Biografía de Miguel Vives
Miguel Vives y Vives (Barcelona, 1 de diciembre de 1842-Tarrasa, 23 de enero de 1906) es uno de los más destacados espiritistas españoles, tejedor, músico, médico, médium, revolucionario, pero por encima de todo un hombre de bien, lo que le hizo ser conocido como el Apóstol del Bien.
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Nacimiento e infancia
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Joven músico
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Médico homeópata
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Una gran depresión
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Encuentro con el Espiritismo
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Médium y gran divulgador espiritista
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El orador inspirado
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Amalia, gran amiga y compañera de ideal
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Una de tantas comidas para los necesitados
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Sus libros
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Republicano
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Regreso a Casa
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Discurso de Miguel Vives
Nacimiento e infancia
El hogar de los Vives era muy pobre. Y en 1835, cuando su hermano Augusto tenía dos meses, su madre en un momento de desesperación estaba determinada a suicidarse. Afortunadamente nunca lo hizo por el providencial llanto del bebé, que un momento en el que su madre iba a arrojarse al mar, rompió a llorar y evitó el fatal desenlace. Unos años más tarde, nació su hermano Miguel, en Barcelona, el día 1º de diciembre de 1842, dos días antes de que el general Espartero bombardeara esta ciudad.
A los seis meses de embarazo la madre de Vives cayó enferma de una fiebre tifoidea, de cuyas resultas llegó a las puertas de la muerte; todavía convaleciente, dio a luz a Miguel, que nació tan diminuto y enclenque que decían parecía una muñequita de quince céntimos. A los dos días de su nacimiento, y debido al bombardeo, el padre de Miguel, a pesar del peligroso estado de la parturienta y del recién nacido, trasladó a su familia, ayudado por algunas caritativos y buenos amigos, a uno de los almacenes existentes en la antigua muralla del Mar, en donde hoy se extiende el Paseo de Colón.
Durante los días del bombardeo, la pobre madre tuvo por único alimento bacalao seco y tocino rancio, lo que, junto a su enfermedad, no ayudaba mucho a que pudiese alimentar bien a Vives en sus primeros días de existencia.
Debido a los sustos y miserias sufridas durante aquellos angustiosos días, la infeliz madre apenas pudo amamantar a su tierno hijo, falleciendo al cabo de un año de su alumbramiento, en una de las salas del Hospital de la Santa Cruz, pues el padre, con tantas desgracias, había agotado por completo sus recursos pecuniarios.
Su padre, al quedar viudo, deseoso de que hubiera quien atendiera a los cuatro hijos que le quedaron, se casó en segundas nupcias, teniendo la desgracia de que la nueva esposa no fuera para sus hijos lo que él ambicionaba.
Necesitado el pobre de trabajo, resolvió trasladarse a Sabadell con toda la familia, muriendo aquí de cólera en el año 1854.
Quedaba así Vives totalmente huérfano, con un año lo fue de madre y con 11 de padre.
La viuda, sin guardar la más mínima compasión a los huérfanos, los abandonó, quedando los infelices sin amparo ni protección de nadie. En tan triste trance, el hermano mayor, nuestro muy querido amigo D. Augusto, joven entonces de dieciocho años, reunió a sus hermanas y a Miguel, diciéndoles:
Mirad, ayer nuestro Padre era nuestro sostén; hoy él ha muerto; yo ocuparé su sitio, y mientras pueda trabajaré con todo ahínco para que nada os falte.
Y así fue; Augusto hizo para sus hermanos, y principalmente para el pequeño Miguel, las veces de padre y madre, pagándoselo esté con un cariño y respeto sin límites.
El padre de Miguel era músico y enseñó a éste el solfeo, poniéndolo además de monaguillo en la Iglesia de San Félix, de Sabadell, ejercicio que conservó hasta que aprendió el oficio de tejedor.
Joven Músico
A los catorce años, dando Vives curso a su afición a la música, empezó a enseñar a una Sociedad coral denominada Centro Sabadellés, llegando con su genio a lograr colocarla a una gran altura. En alguna de las excursiones que verificaba esta Sociedad, se dio el caso de que alguien les preguntase por el director para conocerlo y felicitarle, y entonces alguno de los socios, subiéndolo a sus hombros, lo presentaba al público, que saludaba con repetidos aplausos al singular director que era casi un niño.
El alto concepto en que se tenía a esta Sociedad coral, hizo que fuera contratada para dar un concierto en el Casino Martinense, de San Martín de Provensals; a este concierto asistieron, debidamente invitadas, las principales autoridades civiles y militares, entre ellas el Capitán General de Cataluña, el general Cotoner, quien quedó tan maravillado del acierto y capacidad del joven maestro, que lo llamó para ofrecerles todo su valioso apoyo para seguir los estudios superiores de música, pero Vives no aceptó, pues quería continuar al lado de sus hermanos. Tuvo otras propuestas como la de llevarle al Monasterio de Montserrat para formar parte de su notable Escolanía.
Entre las muchas y valiosas piezas de canto que escribió por entonces, destaca Al mar, que es considerada por los entendidos muy superior a la del inmortal Calvé Els pescadors.
La célebre orquesta Los Fatxendas le ofreció plaza de fiscorno de la misma, si se decidía a estudiar dicho instrumento, y a los tres meses de estudio alcanzó sus primeros logros, que pronto se trocaron en justa y merecida fama.
A la edad de 16 años, con el fin de contribuir al sostenimiento de la familia y no ser gravoso a nadie, aprendió el oficio de tejedor, logrando al poco tiempo conquistarse las simpatías de sus dueños y compañeros de trabajo, entre los cuales pronto destacó.
Allí trabó amistad con un individuo que debía ejercer gran influencia en su porvenir, una bellísima persona, de muy nobles sentimientos y muy aficionado al estudio de la Botánica. Pronto simpatizaron, llegando a ser compañeros inseparables e iniciando a Vives en los estudios de la flora de la comarca del Vallés, en los que como en todo, llegó a sobresalir de tal modo, que a decir de algunos nadie ha llegado a superar a Vives en conocimientos de las propiedades medicinales de las plantas que en el hermoso Vallés y en sus montañas circundantes crecen.
Médico Homeópata
Tras estudiar Botánica con verdadera dedicación montó una herboristería que le permitió, junto con la música, abandonar el telar.
Su naturaleza enfermiza le obligó constantemente a estudiar su organismo viendo que los médicos no sabían curarle sus dolencias; del estudio entonces realizado, datan algunos medicamentos específicos que utilizaba para curar.
Pero viendo que en la Botánica no hallaba remedio a sus males y deseando cuidarse a sí mismo, estudió la homeopatía, llegando a poseer tales y tan importantes conocimientos en esta rama de la ciencia de curar, que aún los médicos más afamados le respetaban y hasta le consultaban, y gran cantidad de enfermos le debieron la salud. Llegó a ser un verdadero especialista en esta rama de la medicina creada por el químico y médico alemán Christian Friedrich Samuel Hahnemann.
Pronto adquirió una gran fama en el área de la salud, pero mayor fue la que adquirió gracias a sus actos de generosidad.
Eran tales éstos, que hubiera podido acumular una fortuna, pero se resignaba a una vida modesta, con el fin de poder dar cuanto fuera posible a los pobres que sin cesar acudían a las puertas de su casa seguros de ser socorridos. Muchas veces, cuando veía algún pobre enfermo que no podía pagarle la visita, no tan solo lo medicaba gratis, sino que aún le daba algún dinero, llegando algunas veces al extremo de alojarlos en su casa hasta que estaban completamente curados.
Nunca se atribuyó el mérito de tales curaciones, siempre decía que si él curaba era por la intervención de los espíritus que le asistían, ya que en sí mismo no reconocía los conocimientos necesarios para obtener tan positivos resultados. Fue tal la protección que le envolvió, que muchas veces los enfermos se restablecían antes de tomar los medicamentos.
Estas curaciones resultaban de todo punto inexplicables para los que sólo ven en el hombre un compuesto de células y elementos bioquímicos, les parecía inexplicable y poco científico un método de curación basado en otras premisas que las que ellos utilizaban y que además diera tanta importancia a los aspectos psíquicos y espirituales. Ante su incapacidad para comprender optaron por el camino más cómodo y deshonesto, desacreditar el trabajo de Miguel, ya que aquel joven sin titulación no podía de ninguna forma obtener éxitos donde ellos recogían fracasos.
Como sus convicciones religiosas eran espiritistas y sus ideas políticas republicanas, eran muchos los fanáticos que le odiaban, pues no podían sufrir que un hombre de tanto valer, no pensase como ellos. Por esta causa no cesaban ni un momento de hacerle una guerra sorda e implacable, pero Vives, en vez de pagarles con la misma moneda, solo callaba, nunca devolvía mal por mal, y les hacía todo el bien que podía. Las personas imparciales y de recto criterio decían:
Lo que tendrían que hacer los que calumnian a Vives es imitarle en todo y por todo.
Una Gran Depresión
Contrajo matrimonio en 1868, a los 26 años. Este feliz acontecimiento vendría a ser el desencadenante de la mayor crisis que sufrió, ya que de nuevo se vería privado de un ser amado. En plena luna de miel desencarnó de forma repentina la mujer que había elegido como compañera de su vida.
Este suceso llevó a Miguel a una gran depresión, cuya consecuencia fue una grave enfermedad que le mantuvo en la más absoluta inactividad durante cinco años. No sólo su salud psíquica se alteró, sino también la física, resultando que, en los mejores y más vigorosos años de su juventud, se encontró postrado con un organismo débil y enfermizo. Él mismo nos describe en su libro aquella etapa de su vida, haciendo referencia a la causa que le dio fuerzas para salir de aquella deplorable situación:
¡Dios mío! ¿Qué era yo, antes de ser espiritista? Un ser verdaderamente olvidado por todo el mundo, incapaz de todo. Así me encontraba, sumido en la más crítica y reducida situación en que un hombre, en los días más hermosos de su juventud, puede hallarse. Había perdido mi salud, se habían separado de mí todos mis amigos, no tenía fuerzas para trabajar, estuve cinco años sin poder salir de casa. Tal fue así, que, a no ser por la protección de los padres de mi primera esposa, a los cuales nunca les estaré bastante agradecido, hubiera tenido que refugiarme en un hospital. Cuando hacía cinco años que esta situación duraba, se trasladaron unos cuñados míos a Tarrasa desde Sabadell, en cuya población había vivido desde mi infancia y, por misericordia, más que por otra cosa, me llevaron con ellos para ver si cambiaba.
Encuentro con el Espiritismo
Era el año 1871; al cabo de medio año de vivir en Tarrasa fui un día a Sabadell, y mi hermano carnal me habló de Espiritismo.
Al momento me pareció algo muy extraordinario; pero como me habló mi hermano con tanta formalidad y yo sabía lo recto y lo serio que él era y es en todos los asuntos de su vida, comprendí enseguida que había algo de verdad en lo que me decía. Le pedí algunas explicaciones, y él, por toda contestación, me mandó las obras de Allan Kardec. Leer las primeras páginas y comprender que aquello era grande, sublime, inmenso fue obra de un momento. ¡Dios mío!, dije, ¿qué es lo que sucede?»
De manera que yo, que había ya renunciado a todo, ¡ahora hallo que todo es vida, que todo es progreso, que todo es infinito! Caí postrado y admirado ante tanta grandeza e hice el propósito de ser espiritista de verdad, estudiar el Espiritismo y emplear todas mis fuerzas para propagar una doctrina que me había dado de nuevo la vida; y me había enseñado, de una manera tan clara, la grandeza de Dios.
Miguel Vives encontró la razón de sus sufrimientos y de los dolores de la Humanidad. La doctrina de la reencarnación y de la ley de causa y efecto penetró en su mente y en su corazón, restituyéndole la fe y la esperanza perdidas. La vida deja de ser una cadena de injustos acontecimientos y se convierte en un camino de progreso permanente donde cada uno recoge el fruto de sus acciones pretéritas y donde nunca hay fin ni última oportunidad. Nada muere, sólo el cuerpo llegado su momento se disgrega, pero el alma, el espíritu permanece, vive por encima de la materia y vuelve a encarnar para seguir su aprendizaje, su infinita evolución.
Dios es misericordia, sus leyes justas; la verdad no es inescrutable más que para los que se obstinan en permanecer en sus posiciones rígidas e inmovilistas, los que piensan que todo gira en torno suyo, los que viven sólo por satisfacer su propio ego. Estas ideas hallan eco en Miguel Vives, le revitalizan y devuelven las ganas de vivir y luchar porque su enfermedad tenía como origen la desgarradora desesperación que le atormentaba al no encontrar una explicación lógica y razonada al problema de la muerte.
Poco después, comenzó a reunir en su casa a varios amigos que simpatizaban con sus ideas, enseguida empezaron a celebrar reuniones de estudio y sesiones mediúmnicas en las que fue aflorando la mediumnidad de Miguel Vives.
Pasados unos años, estando ya plenamente recuperado, contrajo matrimonio en segundas nupcias con una señora que compartía sus mismas creencias.
En 1882, de repentina enfermedad, desencarnó su hijo de 9 años, fruto de sus segundas nupcias. De nuevo sintió el desaliento y la desesperación de años atrás, pero esta vez pudo oponer a tales sentimientos sus profundas convicciones. Ya había adquirido la certeza de que la muerte sólo es un cambio de morada, un regreso al mundo de los espíritus, el abandono del traje de carne, más nunca el cese de la vida, porque ésta no tiene ni tendrá fin jamás, sólo hay evolución, continua y permanente transformación de las formas de vida que pueblan el Universo. Sabía todas estas cosas no sólo por la vía del conocimiento racional, sino por la experiencia; el desarrollo de su mediumnidad le permitía percibir estados y vivencias desconocidas para la mayoría de los humanos, así describía estos estados:
Hay estados donde siente el espíritu en el espacio que es imposible encontrar frases en nuestro lenguaje humano para describirlas, hay sorpresas que sólo se sienten y se comprenden en lo que valen cuando uno las ha recibido y tiene la propiedad de aquel goce inexplicable, y hay sensaciones que sólo cuando nuestros sentidos hayan adquirido mayor lucidez, y sólo cuando nos hayamos despojado de la grosera envoltura que nos cubre, las podremos sentir; ahora sólo nos es dado entrever y apreciar en la medida de nuestras facultades, pero que a pesar de nuestra imposibilidad de conocer en su estado verdadero las felicidades de la vida venidera, éstas constituyen una gran prueba de la grandeza de Dios, de su poder y de su sabiduría, y una gran recompensa a nuestras obras realizadas, recompensa que están muy lejos de presentir los habitantes de esta Tierra de lágrimas y de dolores.
En una ocasión, abordando este mismo asunto de la vida en el mundo espiritual, recibió la siguiente comunicación de un espíritu que acababa de realizar el tránsito de este mundo al invisible; en ella, el espíritu describe su despertar en el mundo fluídico tras romper los lazos que le unían con su cuerpo carnal. Esta descripción coincide en sus aspectos fundamentales con otras comunicaciones de espíritus en igual situación; en todas ellas nos dicen que vienen a saludarles seres que han amado en la Tierra, nos explican cómo sus percepciones cambian notablemente, experimentando que no están limitados a los cinco sentidos físicos de un mundo tridimensional; pero veamos a continuación lo que nos dice el espíritu:
Figuraos que os dormís en una cabaña, y como si despertarais de un dulce sueño, os encontráis en el espacio infinito; de momento no os dais cuenta de lo que os pasa, pero estáis maravillados de lo que os rodea, poco a poco recordáis y vais reconociendo vuestro estado, y como si nuevas facultades se desarrollaran en vosotros, veis a largas distancias, tan largas, que no podéis apreciar; a vuestro alrededor y desde muy lejos parece que mundos de luz os envían sus rayos y como si os dijeran ven a mí. Este fenómeno os atrae en todas partes sin saber a cuál dirigiros, entre el espacio que media entre vosotros y esos mundos, se desarrollan innumerables cuadros de luz, de fluidos de distintos colores, y entre rostros y formas esbeltas de espíritus que parece que os saludan y os felicitan; más cerca de vosotros veréis seres que os han amado en la Tierra; éstos os acarician, os abrazan, os besan y parece que penetran en vuestro ser y os dan una nueva vida, un nuevo amor, un nuevo deleite: una alegría desconocida.
Anonadados aún por la existencia que acabáis de dejar, parece que aquellos recuerdos quieren turbaros, pero entonces aquellos fenómenos se renuevan con más intensidad, y los seres amados os invitan de nuevo. Sus caricias son más vehementes, su solicitud más grande, los colores, la luz y las bellezas toman nuevas formas, y entonces, después de largo período, os persuadís que ya habéis dejado vuestra tarea de la vida de los muertos y habéis entrado en la vida de los vivos; ¡por eso en medio de tantas maravillas no perdéis de vista la Tierra, pero ésta os parece tan triste! Los mares parecen un inmenso lago de lágrimas, la vegetación un sudario eterno, los montes unas murallas que cercan una mansión de locos, las grandes ciudades un montón de ruinas, los seres humanos desterrados que gimen atados con férreas cadenas, sus ruidos desgarradores, sus cánticos y músicas, exhalaciones de tristeza, sus artes, concepciones de inteligencias pobres; su industria, su comercio, entretenimientos y tratos sin piedad. Esta impresión produce cierta melancolía que os hace apreciar mejor la nueva vida que os envuelve y os impulsa a entregaros a la vida que poseéis.
Sobre esta relación que recibió de un espíritu, Miguel Vives hizo estas reflexiones:
Así se expresa el espíritu, pero yo creo que éstas no son más que las primeras impresiones de un espíritu feliz, las primeras horas que podemos llamar pasadas en el mundo espiritual, pero cuando el espíritu ha tomado posesión de su estado, cuando ya se mece en el éter Universal y al menor impulso de su voluntad se mueve en todas direcciones y a través de distancias infinitas recorre mundos y contempla maravillas. ¡Qué goces! ¡Qué impresiones! ¡Qué estudios más grandes de la luz, del sonido y del Cosmos Universal!… ¡Qué combinaciones y qué trabajos hechos para adquirir más amor y más sabiduría! ¡Qué formas y qué moldes han de tomar ante la faz de los espíritus las maravillas creadas! … y cuando el espíritu puede irradiar a grandes distancias, ¡qué deleite ha de sentir! Deleite inesperado de distintos puntos a la vez; mientras recibe impresiones sublimes de la armonía de mil mundos, de mil humanidades, de mil legiones de espíritus, y envuelto en un mar de luz de distintos y variados colores formando crepúsculos inconcebibles para nosotros, y entonces ver más progreso, más perfección y una eterna sucesión de adelantos hasta convertirse en un semi-Dios para ver siempre un más allá en todos sentidos, en todas direcciones y en toda impresión que pueda recibir el espíritu. Esto ha de ser tan grande que yo no tengo palabras para expresarme. Concibo, entreveo, pero no hay frases en nuestro lenguaje. La pintura, la música, el amor de la madre, la convicción del héroe, del mártir, son un punto de ese gran todo; y empieza a dar el primer paso, el espíritu que llega a alcanzar su progreso y su perfección.
Honremos al espíritu de Allan Kardec y sigámosle como la estrella polar que nos guía por el embravecido mar de la vida, que él nos llevará a puerto de salvación.
Médium y Gran Divulgador Espiritista
En 1872 fundó, junto con el núcleo de amigos que se reunían en su casa, un Centro de Estudios Espiritistas al que llamaron Fraternidad Humana, del que fue presidente durante treinta años.
Amalia Domingo Soler participaba a menudo en las reuniones en Tarrasa, así como Vives asistía a las del Centro La Buena Nueva, de Gracia. En el centro de Tarrasa fue donde desarrolló la mayor parte de su labor mediúmnica. Recordando aquellos años, escribía:
No soy escritor, más soy médium. Así, nunca podré tener la pretensión de haber hecho nada de bueno solamente por mí. Si alguna cosa salida de mi pluma merece la aprobación de mis hermanos, vendrá de los buenos espíritus que me asisten. Todo cuanto se nota de deficiente en mis escritos, es obra de mi inteligencia.
Para demostrar el poder de mi mediumnidad, diré que fui diez años médium parlante, semi inconsciente; durante los diez años no estuve ni en una sola fiesta en que no recibiera y diera comunicación, gozando durante estos diez años de una salud muy regular.
Después de estos años, tuve que dejar la mediumnidad a causa de una dolencia que me impidió asistir a las reuniones espiritistas unos cuatro meses, único período de tiempo que he dejado de concurrir durante los treinta y dos años que soy espiritista, como médium o como director de sesiones; y mi inspiración es tan potente y tan clara que basta que esté en una sesión para que me sienta inspirado y pueda hablar por todo el tiempo que quiero.
Para dar una prueba de lo que afirmo, voy a contar lo que me pasó en los días de una Navidad pasada.
Di una comunicación muy larga y muy expresiva sobre uno de los pastores que fueron a adorar al Mesías en el portal de Belén. Aquella comunicación dejó muy impresionados a los hermanos que se reunían en nuestro Centro en aquella época. Unos días antes de Navidad, alguno de los hermanos que aún recuerda aquella comunicación, me hizo memoria de la misma; vine, pues, en deseos de poseerla; así que me sentí impulsado, me puse a escribir, y, en dos horas, la obtuve tan igual*, los que la habían oído en aquella época, exclamaron admirados: «¡Es idéntica! ¡No falta ni un concepto, ni un detalle!» Digo esto para probar la fuerza de la mediumnidad.
*Este fenómeno (que consistía en reproducir a posteriori y por escrito las comunicaciones, y sus charlas y oratorias inspiradas, cuando se lo solicitaban) se produjo en varias ocasiones; lo que es bastante singular ya que se trataba de reproducir literalmente charlas inspiradas por los espíritus, muy frecuentemente hasta de dos y tres horas.
Mi cabeza era un volcán de ideas. Antes de ser espiritista, hubiera sido incapaz de pronunciar una pequeña peroración ante una docena de personas; después de ser espiritista, cobré un valor y una serenidad tales, que nada me impresionaba ni me impresiona». Así recordaba años más tarde aquellos principios de su labor pública.
Miguel Vives fue el iniciador de la Federación Espiritista del Vallés, que fundó en 1882 y que le cupo el honor de ser la primera fundada en el mundo. Esta federación agrupaba centros y asociaciones espíritas de la comarca.
Fundó en 1885 el periódico órgano de la misma El Faro Espiritista, que dirigió hasta 1889.
De la Federación Espiritista del Vallés nació la Federación Espiritista Catalana, que murió al poco tiempo de ser fundada, y que tuvo como órgano divulgativo la Revista de Estudios Psicológicos de Barcelona, la de Fernández Colavida.
Bajo la égida de Vives se fundó la Unión Espiritista Kardeciana de Cataluña, más tarde Española.
Por sus inagotables energías empezó a publicarse la Revista Unión Espiritista, posteriormente Luz y Unión, nombre adoptado al fusionarse con ella La Luz del Porvenir.
Fue presidente del Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos, y era al desencarnar presidente honorario de multitud de asociaciones espiritistas.
Tuvo también activa participación en los Congresos Espiritistas Internacionales, los celebrados en 1888 en Barcelona y en 1889 en París. En el de Barcelona, que fue el primero, formó parte de la comisión organizadora y fue vicepresidente del mismo. A este Congreso asistieron representantes de sociedades espíritas de Francia, Italia, Estados Unidos, Sudamérica, Bélgica, etc. Al año siguiente se celebró un nuevo Congreso Internacional en París; también a éste asistió Miguel, junto con otros destacados espiritistas españoles. En París, además de las delegaciones europeas y americanas, asistieron otras de India, Egipto e incluso Australia. En el 1900 se celebró otro Congreso en París y no pudiendo asistir envió una carta que leyó Léon Denis, momento que aprovechó Léon Denis para dedicar a Miguel Vives públicamente palabras de elogio y de gran reconocimiento.
Miguel Vives siempre demostró una especial sensibilidad hacia los presos, pensaba que era necesario transformar las penitenciarías en institutos de moralización, considerar al culpable como a un enfermo al que se debe sanar y rehabilitar. En una ocasión, fruto del trabajo que desarrollaba con los presidiarios, y con motivo del I Congreso Espiritista Internacional, recibió la siguiente carta de 32 penados:
Sr. D. Miguel Vives:
Queridísimo hermano. Estamos agradecidos a sus exhortaciones y sentimos una inmensa alegría al saber que se va a celebrar el Congreso Espiritista Internacional. Mucho sentimos no poder formar parte en él; pero ya que no nos es posible, le suplicamos a usted tenga la bondad de representarnos y decir en pleno congreso que estos treinta y dos individuos que fueron criminales están hoy arrepentidos, perdonan a sus enemigos y desean volver a la vida libre para demostrar el cambio que ha operado en ellos el Espiritismo.
Hoy no pensamos más que en nuestra reforma moral y en la reforma moral de la Humanidad.
Treinta y dos penados le saludan y le desean protección de Dios.
El Orador Inspirado
Tras todos estos acontecimientos, en mayo de 1891 se trasladó a vivir a Barcelona para ver si su quebrantada salud mejoraba; al poco tiempo, en enero de 1892, fue elegido presidente del Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos.
En Barcelona, su actividad, a pesar de su estado de salud, no decreció y siguió participando activamente en actos y conferencias; su energía, sus ideas, su fuerza de voluntad no provenían de su débil organismo; él podía sobreponerse a su cuerpo y manifestar las fuerzas que sentía, las potencias del alma que irradia la convicción, la fe, el amor que siente y esparce con sus obras. Ésta era su fuerza, una fuerza que cautivaba a cuantos le escuchaban. Sin embargo, en Barcelona sus discursos tenían un matiz diferente a cuando se encontraba en su centro de Tarrasa.
Amalia se expresaba así al respecto:
Observé un verdadero fenómeno: desde que habita en Barcelona, sus discursos no tienen aquel sabor especial, aquel dulcísimo sentimiento que, haciéndose dueño del auditorio, llevaba a sus oyentes hasta las puertas de las gloriosas, de las celestes ciudades donde los justos reciben el premio de sus buenas obras.
En Barcelona sus discursos tenían más verdades que las palabras, pero esas mismas verdades tienen un sabor amargo, la realidad de la vida le impresiona tan dolorosamente que el médium inspiradísimo, el médium protegido por elevados espíritus se contagia con la epidemia del realismo humano, y llora sobre las miserias de la humanidad no con tristeza, no con amargura, no con desaliento, antes al contrario, se lamenta con energía, apostrofa con valor a los débiles por su escasa fe, censura claramente nuestra falta de caridad, se le ve fuera de su centro. Porque Miguel Vives para recibir las inspiraciones de los buenos espíritus necesita una atmósfera de paz y de amor, y al encontrarse entre sus hermanos tan queridos, entre aquellos que conceptúa los hijos de su Espíritu, que han crecido escuchando sus enseñanzas, al verse separado momentáneamente de la lucha humana libre de toda preocupación, vigorizado por el fluido benéfico de un elevado Espíritu, Miguel Vives, fuerte, animoso como en sus primeros años de propaganda espirita, pronunció un discurso admirable, brotaban las palabras de sus labios con una rapidez verdaderamente maravillosa.
¡Qué pensamiento! ¡Qué imágenes! ¡Qué figuras! ¡Cuánta poesía! ¡Cuánto sentimiento! ¡Y cuánta verdad!
Tanto me entusiasmó el discurso, que le pedí que haciendo un esfuerzo suplicara al Espíritu que le había inspirado se lo dictase para publicarlo íntegro, no sé si mi deseo podré verlo realizado; Dios quiera que pueda terminar esta carta del modo que yo sueño, porque es imposible extractar fielmente lo que Miguel dijo.
¡Qué bien me encuentro cuando un médium verdaderamente inspirado me habla de las grandezas del progreso y del porvenir glorioso que tienen todos los espíritus! Si puedo obtener la comunicación de Miguel Vives, con ella terminaré esta carta, y en caso de no obtenerla, te diré, en conclusión: debes sentirte dichoso porque eres uno de los espiritistas españoles que han trabajado noblemente en la propaganda del Espiritismo, luz ha difundido tu clara inteligencia y rayos de múltiples soles iluminarán tu camino. Los templos de la ciencia abrirán sus puertas ante ti; y el ángel del progreso te dirá: ¡Obrero de la Tierra! ¡Entra a recibir el premio de tus afanes, de tus vigilias, de tus estudios, que digno eres de recompensa por tu constancia y por tu inmensa fe!
Hermano mío: en este momento he recibido la comunicación obtenida por Miguel vives; este dice que le parece que no es más que un débil reflejo de lo que dijo en Tarrasa, pues al pedir inspiración, no ha sentido en su cerebro bullir las ideas del modo que las siente cuando un Espíritu le domina en absoluto; más yo digo, que por pálido que sea el extracto de la comunicación, siempre valdrá mucho más del que yo hubiera hecho. Sirva pues, el dictado de un Espíritu para concluir esta mi larga epístola.
Comunicación del discurso, recibida por Miguel Vives
Señores y hermanos míos; ¡Cuantas impresiones hemos sentido en el curso de esta velada! ¡Cuántos pensamientos han pasado por mi mente! ¡Qué de recuerdos!… por una parte, los acordes armoniosos de la música con su elocuente lenguaje que, sin formular palabras ni desarrollar conceptos despierta sensaciones que bien recuerda días venturosos de nuestra juventud con nuestras aspiraciones de saber y de gloria, como recuerdan los dulces coloquios de nuestro primer amor, sus desenvolvimientos, su historia; como de momento parece que nos transportan a las regiones desconocidas en busca de aquellos seres que nos han precedido en el curso de las evoluciones de la vida, haciéndonos sentir la dulce alegría que ha de producirnos su encuentro. Por otra parte la pronunciación angélica de esos jóvenes que con sus palabras proclaman nuestros deberes, el cumplimiento de nuestras virtudes, las verdades de una filosofía no idealista, sino verdadera, la cual absorbe toda nuestra voluntad, impulsa toda nuestra esperanza, constituye toda nuestra tranquilidad y nos da los más preciosos detalles de nuestra vida venidera con su progreso infinito, con su belleza infinita y con la sucesión eterna de todas nuestras facultades cuya lucidez llegará a realizar prodigios y grandezas sin fin.
¡Ah Señor!… ¡Qué hermoso espectáculo han de ofrecer estos actos ante los espíritus que trabajan desde el espacio para el desenvolvimiento de la humanidad! Acostumbrados a ver en la Tierra tantas infamias, tantos egoísmos y tantos males, al compenetrarse de los deseos puros y exentos de todo egoísmo que reinan entre nosotros, deseos que no tienen otro móvil que el bien de la humanidad, el amor a nuestros semejantes y la práctica del bien, el desinterés personal, y la perfección individual y colectiva a fin de que llegue el día que todos los habitantes de este planeta podamos darnos el abrazo fraternal y constituir el reinado de la paz, han de parecerles estos actos sublimes, conmovedores, porque significan nuestra regeneración individual y una era en la humanidad terrestre. Significan la libertad de nuestra conciencia y los deberes de la conciencia libre de todos los amantes del progreso. Significan el principio de nuestra felicidad presente y futura, y de la felicidad venidera de todos los habitantes de la Tierra.
Ha de parecerles a los espíritus como el principio de una fiesta sin fin, como los rayos de un sol eterno en donde van a disiparse todos los egoísmos, tinieblas y fanatismos que afligen a la humanidad presente.
Por eso, si aquellos seres que murieron en el cadalso y en la hoguera por la libertad de conciencia, si aquellos seres que sufrieron el suplicio y la degradación, si aquellas madres y aquellos hijos que se vieron perseguidos como cómplices de herejía y sufrieron el abandono y la miseria en tierras extrañas, si aquellos seres que vivieron sepultados en las fortalezas por sus ideas religiosas, si por uno de esos fenómenos de la doble vista hubiesen podido ver el espectáculo que ahora se realiza entre nosotros, a pesar de sus suplicios, de las hogueras, de los cadalsos, de los martirios y de los calabozos hubieran sonreído de satisfacción y hubieran sentido dentro de su Espíritu la alegría del triunfo de sus ideas.
He aquí la acción del progreso sublime, lección que deberían aprovechar los que se quieren aprovechar de resucitar el pasado, apoteosis final que ofrece el siglo XX, cuyas conquistas no podrán destruir los que por su ceguedad y falta de buen sentido se obstinan en detener la fuerza avasalladora del progreso que, a pesar de su pertinencia les arrastrará extinguiendo poco a poco la ignorancia que hoy les domina, porque han de llegar a comprender que no tienen otro recurso para conseguir su felicidad que pasar por los caminos que nosotros hemos pasado, porque las necesidades son las mismas y el camino es el mismo: ¡No hay otro!
Sí, grandes son estos actos, porque demuestran de una manera fehaciente que el Espiritismo no viene a sostener la lucha de la ignorancia contra la ignorancia, del fanatismo contra el fanatismo, sino que es la luz que viene a disipar las tinieblas, es la verdad que viene a combatir y a concluir con el error. Desde que el Espiritismo fue revelado, la religión verdadera dejó de estar supeditada al dogma, la razón dejó de ser la loca de la casa y la ciencia una negación dentro de la fe; por eso los que no podíamos aceptar la religión de la fe, la religión de la esclavitud, y el dogma de las imposiciones; aceptamos la religión de la ciencia, la religión de la razón, de la filosofía, del libre pensamiento, de la libertad, de la justicia, de la humildad, de la paciencia, de la resignación y de la práctica de todas las virtudes con exclusión completa de privilegios, de jerarquías y de imposición dogmática: única religión que proclamó el Cristo, que predicó San Pablo y que practicaron todos aquellos ilustres varones que derramaron su sangre para el bien de ideales nobles y grandes, cuyos ideales han regenerado a la humanidad.
Por eso señores estamos defendiendo una ciencia que tendrá un fin glorioso, de cuyo fin debemos ocuparnos, porque importa proclamar y practicar el Espiritismo, porque es una filosofía que satisface a nuestra conciencia, es necesario saber a dónde vamos y el fin que hemos de tener. ¿Habéis pensado alguna vez en esto? ¡Ah, Señores! yo creo que hemos dado el primer paso hacia la unidad religiosa; si no, observad una cosa y es que los oradores católicos no se ufanan de propagar y defender el dogma de las penas eternas, ni el dogma de la infalibilidad del papa, ni el del purgatorio, ni el del juicio final, porque son puntos demasiado discutibles, ni se oyen a los protestantes hablar tanto de la gracia por la fe y sin las obras porque también se resisten a la razón, ni los materialistas hacen negaciones tan rotundas y estúpidas; y es porque el Espiritismo ha puesto un paréntesis a la negación por una parte y al fanatismo por otra: es porque el Espiritismo no solamente afirma los hechos sino que los demuestra; es porque el Espiritismo a las acusaciones teológicas responde con pruebas demostradas por la razón y por los hechos, y a la negación materialista responde con la experimentación científica; por eso todos observan, y si bien nos atacan por sistema y por interés personal, no se atreven a sostener, como en otro tiempo, errores que sin remedio los comprometerían porque todos sienten vacío en el alma, porque sus teorías no les satisfacen ni les privan de las terribles angustias de la vida.
El hecho de la muerte es demasiado elocuente para no inspirar temores a los que no la conocen; la pérdida completa de todas nuestras facultades, como la separación eterna de los seres amados, es de transcendencia capitalísima y sólo los espiritistas podemos mirar estas terribles sacudidas con el ánimo tranquilo, porque somos los químicos del alma. Los que no han unido la experimentación científica a la religión, los que sólo conocen la revelación por la fe, no pueden arrancar del cuerpo inerte, del cuerpo frío, del cadáver un Espíritu vivo con todas sus facultades y actitud. ¿Qué han de pensar pues los altos dignatarios del mundo, aunque estos estén revestidos de carácter religioso en los supremos momentos que se ven acosados por la agonía de la muerte? ¿Qué efecto han de producirles aquellas ceremonias propias del culto que ellos saben que las han celebrado muchas veces por costumbres? Entonces ¿Serán bastantes potentes la teología de Santo Tomas, la revelación de Santa Teresa, las afirmaciones de San Agustín y los versículos del Evangelio para darle seguridad de que no van a morir, sino que van a pasar a otra vida mejor con toda la plenitud de sus facultades? ¿Podrán librarse de la angustia, del temor, de la duda y hasta del espanto que produce el verse al borde de la tumba? ¡Ah señores! ¡Yo creo que no!
Yo creo que la situación del que no está convencido de la supervivencia del alma, en aquellos momentos es terrible, y yo creo que más o menos tarde han de comprender todos, desde el más grande al más pequeño, que la situación de la humanidad es insostenible en materia religiosa y que los que dirigen y los que obedecen, todos se castigan voluntariamente ocultando y ridiculizando aquello que deberían estudiar y comprender para que llevara a su alma los consuelos que tanta falta les hace en los grandes sufrimientos y transformaciones de la vida.
Por eso los espiritistas podemos esperar sentados, no hay que precipitarse para el triunfo del Espiritismo, porque este es el manantial que puede apagar la sed de los cansados viajeros de la Tierra, los que se obstinen y rechacen el agua del puro manantial del Espiritismo, peor para ellos porque ni descansarán ni hallarán puerto seguro hasta entregarse a él.
Esto es lo que os puedo decir respecto a la influencia general del Espiritismo, pero hay otro punto capitalísimo, y es el progreso individual de cada uno de nosotros, por el cual podemos llegar más o menos pronto a nuestra felicidad futura, felicidad que es superior a todo cuanto en nuestro estado actual podríamos imaginar. Hasta ahora lo que nos ha ofrecido el Espiritismo ha sido la demostración de la supervivencia e individualidad del alma después de lo que llamamos muerte, la justicia y la equidad de la ley que rige el Universo, el amor y la grandeza del Ser Supremo, pero hay otra cosa que debe llamar poderosamente nuestra atención y esta es, el goce y la libertad que el Espíritu disfruta cuando ha cumplido con sus deberes. Hay maneras de ser en el estado de nuestro Espíritu que es imposible encontrar frases en nuestro lenguaje humano para describirlas, hay sorpresas que sólo se sienten y se comprenden en lo que vale cuando uno las ha recibido y tiene la propiedad de aquel goce inexplicable, y hay sensaciones que sólo cuando nuestros sentidos hayan adquirido mayor lucidez, y sólo cuando nos hayamos despojado de la grosera envoltura que nos cubre, las podremos sentir; ahora sólo nos es dado entrever y apreciar en la medida de nuestras facultades, pero que a pesar de nuestra imposibilidad de conocer en su estado verdadero las felicidades de la vida venidera, estas constituyen una gran prueba de la grandeza de Dios, de su poder y de su sabiduría y una gran recompensa a nuestras obras realizadas, recompensa que están muy lejos de presentir los habitantes de esta tierra de lágrimas y de dolores.
Interrogando a un Espíritu que acababa de hacer su tránsito al mundo de la verdad dijo: figuraos que os dormís en una cabaña y como si despertarais de un dulce sueño os encontráis en el Espacio Infinito, de momento no os dais cuenta de lo que os pasa, pero estáis maravillados de lo que os rodea, poco a poco recordáis y vais reconociendo vuestro estado, y como si nuevas facultades se desarrollaran en vosotros, veis a largas distancias, tan largas que no podéis apreciar; a vuestro alrededor y desde muy lejos parece que mundos de luz os envían sus rayos y como si os dijeran ven a mí.
Este fenómeno os atrae en todas partes sin saber a cual dirigiros, entre el espacio que media entre vosotros y esos mundos se desarrollan innumerables cuadros de luz, de fluidos de distintos colores, y entre rostros y formas esbeltas de espíritus que parecen que os saludan y os felicitan veréis seres que os amaron en la Tierra, estos os acarician, os abrazan, os besan y parece que penetran en vuestro ser y os dan una nueva vida, un nuevo amor, un nuevo deleite, es una alegría desconocida. Anonadados aún por la existencia que acabáis de dejar; parece que aquellos recuerdos quieren turbaros, pero entonces, aquellos fenómenos se renuevan con más intensidad, y los seres amados os invitan de nuevo. Sus caricias son más vehementes, su solicitud más grande, los colores, la luz y las bellezas toman nuevas formas, y entonces después de largo periodo os persuadís que ya habéis dejado vuestra tarea de la vida de los muertos y habéis entrado en la vida de los vivos; por eso en medio de tantas maravillas no perdéis de vista la Tierra, pero ésta, ¡Os parece tan triste! Los mares parecen un inmenso lago de lágrimas, la vegetación un sudario eterno, los montes unas murallas que cercan una mansión de locos, las grandes ciudades un montón de ruinas, los seres hermanos desterrados que gimen atados con férreas cadenas, sus ruidos desgarradores, sus cánticos y músicas exhalaciones de tristeza, sus artes concepciones de inteligencias pobres; su industria, y su comercio entretenimientos y tratos sin piedad. Esta impresión produce cierta melancolía que os hace apreciar mejor la nueva vida que os envuelve y os impulsa a entregaros a la vida que poseéis.
Así se expresa el Espíritu, pero yo creo señores, que éstas no son más que las primeras impresiones de un Espíritu feliz, las primeras horas que podemos llamar pasadas en el mundo espiritual, pero cuando el Espíritu ha tomado posesión de un estado, cuando ya se mece en el éter universal y al menor impulso de su voluntad se mueve en todas direcciones y a través de distancias infinitas recorre mundos y contempla maravillas, ¡Qué goces! ¡Qué impresiones! ¡Qué estudios más grandes de la luz, del sonido y del Cosmos Universal!… ¡Qué combinación y qué trabajos hechos para adquirir más amor y más sabiduría! ¡Qué formas y qué moldes han de tomar ante la faz de los espíritus las maravillas creadas!… y cuando el Espíritu puede irradiar a grandes distancias, ¡Qué deleite ha de sentir!
Deleite inesperado desde distintos puntos a la vez; mientras recibe impresiones sublimes de la armonía de mil mundos, de mil humanidades, de mil legiones de espíritus, y envuelto en un mar de luz de distintos y variados colores formando crepúsculos inconcebibles para nosotros, y entonces ver más progreso, más perfección y una eterna sucesión de adelantos hasta convertirse en un Semi-Dios para ver siempre un más allá en todos los sentidos, en todas direcciones y en toda impresión que pueda recibir el Espíritu. Esto ha de ser grande y yo no tengo palabras para expresarme. Concibo, entreveo, pero no hay frases en nuestro lenguaje. La pintura, la música, el amor de madre, la convicción del héroe y del mártir son un punto de ese gran todo; y empieza a dar el primer paso el Espíritu que llega a alcanzar su progreso y perfección.
Bendigamos al Espíritu de Allan Kardec y sigámosle como la estrella polar que nos guía por el embravecido mar de la vida, que él nos llevará a puerto de salvación.
Por el extracto que ha hecho Miguel de la comunicación podrás conocer hermano mío, que su discurso fue verdaderamente admirable. ¡Cuánto le debemos los espiritistas!.
Pongo fin a esta carta repitiendo lo que te dije anteriormente: ¡Dichoso tú que has consagrado los mejores años de tu vida, tu clara inteligencia y tus bienes materiales al estudio y a la propaganda científica del Espiritismo.
Amalia Domingo Soler, Gracia, 10 de Abril 1893
Amalia, Gran Amiga y Compañera de Ideal
Contaba Amalia:
Lo que yo sentí al escuchar la primera comunicación de mi madre dada por el médium parlante Miguel Vives, no encuentro frases para describir mis encontradas emociones, porque no las hay en el lenguaje humano; pero mi alegría y mi enternecimiento fue superior a todas las alegrías terrenales.
Como el proscrito que vuelve a su patria después de pasar toda su juventud en el destierro, como el ciego que cobra la luz, como el ser calumniado que al fin le devuelven la honra y la libertad, como el mendigo que de pronto se ve dueño de inmensas riquezas, como el niño perdido que encuentra a su madre después de pasar muchos días sufriendo hambre y sed, todo esto y muchísimo más, encontré yo con la comunicación de mi madre; renacieron en mí los más nobles propósitos, me juré a mí misma ser útil a la humanidad, comprendí todo lo que se puede conseguir, con el trabajo y la buena voluntad; en resumen, nací de nuevo.
Las comunicaciones que me llenaban de inocente alegría eran las de Miguel Vives, que de vez en cuando asistía a las sesiones de La Buena Nueva.
Me parecía que escuchaba a un apóstol del Cristianismo; retrocedía a los tiempos de Jesús, y lentamente mi alma se iba acostumbrando a aquella atmósfera de reposo y humildad, pero cuando mi Espíritu recibió una impresión inexplicable, fue cuando asistí por primera vez a una sesión en el Centro de Tarrasa.
Miguel vivía entonces en una casita muy pequeña; y en una salita en torno de una mesa redonda, nos reunimos de catorce a dieciséis espiritistas. Aquella tarde me encontraba profundamente triste, pero gozaba en mis recuerdos; un mundo de reminiscencias se aglomeraba en mi mente, cuando Miguel Vives se concentró, después de haber leído muchas oraciones.
Reinaba el silencio más profundo; todos estábamos con gran recogimiento; el médium comenzó a llorar sin que su rostro revelase la angustia del sufrimiento, todos le miramos atentamente preguntándonos unos a otros en voz muy queda:
-¿Quién será? El médium está muy conmovido.
Uno de los hermanos, viendo que Miguel seguía, llorando sin hacer la menor contracción, exclamó:
-¿Quién eres, buen Espíritu? ¿A quién buscas aquí?
-A mi pobre hija –Contestó el médium, con voz entrecortada.
Al oír tal contestación, sentí en todo mi ser tan violenta sacudida, me emocioné de tal modo, que me es del todo imposible explicar lo que sentí; pero hice esfuerzos sobrehumanos para prestar toda mi atención al médium que, serenándose, prosiguió diciendo:
-Sí hermanos míos; vengo a decirle a mi hija que no está sola en ese mundo, que jamás lo ha estado, ni en los momentos de mayor angustia, cuando ha pasado con mares de llanto una mínima parte de sus muchas culpas. Yo he velado su sueño, he guiado sus pasos, la he inspirado la repulsión que siempre ha sentido por todo lo que lleva el sello de la degradación.
Yo la he apartado del abismo del suicidio, yo he murmurado en su oído “sufre” y “espera”. Yo he conservado el fuego sagrado de la dignidad, bajo las cenizas de la humillación y de la miseria, yo he sido siempre ¡Su madre!, aquella que se extasiaba con sus caricias, que no vivía más que para su hija.
¡Cuánto has sufrido, hija mía!… o, por mejor decir: ¡Cuánto hemos sufrido! Cuando tú te has caído, las dos recibíamos daños; cuando te desesperabas, al oír tus amargas quejas, yo también creía que Dios era injusto.
Siempre en pos de ti, he vivido como tú en tinieblas, yo no quería ver la grandeza del infinito, viviendo tú en la sombra del dolor. Yo no quería hacer uso de las ventajas de mi desencarnación, mientras tú estuvieras esclavizada con las esclavitudes de las dolencias, de la soledad y de la miseria.
Yo quería hacerte libre despertando en tu Espíritu un deseo, un anhelo, un afán de penetrar en lo desconocido, yo trabajé incansablemente, hasta llegar a ti, algo que te hablara de tu eterna vida, y que te impulsara al progreso. Yo quería que tuvieses una familia, y ya la tienes, ¡Hija mía! Los espiritistas que te quieren mucho… ¡Queredla, hermanos míos!… Ayudadla en su penosa peregrinación, Ella os dirá por qué lloran muchos desgraciados; ella os contará interesantes historias; ella trabajará en medio de su inutilidad física, y difundirá la luz de la esperanza entre los desvalidos y los infortunados.
¡Amadla, hermanos míos! Ella se cree sola desde que no se duerme en mis brazos, desde que no oye mi voz, apartándola del peligro imaginario; compadeced, compadeced a los huérfanos, ¡Pobrecitos!… ¡Sufren tanto!…
Pero tú ya no eres huérfana, hija mía, porque sabes que yo vivo para ti, que podría estar muy lejos de la Tierra, y tu aliento se confunde con mi aliento, porque sin ti, los mundos de la luz, están para mí en el caos de la sombra… ¡Te quiero tanto!…
Os lo vuelvo a repetir, hermanos míos: ¡Amad a mi hija! Dadle el calor de vuestro cariño, que su alma está enferma de frío.
Tiene miedo, mucho miedo de volver a sufrir lo que ha sufrido.
Decidle que para ella no habrá más aislamiento; que habrá muchos desgraciados que buscarán sus consejos; decidle que ella dará muchas limosnas a los pobrecitos necesitados, decidle que en sus horas de melancolía, se entregue a un asiduo trabajo; que nunca el desaliento se apodere de ella; que jamás la duda la arroje en el abismo de la desesperación, que ella puede borrar las manchas de su pasado, conquistando con sus esfuerzos un porvenir glorioso.
Sí, hija mía; puedes enriquecerte con esas riquezas que nunca pierden su inmenso valor.
Tú que tanto me has querido, tú que tan buenamente creías que sin mí te sería imposible la vida, consuélate con la certidumbre absoluta de que nunca me he separado de ti: la Tierra es mi cárcel, porque tú estás en ella, no lo olvides nunca.
Tú eres mi culto y mi religión, yo vivo por ti y para ti; para mí, en el Universo, no hay más que tú; bien he vivido y me he creado numerosa familia en el transcurso de muchos siglos, pero ninguno de mis deudos me atrae como tú; ¡Eres tan desgraciada!… ¡Te crees tan sola!…
Trabaja en tu progreso ¡Hija mía! Que te va faltando la luz en los ojos y en el alma.
¡Yo te daré una nueva familia! ¡Yo les diré a los espiritistas que te amen, yo les inspiraré para que no te abandonen! ¡Tú no padecerás hambre! ¡Tú no sentirás frío! ¡Tú morirás rodeada de pobres que te bendecirán, y acompañarán tus restos llorando con profundo desconsuelo! ¡Trabaja, hija mía!… ¡Trabaja sin descanso interpretando el pensamiento de los espíritus y trabajando puedes hacer mucho bien a la humanidad; no olvides los consejos de tu madre!.
Mientras habló el médium, una fuerza poderosísima contuvo mis lágrimas y mis demostraciones de júbilo; la realidad era superior a todos mis sueños… ¡Mi madre!… Aquella mujer que lo fue todo para mí, vivía aún y me amaba lo mismo, más si cabe que cuando guiaba mis inseguros pasos por la Tierra. Aquel hallazgo, para mi completamente inesperado, me enloqueció, grité, lloré abracé a las buenas mujeres que me rodeaban. ¡Mi madre vivía!… ¡Vivía para mí!
Era la primera comunicación familiar que yo recibía, al revés de la generalidad de los neófitos del Espiritismo que lo primero que hacen es evocar a sus espíritus más queridos; yo nunca evoqué a mi madre, he mirado siempre la comunicación con el más profundo respeto, y al mismo tiempo he creído siempre que la impaciencia en el Espiritismo era el mayor escollo que podríamos poner en nuestro camino y me propuse en no ser impaciente; por eso hasta ahora creo que no he sido engañada.
Yo sentí al hablar a Miguel Vives un placer que nunca había sentido; mientras hablaba el médium ¡Yo vivía!… ¡Yo sentía el calor de la vida!, calor que no he vuelto a sentir después, a pesar que en muchas sesiones me han dicho los espíritus:
-Tu madre está aquí.
Yo he agradecido su buena intención, he comprendido que me querían consolar, pero he dicho entre mí:
-No está aquí mi madre.
En la sesión de Tarrasa fue muy distinto, yo no la evoqué, no creía que mi madre me quisiera tanto, pensaba que por su vida de martirio y por la grandeza de su Espíritu, estaría muy lejos de las miserias humanas; por eso aquella comunicación espontánea, aquel lenguaje sencillo, lleno del más puro sentimiento, me hizo creer que era mi madre el Espíritu, que me hablaba.
Yo me preguntaba a mí misma:
-¿Es ella?
Y los apresurados latidos de mi corazón me respondían:
-¡Ella es!
¡Cuánto bien me hizo mi madre con aquella comunicación! Entonces bendije la hora de haber llegado a Cataluña, aprecié en todo su valor la hospitalidad del presidente del Circulo Espiritista de Gracia, y cuando me encontré de nuevo en mi gabinete de trabajo, me pareció mi habitación más alegre, más risueño cuanto me rodeaba; porque tenía la certidumbre que mi madre no me dejaría sola en brazos de la adversidad.
Una de tantas comidas para los necesitados
Visita de Amalia Domingo Soler:
Dejando por algunas horas nuestro asiduo trabajo, nos trasladamos al 29, de septiembre último a Tarrasa, para asistir al banquete que le da a los pobres y a sus más íntimos amigos, el presidente del Centro Espirita de dicha ciudad, Miguel Vives, en conmemoración de haberse proclamado en España la libertad del pensamiento.
(…) pero nuestra tristeza se desvaneció como el humo, al entrar en la risueña y modesta morada de nuestro hermano Vives, donde un enjambre de chiquillos jugaba en el anchuroso patio, el cual está rodeado de un arriate donde crecen hermosos arbustos que alegran la vista con su verde ramaje. En una pequeña y limpia fuente hay varios peces hermosísimos que son los favoritos de los chicuelos, que los contemplan embebecidos mientras otros observan a los palomos, gallinas, tórtolas y pajarillos, todos muy bien colocados y resguardados de las travesuras de los muchachos.
Siempre que estamos en aquel lugar recordamos el huerto del Padre Germán, y nos parece ver su venerable y humilde figura sentado en un banco de piedra a la sombra de un árbol contemplando dulcemente a la nueva generación que viene a luchar en el campo del progreso.
En ninguna parte experimentamos la dulce beatitud que sentimos en casa de Miguel Vives, especialmente en el patio, y esto indudablemente no es alucinación de nuestros sentidos, porque esta impresión la sentimos siempre que la recorremos, y nunca damos gracias a Dios con más íntimo reconocimiento que cuando sentados tras de una enramada, llegan hasta nosotros las voces de los niños que corren, saltan y juegan con tanta confianza y libertad como si estuvieran en su propia casa, o en la de su abuelo.
Más de ciento cincuenta personas se reunieron en casa de Vives y rodearon las mesas colocadas en el salón y en el patio; entre tantos convidados los había de todas edades desde el anciano octogenario, hasta el pequeñuelo de tres primaveras, lo mismo que de todas las posiciones sociales: desde el acomodado propietario, hasta el infeliz mendigo que hace once años que va por el mundo, sin saber por la mañana, donde dormirá por la noche.
Mendigos había en gran número, y con varios de ellos hablamos largo rato, y en verdad que nos convencimos que no es necesario hacer muchos viajes para conocer a las distintas razas humanas.
Con un orden admirable comenzó la comida, guardando todos la mayor compostura, lo que es de extrañar entre seres que parece que están desligados de todos los miramientos sociales; porque aquellos que no moran en poblado, aquellos que se recogen en una cueva, que viven completamente abandonados de la sociedad, ¿Qué le deben a sus semejantes? ¡Nada! Nada más que el oprobio en que viven, puesto que no se cuidan de poner los medios para evitar que los pobres vivan sin vivir; pues bien esos desheredados, cuando encuentran cariño y consideración, cuando Miguel Vives les ofrece en su mesa el sitio preferente, ellos saben guardar el decoro debido, y ni una palabra indiscreta pronuncian sus labios, ni una broma ligera se permiten gastar entre ellos, lo que prueba que el amor fraternal es el mejor maestro para educar a los pueblos. ¡Cuán poco se ama aún la humanidad! Si nos amáramos, cuántos conseguirían lo que consigue Miguel Vives, pero nos falta amor, paciencia y tolerancia.
Para los que asistimos a ciertos actos no sólo por el placer de disfrutar de ellos sino por estudiar todas sus fases, observamos los menores detalles, y al comenzar su discurso Miguel Vives, observamos que nos impresionó.
Todo el día había estado el Sol velado por densas nubes, y habría llegado la hora precisamente de que estas tuvieran que deshacerse en virtud del cumplimiento de las leyes atmosféricas; no vaya a creerse que nosotros queremos relatar ningún milagro ni cosa parecida, no; pero es lo cierto, que cuando comenzó su discurso Miguel Vives, el Sol iluminó con sus dorados reflejos dos lienzos de pared del anchuroso salón y el efecto fue verdaderamente mágico, parecía que la naturaleza se complacía en enviar luz y calor al que es uno de sus más fervientes adoradores, al que ama a Dios en las aves, al que se postra en los bosques, bendiciendo la grandeza del Ser Omnipotente. El discurso de Miguel Vives fue dulce y conmovedor como todo los suyos, lanzó una mirada a su pasado, recordó su infancia y las impresiones que recibió en su niñez una mañana que fue al campo preguntando con infantil curiosidad a todo cuanto le rodeaba dónde estaba Dios; y lo encontró en las hojas de los árboles cubiertas de gotitas de rocío que parecían otros tantos brillantes pulimentados por la mano de Dios, lo encontró en las piedras que sirven de cuna al limpio río, lo encontró en la corriente del agua cristalina, en la montaña y en el firmamento, y en el astro que fecundiza la tierra con su luz y su calor.
Pasó su infancia con sus hermosas creencias, llegó su juventud con su mundo de ilusiones y amorosos deseos, conoció a una mujer con alas de ángel que se desprendió de ellas para unir su suerte a la suya, y cuando un nuevo ser reclamó la caricia de ambos, su joven madre regresó a su patria, y él se quedó solo enfermo y pobre en la Tierra, con una niña inocente que reclamaba sus cuidados; y el peso del infortunio destrozó sus creencias, y ávido de recobrarlas volvió al campo y preguntó a las hojas de los árboles cubiertas de gotitas de rocío. ¿Dónde está Dios? Y las hojas se inclinaron y las gotas de rocío cayeron en la tierra como si lloraran la desventura de aquel desgraciado, porque al verlas, no se conmovió. Miró las piedras del río, vio correr el agua del manso arroyo, trepó a la cumbre de la montaña y descendió diciendo: ¡No encuentro a Dios!… y lamentó su soledad, y envidió a aquellos que tenían sus compañeras en el hogar, y negó la justicia de Dios viéndose solo pobre y enfermo; y cuando más desesperado estaba, cuando más lejos se encontraba de la Luz, un hombre le habló del Espiritismo y le dijo que los muertos vivían y se comunicaban con sus deudos. Él dudó, asistió a una sesión y siguió dudando, más a pesar de esto continuó en sus trabajos de investigación, hasta que la evidencia de los hechos le convenció de la verdad innegable de la comunicación ultra-terrena, y entonces volvió al campo, y vio las hojas de los árboles cubiertas de gotitas de rocío y vio que estas, trazaban el nombre de Dios, y miró las piedras que servían de lecho al río y en ellas halló escrito el nombre de Dios; y contemplando el agua que se deslizaba dulcemente, también vio en ellas el impulso de Dios; admiró la montaña con sus árboles seculares, sintió sobre su frente el calor de los rayos del Sol, y se postró de hinojos diciendo con la mayor vehemencia.
¡Señor! ¡Señor!… ¡Yo te adoro en tus obras! ¡Yo te veo en todas partes, yo te reconozco en mi conciencia! ¡Yo te amo!… ¡Yo te venero!… ¡Yo te adoro porque tú eres la verdad y la vida! ¡Yo divulgare tu evangelio! ¡Yo diré que el Espiritismo es el complemento de tu ley! Yo le diré a los ricos, que con todas sus riquezas no son libres, porque viven aprisionados con cadenas de oro, y estas no serán rotas sino las rompe el amor y la gratitud de los pobres. Yo el más pobre y el más humilde, proclamare tu grandeza infinita. Yo diré que sin amor y sin caridad no se puede entrar en el reino de los cielos, yo uniré en una sola familia a los poderosos y a los necesitados. Yo diré que estos deben ser entendidos y respetados y compadecidos por la expiación que sufren, yo proclamare la ley del amor por eso su centro, compuesto de hombres pobres y humildes en su mayoría, ha logrado realizar trabajos que ninguna otra sociedad en España ha llevado a cabo; por eso la federación de los centros espiritistas del Vallés es una verdad, por eso tienen fondos para atender a las calamidades imprevistas de alguno de sus miembros, cuando el Tribunal de imprenta juzga desfavorablemente sus escritos, por eso auxilian a los que emigran huyendo de las iras clericales.
Los espiritistas trabajan dominados por el sentimiento, ellos saben que el amor y sólo el amor, nos hará libres; y como entre los que se amen no hay primeros ni últimos, esta igualdad bien entendida es la que hace una agrupación respetable en el mundo Espiritista, cada uno trabaja en el terreno que mejor conoce; Miguel Vives puede estar satisfecho de su obra.
No se nos oculta, que para conseguir este resultado habrá tenido que sufrir y sufrirá mientras viva en la Tierra innumerables contrariedades y profundas decepciones; porque pretender educar a una humanidad embrutecida por la miseria y por los vicios, es una tarea superior a las débiles fuerzas de un hombre y de un hombre pobre y humilde; y aunque es innegable que si estamos asistidos por los buenos espíritus, estos nos impulsan al trabajo y nos alientan con la recompensa: también es cierto, que no nos quitan ni un adarme de la carga que nos pertenece llevar sobre hombros, pues si así lo hicieran ¿Para qué estamos en la Tierra? El Espíritu viene a este planeta a trabajar, a luchar a cumplir su misión o a sufrir la penalidad de una expiación horrible, y las leyes de Dios son inmutables.
Más el terreno inculto es el que hay que cultivar, Miguel Vives así lo ha comprendido, trata muy de cerca a los mendigos y conoce que estos necesitan no sólo el óbolo y el pan para el cuerpo, les hace falta otro alimento más substancioso, necesitan cariño, respeto, y consideración en su infortunio. ¡Dichosos aquellos que descendiendo a las últimas esferas sociales se dedican a despertar con su cariño y su benevolencia el sentimiento de los desheredados, cuya sensibilidad no puede tener desarrollo careciendo de todo lo que hace soportable la vida!
No le pidáis al Espíritu que vive despreciado de todos, que ame a nadie, no puede amar, es imposible, se alimenta con el pan más duro y más amargo, odia porque no puede querer el que de nadie es querido; y de esa falange de mendigos vagabundos se desprenden los deseos de exterminio para las clases acomodadas. El que no se ocupa en construir viviendas para los pobres, está muy expuesto a ver incendiado su palacio; muchos crímenes se cometen, es cierto, pero dado el modo que viven algunos seres, es necesario convenir que la humanidad aún pudiera cometer muchos más.
La fiesta terminó con alegres juegos de los niños, con animados bailes de los jóvenes y con una canción, nada más dulce, más melancólico y más conmovedor que dicha canción, cantada por un hombre de edad madura acompañado por un melodioso armónium, los niños rodeaban dicho instrumento, una niña de unos seis años de blanca tez y rubia cabellera, contemplaba al cantor con verdadero éxtasis, parecía un ángel que le decía con sus dulces miradas ¡Pobre desterrado!… ¿Llora por su patria?
Estábamos en el patio, la luna en su plenilunio aquel cuadro verdaderamente poético, y nosotros dominados por dulcísima tristeza, suspirábamos también por nuestra patria, por ese más allá que le reserva al Espíritu el castigo de sus culpas y la recompensa de sus sacrificios.
Se extinguió el eco de aquella voz conmovedora, los niños se dispersaron a pesar suyo, cada cual regresó a su hogar, y nosotros; solos en el patio murmuramos así:
¡Adiós hermoso día! ¡Ya perteneces al pasado! Pero lo acontecido en tus tranquilas horas, son más bien sucesos del porvenir, porque la humanidad llegará a ser buena, los hombres se amarán unos a otros y lo que hoy hace Miguel Vives tendrá innumerables imitadores, que con más riquezas y más medios en todos sentidos, realizaran los hermosos sueños que hoy acaricia y que pone en acción una vez al año, porque sus recursos materiales no le permiten unas expansiones análogas. Nosotros le contemplábamos recorriendo su casa, irradiando en su semblante la inmensa satisfacción de su alma y decíamos: ¡Goza alma buena! Goza rodeado de tu buenísima familia que secunda tus deseos y toma parte en tu placer purísimo, al verte rodeado de los más pobres y de los más acomodados propietarios. Únelos en tu mesa y enséñales a amar a uno y a otros, diles que sólo el amor les dará la felicidad, ensaya en un día del porvenir la hermosa vida de mañana, adelanta las fechas del tiempo. ¡Feliz el que adelanta en el reloj de la eternidad algunos segundos de las horas benditas de la fraternidad universal!
Y tu Padre Germán, Espíritu para mí tan querido, que tanto bien te he debido en la Tierra, hoy que me encuentro en una casa tranquila, que se asemeja a la que tú habitastes en la aldea, ¡Inspírame! Envíame el efluvio de tu cariño, préstale a mi alma tu energía para hacer el bien, y tu amor inmenso a los niños. Yo te encuentro aquí, cuanto me rodea me habla de ti, y me siento tan dichosa al ponerme en relación contigo, que mi Espíritu suspira por esa dulce paz que aquí presiento, paz que todavía mi Espíritu no puede disfrutar, pero que indudablemente un día disfrutaré; porque amaré, como tú has amado, sentiré, como tú has sentido, progresaré, como tú has progresado, y entonces….¡Oh! entonces, ¡Cuán bella me parecerá la vida! ¡Adiós hermoso día del porvenir! ¡Adiós horas benditas en las cuales un alma generosa se complació en hacer ensayos de fraternidad universal!
Como nunca en la Tierra ni un bien, ni un mal vienen solos, después de tan agradable día tuvimos el placer de visitar la montaña de Monserrat, y aunque solo breves horas permanecimos en aquel paraje delicioso, tuvimos el tiempo suficiente para emocionarnos de tal manera, que jamás olvidaremos la impresión que recibimos al contemplar aquel gigantesco templo de granito, que las evoluciones geológicas levantaron al Ser Omnipotente hace millones de siglos. No extrañamos que haya habido hombres que se hayan conceptuado felices viviendo separados del mundo, anonadados ante las maravillas de la naturaleza; nosotros en la montaña de Monserrat, sentimos despertarse en nuestra mente un amor tan inmenso a Dios, que si la fe religiosa nos dominara, nos hubiésemos creído dichosos habitando en aquel lugar; preguntándole a cada promontorio de rocas la historia de los siglos pasados con sus sangrientas hecatombes, con su ascetismo reñido con la higiene, con su fanatismo religioso en pugna con la razón.
Fernández Colavida decía que Vives estaba tan bien asistido espiritualmente que todo cuanto hacía para divulgar su ideal, daba buenos resultados.
«Está rodeado de buenos espíritus». ― Decía ― Y naturalmente habría de ser así, pues que hasta en las piezas teatrales que escribió, enseñaba la doctrina de los espíritus a una multitud inculta, animada apenas por la curiosidad y por el deseo de divertirse. No obstante, los asistentes escuchan con atención y aplauden con entusiasmo. Solamente muchas fuerzas reunidas pueden dominar tantas y tan diversas inclinaciones.
Sus Libros
Miguel Vives escribió Guía Práctica del Espiritista, publicado en Barcelona en 1903.
Es una obra esencial para el espírita y que nos da la dimensión del verdadero tesoro que todos los espiritistas tenemos entre las manos. El valor de este libro es la moral práctica que nos enseña, son consejos, reflexiones, recomendaciones prácticas que tienen el eco y la erudición de quien las vivió y ejemplificó durante gran parte de su vida hasta un grado superlativo.
Guía Práctica del Espiritista dio origen posteriormente a una nueva obra de la mano de otro gran titán del Espiritismo, J. Herculano Pires, se trata de El Tesoro de los Espíritas. En ella J. Herculano Pires con la intención primera de simplemente traducir al portugués la fabulosa guía de Miguel Vives, se topa con la necesidad de complementar e incluso hacer pequeñas mejoras del texto original para la mejor comprensión del lector, reconociendo que la inspiración del propio Miguel Vives estuvo presente en esa tarea.
De la documentación que legó y entregó antes de desencarnar a su gran amigo Jacinto Esteva Marata, éste seleccionó algunos textos que dieron lugar a una obra póstuma de Miguel Vives. Se trata del libro Tesoros de Consuelos y modo de vivir cristianamente, según Jesús, Teresa de Ávila y otros elevados seres. Con un prólogo del propio Esteva Marata, indica en su portada: Nociones e ideas recogidas por D. Miguel Vives y Vives, llamado el Apóstol del Espiritismo. Es una obra que recoge fundamentalmente las visiones y mensajes de una extraordinaria médium que trabajó con Miguel Vives.
Republicano
Como político figuró siempre en las avanzadas del partido republicano, tal como se desprende del periódico Fraternidad Republicana conservado en la biblioteca pública de Tarrasa. El boletín del partido republicano el obituario de Miguel Vives dijo lo siguiente:
Nuestros convecinos supieron apreciar en Vives al hombre honrado, caritativo e inteligente, lo demostró el acto de su sepelio. Allí vimos a personas de todas las clases sociales y de ideas políticas y religiosas bien opuestas; allí vimos rindiendo tributo de cariño al finado, a quienes comulgan en el credo que él comulgó, a quienes seguramente le compadecerán por considerarle condenado a irremisibles penas, y a quienes, teniendo sus particulares creencias, no se escandalizan de las creencias ajenas. Fue un acto en el que la santa tolerancia se puso de relieve…
Regresaba a Casa
Miguel Vives abandonó su cuerpo el día 23 de enero de 1906, a las 20 horas. Desencarnaba a la edad de 63 años. Su cuerpo quedó expuesto en el amplio salón de sesiones del Centro Espiritista Fraternidad Humana, durante todo el día 24 y mañana del 25. Entre los más de 10.000 personas que desfilaron ante su cadáver se podían encontrar todas las clases sociales desde el infeliz mendigo hasta el acaudalado banquero, desde el ínfimo labriego hasta el opulento industrial.
Antes de desencarnar había legado todos sus escritos y documentos referentes al Espiritismo a Jacinto Esteva Marata. Es de sospechar que presintió su desencarnación, pues tres días antes de caer enfermo, habiendo ido a visitarle Jacinto Esteva, al despedirse Miguel le abrazó y besó tiernamente diciéndole: si no nos viéramos más aquí en la tierra, recuerda estos besos y abrazos como un lazo más que nos unirá eternamente.
-Pues, ¿acaso cree usted que tiene tan cercana la desencarnación que no tenga tiempo yo de volver?
-Quizá sí; sufro mucho más de lo que todos cree. Cuando me llegue la hora ya he dicho a mi esposa que te entregue todos mis escritos y documentos referentes a Espiritismo, recógelos y si los consideras de provecho, publícalos.
Relata su amigo Jacinto Esteva:
-La noche en que desencarnó Vives llegaba yo a Tarrasa dispuesto, como otras veces, a pasar la noche a su lado, y al encontrarlo ya cadáver y expuesto en el salón del Centro, sentí una sensación de alegría y bienestar que me fue muy difícil ocultar a los que me rodeaban; pasé toda la noche sin dormir, a pesar del cómodo lecho que mis buenos amigos los esposos Bendranas me tenían preparado, y durante aquellas horas, ¡ni un momento pude sentir la honda pena que después me ha embargado!
A las cinco de la madrugada me levanté para volverme a Barcelona a preparar todo lo concerniente al entierro y transmitir a los Centros la noticia de la desencarnación; al pisar la calle, ¡qué espectáculo más magnífico y sorprendente se presentó ante mis ojos!
La nieve, inmaculada aun, lo cubría todo; su blancura, sin manchar por las pisadas de nadie, me sugirió la idea de que los espíritus puros habían bajado a la tierra a recoger el alma de Miguel, y al batir de sus alas, remontando el vuelo, habían cubierto la tierra con las plumas de sus blancas alas. Entonces mis ojos se humedecieron y la separación del ser querido se me presentó ¡con toda su magnitud!
Tomé pasaje de primera para estar más a mis anchas, y allí, a solas, pude dar rienda suelta al llanto; allí desfilaron ante mi pensamiento los veintidós años de. sincera amistad que con él me habían unido. Allí recordé el primer día que le conocí, cuando, perseguido por la justicia humana por un artículo que publiqué en el periódico que yo dirigía, fui a Tarrasa, en donde la Federación Espiritista del Vallés celebraba uno de sus Congresos, en busca de apoyo para la precaria situación que atravesaba.
¡Miguel, al abrirme tus brazos entonces, cuando incluso seres de mi familia me rechazaban, labraste en mi corazón un templo en donde siempre prestaré veneración a tu recuerdo! ¡Bendito seas!
¡Fuiste siempre mi maestro en todo, y siempre, en todas las circunstancias a las que mi azarosa vida me ha llevado, tuviste para mí sanos consejos y amores de padre! ¡Bendito seas!
¡Cuando algunas veces la vil calumnia se cebaba en mí y acudía a ti en busca de consuelos y líneas de conducta, posabas tu recta y profunda mirada en mí y abrazándome me hacías olvidar los agravios sufridos elevando mi alma a las regiones puras del perdón! ¡Bendito seas!
Nunca olvidaré tus consejos, nunca olvidaré tus enseñanzas, y si a través de la lucha que la propaganda de nuestro ideal me ocasiona llego a flaquear, recuérdame, desde los espacios de luz donde ya moras, la promesa que me exigiste y que te prometí cumplir, para que de este modo recobre nuevas fuerzas y pueda acercarme a ti cuando me llegue la hora de abandonar esta infeliz humanidad que sólo se paga de palabras, olvidando los hechos.
El aprecio en que lo tenía la ciudad de Tarrasa, en donde residía, queda constatado con sólo decir que por delante de su cadáver desfilaron más de 10.000 personas durante el tiempo en que estuvo expuesto al público en el local del Centro, que en el cortejo fúnebre que lo acompañó al cementerio había 800 personas, y que fue tanta la afluencia en el Cementerio, que durante una hora fue imposible trasladar el cadáver al nicho que debía guardar sus restos.
Fueron muchas las fábricas, talleres y almacenes que cerraron sus puertas a la hora del entierro para permitir a sus empleados el ir a despedir al que fue un verdadero Apóstol del Bien.
Durante el trayecto de la casa mortuoria al cementerio libre, la muchedumbre formó una muralla a lo largo de las calles del trayecto, que dificultó el paso del cortejo fúnebre en numerosas ocasiones.
Al llegar al cementerio y para acallar las peticiones de todos, se tuvo que abrir el ataúd y permitir el desfile del pueblo ante el cadáver; se calculó en unas 5.000 personas las que allí había reunidas.
En el coche fúnebre figuraban, cubriéndolo materialmente, unas coronas dedicadas por la familia, y otras del Centro Fraternidad Humana, de Tarrasa; Unión Espiritista Kardeciana Española; Círculo La Buena Nueva, y Los Albores de la Verdad; Sección de jóvenes del mismo Círculo; Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos, y una del Coro Centro Sabadellense, del que Vives fue fundador y director durante muchos años; el Centro Aurora de Sabadell le dedicó una palma adornada de magníficas flores naturales, y hubo también flores de otros familiares, y amigos tan cercanos como Amalia Domingo y Soler y J. Esteva Marata.
En el cortejo el elemento espiritista estaba formado por el Centro Fraternidad Humana en pleno y nutridas comisiones del Círculo La Buena Nueva; Centro Aurora de Sabadell; Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos; Centro La Esperanza, de San Martín; Centro Amor y Ciencia, de Sans; Centro El Altruísmo de Badalona; Centro Unión Fraternal Espírita, de Manresa, Centro Sabadellés; Coro Los Gelats; Círculo Cristiano Espiritista, de Lérida; Revistas Luz y Unión, La Evolución, Lumen y Los Albores de la Verdad, representadas por sus respectivos directores.
La emoción se hacía cada vez mayor ante las conmovedoras frases de los que se despedían de Vives.
Una pobre mujer, enlutada y joven aún, besó la frente de Miguel dejando en ella depositado el más merecido recuerdo: dos lágrimas, dos perlas que brillaron largo rato en aquella espaciosa frente en donde tantos y tan bellos pensamientos habían germinado. Fueron la ofrenda de una infeliz viuda que encontró en Vives el apoyo necesario para sostener la larga y penosa enfermedad que había llevado al sepulcro al esposo idolatrado.
Diría de ese momento Jacinto Esteva:
-Aquella hora que tuvimos la satisfacción de pasar colocados al pie del cadáver, nos hizo comprender más a Vives que los veintidós años de ininterrumpida amistad con que siempre nos honró. ¡Bendito sea!
Tras larga espera se pudo por fin despejar el lugar y colocar sus restos en el nicho que se le había destinado, acto que fue presenciado por la familia y una comisión de los Centros, marchando el resto del acompañamiento y delegados al local del Centro Fraternidad Humana, cuyo amplio salón de actos se llenó y muchos tuvieron que quedar en la calle. Era allí dónde se había convocado al pueblo en vista de que en el cementerio no era posible ya pronunciar discurso alguno.
Allí hablaron Teodoro Sanmartí, Santiago Durán, Manuel Navarro Murillo, Rogelio Fernández Güell, J. Esteva Marata, y las señoritas Dolores Vila, Pepita Sal-lari, Clara Olesti, resumiendo los discursos D. Augusto Vives, hermano del difunto y presidente del Centro Aurora.
Se leyó una poesía dedicada de Amalia Domingo Soler, otra de Matilde Navarro Alonso, un escrito de Felipe de Senillosa y una carta de Mariano Torres.
Uno de los recordatorios de la desencarnación de Vives decía esto:
Soy espiritista, porque para los espiritistas todos los seres de la Creación son sus hermanos.
-No es la doctrina que profeses la que te salvará, sino tus buenas intenciones.
-Bueno es ser sabio, pero es mejor ser bueno.
-El mejor adorador de Dios es el que practica el Bien
-Los pobres son tus hermanos, si tú los abandonas, los recoge Dios.
-El mahometano, el materialista, el católico, el protestante y el espiritista son hijos de Dios, ámalos, pues, como a hermanos.
La Campana de Gracia, el más popular de los semanarios ilustrados de Barcelona, le dedicó un artículo necrológico. como una demostración de las simpatías que Vives había alcanzado, especialmente entre espiritistas y republicanos.
A la edad de 63 años ha muerto en la vecina ciudad de Tarrasa, este hombre que por su abnegación y altruismo mereció ser llamado el Apóstol del Bien.
Su muerte ha producido un gran dolor entre sus amigos, que eran todos los que le habían conocido personalmente, y todos los que, sin conocerle, estaban al corriente de sus actos de bondad y virtud. Su entierro, puramente civil, fue uno de los actos más grandiosos que ha presenciado la ciudad de Tarrasa, tanto por el considerable número de personas que formaron parte del fúnebre cortejo, como por el respeto con que la población entera saludaba al paso del cadáver.
Durante muchos años la fecha patronal de Miguel fue un acontecimiento para los pobres de Tarrasa y su comarca, que acudían presurosos a la casa de Vives en la seguridad de que allí encontrarían opíparo banquete; hubo año en que se sentaron a las mesas más de quinientos pobres, pensando celebrar el santo del Sr. Miguel , como ellos decían, cuando lo que celebraban era el aniversario de la Revolución de Septiembre, por la cual se obtuvieron las libertades políticas que permitían exteriorizar la propaganda de los ideales espíritas.
En dichos banquetes, que constituían para el pueblo de Tarrasa una memorable festividad, no solamente acudían los pobres, sino que de todo Cataluña venía gente a presenciarlos y a veces a contribuir con su óbolo al mayor esplendor de la fiesta.
Poesía de Amalia Domingo Soler
Ante la tumba de Miguel Vives
Tumba qué guardas los restos
de un hombre bueno y sencillo,
a quien no sedujo el brillo
de la pompa mundanal;
si no existiera otra cosa
que esta humilde sepultura…
¡qué tristeza! ¡qué amargura!
¡qué decepción tan fatal!
Consagrar una existencia
a una activa propaganda,
diciéndole al hombre: “Anda,
que tienes un porvenir;
haz el bien por el bien mismo,
que todos son tus hermanos;
compadece a los tiranos
que hacen al débil gemir».
Y después de hacer esfuerzos
por fomentar las virtudes,
recibir ingratitudes
y el olvido en conclusión…
¡qué triste fuera, Dios Santo!
pero no; dura la vida;
y en el tiempo no hay medida
que limite la ascensión.
El cuerpo queda en la fosa,
y el alma se va muy lejos,
en busca de los reflejos
de otros soles de más luz.
Y el alma cuya envoltura
en esta tumba se encierra,
ya está lejos de la tierra;
¡donde tanto amó la Cruz!
Fue un cristiano reverente,
un ferviente espiritista,
activo propagandista,
que fue del progreso en pos.
Cumplió siempre como bueno,
y es justo que aquí vengamos
diciendo: No te olvidamos;
no te decimos ¡Adiós!
Todos los años vendremos
a dejarte humildes flores
a las que dará colores
nuestro beso fraternal.
Míranos desde allá lejos;
seguimos tus enseñanzas,
y tenemos esperanzas
de que el bien vencerá al mal.
Adiós, Miguel; hasta luego;
nanea se acaba el mañana;
hay para la raza humana
siempre un porvenir mejor.
Por ti, por ti hemos sabido
que es la dicha indefinida;
que está el agua de la vida
en la fuente del amor!…
El eximio poeta Salvador Sellés dedicó a nuestro biografiado la siguiente poesía que compendia en pocas palabras la vida de Vives:
Jesús al enviarte al mundo en que naciste
te dio su gran palabra y hermoso corazón,
diciendo: sé consuelo del mísero y del triste.
Y tú la oscura tierra brillando recorriste
vibrante de elocuencia y ardiente de pasión.
Ya quedan encendidas las sombras del arcano,
ya tornas al imperio del que expiró en la cruz,
ya el Cristo se levanta del trono soberano,
recobra su palabra, su corazón, su mano,
te dice: ven, apóstol; ven, mártir… en ti gano;
te abraza y te confunde con él en la gran luz.
Discurso de Miguel Vives
Proferido en Barcelona, el 9 de septiembre de 1888, durante el Primer Congreso Internacional Espiritista
El Sr. Presidente: Tiene la palabra el señor Vives.
El Sr. Vives (D. Miguel): Señores de la mesa, señores delegados:
Antes que todo, permitidme que manifieste mi gratitud a Dios, ya que ha creado este espacio infinito, lleno de soles, de mundos, de satélites, de cometas y de maravillas sin fin, que con su orden, armonía y previsión, son la expresión viva del gran poder de su Creador y la admiración de todos los seres pensadores que pueblan el Universo. Permitidme que le manifieste mi gratitud por ese yo que siento dentro de mí mismo, que estoy seguro que ha de progresar eternamente y ha de encontrar nuevas mañanas, nuevos días, nuevos espacios, nuevas familias, nuevos progresos y nuevas virtudes, y que siguiendo por el camino de lo infinito, perfeccionar todas las facultades, hasta llegar a un grado elevadísimo de perfección; permitidme aún que admire este poder divino, poder que veo manifestado en el acto que estamos realizando. ¡Ah, señores delegados! hace muchos años, cuando saludasteis la Revelación y pronunciasteis la palabra Espiritismo, el mundo os recibió con una carcajada; y viendo que no os habían podido anonadar, al volver a pronunciar la palabra Espiritismo, entonces os echaron al ridículo y al escarnio; y viendo que persistíais, se levantó contra vosotros una persecución moral, que os divorció con la sociedad y con la familia, llegando hasta el punto de apellidaros locos. Mas la opinión general, tan poderosa cuando trata de romper cadenas y establecer principios de libertad; cuando se opone a la ley del progreso, cuando se opone a la palabra de Dios, primero se agita, más tarde calla, y por último se deja convencer, y lo que al principio había sido una gran locura, es entonces una suprema verdad que viene a regenerarlos a todos. (Ruidosos aplausos.)
He cumplido con un deber de gratitud hacia mi Dios, hacia mi Padre, hacia mi Todo; ahora he de cumplir con otro deber de gratitud hacia mis hermanos. Veo, señores delegados, alrededor nuestro, a insignes notabilidades espiritistas; veo a los hijos de Francia representados por la persona ilustradísima de Mr. Leymarie; saludo a él y a todos sus correligionarios; saludo a los hijos de la patria de Víctor Hugo, de Thiers y de Gambetta, a los hijos de esa patria, que después de haber sufrido grandes catástrofes y grandes revoluciones, han levantado su libertad al pedestal de las libertades europeas y hoy son la esperanza de todos los oprimidos del viejo mundo. (Muy bien. Aplausos).
Saludo a los hijos de la patria de Bellini, a los hijos de esa tierra que ha llenado el mundo con su arte y su armonía; a los hijos de esa patria que sufrieron tantos siglos bajo el poder teocrático, y que vieron ajusticiada la libertad con la sentencia de Tonetti, pero que más tarde supieron realizar su unidad, y como símbolo del librepensamiento, han levantado la estatua de Giordano Bruno delante del mismo Capitolio. (Estrepitosos aplausos.)
Saludo y admiro aún más a los hijos de allende los mares, a estos insignes apóstoles de la abnegación y del sacrificio, a esos hombres que al oír el clarín con que los espiritistas españoles los llamábamos, sin temor a los peligros del viaje, se apresuraron a venir por el camino que trazó Colón. Yo les aseguro que este sacrificio quedará grabado en la eterna memoria de Dios y que les servirá de gran consuelo en la hora suprema de su transformación. (Aplausos.)
He cumplido con otro deber; ahora he de cumplir con la obligación que me he impuesto, obligación superior a mis fuerzas, la cual es la de desarrollar ante vosotros el tema: Tendencias del Espiritismo en su parte moral. ¡Ah, señores! Si yo pudiera concebir y desarrollar ante vosotros las impresiones y alegrías que se suceden en el espíritu desde su arrepentimiento hasta concebir la realidad de una vida mejor; si yo lograra haceros comprender la esperanza y el goce que siente el espíritu cuando, convencido de su inmortalidad, penetra en la ciencia psicológica y ve desarrollarse ante él esa sucesión de mundos y de maravillas que ha de recorrer el espíritu en su ascensión progresiva; si yo me considerara digno, pediría a los espíritus puros del espacio que iluminaran mi entendimiento; si yo me considerara digno, pediría al espíritu que sufrió en el Calvario, que por un momento iluminara mi razón, como iluminó a los mártires del cristianismo; pero no me atreveré porque no soy merecedor de tal distinción; solamente confío en la ley de amor, que rige en el espacio, y en vuestra benevolencia, que no me negaréis, porque ya sabéis que en mí no habla el talento, no habla la sabiduría; habla la convicción, habla el amor. (Muy bien.)
¿Cuáles son las tendencias del Espiritismo? ¡Ah, señores!… Son levantar al abatido, hacer creer al que duda, llevar al ánimo, los más grandes consuelos y las más supremas esperanzas; transformar los vicios en virtudes, el egoísmo en caridad, la desesperación en tranquilidad, llevar a la humanidad a la más amplia tolerancia, para fusionar todas las escuelas y todas las religiones bajo los grandes principios de existencia de Dios, inmortalidad del alma, progreso infinito y reencarnación. (Aplausos).
La existencia de Dios y la inmortalidad del alma han sido los principios fundamentales de todas las religiones; sobre esos dos puntos han sentado sus dogmas, su teología y su poderío; pero, ¡causa lástima decirlo! después de tantos siglos de dominio teocrático, la humanidad es más descreída que nunca, ¿y sabéis por qué? Porque las religiones siempre han impuesto, nunca han demostrado; por eso se ha perdido la fe ciega y no ha quedado más que la fe especulativa.
El Espiritismo no viene a imponer esos dos principios, sino a demostrarlos. ¿Y sabéis cómo demuestra el Espiritismo la existencia de Dios y la inmortalidad del alma? Por medio de la comunicación de los que han vivido en la Tierra. Pero ¡ah, Señores! esta comunicación que tantos consuelos nos ha dado, esta comunicación que tantas verdades nos ha revelado, esta comunicación que nos ha explicado lo que hasta ahora habían sido misterios, esta comunicación que ha sido y es el testimonio de la existencia de nuestros padres, de nuestros hijos y de todos cuantos han desaparecido de la Tierra, esta comunicación ha sido recibida, en el siglo XIX, lo mismo que fueron recibidos en otra época los cálculos de Colón, los trabajos de Guttemberg, los descubrimientos de Galileo y las deducciones de Newton. Y, ¿sabéis por qué? Porque la comunicación nos ha dicho que viven Sócrates, Platón, Aristóteles y Plutarco; porque nos ha dicho que todas aquellas razas que lucharon impulsadas por la barbarie y la codicia, estuvieron sujetas a la ley de perfección y progreso infinito; porque nos ha dicho que la misma Cleopatra y los Césares de aquella época, sobrevivieron a aquellas catástrofes; porque nos ha dicho que todos los héroes, todos los mártires, todos los grandes, como todos los criminales; que Juan Huss, Savonarola, Jerónimo de Praga, resucitaron de las cenizas de las hogueras del Santo Oficio; nos ha dicho que viven Guillermo Tell, Riego, Padilla y todos los mártires de la libertad; que viven, Franklin, Copérnico y todos los mártires de la ciencia; que viven Juana de Arco, Washington, Lincoln, Mazini, Gambetta, Víctor Hugo, Garibaldi, Prim, y todos cuantos han seguido por ese gran curso de las humanidades sucesivas, que han existido en la Tierra y en todos los mundos. (Estrepitosos aplausos.)
Y la humanidad dice que no se comunican los que vivieron antes que nosotros, y cree que estas comunicaciones son ilusión de nuestra imaginación exaltada, cree que son resultado del fanatismo de nuestra escuela, cuando se cuentan en la Tierra tantos millones de espiritistas. ¡Ah, señores! Necesario es conceder, o que lo que cree locura la humanidad es una verdad muy sublime, o que una gran parte de la humanidad realmente está loca. (Aplausos.)
Pero a mí me parece, señores, que la manera de razonar de los espiritistas no es ni la locura, ni el fanatismo, ni la ilusión; a mí me parece que ni la locura, ni el fanatismo, ni la ilusión, pueden traer una nueva moral, una nueva revelación, una nueva ciencia; por eso afirmo que la comunicación de los espíritus que viven en el espacio con los que vivimos en la Tierra es una verdad demostrada únicamente por el Espiritismo; Espiritismo; y lo afirmo ante los señores catedráticos que me escuchan, lo afirmo ante los ilustradísimos doctores, lo afirmo ante los distinguidos médicos que se hallan en este Congreso; y estoy seguro que ninguno de ellos ha de desmentirme ni negar mis afirmaciones.
¡Cómo habéis de negármelas! ¿Qué erais vosotros, qué era yo y qué son todos aquellos que no esperan más que en la materia bruta?
¿Qué erais antes de conocer la comunicación? Un conjunto de materia sujeta a la casualidad, que de momento parecía que os iba a remontar a lo sublime, pero que muy pronto os hundía en el abismo, casualidad que no podíais explicar, circunstancias que no podíais definir. ¿Qué era el amor de vuestras esposas? ¿Qué era el amor de vuestros hijos? ¿Qué significaban todos los esfuerzos, todos los sacrificios, todos los trabajos hechos por los que nos han precedido en el curso de la vida? ¿Qué significa la caridad practicada por Vicente de Paul, la oración de Teresa de Ávila? ¿Qué significaban aquellas lágrimas derramadas en la Vía dolorosa, unidas a aquellas sublimes palabras? «¡Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen!» ¿Qué significaba aquella sangre resbalada por la cruz y unida a las lágrimas de la madre del mártir del Calvario? ¿Qué significaban aquellos sacrificios hechos por aquellas mujeres que fueron arrastradas por las calles de Roma? ¿Qué significaban los sacrificios hechos por aquellos mártires inmolados en los circos, en las hogueras y bajo la cuchilla del verdugo? ¿Qué significaba la inspiración de Demóstenes, de Cicerón y de Pablo apóstol? ¿Qué significaba el arte de Murillo, de Rafael y de Miguel Angel? ¿Qué significaban las armonías de Mercadante, de Rossini, de Donizetti? ¿Qué significaba el genio de Cervantes, de Lamartine, de Víctor Hugo? Si todo debía perderse, si todo debía anonadarse, si la misma recompensa aguardaba al mártir que al criminal, todo hubiera sido una fatal tragedia, cuya víctima hubiera sido la humanidad entera. (Estrepitosos aplausos.)
Pero vosotros ya lo sabéis, señores delegados, vosotros ya sabéis que no hay virtud sin recompensa, ni vicio sin reprensión; vosotros ya sabéis que la inmortalidad está demostrada y que la comunicación con los seres que nos han precedido es un hecho práctico; vosotros sabéis que la comunicación es altamente moralizadora, y que es el testimonio fehaciente de todas las verdades de la revelación espírita; por eso todos los sacrificios, como todos los héroes, como todos los mártires, obedecieron a una ley de progreso y de perfección, necesaria para el desarrollo de la humanidad. Y me alegro de poderlo afirmar delante de los sabios que se han reunido en esta asamblea; me alegro de poderlo afirmar delante de los señores catedráticos, de los doctores y de los médicos, para que no se diga que en el Espiritismo sólo militamos personas ignorantes a quienes se engaña fácilmente, sino que se vea que somos espiritistas con conocimiento de causa y que afirmamos no solamente según la revelación sino según la ciencia; y yo os aseguro, señores, que si en el siglo XIX se hubiese levantado un gran filósofo para reformar el mundo y no hubiese comprobado su filosofía con hechos extraordinarios, hubiera muerto casi en el momento de nacer.
Os he dicho que quería demostrar las tendencias del Espiritismo en su parte moral: permitidme, pues, que os hable de hechos prácticos; permitidme que me ocupe algo de mí mismo y que os explique dos lances de mi vida, terribles por cierto, pero pasados de distinta manera.
Hace unos 22 años que vivía en plena luna de miel; todo sonreía a mi alrededor; la mujer que escogí para compañera de mi vida, no era para mí una mujer, era un ángel. La vida se deslizaba feliz y nunca hubiera pensado que aquella felicidad pudiera interrumpirse.
Pero ¡ah, señores! la mujer que tanto amaba, fue atacada de una terrible enfermedad; toda aquella felicidad desapareció en un solo momento; nunca creí que pudiese perderla para siempre, mas la enfermedad tomó alarmantes proporciones; llamé a la ciencia, llamé a cuantos pude para que la salvaran, pero todo fue inútil; aquella mirada tan expresiva, se puso lánguida, indecisa; aquellos labios tan encarnados, se pusieron descoloridos; aquel cuerpo tan movible se puso rígido, el corazón dejó de latir, y todas mis esperanzas, toda mi felicidad, todo mi amor, se convirtieron en un cadáver.
¡Ah, señores! mi desesperación fue grande; maldije mi existencia, maldije lo que me rodeaba; y para que nadie viese mi desesperación, huí al campo, y allí lloré y lloré amargamente. ¡Todo había muerto para mí! Mientras yo lloraba y me desesperaba, las aves cantaban; entonces me volví hacia ellas y les dije: ¿Por qué cantáis? ¿No sabéis que yo he perdido toda mi esperanza y todo mi amor? ¿No sabéis que tengo un desierto en el corazón y que viviré muriendo? Vuestros cantos son una burla. Y tú, ruiseñor, ¿por qué trinas? ¿No sabes que hasta el nido que acaricias es una pura ficción? Y vosotros, valles que parecéis tumbas que habéis de sepultar a la humanidad; y tú, sol que me abrasas, que iluminas tanta tragedia, ¿por qué no acabas de una vez tantos males? Entonces una horrorosa tempestad se desencadenó en el espacio, y al ver el fulgor del rayo y sentir el ruido del trueno, me pareció que aquello era lo justo, aquello era lo que debía ser. (Muy bien, muy bien.)
Mucho tiempo pasé rodeado de los más funestos recuerdos y presentimientos, los cuales se desvanecieron después con mi conversión al Espiritismo, conversión que no detallaré delante de vosotros, señores delegados, porque todos vosotros sabéis lo que se siente, lo que se pasa; sólo os diré, que hace seis años que, resultado de segundas nupcias, tenía un hijo que contaba 9 años, hermosísimo, porque para los padres, todos los hijos son hermosos: muchas veces me acariciaba y me besaba con un cariño especial y me decía: Padre, cuando tú seas viejo, yo también te daré de comer y te llevaré a pasear como tú haces ahora conmigo. Dejo a vuestra consideración pensar lo que sentiría mi alma. Pero ¡ah, señores delegados! Una terrible enfermedad se apoderó también de mi hijo; aquel cuerpo tan vivo y tan agraciado quedó postrado; aquella mirada llena de viva expresión se volvió lánguida, indecisa; entonces recurrí a las verdades espiritistas; entonces me acordé que mi hijo no moriría sino que renacería; y mientras mi hijo exhalaba el último suspiro, yo veía la seguridad de su nueva vida, de su nuevo progreso. Entonces dije a los que me rodeaban: suena en el reloj de la Tierra la última hora de la existencia de un cuerpo, pero suena la primera hora, en el reloj del espacio, de la existencia de un espíritu. Mi hijo no muere, se transforma; muy pronto brillará en el mundo de los espíritus. Respetemos los designios de Dios. (Aplausos.)
Entonces un deseo se agitó en mi ser. ¿Qué posición ocupará mi hijo en el mundo espiritual? ¿Tendrá que sufrir por alguna falta cometida en anteriores existencias? Pero no; decía entre mí mismo, tu hijo era bueno, tu hijo sentía gran amor por los pobres, porque siempre era el primero que pensaba en ellos; entonces pedí a Dios que me permitiera saber el estado de mi hijo; entonces pedí a mi hijo me diera una prueba de su estado; pero quería una prueba extraordinaria, para que no hubiera sustitución de espíritu. Esta no se hizo esperar; en una de las sesiones que celebramos todos los domingos, el espíritu de mi hijo se comunicó, y lo hizo de una manera tan especial, dio tantas pruebas, que la familia le conocimos mucho antes de que él diera su nombre. Aquel espíritu volvía a llamarme padre, aquel espíritu volvía a ofrecerme su protección, aquel espíritu volvía a darme pruebas de un amor grande, puro; aquel espíritu me descifraba las bellezas de la creación, las bellezas de la naturaleza de una manera como nunca las había sentido; su posición era tranquila, elevada, llena de paz y de alegría. ¡Ah, señores delegados! pintaros la alegría, la inmensa alegría que se apoderó de mí, sería tarea imposible. Entonces hubiera dicho a todas las madres que perdieron a sus hijos: no lloréis; vuestros hijos no han muerto, viven con la vida del infinito; entonces hubiera dicho a todos los hijos que perdieron a sus padres: no lloréis, que vuestros padres viven y viven en la vida eterna. Mi casa era estrecha para contener mi alegría; necesitaba dar gracias a Dios en medio de la inmensidad; por eso me fui al campo; allí elevé mi plegaria al Gran Creador, allí manifesté mi gratitud al Padre de todo el Universo, y mientras mi espíritu exhalaba aquel arranque de gratitud inmensa, las aves cantaban, y al oírlas, recordé que en otra ocasión las había increpado; entonces les dije: cantad, aves mías, cantad; vuestros cantos son una eterna armonía que se une a la belleza de la Creación; trinad, ruiseñores, trinad; el nido que acariciáis ya no es una ficción, sino una manifestación de la vida infinita en sus múltiples transformaciones; y vosotros, valles que en otros tiempos me parecíais tumbas que habían de sepultar a la humanidad, ahora veo que sois moradas en donde se desarrolla la vida de multitud de seres, en donde crecen, se agitan y se desarrollan; y tú, Sol que iluminas un sistema de mundos, y eres un testimonio de la gran potencia de Dios, yo te bendigo; y mientras estaba entregado a mi alegría y a la contemplación de la Creación, vi allá en lontananza, que el arco iris acababa de extinguir sus hermosísimos colores. ¡Era el arco iris que había salido tras de aquella terrible tempestad! (Estrepitosos aplausos.)
Y ¿creéis, señores delegados, que esa comunicación de los padres con los hijos y de los hijos con los padres, no llegará a todas las clases sociales? ¿Creéis, señores delegados, que la humanidad se resistirá siempre a la investigación de esas relaciones espirituales que tanto consuelo dan? ¡Ah, señores! la comunicación de los espíritus llegará hasta los poderosos de la Tierra y les dirá: Es verdad que en vuestras manos está el poder, pero ¡ay de vosotros si en lugar de ser protectores sois verdugos! ¡ay de vosotros si hacéis derramar sangre!
El día de vuestra transformación, en aquella hora suprema, os encontraréis bajo aquellos que habréis oprimido, y la misma sangre que habréis derramado, os rodeará, y no encontraréis lugar en el espacio para ocultar vuestro horror y vuestra vergüenza.
En cambio, si sois lo que debéis ser, si consideráis que sobre vosotros está el Autor de la ley, y amáis y protegéis y tratáis como debéis a vuestros súbditos, seréis grandes en la Tierra y en el espacio, y cuando llegue la hora suprema de vuestra transformación, vuestros agradecidos os aclamarán, y la admiración y el gozo rebosarán en vuestra conciencia.
La comunicación llegará a la dama aristocrática y le demostrará que no solamente debe adornar su cuerpo, sino que también debe adornar su espíritu; le demostrará, que el ser que sólo piensa en sí mismo, es el más pobre en el reino de Dios.
La comunicación dirá a los ricos: es verdad que vosotros tenéis el poder del oro, pero ¡ay de vosotros si no procuráis ser útiles a los de más! ¡Ay de vosotros si os olvidáis de aquel gran mandamiento: ¡amarás a tu prójimo! ¡Ay de vosotros si todo lo queréis para vosotros mismos; os veréis aprisionados con las mismas cadenas que os habréis forjado! Porque cuando llegue la hora de vuestra transformación, vuestro espíritu se encontrará solo, sin una voz amiga, sin una palabra de consuelo, sin una esperanza, sumergido en el espacio infinito, quizá rodeado de las más densas tinieblas. Mas si os inspira el bien general, si no olvidáis la solidaridad y la protección mutua, si procuráis el alivio y el consuelo de los demás, si vuestras empresas tienen un fin útil al progreso humano, entonces el agradecimiento será el patrimonio que encontraréis en el mundo espiritual, y vuestro espíritu se verá aclamado y rodeado por espíritus amigos, y maravillas de luz sin límites serán vuestras moradas, y entonces comprenderéis cuánto bien hicisteis a vuestro espíritu, al practicar en la Tierra la ley de justicia y de amor. (Aplausos.)
La comunicación llegará a los oprimidos y a los que sufren, y a éstos les hará grandes promesas y les abrirá el camino del consuelo y de la esperanza; a éstos les dirá: «bienaventurados los que sufren y los que tienen hambre y sed de justicia»; a éstos les demostrará cuánta libertad alcanzan en el reino de Dios los que han sido oprimidos en la Tierra, y cuánta angustia encuentran los que han sido opresores; entonces la esperanza y la resignación penetrarán en su corazón y sufrirán con calma los tormentos de la vida.
Lo que os digo, señores, es un hecho práctico; y para demostrarlo añadiré, que yo en este Congreso tengo la honra de representar a una Sociedad espiritista que la constituyen 32 penados que están sufriendo su condena.
(El orador saca una carta y la lee.)
«Sr. D. Miguel Vives. Queridísimo hermano:
Estamos agradecidos a sus exhortaciones y sentimos una inmensa alegría al saber que se va a celebrar el CONGRESO INTERNACIONAL ESPIRITISTA Mucho sentimos no poder tomar parte en él; pero ya que no nos es posible, le suplicamos a Ud. tenga la bondad de representarnos y decir en pleno Congreso; que estos 32 individuos que fueron criminales, están hoy arrepentidos, perdonan a sus enemigos y desean volver a la vida libre, para demostrar el cambio que ha operado en ellos el Espiritismo.
»Hoy no pensamos más que en nuestra reforma moral y en la reforma moral de la humanidad.
»Treinta y dos penados le saludan y le desean protección de Dios.»
(Continúa el orador.)
Esto dicen 32 hombres que fueron criminales, 32 hombres que habían perdido la sensibilidad de la conciencia, 32 hombres que odiaban a la Sociedad, que la aborrecían, porque se consideraban solos, completamente solos, porque se creían aborrecidos de todos, porque creían haber perdido hasta las últimas consideraciones sociales. ¡Pobres hermanos nuestros! Ellos también habían tenido madre que los meció en la cuna, los había amamantado, había impreso mil besos en sus mejillas, en aquellos arranques sublimes del amor de madre… Mas después de tantos años de luchar en la vida, habían caído en la condición terrible, en donde no solamente se sufre el peso de la justicia, sino el desprecio de todos.
Pero la comunicación de los espíritus llegó hasta ellos; oyeron en esta comunicación una voz amorosa que venía a despertar esperanzas perdidas; buscaron libros y periódicos espiritistas, estudiaron, indagaron, y por último se convencieron que hay un más allá en donde no se cierran a nadie las puertas del progreso; que un criminal puede llegar a constituir un ser perfecto por medio del arrepentimiento y de la práctica del bien; que el infinito es eterno, como eterna es la vida, como eterno es el espacio, y que la ley que rige y domina en el Universo es el amor. (Muy bien, muy bien.)
Y esto se lo demostró de una manera tal el Espiritismo, que aquellos hombres cayeron postrados ante la grandeza de Dios, ante la magnificencia de lo que les aguarda y ante el progreso y la vida eterna, prometida por el Espiritismo y demostrada por la comunicación de los espíritus; y aquellos hombres que todo lo habían perdido, se encuentran con un infinito de grandezas, en donde hay un Padre que siempre aguarda al hijo pródigo, y una gran familia que ama a todos sus hermanos, que sólo se rige por la ley del amor. Así es que aquellos hombres que todo lo odiaban y aborrecían, hoy perdonan, aman y esperan, sufren resignados su condena, y sólo aguardan el momento de poder evidenciar ante la sociedad, que de criminales se han convertido en apóstoles, apóstoles de la verdad, de la moral y del amor. (Ruidosos aplausos.)
Creo haberos demostrado las tendencias del Espiritismo en su parte moral; pero para daros una prueba más, añadiré que, si en estos momentos viniera sobre mí el último instante de mi vida material, no os daría el adiós de despedida, no os daría el adiós eterno, sino que después de abrazar a mi esposa y a mi hija, os diría… Hasta luego.
Ahora sólo me resta felicitaros a todos por el buen éxito de vuestros trabajos, y digo: Si un día me llaman mis hermanos de Italia, iré a Italia; si me llaman a Francia, iré a Francia; si me llaman allende los mares, allí iré; y así creo que lo haréis todos Vosotros, para dar una prueba más ante todo, que para los espiritistas la patria es el mundo y la familia la humanidad. — He dicho.
(Ruidosos y estrepitosos aplausos resuenan por largo rato; muchos delegados y concurrentes abrazan al orador.)
Seguir paso a paso la accidentada y brillante historia de Miguel Vives, es casi imposible en una simple biografía y merecería un tomo de regulares dimensiones tan sólo para relatar lo que de él se sabe, y si se pudieran escribir sus actos, realizados sin que nadie se enterara, exceptuando los favorecidos, podrían escribirse varios tomos y aun así no abarcaría todo lo por él realizado.
Salvador Martín
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Bibliografía:
El Tesoro de los Espíritas, Guía Práctica del Espiritista, Miguel Vives
Tesoro de Consuelos, Miguel Vives
Revista Luz y Unión
Revista La Luz del Porvenir
La Cronista de los Pobres: Amalia Domingo Soler, César Bogo
Libro Resumen Primer Congreso Internacional Espiritista