultades y avanzará entre ellas, pero no se detendrá, seguirá a través de los siglos su eterno viaje.
El Espiritismo no quiere catedrales ni riquezas, ni poder, sólo quiere el progreso en todas las esferas sociales. También anuncia que Dios es el padre de todos los seres vivientes, es la bondad infinita y la justicia absoluta, y que ninguno de sus hijos serán jamás excluidos de su amorosa providencia.
Creemos que Dios no exige que el hombre profese una determinada religión, sino que sea humilde y bueno, y sobre todo que ame a su prójimo como a sí mismo. También creemos que de entre todos los Espíritus mandados a la Tierra en misión Divina, Jesús, fundador del cristianismo, es quien ha enseñado la moral más pura; viviendo y practicando todos sus enseñamientos, Él nos enseña el único camino a seguir para conseguir nuestra redención espiritual. Indudablemente es el Espíritu de más elevación que hay en este Planeta.
El Espiritismo nos dice que fuera de la caridad no hay salvación; aconseja al hombre que estudie, que no se conforme con la aparente muerte del cuerpo, que la vida continúa más allá de la tumba, que el Espíritu siente, piensa y quiere, sin perder en el transcurso de los milenios su eterna individualidad. También nos enseña y nuestra razón nos dice, que tiene que haber otra vida después de esta, que estos adelantos prematuros, que estos tardíos progresos y que estos salvajes instintos que se observan en los hombres que pueblan la Tierra, tienen que venir de otros puntos, porque en una sola existencia es imposible tanto desarrollo intelectual y moral en unos, y tanta perversidad en otros, así como no es posible hacer un buen hombre de un degenerado. Algo tiene que haber en nosotros que sobreviva al cuerpo, porque si no fuese así, como consecuencia lógica se negaría la existencia de Dios. Por esto encontramos en esa naturaleza Divina, la verdadera causa de todas las cosas que en la naturaleza vemos continuamente reproducidas.
¡Qué desarmonía existe entre las verdades científicas y las fábulas religiosas! Por esto en el Espiritismo que es el racionalismo religioso, encontramos algo más grande y más convincente de acuerdo con el progreso indefinido de la humanidad y la Omnipotencia de Dios.
Estamos convencidos que los grandes sufrimientos son el resultado de los grandes crímenes y la Creación es un libro en blanco en cuyas páginas vamos escribiendo nuestras historias a través de innumerables siglos; y siempre al final de cada página vemos escritos con caracteres luminosos una palabra que dice: Continuará.
La religión nació con el hombre y el hombre nació con la religión; pero dueño el Espíritu de su libre albedrío, cuando entró de lleno en la vida, cuando abandonó las selvas, formó la tribu y levantó viviendas; cuando las pasiones se despertaron en su pecho y la codicia hizo nido en su corazón, entonces la religión íntima, la religión del alma fue una carga muy pesada para él.
La voz de la conciencia no dejaba dormir al hombre, y él no podía renunciar a sus placeres y ambiciones, entonces fue cuando los hombres crearon religiones apropiadas a sus deseos y necesidades, con un Dios al parecer de paz, pero un Dios pequeño que se contenta con ofrendas de más o menos valía.
Las religiones son un tamiz hecho a gusto de los hombres, por el cual pasan las debilidades y los crímenes, según conviene para la explotación de la vida.
La religión verdadera cuenta con pocos adeptos y el Dios de la justicia no tiene muchos adoradores.
Religión no es cuestión de nombre, es cuestión de práctica y la práctica del bien pueden hacerla todos los habitantes de este planeta, sea cual fuere su creencia y el ídolo de su fe. Es necesario trabajar en el perfeccionamiento propio, y al mismo tiempo en el ajeno.
Es necesario amar para ser amado, compadecer para ser compadecido y ser generoso para encontrar hospitalidad.
La ley de Dios no es más que una, cada cual recoge la cosecha que se merece, la injusticia no existe, Dios es lo exacto; el llanto se hizo en la Tierra para regar la senda de la expiación; para el alma que desea saber, nunca la verdad está oculta, y vale más llorar conociendo que reír sin conocer, vale más un consuelo que una fortuna, la fortuna embriaga, el consuelo fortalece, y un consuelo encontrarás estudiando el Espiritismo, porque verás la luz del pasado entre las densas brumas del presente. Los espíritus nos dicen, porqué el ciego perdió la luz de sus ojos, porqué se quedó el tullido sin agilidad en sus miembros y porqué el idiota carece de inteligencia.
Esta ley eterna de la investigación y del trabajo, es la gran riqueza del Espíritu, porque no hay tarea estéril ni análisis inútil, todas las obras realizadas quedan acumuladas para ir formando su historia, y poder claramente distinguir el trigo de la cizaña.
El Espíritu viene a este planeta a trabajar, a luchar, a cumplir su misión o a sufrir la penalidad de una horrible expiación, y las leyes de Dios son inmutables.
El Universo es una escuela eterna, el juicio final no llegará nunca para los espíritus, éstos reunirán los huesos del pasado para formar con ellos el progreso del futuro. Dios es la última expresión matemática y la última cantidad nadie podrá escribirla porque no hay números suficientes.
¡Dios… es la eterna incógnita del Más Allá!
Para acabar, quiero dar las gracias una vez más a este Espíritu de luz, que me ha inspirado para que yo desde mi pequeñez fuese el instrumento de la mayor campaña divulgativa realizada hasta ahora, para dar a conocer en España y en todos los países de América sus escritos, verdadero tesoro de luz que nuestra querida Amalia nos dejó para que fuesen publicados en su debido momento y de forma gratuita para que pudiesen llegar a las manos de los más necesitados.
Me siento inmensamente feliz, porque en medio de mi expiación he podido ser útil a una fracción de la humanidad, la más necesitada de instrucción, educación y consuelo. Amalia, Espíritu amigo, te quiero y te estaré eternamente agradecido por todo el bien que me has proporcionado.
Que Dios te siga iluminando y que a mí me conceda un día… la felicidad de verte y abrazarte.
José Aniorte Alcararaz
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