¿Hay vida realmente después de la muerte?

Todos morimos, ¿Viviremos después? ¿Estaremos mejor o peor? Ser o no ser, ¿Cuál es la alternativa?

¿Habrá algo más desesperante que la idea de la aniquilación absoluta? Los afectos, la inteligencia, el saber, todo quedaría destrozado, ¡Perdido! Una secreta intuición nos dice que eso no es posible
La religión ya no tiene poder contra la incredulidad, ella dice blanco y los hechos dicen negro.
Necesitamos hechos positivos no fe ciega, necesitamos datos positivos de la ciencia. O estamos abocados al materialismo. En estos tiempos y circunstancias el Espiritismo viene a poner dique a la invasión de la incredulidad no solo por el razonamiento, sino por los hechos materiales, que permiten ver y tocar el alma y la vida futura. El Espiritismo trae los hechos.
Hay tres alternativas, la nada, la integración en un todo perdiendo nuestra individualidad, o la individualidad del alma antes y después de la muerte. Ser o no ser: ¿no ser?, ¿estar sin ser? o ¿ser, estar y haber sido?
La lógica nos guía hacia la individualidad del alma y nos indica otra consecuencia: su destino, que depende de sus cualidades personales. Pues sería irracional admitir que el alma atrasada del salvaje, así como la del hombre perverso, estuvieran en el mismo nivel de la del científico y la del hombre de bien. Según la justicia, las almas deben ser responsables de sus actos, pero para que sean responsables es preciso que sean libres de elegir entre el bien y el mal. Sin ese libre albedrío habría fatalidad, y si hubiese fatalidad no podría haber responsabilidad.
Todas las religiones han admitido, la felicidad o desdicha futura, del alma después de la muerte. Las penas y los goces futuros, en los que se resume la doctrina del Cielo y el Infierno, que la encontramos en todas partes, de diferentes maneras y con diferentes deberes para llegar a uno u otro. Durante siglos esas fórmulas satisfacían a la razón, pero cuando ha llegado a nosotros la luz de una razón más amplia, enriquecida por la cultura y el acceso a la información, hemos sentido el gran vacío que esas fórmulas dejan, y como las religiones no llenándolo nos hacen cada vez menos o nada religiosos.
¡Queremos saber de dónde venimos y hacía donde vamos! Si se nos muestra un objetivo que no se corresponde con nuestras aspiraciones y con la idea que nos hemos formado de lo que sí podría ser Dios, así como los datos positivos que la ciencia nos proporciona, y si además para conseguir ese objetivo se nos imponen condiciones que la razón impugna, rechazaremos todo. Y sólo entonces el materialismo y el panteísmo, el no ser o el estar sin ser, nos parecen más racionales, porque con ellos al menos se razona y discute. Es un razonamiento falso, es verdad, pero preferimos razonar erróneamente con materialistas a no razonar en absoluto.
Pero si se nos presenta un porvenir cuyas condiciones sean lógicas, digno en todo de la grandeza, la justicia y la bondad del Creador, abandonaremos el materialismo y el panteísmo cuyo vacío sentimos en nuestro interior, y que si en algún momento aceptamos fue a falta de una doctrina mejor. Creemos instintivamente en el porvenir, pero hasta ahora no contábamos con una base firme para definirlo. El Espiritismo nos la trae con la fuerza del razonamiento y la sanción de los hechos que se despliegan ante nuestra vista, y que por la fuerza de las cosas, poco a poco nos conducirá a la unidad de creencias. Y habremos resuelto el viejo dilema, ser o no ser, he ahí la cuestión. ¡Sí!, viviremos después y nuestro estado será cada vez mejor, la era del saber nos conduce a la del ser, la de ser y saberse inmortal.

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