¿Qué finalidad tiene la mediumnidad?
Mostrar la posibilidad de comunicación con los seres del mundo espiritual, demostrarnos fehacientemente la prueba de la inmortalidad. El simple hecho de que el ser humano se pueda comunicar con los seres del mundo espiritual trae consecuencias incalculables de la mayor gravedad, se nos revela un mundo nuevo al que todos iremos sin excepción. El conocimiento de ese hecho no puede dejar de acarrear, al generalizarse, una profunda modificación en las costumbres, el carácter, los hábitos y las creencias. Es una revolución total la que se opera en las ideas, revolución tanto mayor y más poderosa cuanto que no está circunscripta a un pueblo ni a una casta, visto que alcanza simultáneamente a todas las clases, a todas las nacionalidades y a todos los cultos.
Aunque los fenómenos mediúmnicos han existido en todos los siglos y épocas, es ahora con el desarrollo de la ciencia que podemos desembarazarlos de la superstición y las interpretaciones ridículas. Y al no estar ya sometidos bajo el yugo de la religión, que durante siglos ha condenado y perseguido inquisitorialmente la mediumnidad, es solo cuestión de tiempo que estos hechos se evidencien cada vez más.
Por la mediumnidad obtenemos no solo la prueba material de la existencia y de la individualidad del alma, sino que también comprendemos la solidaridad que vincula a los vivos con los muertos de este mundo, y a los de este mundo con los de otros planetas. Conocemos la situación de ellos en el mundo de los Espíritus; los acompañamos en sus migraciones; somos testigos de sus alegrías y sus penas; sabemos por qué son felices o desdichados, y conocemos la suerte que a nosotros mismos nos está reservada, según el bien o el mal que hayamos hecho. Esta comunicación nos inicia en la vida futura, que podemos observar en todas sus fases, en todas sus peripecias; el porvenir ya no es una vaga esperanza, sino un hecho positivo, una certeza matemática. A partir de entonces, la muerte ya no tiene nada de aterrador para nosotros, porque significa la liberación, la puerta de la verdadera vida.
A través del estudio de la situación de los Espíritus, sabemos que la felicidad y la desdicha en la vida espiritual son inherentes al grado de perfección o de imperfección; que cada uno sufre las consecuencias directas y naturales de sus faltas y esas consecuencias negativas cesan con el arrepentimiento y la reparación. Que el perfeccionamiento depende exclusivamente de uno mismo, y a través del libre albedrío, uno puede prolongar o abreviar los padecimientos, del mismo modo que el enfermo sufre por sus excesos hasta que no les pone término.
Pero los Espíritus no siempre saben más que nosotros, o no nos dicen todo lo que saben, y a menudo se abstienen de darnos aquello que podemos obtener mediante el trabajo; porque hay cuestiones que no les está permitido revelarnos. Si pueden iniciarnos en lo relativo a la vida futura, a un gran número de cuestiones que ignoramos y que no podemos aprender en el ámbito en que nos hallamos. En asuntos que de otra forma solo podríamos formular hipótesis, o interpretaciones erróneas como la del cielo y el infierno. Por la mediumnidad son los testigos oculares, los protagonistas mismos de la vida de ultratumba quienes vienen a decirnos en qué consiste esa vida, y sólo ellos podían hacerlo. Por consiguiente, sus manifestaciones han servido para darnos a conocer el mundo invisible que nos rodea y del cual ni siquiera sospechábamos; y ese único conocimiento sería de capital importancia, en el supuesto de que los Espíritus no pudiesen enseñarnos nada más.
La mediumnidad en sus múltiples manifestaciones y tipos se puede convertir también en una herramienta para ayudar y hacer el bien. Esta facultad es un préstamo temporal para el médium que si quiere hacer buen uso de ella debe entender la necesidad de estudio y práctica en las condiciones más adecuadas, desde la humildad, comprendiendo la gran falibilidad que tiene todo médium. Ya que el mejor médium es el que menos veces es engañado, pues todos lo son en algún momento, aunque sea como prueba y aprendizaje, de ahí la necesidad de un trabajo en grupo, con estudio y análisis de las comunicaciones. El buen médium no es el que está preocupado en dar más o menos comunicaciones, es el que sirve de intermediario del bien, haciendo o no uso de la mediumnidad; y a cada instante médiums y no médiums pueden hacer mucho bien sin necesidad de entrar en trance.